Back to Top

contacto@nuestrarevista.com.mx

headerfacebook headertwitter
 

Palacio de los capitanes generales / Museo Municipal

Rubén Aguilar

La Habana, Cuba

Historia

En 1574, aquí había una pequeña iglesia de tejas y piedras. Algunos historiadores afirman que esta iglesia fue la que en 1555 incendia el pirata Jacques de Sores. A esta iglesia, que llegó a ser rica en obras y esculturas, se le denominó en su momento Parroquial Mayor.

Fue seriamente dañada en 1741 por la explosión del navío Santa Bárbara, atracado en el puerto. El nivel de los daños hizo necesario demoler la iglesia que fue trasladada a la Plazuela de la Ciénaga, donde estaba la iglesia de la Compañía de Jesús.

Desde 1769 la corona española había aprobado la construcción de un edificio que fuera cabildo y cárcel. Se decide levantarlo en la Plaza de Armas, para también ser la residencia del gobernador y sede de las oficinas de los escribanos. La obra inicia en 1776, en el costado norte de la plaza, y se atribuye al ingeniero militar habanero Antonio Fernández Trevejos (1739-1800). Se termina en 1792.

En 1835 la cárcel se traslada a extramuros y el edificio experimenta una considerable reforma al ser unificada toda su fachada. Al terminar en 1898 el dominio colonial español, fue la sede del gobierno de los Estados Unidos. Se convierte en Palacio Presidencial hasta 1920 cuando el presidente Mario García Menocal, lo traslada al ahora Museo de la Revolución. El edificio se destina al ayuntamiento.  

En 1930, la municipalidad, que tenía su sede en el palacio, emprende obras de rehabilitación para ampliar el patio hasta alcanzar su extensión actual. Es cuando se despoja al edificio del revestimiento original de los muros y columnas de piedra.

Al triunfar la Revolución en 1959 cambia de sede el ayuntamiento y se traslada a la llamada Casa de los Alcaldes. En 1967 se crea en este lugar el Museo de la Ciudad.

Edificio

Puerta de entrada.

Es un edificio de estilo barroco que se construye entre 1776 y 1792. Tiene un patio cuadrado jardinado y al centro una estatua de Cristóbal Colón, que se coloca en 1862. Tiene dos niveles con cinco arcos de medio en cada uno de sus costados. Los arcos se sotienen en columnas con capiteles de estilo toscano.  

Escalera que une los dos niveles.

El espacio de la planta alta, con vista a la Plaza de Armas, estaba ocupada por la oficina del gobernador. En el que da a calle Obispo, se encontraban las oficinas del Ayuntamiento Municipal. Los entresuelos y la planta baja lo ocupaban comerciantes y escribanos que alquilaban sus oficinas. El ala norte, que mira hacia la calle Mercaderes, fue destinada a la cárcel pública, luego esta sección fue ocupada por la Real Audiencia. 

Plano del palacio. La calle de Tacón da a la Plza de Armas.

Museo

La pieza colonial más antigua que se conserva en Cuba. Es de 1552.

El museo tiene 40 salas de exposición permanentes, dedicadas a preservar la memoria de la historia de Cuba. El ambiente de las mismas recrean diversas épocas de la historia cubana.

- Sala parroquial

Se dedica a la iglesia que existió en este lugar desde mediados del siglo XVI. Se exhiben restos arquológicos de la misma y objetos de las iglesias más antiguas de La Habana y de las iglesias y conventos de las primeras órdenes religiosas que se establecieron en esta ciudad y piezas de otros conventos y retratos de los primeros obispos.

Vitrina en la Sala parroquial.

- Sala Siglo XIX

A mediados del siglo XIX, después de la gran época dorada de la industria azucarera, crece la importación de muebles y objetos de arte de los más diversos estilos. Se incrementa la producción nacional de muebles y otros objetos de uso cotidiano.  

- Heráldica

Se exhiben objetos y documentos que dan cuenta de la importancia que atribuía la nobleza cubana a la heráldica. Certificaciones de armas, limpiezas de sangre, facsímiles de títulos nobiliarios y órdenes militares.

- Giraldilla

Símbolo de La Habana, que fue la primera escultura fundida en la ciudad. Es una veleta de los vientos encargada por el gobernador Juan Bitrián de Biamonte, entre 1630 y 1634, para la torre del Castillo de la Real Fuerza. Obra de Jerónimo Martínez Pinzón, su nombre está en el medallón pectoral que lleva la escultura.

- Cocheras

En el área que ocuparan la cochera y caballerizas se exponen diversos modelos de coches: el quitrín, introducido en Cuba a principios del siglo XIX, y el faetón, carruaje descubierto y ligero.

