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El discurso de los populistas: Las diferencias en la forma y el contenido

Rubén Aguilar Valenzuela
A lo largo de 2021 en Etcétera se analizaron las estrategias operativas de comunicación y el discurso de 24 mandatarios populistas: nueve en América, seis en África, cuatro en Europa y cuatro en Asia. En estas mismas páginas se analizó lo que es común en la forma y el contenido del discurso (22.01.13; 22.01.20). Ahora se ven las diferencias que existen en ambos temas.

Entre estos mandatarios hay grandes y muy evidentes diferencias en la geografía, la historia y la cultura de la que provienen, pero en lo que hace al contenido del discurso hay muchas semejanzas incluso en el fraseo. No importa si se dicen de izquierda o de derecho. A continuación se presentan las mayores coincidencias.
 

Lo que no tienen en común
 

Algunas de estas diferencias son que no todos o no de la misma manera realizan lo que aquí se propone:

- Presentarse como víctima de las injusticias de "los de arriba". Haber sido perseguido y humillado por los poderosos debido a su compromiso con el "pueblo".

- Operar la venganza contra las élites políticas, económicas y culturales que pusieron en duda o no aceptaron su victoria cuando llegaron al poder.

- Reprimir de muy distintas maneras a la oposición política. Llevar a la cárcel a los líderes opositores.

- Agredir a los medios y los periodistas. Promover la censura de manera abierta y llevan a la cárcel a los periodistas independientes.

- Adueñarse desde el poder de los medios de comunicación, que consideran hostiles.

- Presentarse como "mano dura" contra el crimen organizado. Estar a favor de la pena de muerte y el uso de la tortura.

- Manifestarse abiertamente contra de los migrantes. Los argumentos son distintos de acuerdo a las regiones.

- Promover abiertamente actitudes homofóbicas, machistas e incluso racistas.

- Mantener posiciones intolerantes y discriminatorias contra el movimiento feminista y la comunidad LGTBI.

- Enriquecerse a expensas del poder. Altos niveles de corrupción.

- Utilizar símbolos de identidad como cierto tipo de vestimenta (trajes, camisas, sombreros...).
 

A manera de conclusión 
 

Con este texto se pone fin a una serie de 40 artículos publicados en estas mismas páginas donde se analizó la estrategia operativa de comunicación de los mandatarios populistas del mundo y también el contenido y la forma de su discurso. Algunas conclusiones son:

- En el ADN de los populistas está concentrar el poder del Estado en su persona. Tienden a sentirse únicos e indispensables.

- Piensan que por su gestión y sus discursos van a pasar a ser parte de la historia de sus países. Sus nombres serán grabados en letras doradas.

- Las estrategias operativas son muy semejantes entre los populistas se digan de izquierda o de derecha en las distintas regiones del mundo.

- El contenido y la forma del discurso son muy semejantes entre los populistas se digan de izquierda o de derecha en las distintas regiones del mundo.

- En la teatralización de la forma se articula el contenido. Son parte de un todo. Forma y contenido se retroalimentan.

- Los discursos están llenos de frases publicitarias, que proponen lo que quieren oír las bases y simpatizantes del líder populista, con rasgos mesiánicos.

- El texto alimenta la identidad de los suyos, el "pueblo bueno". Es fundamental para mantener su adhesión, aunque no haya buenos resultados.

Doña Conchita Calvillo: Lucidez y memoria

Rubén Aguilar Valenzuela
El pasado cinco de enero pasé una mañana memorable platicando con Doña Conchita Calvillo Alonso (1917), que fue compañera del Doctor Salvador Nava Martínez (1914-1992). Ella ahora tiene 104 años.

En su casa en San Luis Potosí, con una lucidez absoluta y una memoria portentosa, me compartió su visión de lo que ahora ocurre en el país. Se mantiene al día de lo que sucede y tiene su propia opinión.

Habló también de su posición ante la iglesia conservadora y fue particularmente crítica de los Legionarios de Cristo y de su fundador, Marcial Maciel, por los casos de pederastia. Para ella, el papa debió haber desaparecido esa congregación.

