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Desaprobación de la gestión presidencial

Rubén Aguilar Valenzuela

 
El próximo 1 de diciembre se cumple el primer año de la gestión del presidente López Obrador. De acuerdo a la ciudadanía el desempeño del presidente no ha sido bueno en relación a los temas que tienen que ver con su vida de todos los días.

Una encuesta de El Universal (15.11.19) en torno a 14 temas de gobierno, no de la valoración personal del presidente, muestra que en todos los casos aumenta el nivel de desaprobación del inicio del gobierno al día de hoy.

En marzo de 2019 la desaprobación en el combate a la delincuencia era del 31.0 % y en noviembre de 53.9 %. El aumento es de 22.9 puntos.

Y en el caso del combate al narcotráfico y el crimen organizado en marzo de 2019, la desaprobación era de 29.2 % y en noviembre de 53.2 %. El aumento es de 24 puntos.

La desaprobación crece también en los temas emblemáticos de la gestión del presidente como son el combate a la corrupción y la pobreza.

El combate a la corrupción en marzo de 2019 tenía una desaprobación del 20.4 % y en noviembre de 30.2 %. El aumento es de 10.2 puntos.

Y el combate a la pobreza en marzo de 2019 tenía una desaprobación del 20.1 % y en noviembre de 30.2 %. El aumento es de 10.1 puntos.

En el acceso a la salud, la desaprobación en marzo de 2019 era del 18.0 % y en noviembre de 28.3 %. El aumento es de 10.3 puntos.

El manejo de la economía del país tenía en marzo de 2019 una desaprobación de 27 % y en noviembre de 38.1 %. El aumento es de 11.1 puntos.

Y lo mismo sucede con el desempleo, en marzo de 2019 el 21.9 % desaprobaba lo que hacía en esta materia y en noviembre el 31.7 %. El aumento es de 10.2 puntos.

En el manejo de la relación con Estados Unidos en marzo de 2019 la desaprobación era de 29.7 % y en noviembre de 39.5 %. El aumento es de 9.8 puntos.

La política migratoria también recibe rechazo y si en marzo de 2019 la desaprobación era de 38.4 %, en noviembre es de 48.1 %. El aumento es de 9.7 %.

A lo largo del primer año de gestión del presidente López Obrador en todas las acciones de gobierno crecieron los niveles de desaprobación.

Primer año de gobierno

Rubén Aguilar Valenzuela
El primer año de gobierno del presidente López Obrador tiene muchas posibles lecturas, una de ellas es la aprobación o desaprobación de su gestión en temas que resultan fundamentales para los ciudadanos.

En los 14 rubros contemplados por la encuesta de El Universal (15.11.19), para medir el desempeño del presidente, hay una caída en la aprobación y un crecimiento en la desaprobación en el primer año de su gobierno.

Los temas con la mayor caída están relacionados con la seguridad. En marzo de 2019, el 53.0 % aprobaba el combate a la delincuencia y en noviembre el 31.1 %. La caída es de 22 puntos. Los términos se han invertido y ahora el 53.9 % la rechaza y solo el 31.1 % la aprueba.

Lo mismo pasa con el tema del combate al narcotráfico y el crimen organizado. En marzo de 2019, el 52.2 % la aprobaba y en noviembre el 32.0%. La caída es 20 puntos. Los términos se han invertido y ahora el 53.2 % la rechaza y solo el 32.0 % la aprueba.

Los dos temas emblemáticos de la gestión del presidente, a los que dedica la mayor parte de sus discursos, que son el combate a la corrupción y el combate a la pobreza, tienen también una caída significativa.

En marzo de 2019 aprobaba el combate a la corrupción 65.8 % y en noviembre solo el 45.66 %. La caída es de 20 puntos. Y en marzo de 2019 el combate a la pobreza la aprobaba el 64.7 % y en noviembre el 52.1 %. La caída es de 12.6 puntos.

Un tema particularmente sensible para la ciudadanía es el acceso a la salud que también tiene una caída importante. En marzo de 2019 lo aprobaba el 62.5 % y en noviembre el 53.0 %. La caída es de 9.5 puntos.

En marzo de 2019, el 50.0 % aprobaba la política económica y en noviembre el 42.2 %. Una caída de 7.8 puntos. Y la política para combatir el desempleo en marzo de 2019 la aprobaba el 56.0 % y en noviembre 46.7 %. Una caída de 9.3 puntos.