En las vitrinas se muestran trajes de calesero, objetos relacionados con la vida cotidiana y caricaturas del pintor costumbrista vasco Víctor Patricio Landaluze. Hay una locomotora, que recuerda a la primera que circuló en 1837. En 1905 se fabrica en Estados Unidos.

- Coche Real

La sala exhibe piezas del siglo XIX, entre ellas, las placas con el nombre de calles de La Habana, como Empedrado, la primera que se pavimentó. Se expone el retrato realizado al capitán general Salvador Muro y Salazar, (1799-1812) por el pintor cubano Juan del Río.

- Sala Emilio Roig

Conserva piezas que pertenecen a la colección personal del doctor Emilio Roig de Leuchsenring (1889-1964), cuya labor legó frutos como la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana en 1938 y del Museo de la Ciudad de La Habana en 1942, ubicado en el Palacio Lombillo, en la Plaza de la Catedral. Promotor y fundador de estas instituciones, Roig desempeñó el cargo de Historiador de la Ciudad hasta su muerte.  

La sala exhibe piezas de su colección personal, entre ellas una caricatura de Conrado Massaguer, con los miembros del Grupo Minorista, integrado por figuras del ala más progresista de la intelectualidad en la primera mitad del siglo XX. Aquí estaba la oficina de Eusebio Leal Spenger (1942-2020). Fue discípulo de Emilio Roig.  En 1981 se le nombre responsable de la Oficina del Historiador.

- Salón del Comedor

Ambientado en los palacios coloniales del siglo XIX, está ubicado en el mismo espacio que ocupó durante la etapa colonial y las primeras décadas del siglo XX, y donde se ofrecieron grandes banquetes para conmemorar o festejar acontecimientos políticos.

Se integran como piezas originales las bandejas de cobre plateado que pertenecieron a la Capitanía General. En las paredes tapices flamencos de los siglos XVII y XVIII, trofeos de caza y una colección de vajillas que pertenecieron a más de un centenar de familias cubanas.

- Trinchante

Pequeño salón que exhibe vajillas y piezas destinadas al servicio de mesa. Hay retratos que el pintor norteamericano Elias Metcalf realizó a mimebros de la acaudalada familia Ximeno.

- Sala del Café

Destaca un juego de sala de perilla del siglo XIX. Una colección de piezas de arte oriental integra la muestra permanente junto a los abanicos que usaron damas cubanas durante la época colonial.

Comentario

Eusebio Leal Spengler, responsable de la Oficina del Historiador.

En marzo de 2023 cuando visté por tercera vez este museo estaba cerrado el segundo nivel por remodelación. No pude ver las salas que se encuentran en ese nivel, entre ellas la Pinacoteca y la de Estatuaria y Lapidaria. 

El museo hace un recorrido por la historia de Cuba y por el desarrollo de la cultura y las costumbres cubanas a partir de la conquista. Se reconstruye la ambientación de espacios de casas del siglo XIX. Se exhiben pinutras, esculturas y también joyas. 

Se puede ver mobiliario y vestuario civil y militar. Hay salas dedicadas a tramos específicos de la historia cubana como la intervención de Estados Unidos. Se muestran banderas cuabanas de ditintas épocas y  armas.  

El edificio del siglo XVIII es muy bueno, una arquitectura señorial de gran calidad. Es lo más relevante del museo. La portada de entrada hacia la Plaza de Armas. La vegetación en el patio central y la textura de la piedra.

En una esquina del segundo nivel, que sí se puede vistar, está la oficina de Eusebio Leal (1942-2020), el historiador de la ciudad, quien dio un gran impulso al trabjo de reconstrucción del Centro histórico.

La colección es modesta, hay pocas piezas de gran valor, y la museografía está rebasada. Para la importancia y calidad del edificio, la colección debe ser replanteada. De otra manera el contenedor será siempre mejor que el contenido. Una línea podría ser exponer el edificio.

La espiritualidad de san Ignacio de Loyola

Rubén Aguilar Valenzuela
El jesuita Dario Mollé Llácer, S.J. (Alicante, 1949) escribe Horizontes de vida. Vivir a la ignaciana (Cristianisme i Justicia, 2009) donde de manera sintética ofrece las claves de la espiritualidad de san Ignacio de Loyola (Azpeitia, 1491-Roma, 1556), para el mundo de hoy.  
 
Los Ejercicios, escrito por el fundador de la Compañía de Jesús en 1540, es el libro donde propone su espiritualidad. El primer texto, ya definitivo, es una versión tardía redactada entre 1536 y 1539.
 
