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Biden en el discurso de Trump

Rubén Aguilar Valenzuela 
Al centro del discurso de campaña por la reelección del presidente Donald Trump está decir que su contrincante, el demócrata Jon Biden, es un socialista sin aclarar que entiende por tal.

Y así votar por él es "permitir que una agenda socialista demuela nuestro preciado destino". Biden pertenece al sector centrista del Partido Demócrata.

Calificar de socialista a Biden no se sostiene, pero es rentable de cara a los electores de derecha y extrema derecha que son los votantes de Trump. Para ellos socialista es sinónimo del mal. No requiere ninguna argumentación.

El presidente en el discurso de cierre de la convención del Partido Republicano, que lo nominó como su candidato, estableció las líneas fuerza de la narrativa de su discurso.

La forma será la de agredir, pero sobre todo acusar a Biden de ser un socialista, para sembrar miedo al equipararlo con lo que fue el socialismo real en Europa o lo es en Cuba y Venezuela.

Otro elemento del discurso, que le dio resultado en la campaña anterior, es proponerse como el hombre antisistema en contra de los políticos profesionales como Biden.

Así "este noviembre tenemos que pasar la página para siempre de la fallida clase política" y hacer que continúe en el poder "el presidente del pueblo", como lo calificó su hija en la convención.

"El historial de Biden -dijo- es un vergonzoso listado de traiciones y los errores más catastróficos de nuestras vidas. Ha pasado toda su carrera en el lado equivocado de la historia".

Trump lo que quiere posicionar es que el Biden es un político profesional de izquierda que de ganar va a llevar a los Estados Unidos al perverso socialismo.

Y por eso "será el destructor del empleo estadounidense y, si se le permite, será el destructor de la grandeza de Estados Unidos".

La narrativa de Trump para el resto del mundo suena no solo falsa sino ridícula, pero a sus votantes les hace sentido y lo asumen como verdad incuestionable.

En versión de Trump la agenda socialista de Biden se manifiesta, entre otras cosas, en su propuesta sobre migración, asilo y su negativa a seguir renovando las paredes del muro con México que existen desde hace décadas.

No saben que hay elecciones en 2021

Rubén Aguilar Valenzuela
El 70 % de la población no sabe cuándo se van a realizar las elecciones para diputados federales y el 61 % las de gobernador, según una encuesta de El Universal (01.09.20)

Este desconocimiento a quien más afecta es a los partidos de oposición que necesitan que más electores vayan a votar, para poder ganarle al partido en el poder.

El 49 % de la población se considera independiente, el 22 % morenista, el 10 % priista, el 10 % panista y el 9 % restante se identifica con otro partido.

En 2021, las posibilidades que tiene el PRI y el PAN en la disputa de las 500 diputaciones federales y las 15 gubernaturas está en convencer a la ciudadanía que vaya a votar.

Para eso los electores deben saber que en 2021 habrá elecciones. Es un tema que debe estar presente en la agenda de los partidos de oposición.

La mitad del electorado (49 %) no tiene ninguna preferencia partidaria. Todos los partidos van a buscar convencer a esa población de que vote por ellos.

En ese sector de la población está la reserva del voto, para todos los partidos y eso incluye a Morena, que ahora tiene ventaja sobre los otros.

Esta encuesta, como otras, muestra que si la oposición va dividida, las posibilidades electorales de Morena son muy altas, pero que si va unida éstas se reducen.

La definición de la mitad de los electores no pasa por las siglas de los partidos sino por las y los candidatos que les parezcas atractivos y con los cuales se puedan identificar.

Las posibilidades de los partidos de oposición crecen en la medida que sean capaces de hacer esa oferta que necesariamente hace referencia a la historia de vida y la propuesta (causas) que hagan las y los candidatos.

Y deben tener claro que se reducen en la medida que presenten como candidatos a los mismos de siempre. Eso no va a resultar atractivo para la mitad del electorado que se dice independiente.

En la elección de 2021, los retos de la oposición son cuatro: Constituirse en un solo frente; presentar candidatas y candidatos atractivos; convencer que vote al 49 % de los electores que se dicen independientes y hacerles una oferta (personas e ideas) con la que se identifiquen.

Amor y descuido

Rubén Aguilar Valenzuela

Castillos de Cristal (Estados Unidos, 2017) del director Destin Cretton se basa en la autobiografía The Glass Castel de la periodista Jeannette Walls que en 2008 se publicó con gran éxito editorial.