El campo es un tema social y económico. En marzo de 2019 aprobaba la política del presidente para resolver el problema del campo el 58.3 % y en noviembre el 43.3 %. Una caída de 15 puntos.

La ciudadanía tampoco está de acuerdo con la manera como se maneja la relación con Estados Unidos. En marzo de 2019 la aprobaba el 46.7 % y en noviembre 36.0 %. La caída es de 10.7 puntos.

Relacionada con el tema anterior está el de la migración. En marzo de 2019 aprobaba la política del gobierno en esta materia el 39.7 % y en 2019 el 32.4 %. La caída es de 7.3 puntos.

El presidente no termina bien evaluado su primer año de gestión en los temas que hacen relación a la acción de gobierno. A nivel personal su valoración también cae, pero se conserva en torno al 60 por ciento.

Twitter: @RubenAguilar

Siria y la Mossad

Rubén Aguilar Valenzuela

 
El Espía (Estados Unidos, 2019) es una serie de Netflix en seis capítulos sobre la vida del agente de la Mossad, Eli Cohen (Sacha Baron Cohen), que en los años sesenta se infiltra en las estructuras más altas del poder en Siria. La dirección y el guión es de Gideón Raff y Max Perry a partir del libro L'espion qui venait d'Israël (El espía que vino de Israel), de Uri Dan y Yeshayahu Ben Porat.

Cohen nace en 1924 en Alejandría en el seno de una familia judía originaria de Alepo, Siria. En 1949 sus padres y tres hermanos decidieron mudarse a Israel, pero él decide quedarse en Egipto, para colaborar con la comunidad judía que quiere emigrar a Israel. En 1957, tras la Guerra de Suez, Cohen llega a Israel y solicita ser incorporado a la Mossad, pero en dos ocasiones lo rechazan.
 
Esto porque en la valoración de la agencia israelí Cohen tenía  "un alto coeficiente intelectual, un coraje notable, una memoria fenomenal y capacidad para guardar secretos", pero que "a pesar de su apariencia modesta, era extremadamente vanidoso y tenía muchos conflictos internos".

En 1959 se casa con Nadia Majald, una judía iraquí. Su situación económica no es buena. Él trabaja como contador y ella como costurera en su casa. En 1960, la Mossad lo contacta, pero ahora es él quien rechaza la oferta. Un mes después pierde su trabajo y de nuevo se acerca con la agencia. Su misión es infiltrarse en la cúpula del poder político en Siria, para hacerse de información que ayuda a Israel en la lucha que mantiene con ese país.

Cohen hablaba árabe, inglés y francés. La Mossad lo somete a un intenso entrenamiento de seis meses antes de iniciar la operación. Su primer destino es Buenos Aires, ya como Kamal Amin Thabet, con el objeto de ganar la aceptación de la comunidad de expatriados sirios que viven en Buenos Aires, Argentina.

Aquí se hace pasar como un rico empresario textil que se define como un nacionalista sirio, aunque nunca haya vivido ahí, que quiere ir a su patria, para ayudarla. En Buenos Aires, con una gran facilidad, logra ganarse la amistad de miembros influyentes de la comunidad de expatriados sirios, entre los que se contaban diplomáticos y personal militar de la embajada.

Una figura clave, que después jugará un papel importante en la historia Siria, es el coronel Amin al-Hafez, simpatizante del Partido Baaz, que se desempeña como agregado militar en la Embajada de Siria en Buenos Aires. Después será una relación fundamental en el trabajo de Cohen.

En 1962 se instala en Damasco con el aval de sus nuevos amigos. En la capital siria empieza a llevar una intensa vida empresarial, exporta e importa, y también social. En su casa organiza fiestas a las que asisten funcionarios del gobierno e integrantes del Ejército. A menudo terminan en orgías, que se hacen célebres.

Cohen se gana la confianza de sus invitados, los que él quiere, y se vuelve su confidente. Y también el "soltero" más codiciado en Damasco. Se relaciona con mujeres de las familias más ricas y poderosas de Siria.