Mollé Llácer sintetiza en cinco grandes apartados la espiritualidad ignaciana:  
 
1) "Ayudar". Es el elemento integrador de la persona y de la vida. En el "ayudar" se dan la mano el amor a Dios y el amor a la persona humana, la experiencia interior y la acción cotidiana. "Ayudar" nos remite a una espiritualidad activa, pero que no consiste meramente en "hacer", ni se conforma con cualquier forma de hacer.
 
2) "Agradecer". Hay que vivir desde agradecidamente. Alabar no ha de ser sólo una acción de boca hacia fuera, sino algo vivido en el corazón, y ese alabar en el corazón, como actitud habitual y no sólo como hecho puntual, es agradecer. La propuesta ignaciana invita a hacer del agradecimiento la actitud básica de nuestra existencia de criaturas amadas y regaladas por Dios.
 
3) "Contemplar".  Una de las propuestas más significativas y sugerentes de la espiritualidad ignaciana es que seamos "contemplativos". Quizá sea una propuesta que, de entrada, nos resulte sorprendente. Contemplar como forma de orar; contemplar como forma de aproximarse a la realidad. Ser contemplativos en la acción.

4) "Elegir". Al inicio de los Ejercicios san Ignacio recuerda que la vocación cristiana y el seguimiento de Jesús piden "elegir". No hay vida cristiana sin "elegir", sin tomar las decisiones que van concretando en el día a día nuestro deseo de responder al seguimiento de Jesús.

5) "Resistir". Es un verbo que san Ignacio emplea con fuerza cuando habla de la "desolación". No es un verbo utilizado por él en muchas ocasiones, pero sí con una fuerza grande y lo que ese verbo sugiere está muy presente en el conjunto de la obra ignaciana.

Para Mollé Llácer hablar de espiritualidad "es hablar de vida, vida según el Espíritu, vida bajo la guía y el impulso del Espíritu. Es en la vida donde se concretan los impulsos, las llamadas y las orientaciones del Espíritu, y es en la vida donde se valida si una espiritualidad posibilita vivir con sentido, con alegría, con capacidad de servicio y gratuidad: vivir desde la hondura de Dios y en comunión con la persona humana".

Y dice de este texto sintético que "es una apuesta con sus riesgos, e incluso expuesta a malas interpretaciones. Buen precio a pagar si consigo de alguna manera "ayudar" a poner de manifiesto las enormes posibilidades y sugerencias de la espiritualidad ignaciana para quienes hoy quieren vivir en las situaciones y problemas de su vida concreta y cotidiana el evangelio de Jesús. Vivirlo quizá sin abundancia de palabras, ni menos aún con formulaciones o jerga de "iniciados", pero con toda la verdad de los hechos".

El texto me pareció iluminador y sugerente y a mi y un grupo de amigos nos sirvió como guía, para días atrás hacer un retiro espiritual.
 
Horizontes de vida
(Vivir a la ignaciana)
Dario Mollé Llácer, S.J.
Cristianisme i Justicia
Barcelona, 2009
pp. 36

Alcarràs, la agresión de los nuevos tiempos

Rubén Aguilar Valenzuela 
La directora española Carla Simón dirige Alcarràs, que trata del drama de una familia rural que ve como desaparecen las actividades agrícolas tradicionales en la recolección del durazno por la introducción de paneles solares que exigen espacio, para su colocación.
 
Se filmó en la localidad catalana de Alcarràs con actores no profesionales que hablan en catalán. La película captura el mundo rural que deja de ser con el dolor y la nostalgia que eso provoca. La modernidad y las nuevas tecnologías arrasan con todo.
 
La directora logra trasmitir, a través de los actores no profesionales, la tristeza y el duelo por lo que se pierde y se sabe que ya nunca más volverá. Es una visión auténtica y conmovedora.
 
Es un relato intergeneracional de las relaciones humanas, al interior de una familia. La situación a cada uno afecta de manera distinta. Somos testigos de un conflicto visto desde la niñez, la adolescencia, la edad madura y la vejez.
 
Los personajes hablan desde lo más profundo de su interior. La película retrata la realidad de esta familia que vive una situación que nunca pensó iba a enfrentar. No tiene opción y debe reaccionar a lo que se le presenta.
 
La historia en si misma es dolorosa pero sencilla. Los personajes ofrecen una variedad de matices que hablan de su dolor, de su coraje, de su desesperación, pero también de la alegría de estar juntos y tenerse unos a los otros.
 
A partir de la historia de esta familia somos testigos de las tensiones que se dan en la vida rural de España, pero también de otras muchas latitudes. Un mundo se va y otro surge. Es imposible evadir la realidad y solo queda enfrentarla.
 
Hay que construir de nuevo porque la vida sigue y hay que vivirla. No hay lugar a la desesperación o la derrota, pero sí al cambio por doloroso que sea. Hay que reinventarse desde la esperanza y no la frustración.
 