Recordó con enorme precisión hechos en el marco del funcionamiento de la Comisión Nacional de Intermediación (CONAI) que se crea en 1994, para mediar la relación entre el Frente Zapatista para la Liberación Nacional (EZLN) y el gobierno.

Doña Conchita fue integrante de esa comisión junto con el obispo Samuel Ruiz, Pablo González Casanova, Juana García Robles, Juan Bañuelos, Oscar Oliva, Alberto Székely y Raymundo Sánchez Barraza.

Comparte el contenido de las discusiones de esos años y recuerda con detalle, que no deje de sorprender, sus visitas a las comunidades indígenas de Chiapas. Cita el nombre de las poblaciones donde estuvo y de las personas con las que se reunió.

Doña Conchita se casó con el doctor Nava el 22 de julio de 1940. Tuvieron seis hijos: Salvador, Pedro, Luis, Alejandro, Manuel y Concepción Guadalupe.

Compartió con el doctor Nava una historia de 52 años. Una lucha que inicia en 1958 y que todavía sigue. Décadas de ir en contra del régimen autoritario y trabajar a favor de la instauración de la democracia en nuestro país.

En las más de dos horas de conversación, siempre atenta preguntando a las visitas si algo se les ofrece, no sólo me sorprendió su lucidez y memoria, que son evidentes.

Sino que me trasmitió un gran entusiasmo por la vida, por todos los días seguir en la lucha por lo que se piensa en el marco de una ética que pone siempre al otro por delante.

Doña Conchita ha sido a lo largo de su vida un ejemplo de congruencia, generosidad y entrega. Como anfitriona a uno lo hace sentir como que es parte de su familia.

Ella en sí misma es un canto a la vida. Es un grito, en su mesura y suaves maneras, a vivir la vida con intensidad. A nunca dejar de luchar y también de amar.

La estrategia de seguridad del presidente

Rubén Aguilar Valenzuela 
Los tres primeros años del gobierno del presidente López Obrador en números absolutos son los más violentos en la historia de por lo menos los últimos cien años.

Y son los más violentos en el indicador de personas asesinadas por cien mil habitantes desde que al inicio de los años sesenta este indicador empieza a bajar de manera sostenida.

Los años menos violentos, con ocho homicidios dolosos por 100 mil habitantes, fueron 2006 y 2007. Con la guerra del presidente Calderón se rompe la tendencia a la baja y el sexenio termina con un promedio de 18 homicidios dolosos por 100 mil habitantes.

El presidente Peña Nieto continúa con la estrategia de su antecesor y finaliza con un promedio sexenal de 20 homicidios dolosos por 100 mil habitantes. En lo que va del gobierno del presidente López Obrador el promedio anual ha sido de 29 homicidios dolosos por 100 habitantes.

La estrategia de seguridad de López Obrador claramente ha fracasado. Están ahí los números. Todo mundo los puede consultar. Son públicos y oficiales.

El presidente prometió en campaña que cambiaría de estrategia. Ya en el gobierno lo hizo y por sus resultados resulta evidente que es peor que la de los presidentes Calderón y Peña Nieto.

La estrategia de López Obrador se basa en cuatro sólidos principios:
 
- "Abrazos y no balazos". En reiteradas ocasiones el presidente ha dicho esta frase que sintetiza su política. El crimen organizado entiende bien que no será molestado y que puede actuar sabiendo que no habrá reacción de las fuerzas de seguridad pública.

- "La violencia genera más violencia". Frase también repetida en diversas ocasiones por el presidente. Refuerza la anterior. Implica la renuncia del Estado al uso de la fuerza legítima, para mantener la paz.

- Ceder a la presión del crimen organizado. El caso más emblemático, pero no el único, es la liberación, ya en manos del Ejército, del hijo del Chapo Guzmán. El Estado mexicano se dobla ante la amenaza de reacción del crimen.

- Deferencias ante los criminales. El video y la foto del presidente que se acerca para saludar a la mamá del Chapo Guzmán recorrió el mundo. Es un acto simbólico, que el crimen entiende muy bien.

En los hechos la estrategia de seguridad del presidente ha elevado los niveles de violencia y enfrentamiento entre los distintos cárteles y los cientos de grupos que les están asociados.