A través de sus amigos se hace invitar a las oficinas públicas y también logra visitar bases militares de alto valor estratégico, como las fortificaciones secretas situadas en los Altos del Golán, que Israel va después a ocupar gracias a la información filtrada por Cohen.

Genera mecanismos diversos, para con mucha frecuencia mandar información a las oficinas de la Mossad a través de mensajes en código Morse y también documentos y fotografías que hace llegar en los objetos que exporta a Europa.

Con el tiempo, Cohen se hace muy cercano a George Saif, quien ocupa un alto cargo en el Ministerio de Información. Ahí, como hombre de confianza, tiene acceso a documentos confidenciales. En 1963, Hafez da un golpe de Estado y asume la conducción del gobierno. El nuevo primer ministro lo consulta e invita a reuniones e incluso llega a proponerle que se haga cargo del viceministerio de Defensa.

La situación en Siria y los cambios en el gobierno inquietan a Cohen que se siente menos seguro. En 1964 viaja a Israel, se encuentra con su familia, y pide a la Mossad terminar con la misión. La instrucción es que debe regresar. Al parecer en su trabajo se vuelve menos cuidadoso.

Un error, que nunca debió haber cometido, fue transmitir los mensajes cada día a la misma hora, lo que facilita a la contrainteligencia siria rastreara su señal. En 1965, gracias a equipos soviéticos, agentes irrumpen en el departamento de Cohen en medio de una transmisión. Es arrestado y torturado, pero siempre se negó a dar información sobre Israel.

El gobierno israelí, tras su detención, inicia una campaña mundial, para pedir su liberación, pero ya nada se podía hacer. El 18 de mayo de 1965, Cohen es ahorcado en una plaza pública de Damasco. Sus restos nunca fueron devueltos a su familia. En Israel se le considera un héroe nacional y uno de los mejores espías que ha tenido la Mossad a lo largo de su historia.

La construcción de la historia está bien hecha. Los capítulos mantienen el interés. La actuación de Baron Cohen es muy buena. Es creíble.

El espía
Título original: The spy
Producción: Francia, 2019(Netflix)

Dirección: Gideón Raff y Max Perry
Guión: Gideón Raff y Max Perry en base al libro L'espion qui venait d'Israël (El espía que vino de Israel), de Uri Dan y Yeshayahu Ben Porat.
Fotografía: Itai Ne'eman
Música: Guillaume Roussel, Evgueni Galperine, Sacha Galperine
Con: Sacha Baron Cohen, Noah Emmerich, Hadar Ratzon Rotem, Nassim Si Ahmed, Yael Eitan, Mourad Zaoui, Hicham Goullal, Hassam Ghancy, Uri Gavriel, Waleed Zuaiter, Hyam Zaytoun, Alexander Siddig, Ait ben Azzouz Brahim, Reymonde Amsallem, Ahmed Boulane, Maria Zreik, Kamal Kenzo, Ori Pfeffer, Faical Elkihel, Yousef 'Joe' Sweid, Philippe Gray, Jawad Elbe, Benjamin Hicquel, Robbie Leacock, Marc Maurille, Mohcine Nadifi, Faycal Zeglat.
 

30 años de un asesinato

Rubén Aguilar Valenzuela
El 16 de noviembre de 1989, el Ejército de El Salvador asesinó a seis jesuitas y a Elba y Celia Ramos, madre e hija, que trabajaban en su casa. Ya han pasado 30 años. En 1977, doce años antes, escuadrones de la muerte habían asesinado al jesuita Rutilo Grande (48).

Ese día los jesuitas Joaquín López (71), Ignacio Ellacuría (59), Segundo Monte (56), Ramón Moreno (56), Amado López (53) e Ignacio-Martín Baró (47) dormían en su casa en los terrenos de la Universidad Centroamericana (UCA) de San Salvador, donde todos eran profesores.

De sus habitaciones fueron sacados al jardín frente a su vivienda, ahora en ese lugar están sembrados unos rosales que los recuerdan, y ahí los masacraron. También a las mujeres.

En versión del Ejército, el pensamiento de estos jesuitas hacía daño a las Fuerzas Armadas, favorecía la idea de la necesidad de cambios en la estructura social y también a la guerrilla. Por eso debían morir.
 