De niña Jeanette (Brie Larson), sus hermanos y sus padres viven en un cambio permanente de una ciudad a otra. Su padre Rex (Woody Harrelson) quiere a su familia, pero vive fuera de la realidad pensando en un futuro de bienestar, para su familia que nunca va a existir. Nunca hace nada, para que eso ocurra.

Su madre Rose (Naomi Watts) se dedica a pintar. Esa es su vida aunque su obra no es reconocida. Su hermana mayor es Lori (Sarah Snook) y su hermano menor Brian (Josh Caras).

Por medio de flashbacks la narración va y viene del pasado al presente. Jeanette y sus hermanos crecen en un ambiente que no les ofrece estabilidad. Los padres, bajo la idea de estar contra el status quo, se proponen vivir en un modelo alternativo que implica la libertad absoluta.

El padre, que es alcohólico, y la madre, que no atiende a los hijos, nunca tienen trabajo. Los niños no reciben la atención que requieren. Entre ellos se protegen. Las condiciones son muy duras y a veces pasan hambre. No pagan la renta y siempre terminan por huir de los cobradores.

Un día, mientras Jeanette cocina, siendo todavía muy pequeña, su madre en ese momento pinta, se quema y tiene que ir de urgencia al hospital. El médico que la atiende y la trabajadora social se dan cuenta de las condiciones en las que vive. Su padre, de manera clandestina, la saca de ese lugar.

La familia tiene que huir y se van a vivir al campo. El padre promete a sus hijos que pronto tendrán una gran casa. Él dibuja, una y otra vez, la vivienda de sus sueños, un castillo de cristal. Jeanette se ilusiona con esa posibilidad.

Rex y Rose aman a sus hijos, pero con la vida que llevan nunca les van a poder dar lo que necesitan, para tener una vida tranquila y segura. Los padres son impredecibles y también las situaciones a las que se ven enfrentados. En esas condiciones aprenden a sobrevivir. En el primer momento que pueden salen de su casa en busca de una situación mejor.

La última escena son la familia verdadera en la actualidad. Rex ya ha muerto, pero viven los demás. En la mesa comentan su experiencia y hablan de su padre. Lo recuerdan como alguien especial. La madre sigue pintando.

Cretton (Short Term 12) construye una buena historia. El tono es emotivo, pero no melodramático. La fotografía de Brett Pawlak usa una iluminación que contribuye a crear los distintos ambientes. La actuación de todos los actores es buena, pero destaca la de los niños que representan a Lori, Jeanette y Brian.
 
Castillo de cristal
Título original: The Glass Castel
Producción:  Estados Unidos, 2017

Dirección: Destin Cretton
Guion: Marti Noxon y Andrew Lanham, sobre un libro de Jeannette Walls)
Fotografía:  Brett Pawlak
Música: Joel P. West
Actuación: Brie Larson, Naomi Watts, Woody Harrelson, Max Greenfield, Sarah Snook, Charlie Shotwell, Iain Armitage, Ella Anderson, Shree Crooks, Sadie Sink, Eden Grace Redfield, Dominic Bogart, Alanna Bale, Andrew Shaver, Brigette Lundy-Paine, Kyra Harper, Joe Pingue, Nathaly Thibault, Darrin Baker ...

Un mirada sobre Japón

Rubén Aguilar Valenzuela
El título de la novela Estupor y temblores (Anagrama, 2000) de la escritora belga Amélie Nothomb hace relación a la impresión que debe provocar el emperador del Sol Naciente en sus súbditos. La obra tiene rasgos autobiográficos.

Amélie, una joven belga, nacida en Japón, firma un contrato por un año para trabajar en la empresa Yumimoto. Piensa que va a realizar un trabajo acorde con su formación y capacidades, pero no es así. Su condición de extranjera y mujer juega en su contra.

De nada le vale que domine el idioma, que tenga un gran respeto y admiración por la cultura japonesa y que sus primeros años de vida los haya pasado en Tokio. Todo eso en lugar de ayudarla juega en su contra.

En la media que pasan los días es destinada a trabajos que cada vez requieren menor calificación y resultan ingratos. Se le destina a servir el té, después a cambiar el día de los calendarios, más adelante a sacar fotocopias, para terminar colocando los rollos de papel en el baño de los hombres y hacerse cargo de su limpieza.