El trabajo de Simón logra construir una película profundamente humana y vital. Habla de una realidad dolorosa, pero sin caer en el melodrama. Habla también de la fortaleza de los seres humanos.
 
La película ganó el Oso de Oro en la 72ª Berlinale, para convertirse en la primera en lengua catalana que lo consigue.
 


Alcarrás
Título original: Alcarrás
Producción: España-Italia, 2022
Dirección: Carla Simón
Guion: Carla Simón y Arlau Vilaro
Fotografía: Daniela Cajías
Música:  Andrea Coch
Actuación: Jordi Pujol Dolcet; Ana Otín; Xenia Roseta; Alberto Bosch y Ainet Jounou (...)
 

El Salvador, tierra de mártires

Rubén Aguilar Valenzuela
Ilustración: Estelí Meza
En los años de la guerra civil en El Salvador fueron asesinados miles de mártires que desde diferentes espacios luchaban porque su país fuera más justo e incluyente. El Ejército, la Policía Nacional y grupos paramilitares organizados por la ultraderecha fascista dieron muerte a incontables sacerdotes, religiosas, políticos, campesinos, obreros, maestros y estudiantes.
 
Del 18 al 22 de mayo, en compañía de Rubén Moreira y Marco Antonio Mendoza, estuve en El Salvador a recordar y rendir homenaje a doce de estos miles de mártires. Benjamin Cuellar, que fue director del Instituto de Derechos Humanos de la UCA (IDHUCA), nos guió en el recorrido por los lugares donde los asesinaron y ahí, en silencio, los traje a mi memoria e invoqué.
A minutos de arribar a San Salvador, la sobrecargo anuncia que vamos a aterrizar en el aeropuerto internacional monseñor Oscar Arnulfo Romero, el obispo mártir. Estamos en tierra de mártires.


 
19 de mayo
 
En la noche del 11 de noviembre de 1989, las fuerzas del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) realizaron la ofensiva urbana más fuerte de la guerra civil salvadoreña, que inició el 10 de enero de 1980, conocida como la Ofensiva General. Hubo enfrentamientos entre la guerrilla y el Ejército en diversos puntos de la ciudad y a lo largo del día las emisoras salvadoreñas cubrieron los hechos desde las barriadas donde se combatía. A las 23:00, la situación cambió y las radios recibieron la orden de conectarse a una "cadena nacional" de la emisora de la Fuerza Armada.
 
Ya no había cobertura directa de los combates y se decía que la lucha estaba muy focalizada, y que pronto todo estaría bajo control del Ejército. Al mismo tiempo, en la radio empezó una serie de ataques verbales contra los jesuitas. Ignacio Ellacuría, el rector de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA), era el más mencionado y se le acusaba de guerrillero. El vicepresidente de la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), el partido de la extrema derecha, acusó a Ellacuría de haber envenenado las mentes de la juventud salvadoreña con sus enseñanzas en la UCA y en el Colegio Externado de San José.
 
El 13 de noviembre de 1989, el Ejército de El Salvador, sin ninguna orden, cateó la casa de los jesuitas que trabajaban en la UCA. La acción de los militares causó preocupación, pero entre los integrantes de la comunidad ganó la versión de que como estos no habían encontrado nada sospechoso ahora estaban más seguros que antes. Tres días después, el 16 de noviembre por la madrugada, el Ejército salvadoreño, con la información recabada, se introdujo a la casa y asesinó a seis jesuitas y dos mujeres, madre e hija.
 
Fueron masacrados los padres de origen español Ignacio Ellacuria (1930), filósofo, teólogo y rector de la UCA; Ignacio Martín-Baró (1942), psicólogo social; Segundo Montes Mozo (1933), sociólogo y superior de la comunidad; Armando López Quintana (1936), teólogo y consejero espiritual; Juan Ramón Moreno Pardo (1946); teólogo y consejero espiritual, y el salvadoreño Joaquín López y López (1918), fundador y director de Fe y Alegría, sistema de escuelas en zonas marginales. En la casa también fueron asesinadas Julia Elba Ramos (1947) y su hija Celina Ramos (1973), de quince años. Julia Elba, que trabajaba como cocinera en el teologado de los jesuitas, por las noches venía a dormir con su esposo Obdulio Ramos, jardinero de la comunidad, en una pequeña vivienda junto al portón de entrada a la casa.
 