Los jesuitas de la UCA apoyaban el cambio social en un país profundamente injusto y violento. En la revista Estudios Centroamericanos (ECA), publicada por la universidad, daban a conocer su análisis. Nunca se pronunciaron a favor de la lucha armada.

El Ejército quería callar al pensamiento y toda idea crítica. Pensar era una acción subversiva. El país estaba en guerra. En esos días la guerrilla se había tomado zonas de San Salvador, la capital.

La masacre de los jesuitas fue una venganza a su derrota, a su imposibilidad de doblegar al pensamiento y aniquilar a la guerrilla. Asesinaron a los que no podían defenderse.

Se truncó su vida y con ella su tarea y muchos dejaron de recibir lo que ellos podrían haberles aportado. Los asesinados tenían muchos años por delante en su trabajo educativo y de investigación.

Su manera de entender y vivir el Evangelio, de entender y de vivir la vida religiosa, de entender y de vivir el sacerdocio fue inspiración para muchos. Abrieron caminos a seguir y espacios a explorar.

El padre Jon Sobrino, que también vivía en esa comunidad, ese día estaba fuera del país dando cursos de teología y por eso no fue asesinado. Jon, como le dicen sus amigos, sigue con su intensa producción teológica, que ha tenido impacto en toda la Iglesia.

En viajes a San Salvador, alguna vez me quedé en su casa, conocí a todos, pero no tuve un trato cercano con ellos. Con el que más me relacioné fue con el padre Ellacuría. En teología estudiamos algunos de sus textos. A nivel personal siempre los he tenido presentes.

El Salvador, la América Latina y el mundo de hoy son distintos al que vivieron estos jesuitas asesinados hace 30 años. Pese a todos sus problemas y contradicciones es una realidad mejor, pero todavía muy lejos de lo que debería ser, para que todas las personas vivan una vida digna.

Promesas de campaña

Rubén Aguilar Valenzuela

Un tema central para conocer las expectativas que la ciudadanía tiene de los gobernantes y la credibilidad de lo que dicen es medir cuál es su apreciación de que éstos cumplan o no con sus promesas de campaña.

En el caso del presidente López Obrador la creencia de que va a cumplir con sus promesas de campaña cae mes con mes. No es algo especial y se mantiene en la línea de lo que siempre ocurre.

A un mes del triunfo electoral, en agosto de 2018, el 64.5 % creía que iba a cumplir con todas sus promesas de campaña, el 18.5 % que no las cumpliría y el 17.0 % que cumpliría algunas (El Universal, 19.11.15).

En agosto de 2019, un año después, ya solo el 52.1 % creía que iba a cumplir con todas sus promesas de campaña, el 21.0 % que no las cumpliría y el 22.9 % que cumpliría algunas.

Los 12.4 puntos que pierde, de un año a otro, en el rubro de sí cumplirá con todas sus promesas se reparten entre cumplirá algunas y no cumplirá que aumentan en su porcentaje.

La expectativa sigue a la baja y para noviembre de 2019 ya solo el 49.6 % piensa que sí va a cumplir con todas las promesas, el 22.8 % que no cumplirá y el 23.0 % que cumplirá algunas.

En relación con lo anterior está cómo se perciben las posibilidades de que el país mejore. En agosto de 2018, el 69.0 % creía que la situación iba a mejorar, el 16.0 % seguiría igual y el 6.5 % que empeoraría.

En agosto de 2019, un año después, ya solo el 60.8 % creía que iba a mejorar, el 21.8 % que seguiría igual y el 13.8 % que empeoraría.

La expectativa sigue a la baja y para noviembre de 2019 ya solo el 55.5 % piensa que el país sí va a mejorar, el 23.7 que seguirá igual y el 14.0 % que estará peor.

Entre agosto y noviembre de 2019 son las caídas más pronunciadas relacionadas con la expectativa de que el presidente cumpla con las promesas de campaña y de que el país va a estar mejor con su gobierno.

Se explican por los acontecimientos de Culiacán y la forma en la que el presidente y su gobierno actuaron y los nueve asesinatos de integrantes de la comunidad mormona en las inmediaciones de Sonora y Sinaloa.

Pero más allá de estos eventos, que son significativos, están los altos índices de inseguridad y de violencia, por ahora más elevados que en los sexenios anteriores. La ciudadanía esperaba mejores resultados en el tema de la seguridad. No los ha habido.

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