Todo provocado porque le resulta imposible asimilarse sin más al ambiente de trabajo estrictamente jerárquico que exige la empresa. Ella hace preguntas del porqué de las cosas y dice lo que piensa. En la cultura empresarial de sumisión absoluta eso no se admite y se castiga.

La novela subraya las diferencias entre la cultura de Oriente y Occidente. En la japonesa, en versión de la autora, existen un sin número de exigencias sociales a las que todos se deben someter sobre todo si se es mujer. Éstas si no se han casado antes de los 25 años es una vergüenza para ellas y sus familias.

Para la autora la cultura japonesa tiene rasgos evidentemente racistas: Los occidentales son inferiores intelectualmente, sudan, huelen mal y son incapaces de entender las virtudes de la vida japonesa.

Es una cultura, según la novelista, que castiga la iniciativa personal, exige del control absoluto de los sentimientos y la sumisión total a los superiores jerárquicos.

La narrativa de Nothomb es directa, precisa y muy ágil. Algunos críticos dicen que es una escritura "visual". Sus personajes están muy bien construidos. En 1999 gana con esta novela el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa y Alain Corneau la lleva al cine. 
 
Si Estupor y temblores (1999) tiene claros rasgos autobiográficos estos están todavía más presentes en Metafísica de los tubos (2000) donde la autora cuenta sus primeros años de vida que transcurren en Japón.
 
Estupor y temblores
Amélie Nothomb
Anagrama
Barcelona, 2000
pp. 144 

 
Versión original. Stuepeur et tremblements de 1999. Traducción del francés al español de Sergi Pamies.
 
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Fabienne Claire Nothomb (Bruselas, 1967), conocida como Amélie Nothomb es una escritora belga que escribe en en lengua francesa. Su padre era diplomático y le tocó vivir en Japón, China, Laos, Brimania, Bangladés y Estados Unidos. Habla japonés. A los diecisiete años descubre Europa. Estudia filología románica en la Universidad Libre de Bruselas. Ya licenciada regresa a Tokyo a trabajar como traductora en una empresa. A partir de 1992 se ha dedicado de tiempo completo a la literatura. Hasta ahora ha publicado 40 novelas algunas de corte autobiográfico.  
 

Circo sin pan

Rubén Aguilar Valenzuela
A la manera de los emperadores romanos, el presidente Andrés Manuel López Obrador organiza grandes espectáculos, ahora no en el Coliseo Romano sino en la gigantesca palestra de los medios de comunicación donde los espectadores no son los 50 000 que cabían en ese sitio sino millones a través de la radio, la televisión y las redes sociales.

El presidente tiene una extraordinaria capacidad como director de escena, que también poseían algunos de los emperadores. A lo largo de los siglos el espectáculo ha sido siempre parte de la política. El propósito es el mismo, aunque cambia el tipo de evento, el número que lo ven y la forma como se difunde. 


Ilustración: Víctor Solís


A la sociedad la golpea la crisis económica producto de la pandemia del covid-19 que implica, entre otras cosas, una caída del PIB de 12.0 %, la pérdida de más de un millón de empleos formales y millones de informales todavía por precisar, y el aumento de 12 millones de mexicanos que ingresan al nivel de la pobreza y la pobreza extrema.

En la crisis económica y social se dificulta dar pan y por eso el presidente impulsa de forma agresiva el circo. Ahora ha diseñado un gran espectáculo que es una serie mediática con muchas temporadas y capítulos. Es el caso de Emilio Lozoya Austin acusado de actos de corrupción cuando fue director de Pemex y responsable del área internacional de la campaña presidencial de Enrique Peña Nieto. 

El presidente, en esta serie que intentará prolongar hasta la elección del 2021, es el director, el guionista y también tiene un papel estelar que comparte con Lozoya. En la primera temporada, contra lo que se había anunciado, el acusado no va a la cárcel, sino que enfrenta cómodamente en su casa la investigación de los cargos en su contra.

Al iniciar la primera temporada la serie todavía no tiene nombre. Entre otros podría llamarse: El presidente contra el mal; Lozoya entrega a sus amigos a cambio de la impunidad; Los buenos atacan a los malos y también Viva la corrupción del presente, pero muera la del pasado. Uno de estos días el presidente dará a conocer el nombre oficial de la serie, una de las muchas que ha dirigido a lo largo de los último 20 años con gran éxito mediático.