El 11 de noviembre estalló una bomba en ese lugar y Julia Elba y Celina decidieron dormir en un cuarto de la casa de los sacerdotes porque se sentían más seguras. Obdulio se salvó de la muerte porque se quedó en el sitio donde siempre dormía. Los asesinos no sabían que se encontraba en ese lugar.  Por su parte, el teólogo Jon Sobrino, que vivía en esta comunidad, se salvó de la muerte porque en esos días se encontraba dando un curso de teología en Singapur. Y también lo hizo el historiador jesuita Rodolfo Cardenal, que en esos días se cambió de comunidad porque presentía que esta podía ser objeto de un ataque del Ejército.
 
En diciembre de 1978, cuando yo era jesuita, estuve hospedado algunos días en esa casa. Un domingo, que la comunidad iba a pasar el día en el mar, el padre Ellacuria me invitó a que fuera con ellos. Le di las gracias, pero le dije que ese día iba a visitar a Alberto Enríquez en la cárcel de Mariona. Entre 1970 y 1972, Alberto y yo estudiamos filosofía en el centro de estudios que los jesuitas tenían en San Ángel, lo que ahora es el ITAM. Él había sido detenido, junto con otros compañeros, por el Ejército en una casa de seguridad de la guerrilla. En la visita estuvo también su madre, que venía de Guatemala, y la madre de su compañera. En 1977, Alberto me reclutó para ingresar a las Fuerzas Populares de Liberación (FPL) Farbuno Martí.
 
En esta última visita volví a estar en la casa donde los padres fueron asesinados por los integrantes del Ejército. Me detuve en cada uno de los rosales sembrados por Obdulio, para recordar a su esposa, a su hija y a los jesuitas asesinados. Hasta su muerte, en 1994, siguió haciéndose cargo del jardín. Después de ver la casa y estar en el Jardín de las rosas visitamos, dentro del Centro Monseñor Romero en la UCA, el Museo de los Mártires, que los jesuitas han levantado para honrar a sus hermanos asesinados, pero también a otros mártires.
 
Ahí se recuerda al jesuita Rutilio Grande y a los laicos Manuel Solórzano y Nelson Rutilio Lemus, los tres asesinados en 1977. A monseñor Oscar Arnulfo Romero, asesinado en 1980; al franciscano italiano Cosme Spessotto Zumuner, asesinado en 1980. Todos por órdenes de los fascistas salvadoreños. A las religiosas estadunidenses de la congregación Maryknoll, Ita Ford, Maura Clarke y Dorothy Kazel, y a la misionera laica, Jean Donovan, quienes en diciembre de 1980 fueron torturadas, violadas y asesinadas por elementos de la Guardia Nacional cuando iban del Aeropuerto Internacional de Comalapa a su casa en la capital.
 
En ese tiempo ya vivía en San Salvador. Había llegado en noviembre, con la responsabilidad de dar forma y posicionar a Salpress, la agencia de prensa de la guerrilla. Estuve en el sitio del asesinato y cubrí esa tragedia, que me dolió e impactó. Todavía me acuerdo de ese día y el lugar donde aparecieron sus cuerpos. 
 
En el museo hay ropa, alguna ensangrentada, y objetos personales de las y los mártires: Crucifijos, medallas, rosarios, libros, cartas y notas personales. La museografía es sencilla y digna. Interpela y conmueve. Grita que las víctimas no pueden ser olvidadas. En un salón contiguo se pueden ver las fotografías que se tomaron a los cuerpos y a los rostros de los asesinados en la UCA tal como fueron encontrados. Son imágenes terribles que atestiguan la brutalidad del crimen de los inocentes.
 
Luego visitamos la capilla de la Universidad donde están enterrados los que ahora se conocen como los mártires de la UCA. Frente a sus nichos recordé su vida y trabajo. Hablé con ellos. A algunos los conocí. Hice presente su compromiso por hacer de éste un mundo mejor, por construir un país más fraterno y solidario. El seguimiento de Jesús guiaba sus vidas. Lo expresaron con palabras, con escritos, pero sobre todo con su trabajo. Por eso los asesinaron. Sus vidas me inspiran y fortalecen mi fe en su Dios, insondable y misericordioso, que también es el mío. En la iglesia me impresionó, como en otras veces, el Vía Crucis del pintor salvadoreño Roberto Huezo. Las imágenes en blanco y negro con los cuerpos torturados y masacrados del pueblo.
 
En el Centro Monseñor Romero platicamos con su director, el historiador jesuita Rodolfo Cardenal (1952), el que se salvó del asesinato, biógrafo de Rutilio Grande y estudioso de los mártires de la UCA. En la conversación me aclaré sobre puntos específicos de sus historias. Hablamos de la UCA y de lo que ahora se vive en El Salvador. Estos días Cardenal publica regularmente en el portal de la Universidad sus análisis de la realidad salvadoreña, que son críticos y también lúcidos.
 
