Andrés Manuel López Obrador, en aras de ganar la presidencia, formó un movimiento y un partido político al que se unieron una mezcla de personas con distintos y, a menudo, opuestos puntos de vista, criterios filosóficos, premisas teóricas y valoraciones éticas y políticas, con la única coincidencia que era la toma del poder.
El Movimiento de Regeneración Nacional, MORENA, seguramente por algo de su contenido ideológico, así como por el origen priista de algunos de sus miembros prominentes empezando por su principal fundador, ha sido señalado como la continuación del Partido Revolucionario Institucional. Incluso se dice que la verdadera Cuarta Transformación de Morena es porque ha pasado del Partido Nacional Revolucionario, de Plutarco Elias Calles; el Partido de la Revolución Mexicana, de Lázaro Cárdenas y el Partido Revolucionario Institucional, de Miguel Alemán Valdés .
En mi hipótesis Morena es, en todo caso, un elemento más, junto a los demás conjuntos de partidos políticos e instituciones electorales que han surgido para seguir dándole permanencia y mantenimiento a un sistema político que tras vivir una lucha armada, derivada de la Revolución Mexicana, encontró mecanismos constitucionales, en particular en el aspecto electoral, que han permitido la consolidación del aparato estatal y su desarrollo permanente.
Para abonar teoría al tema, me gustaría recordar al politólogo canadiense David Easton, quien al tratar el tema de la persistencia con cambio y a través del cambio, planeta un enfoque que introduce un elemento paradójico: persistencia no es lo mismo que estado perfectamente estático: no es incompatible con el cambio.