El presidente-director es quien decide cuándo da inicio y termina cada uno de los 12 capítulos que tiene cada temporada. Lo hace en el escenario de su comparecencia de todas las mañanas en Palacio Nacional. Que sea en ese espacio, lugar donde por 300 años vivieron los virreyes de la Nueva España, le da cierto atractivo e incluso morbosidad.

El guion del presidente incluye que los presidentes Felipe Calderón Hinojosa (2006-2012) y Enrique Peña Nieto (2012-2018) se presenten a declarar, para que las imágenes pasen en la televisión. Y de no ser posible que lo hagan, aunque sea por escrito, pero es anticlimático. Todavía no se sabe en qué temporada habrán de aparecer, pero el presidente ya anunció esos capítulos.

El fiscal de la República tiene un papel menor en la serie. Sólo aparece cuando el presidente-director se lo indica. Había expectativas de que este personaje tendría uno de los papeles protagónicos, pero el presidente-guionista no le dio el rol central que se esperaba. En ciertos grupos de la audiencia hay malestar porque piensan que el personaje quedó relegado. 

En el guion del presidente elemento central de la serie es la presentación en radio y televisión, marginalmente en los medios escritos, de los videos que la Lozoya Austin entregó a la Fiscalía General de la República (FGR). Éstos, se supone, son evidencia contundente de actos de corrupción de políticos de los anteriores sexenios. 

El presidente-director-guionista, una semana todos los días, desde su púlpito mañanero, instó al fiscal a entregar los videos. Dijo que no importaba no tuvieran validez jurídica, pero sí tendrían un gran impacto educativo en el pueblo, para que éste viera cómo se hacían las cosas en el pasado.

Su insistencia, en el marco de una campaña de marketing, tenía el propósito de calentar el ambiente, crear interés y expectativas en las audiencias sobre eso videos que de acuerdo al anuncio del presidente daría cuenta de la corrupción de los gobiernos anteriores.   

En ese ambiente, de la nada, aparece en las redes sociales un video donde un funcionario del Senado en el gobierno anterior recibe dinero. No se sabe quién lo entrega y tampoco para qué es. Al día siguiente, el presidente-director viola la secrecía de la FGR y en su púlpito pasa el video sin decir a quien se atribuye la filtración. 

En esa ocasión ofrece su interpretación de lo que se ve en el video, para que el pueblo bueno lo entienda: El dinero de la escena se utilizó para sobornar a senadores de la oposición, para que apoyaran la reforma energética. Todo sin más pruebas que los segundos de unas imágenes donde no se mencionan nombres.

El presidente-director abrió la caja de Pandora. El capítulo que siguió no estaba en su guion. Se le impuso. Al día siguiente Carlos Loret de Mola da a conocer imágenes donde Pío López Obrador, hermano del presidente, recibe en dos ocasiones dinero de parte de David León, asesor del gobernador de Chiapas, Manuel Velasco. Queda claro que son recursos para ser utilizados por el ahora presidente.

De inmediato el presidente-guionista, para contrarrestar ese video, introduce un nuevo capítulo en su guion, creado al calor de las imágenes. La narrativa que construye, para que el pueblo bueno tenga un marco de interpretación de lo que vio, es que el dinero proviene de la "recolección" de "donativos" del pueblo.

Es el pueblo bueno que con sus sacrificios, quitándose el pan de la boca, realiza aportaciones, para apoyarlo a él y a su partido. La gente coopera, ayuda y aporta recursos "incluso los más humildes", para financiar las actividades partidarias. Y añade que "nosotros hemos venido luchando durante muchos años y nos ha financiado el pueblo".  

Después de ese capítulo el presidente-director–guionista suspendió la transmisión de la serie en la que tanto capital político y recursos mediáticos había invertido. No se sabe si la va a continuar. Y si se decide a hacerlo cuándo lo hará. Ahora es de su conocimiento que a cada capítulo donde utilice el recurso de los videos en poder de FGR recibirá como respuesta otro video que lo implica a él, a su familia y su partido. Eso no estaba en su guion original. Está desconcertado. 

Por lo pronto, mientras permanece suspendida la serie Lozoya, con su enorme creatividad e imaginación ya inició una nueva que trata sobre los expresidentes. El presidente-director-guionista la ha diseñado como interactiva. El pueblo bueno —radioescuchas y televidentes— tienen un papel y es quien va a decidir, si se les juzga o no por lo que hayan hecho durante su gestión. A sus audiencias entusiasma esa posibilidad.

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