20 de mayo
 
En la mañana desayunamos con el padre José María Tojeira (1947), que era el provincial de la Provincia de Centroamérica de la Compañía de Jesús cuando el asesinato de los jesuitas. Fue también rector de la UCA. Desde ese entonces ha exigido que se sepa la verdad y se haga justicia. El jesuita de origen español, que estudió por dos años teología en México, es un agudo analista de la realidad salvadoreña. Hombre de diálogo y constructor de acuerdos. Sacerdote comprometido con la opción por los pobres.
 
Después nos encontramos con la religiosa Rubí Lemus, de la congregación de las Hermanas Carmelitas, que atienden el Hospital de la Divina Providencia, conocido como el Hospitalito. Ella nos hizo una visita guiada por la pequeña casa donde vivió, sus últimos diez años, monseñor Oscar Arnulfo Romero, ahora santo de la Iglesia católica y también anglicana. Es una casa radicalmente austera de dos cuartos y una sala. En la recámara del obispo hay una pequeña cama individual muy angosta; a su lado, un buró; luego un viejo escritorio con una máquina de escribir y una radio de transistores de pilas. Una vieja silla con ruedas y una mecedora. Un baño muy pequeño con cortina de plástico. Afuera hay un espacio con libros.
 
La hermana Lemus nos dice que todo se conserva como estaba en el momento del asesinato de monseñor. En una vitrina se exhiben el alba y la casulla ensangrentadas, que utilizó en la celebración de la misma cuando fue abatido por un sicario. Se oye la voz de monseñor Romero en su homilía del 23 de marzo de 1980 en la Catedral de San Salvador:
 
Quiero hacer un llamamiento muy especial a los hombres del Ejército, y en particular a los oficiales de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles: hermanos, sois de nuestro propio pueblo, estáis matando a vuestros propios hermanos campesinos. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede callar ante semejante abominación [...] En nombre de Dios, pues, y en nombre de este pueblo que sufre desde hace mucho tiempo, y cuyos lamentos se elevan al cielo cada día más tumultuosos, os imploro, os ruego, os ordeno: ¡en nombre de Dios, detened la represión!
 
Al día siguiente, Romero fue asesinado.
 
En el jardín hay una gruta de la Virgen de Lourdes y el carro que utilizaba el obispo mártir. Algunos exvotos. La hermana Lemus nos comenta que solo una hora antes de nuestra vista estuvo el embajador de Corea y un grupo de diputados de ese país. A lo largo del año miles de visitantes de todo el mundo vienen al lugar, para honrar y rendir tributo a este hombre excepcional y algunos, como yo, también a rezar.
 
Guiados por la religiosa luego vamos a la capilla, a unos pasos de la casa, para estar en el lugar que monseñor Romero fue asesinado el 24 de marzo de 1980, a eso de las seis de la tarde, mientras celebraba misa. El asesino, instrumento de la ultraderecha fascista, que ordenó su asesinato, con un rifle de mira telescópica desde la entrada de la capilla le disparó al pecho con una bala expansiva. El obispo cayó de inmediato. El asesino huyó en el vehículo en el que venía.
 
Ahora ese sitio está marcado con una cubierta de plástico transparente. Detrás del altar hay una reliquia de monseñor en una urna de cristal. La hermana nos enseña el primer cuarto donde vivió el obispo a un lado de la sacristía de la capilla. La más absoluta sencillez. Monseñor sabía que podía ser asesinado, así lo plantea en su diario, pero nunca dejó de decir lo que pensaba Dios le pedía y asumía con convicción propia. Su congruencia siempre me llama la atención e interpela.
 
Por la tarde visitamos la Catedral, el lugar donde todos los domingos monseñor Romero celebraba la misa y predicaba. El espacio se llenaba. Sus homilías se transmitían en directo por la radio del arzobispado. La prensa nacional e internacional se hacían presentes. Lo que decía el arzobispo era noticia. Ante su palabra no se podía permanecer indiferente. Era un profeta como los del Antiguo Testamento, que hablaban en nombre de Dios.  
 
Recordé, la tragedia del domingo 30 de marzo de 1980, aquí en la Catedral, durante el entierro de monseñor Romero, el ahora santo, cuando 44 personas murieron durante una estampida después que francotiradores de las fuerzas de seguridad dispararon desde el Palacio Nacional contra los fieles que formaban el cortejo fúnebre.
 
Luego bajamos a la cripta donde está su cuerpo. El monumento en bronce es obra del escultor italiano Paola Borghi. Las personas con devoción se arrodillan y tocan la tumba. El ruido de la calle no se oye y el silencio es total. Sentado en una banca recuerdo a monseñor, su valentía y congruencia. Medito.
 