La intensa disputa por el control de los territorios es aprovechar, en los espacios por ellos dominados, de las ventajas que otorga una política de seguridad donde el Estado nacional renuncia a enfrentar al crimen organizado.

¿Quién es Rutilio Grande S.J.?, el nuevo beato para América Latina

Rubén Aguilar Valenzuela
El pasado sábado 22 de enero en la Plaza Salvador del Mundo, de San Salvador, El Salvador, fueron beatificados el sacerdote jesuita Rutilio Grande, el franciscano italiano Cosme Spessotto y los catequistas Manuel Solorzano y Nelson Rutilio Lemus.

Rutilio Grande, el padre Tilo, nació el 5 de julio de 1928 en El Paisnal, El Salvador. Fue el último hijo de Salvador Grande y Cristina García. Su padre fue alcalde del pueblo en diversas ocasiones. Su madre muere cuando tiene cuatro años y es su abuela materna quien lo cría.

En 1941, cuando tenía trece años, entra en el Seminario de San José de la Montaña en San Salvador. Cuatro años después deja el seminario y solicita su ingreso a la Compañía de Jesús.

Se le acepta y envía a Caracas, Venezuela, para hacer el noviciado, que son los primeros dos años en la formación de los jesuitas. El 24 de septiembre de 1947 hace votos perpetuos de castidad, pobreza y obediencia.
 
En Quito, Ecuador, estudia el juniorado, los siguientes dos años de estudios. Al terminar, en 1950 se le envía un año como profesor al colegio de los jesuitas en Panamá. Luego en Oñate, España, realiza sus estudios de filosofía y teología.

Se ordena sacerdote el 30 de julio de 1959, después de catorce años de formación. De 1962 a 1964 estudia en el Instituto Lumen Vitae de Bruselas, Bélgica.

A su regreso a El Salvador asume la responsabilidad de prefecto y profesor de teología pastoral en el seminario San José de la Montaña, donde había sido seminarista. Aquí, en 1967, conoce al padre Oscar Arnulfo Romero de quien será siempre su amigo cercano.

El 24 de septiembre de 1972, Grande es nombrado párroco de Aguilares población campesina a unos 40 minutos del San Salvador. Empieza, entonces, un intenso e innovador trabajo pastoral. En su parroquia establece las Comunidades Eclesiales de Base (CEB) y a los Delegados de la Palabra.

Un trabajo en línea con lo establecido por el Concilio Vaticano II y la Segunda Conferencia del Episcopado Latinoamericano de Medellín (1968). Su trabajo se caracteriza por un contacto muy cercano con los fieles.

Su metodología, pero sobre todo su cercanía con la gente, despierta la participación activa de los feligreses en el conjunto de la actividad parroquial, que incluye la predicación de la palabra, las celebraciones litúrgicas y la promoción social.

La pastoral comprometida del padre Grande molesta al gobierno y a terratenientes de la zona. Se sentían amenazados. Esto a pesar de que el jesuita siempre se mantuvo en sintonía con el magisterio de la Iglesia.

Cuando en 1977, el sacerdote colombiano Mario Bernal Londoño párroco de Apopa, fue expulsado por el gobierno, el jesuita salió a su defensa con una homilía que molestó a sectores del poder.

El padre Grande era consciente de los riesgos derivados de su apostolado. Había recibido amenazas en diversas ocasiones. A pesar de todo, con discreción y sin estridencias, como era él, siguió con su trabajo.

El 12 de marzo de 1977, fue a San José, El Paisnal, para presidir una celebración eucarística durante la novena de preparación para la fiesta patronal de San José.

En el viaje de regreso a Aguilares lo acompañan los catequistas Manuel Solórzano (72 años) y el joven Nelson Rutilio Lemus (16 años) en un jeep que le había sido donado por el arzobispado.

A mitad de camino, integrantes de los Escuadrones de la Muerte, estructura paramilitar financiada por los sectores ultraderechistas, acribillan el vehículo. Grande, Solórzano y Lemus mueren al instante.
 
En ese entonces, el recién nombrado arzobispo de San Salvador, Oscar Arnulfo Romero, ahora santo, queda profundamente conmocionado por el asesinato.

