Donald Trump anunció que el primer día de su gobierno, el 20 de enero próximo, iniciará con una ronda de nuevos aranceles a productos importados de México, Canadá y China.
El presidente electo de Estados Unidos dijo que el gravamen será del 25% a las importaciones que lleguen a su país desde Canadá y México. Y que impondrá un arancel adicional del 10% a los productos que tengan a China como origen.
La medida, expuso, será parte de su plan para combatir la migración indocumentada y el tráfico de drogas, en especial el fentanilo, dos de los temas en que fueron parte importante de su campaña.
"Tanto México como Canadá tienen el derecho absoluto y el poder para resolver fácilmente este problema que ha estado latente durante mucho tiempo. Por este medio exigimos que usen este poder (…) y hasta que lo hagan, es hora de que paguen un precio muy alto", afirmó.
La primer respuesta de los dos países norteamericanos fue la siguiente: La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, dijo que para resolver problemas se requiere cooperación y no "intimidaciones".
Mientras en Canadá, el gobierno de Justin Trudeau dijo que está abierto a negociar.
China, por su parte, advirtió que "nadie ganará en una guerra comercial o arancelaria".
México ya ha vivido esta serie de presiones por parte del mismo personaje y las ha sabido resolver. Recordemos, por ejemplo, que a finales del 2019 el entonces presidente estadounidense, Donald Trump, amenazó con cerrar la frontera e imponer aranceles; exigía que el gobierno mexicano hiciera más por detener el flujo de migrantes que pasa a través de su territorio en camino hacia Estados Unidos.
Ante ello, a principios del 2020, el gobierno mexicano dio un giro en su política migratoria y desmanteló una caravana migratoria en la frontera sur, por medio de una combinación de recompensa y castigo: el atractivo de un posible empleo para los que eligieran entrar de forma legal, y gas pimienta, detenciones y deportaciones para los que no escogieran esa opción.
Para el 24 de enero del 2020, esa caravana conformada por, al menos, 4000 personas se redujo a varias decenas, y la mayoría de estos individuos languideció en Ciudad Tecún Umán, Guatemala, donde sopesaban sus esperanzas frustradas y sus próximos movimientos. Más de 1000 personas fueron enviadas de regreso a Honduras y unas 800 permanecieron detenidas en México, según las autoridades gubernamentales.
Dicha caravana tal vez haya sido la prueba más grande y dramática para México y su nueva resolución de endurecer su política hacia la migración ilegal.
Esos meses, la postura estricta del gobierno produjo escenas intensas en las que las fuerzas de seguridad mexicanas, vestidas con uniformes antidisturbios, repelieron o rodearon a migrantes centroamericanos que intentaban cruzar en masa la frontera sur de México.
La táctica generó críticas de parte de los defensores de los migrantes e incluso de algunos funcionarios mexicanos, quienes acusaron a las autoridades de haber cometido violaciones a los derechos humanos al hacer un uso excesivo de la fuerza. No obstante, el gobierno de Trump aplaudió los esfuerzos, y felicitó al gobierno mexicano por haber endurecido su postura en el tema de inmigración. (nytimes.com)