En la cripta visité el sitio donde está enterrado Enrique Álvarez Córdova, que fue presidente del Frente Democrático Revolucionario (FDR), asesinado el 27 de noviembre de 1980 junto con los otros integrantes del Comité Ejecutivo: Juan Chacón, Manuel Franco, Enrique Escobar Barrera, Humberto Mendoza y Doroteo Hernández.
 
Todavía en México, llevé al aeropuerto a Quique, como se le conocía, cuando iba a ingresar a El Salvador. Se había pintado el pelo y cambiado su imagen. Supimos que al llegar al aeropuerto de Comalapa en San Salvador no tuvo ningún problema. Se incorporaba a nuevas tareas en el marco de la lucha revolucionaria.
 
El día que los tomaron presos y asesinaron, yo iba a una conferencia de prensa en el Estado Mayor, junto con el periodista italiano Renato Camarda, en una esquina, en el centro histórico, se acercó un hombre joven a la ventana del carro y nos dice: En el Externado San José, de los jesuitas, han tomado presos a los dirigentes del FDR, y no se sabe quién fue y a dónde se los llevaron. De inmediato nos dirigimos al lugar, que ya estaba cercado por la policía cuando llegamos. Había que esperar lo peor y así fue: los seis fueron asesinados. El 28 de noviembre la dirección del FMLN publicó un comunicado donde denunciaba los asesinatos y culpaba a las autoridades de los mismos. Desde Salpress lo difundimos al mundo.
 
El 2 de diciembre de 1980, en la puerta principal de la catedral hubo una misa celebrada por diez sacerdotes que participaban en el Comité Coordinador de la Iglesia Popular Oscar Arnulfo Romero, en memoria de los dirigentes del FDR. Había unas 7000 personas. El ambiente era muy tenso. Había miedo porque era posible que el gobierno reprimiera la celebración como lo había hecho en otras ocasiones.
 
No hubo actos de violencia y los dirigentes, al término de la misa, fueron enterrados en la cripta de la Catedral. El FDR había pensado sepultarlos en el cementerio general, pero a última hora, y por falta de garantías de seguridad, decidió hacerlo en la cripta de la catedral. Con uno de los celebrantes, el jesuita Gorka Garate, que después salió de la Compañía de Jesús, platiqué en la cripta. La represión en esos días era brutal. La posibilidad del secuestro y el asesinato siempre estaba presente.
 
21 de mayo

El 12 de marzo de 1977 fueron emboscados y asesinados en Tres Cruces, cerca de la parroquia de El Paisnal, el sacerdote jesuita Rutilio Grande (1928) junto con los laicos Manuel Solórzano (1905) y Nelson Rutilio Lemus (1960). Ahora los tres son beatos de la Iglesia católica, que confirma que sus vidas fueron arrebatadas a causa de la fe.
 
Grande, que nació en El Paisnal, era párroco de Aguilares y desde ahí atendía diversas poblaciones, Manuel y Nelson lo   apoyaban en el trabajo con las Comunidades Eclesiales de Base (CEB). Los tres iban en un Volkswagen Safari blanco camino a la celebración de la misa vespertina de la novena de San José, en El Pasinal.
 
Fueron atacados con ametralladoras y los tres niños que viajaban con ellos lograron sobrevivir. Las investigaciones señalan que los asesinos fueron perpetrados por integrantes de los Escuadrones de la Muerte, organización paramilitar financiada por la ultraderecha fascista y creada por el exmilitar Roberto D'Abuisson, un mayor encargado del espionaje político que después funda el partido de ultraderecha, ARENA.
 
Monseñor Romero, para ese entonces obispo de la arquidiócesis de San Salvador exigió al gobierno encabezado por el coronel Arturo Armando Molina que se investigara el caso y suspendió todo encuentro con el gobierno hasta que se aclararan los hechos. Romero y Grande tenían una relación de amistad de muchos años. El obispo a partir del asesinato de su amigo eleva el tono de su protesta ante los crímenes de Estado. Donde fueron asesinados los ahora beatos hay un pequeño monumento con una cruz y una placa de mármol con sus nombres y la fecha del crimen. En el sitio los recordé y también a los cientos de mártires qué hay en este país.
 
Benjamín Cuéllar y yo nos trasladamos luego a la pequeña iglesia de El Paisnal, treinta kilómetros al norte de la capital, donde celebraba el padre Grande, lugar en el que está enterrado junto con sus compañeros de martirio. Es una iglesia como hay en otros tantos pueblos de El Salvador y América Latina. Está muy limpia y bien cuidada.
 