Ignacio Ellacuría, uno de los seis jesuitas asesinados por el Ejército salvadoreño en 1989, en una entrevista a la Radio Alemana ARD, cuenta que Romero al llegar al sitio donde se encontraban los tres cuerpos no dejaba de llorar.

El arzobispo celebra Misa en ese lugar. Después, pasa horas escuchando a los campesinos que le platican del padre Tilo y de sus problemas y sufrimientos.

En protesta por los asesinatos, el arzobispo cancela las Misas en toda la Arquidiócesis, para celebrar sola una Misa en la Catedral de San Salvador. Más 150 sacerdotes concelebraron frente a más de 100,000 personas.

El arzobispo, san Romero de América, declara que en adelante no asistirá a ningún evento organizado por el gobierno ni a ninguna reunión con el presidente de la República mientras no se investigue el asesinato de los ahora beatos.

En ese entonces, como en otras tantas veces, el presidente de la República era un general. Las autoridades nunca realizan la investigación solicitada.

Ellas saben quiénes son los autores intelectuales, los que ordenan el asesinato, y quienes los que lo ejecutan. Había un claro acuerdo entre la ultraderecha fascistoide y los militares.

El Arzobispo nunca más se vuelve a reunir con el presidente y las autoridades. Así rompe con una tradición sólidamente establecida en El Salvador. Aquí comienza otra historia que también termina en el martirio.

La historia de una vida

Rubén Aguilar Valenzuela

En 2014 cuando Toda una vida (Salamandra, 2017), del austriaco Roberto Seethaler, apareció en su versión original en Alemania fue el Libro del Año con un tiraje de un millón de ejemplares. La novela se ha traducido a más de treinta idiomas.

La historia y la novela suelen contar la vida de los grandes personajes. No se ocupan de la gente común, que aparentemente es irrelevante. En la realidad cotidiana todas las vidas son únicas e irrepetibles. Merecen contarse.

Es lo que hace Seethaler, narrar la vida de una persona desconocida e insignificante. Es, como todos, una vida llena de vivencias, de dolor, de alegría y de decisiones que se tienen que tomar.

En la novela, al inicio del siglo XX, el pequeño Andreas Egger, tras la muerte de su madre, se va a vivir a la casa de un tío en una aldea de los Alpes.

El niño crece sometido a la férrea disciplina de su tío, que lo explota en el trabajo. Un día en una golpiza de castigo le rompe el fémur y lo deja cojo.

Andreas después del trabajo va a la escuela donde aprende a leer y escribir. Su mundo se agota en la enorme cadena de montañas que rodean el valle de la aldea en la que vive.

A los 18 años se rebela del trato del tío y se va de la casa. Ahora inicia otra vida. Es cuando aparece Marie, que es su primer y único amor. Con ella vive una realidad que antes no había imaginado.

Ella queda embarazada, pero poco antes de dar a luz un alud la sepulta junto con la casa. Andreas se quedó solo. Ya sin Marie, abandona el valle.

Entonces se incorpora a una empresa que construye una estación de montaña y un teleférico. Llega la guerra y se alista. Pasa ocho años prisionero en Rusia.

Después de su liberación se emplea como guía en las montañas, para los turistas que empiezan a invadir el valle. Deja después ese trabajo y se retira a vivir solo en una cabaña en la montaña.

A lo largo de su vida Andreas solo se tiene a él y a la naturaleza. Enfrenta con la mayor naturalidad todos los problemas que se le presentan. Vive el día a día sin esperar nada más.

El texto de Seethaler describe la vida del hombre en su entorno y circunstancias. Lo hace de una manera que subraya la decisión de enfrentar la vida tal como viene.

La narración, cuidada y precisa, nos hace ver, paso a paso, que el hombre más insignificante tiene una vida extraordinaria e irrepetible. La suya.

Toda una vida es una novela de enorme belleza y contenido humano. Está presente, desde múltiples miradas, la condición humana en toda la gama de sus posibilidades.

Toda una vida
Roberto Seethaler
Editorial Salamandra
Madrid, 2017
pp. 144

 
 
Versión original: La versión original en alemán es de 2014 con el título de Ein Ganzes Lehen. La traducción al español es de Ana Guelbenzu.

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