Coda

En este viaje por El Salvador, tierra de mártires, hice un repaso de los 14 años, apasionantes y llenos de sentido, que viví en la Compañía de Jesús. La experiencia de Dios. Los maestros, los compañeros, los estudios, el trabajo educativo y social con campesinos en Santiago Tianguistenco, Estado de México; los rarámuris en Chinatu, en Chihuahua; los jóvenes de Tizapán en la Ciudad de México; los jóvenes y adultos en la colonia Ajusco, en Coyoacán; los tzeltales de Bachajón, Chiapas, y con los campesinos otomíes en el Valle del Mezquital en Hidalgo.
 
Y también de mi salida de la Compañía de Jesús, con la que siempre estaré agradecido, y mi ingreso a las Fuerzas Populares de Liberación (FPL) Farabundo Marti. Mis años en El Salvador y Managua. El trabajo de comunicación, para señalar el genocidio que tenía lugar en El Salvador y dar a conocer el accionar y las posiciones y propuestas de la guerrilla. En Managua conocí a Sybille, la periodista alemana con la que he compartido los últimos cuarenta años de mi vida.
 
La realidad económica, social y política de El Salvador y América Latina es hoy en día diferente a la de los años setenta y ochenta del siglo pasado. Hoy ya no hay lugar para la lucha armada, que demostró no ser el camino para transformar la realidad y construir un mundo más justo, incluyente y fraterno. Ya no debe haber mártires, aunque dolorosamente todavía los hay. Los miles que hubo en El Salvador, durante los años de la Guerra Civil, son un ejemplo de vida, de congruencia y de compromiso por hacer de éste un mundo más humano y justo donde nadie sea excluido y todos gocen de los beneficios del desarrollo.
 
Es también un testimonio de cómo vivir la fe y el seguimiento de Jesús. Una fe que no se refugia en una falsa espiritualidad y en una práctica de rituales vacíos, sino se traduce en acción que transforma el mundo. Que combate, como dirían los mártires de la UCA, el pecado estructural.

Los verdaderos números de la elección pasada

Rubén Aguilar Valenzuela
Desde Palacio Nacional y algunos medios afines al gobierno, también en redes sociales, se ha hecho una interpretación de la pasada contienda electoral que no corresponde a la realidad.
 
El mensaje falso que se transmite es que Morena arrasó en la elección y que la alianza PRI-PAN-PRD sufrió una derrota de carácter histórico, que lleva necesariamente a la alianza Morena-PT-PVEM al triunfo definitivo en las elecciones de 2024.
 
Es claro que la alianza PRI-PAN-PRD perdió el Estado de México como decían encuestas y que la alianza PRI-PAN-PRD ganó con una ventaja de 35 puntos a Morena en Coahuila.
 
¿Cuáles son los verdaderos números totales de la contienda pasada? ¿Qué se deduce de los mismos? ¿Qué puede pasar en 2024?
   
La suma total de votos en las dos contiendas señala que la alianza Morena-PVEM-PT obtiene 3 848 410 votos y la del PRI-PAN-PRD 3 494 061, una diferencia de solo 354 349 votos.
 
Si se suman los votos que tuvo Morena en las dos elecciones son 2 451 911 y el PRI 2 352 678. La diferencia es de solo 99 223 votos. El PAN en las dos elecciones tuvo 787 354 votos; el PVEM  655 642; el PT 624 688 y el PRD 217 575.
 
Estos números no dan cuenta de una victoria arrasadora de Morena o de una derrota histórica del PRI. Se trata de dos estados en lo particular y señala cual es la fuerza real de cada partido en esas dos entidades.
 
En el Estado de México la alianza Morena-PVEM-PT obtuvo 3 250 021 votos y la alianza (52.66%) PRI-PAN-PRD 2 735 638 (44.32%). Una diferencia entre una y otra de 514 383 votos que son 8.3 puntos porcentuales.
 
En Coahuila la alianza PRI-PAN-PRD obtiene 741 280 votos (56.94%). Morena, que no fue en alianza, 279 527 (21.47%); el PT, 173 209 (13.30%) y el PVEM 76 581 (5.88%). La diferencia entre la alianza y Morena es de más de 35 puntos y de haberse dado la alianza "Juntos hacemos historia" ésta también hubiera perdido.
 
Las elecciones en los estados tienen características particulares y no establecen necesariamente una tendencia con relación a lo que pueda ocurrir en las elecciones de 2024.
 
Es evidente que Morena es una fuerza altamente competitiva y que ir con sus aliados del PVEM y el PT le permite hacerse de triunfos como en el caso del Estado de México, que de ir solo hubiera perdido ante la alianza PRI-PAN-PRD.
 
Queda claro que el PRI ya no es la fuerza de antes y que no está en vías de extinción y sigue siendo una fuerza competitiva. Es también evidente que para la oposición ir en alianza es necesario.

Página 70 de 197