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No hay factor aglutinante

Gerardo Moscoso Caamaño

El patrón cultural que ha instaurado la era del consumo ha ido sustituyendo la trascendencia por la más grande enjundia; el compromiso por la desvergüenza, y la larga espera, por la máxima inmediatez. Aunque parezca superficial a muchos, el consumismo es una de las cosas más importantes que le han sucedido a la sociedad mexicana en las últimas décadas. 

El consumismo y su cultura son capaces de explicar lo más característico de la última transformación en los usos y costumbres, en los valores y en las canciones, en las maneras de amar o de divertirse. La condición de la adolescencia, que sirve en cada época como fachada de lo novedoso, se va manifestando en una fuga indeterminada. 

Mientras que el noventa y tantos por ciento se declaran católicos, en la práctica, menos de la mitad se siguen adhiriendo a la iglesia católica en sus ritos. 

Y no porque se adscriban al protestantismo, al budismo o al islam, sino porque cada vez se sienten más defraudados en lo que fue su fe. Sentirse ateo o antirreligioso no conlleva necesariamente a no creer en nada, pero, cada vez, se cree con menor convicción y se tiende por lo general al compromiso episódico, ocasional. 

Frente al consumismo que conduce a la instantaneidad, a lo desechable, la antigua virtud burguesa del ahorro, si hubiese garantía de empleos, podría significar una apuesta por el porvenir. Ahora, por lo general, las juventudes no tienen confianza en ninguna de las instituciones políticas o religiosas, tampoco en el futuro o la suerte. 

Por otro lado, persiste la duda ante la posibilidad de poder alcanzar sus metas. ¿Hay ya profesiones para toda la vida?, ¿matrimonios, patrimonio, y casa para siempre? El amor ha pasado a formar parte del mismo sistema de consumo. ¿Sufrir trágicamente por amor? Ahora ya no se sufre por amor a los extremos de un bolero. 

Todas esas músicas románticas son casi añoranzas gloriosas substituidas por un espacio más concurrido, escandaloso y resplandeciente. La desaparición de las utopías es el síntoma político paralelo al desorden en la idea de la participación comunitaria.  No hay factor aglutinante o el “Itai Doshin” tan necesario de la sociedad japonesa. 

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La razón de la sinrazón

Gerardo Moscoso Caamaño

La misma irritación, el mismo enojo que sentimos gran parte de los mexicanos por la manera de gobernar del presidente de la República siempre contradiciéndose y mintiendo, nos hace cuestionar la razón de la sinrazón. Sencillamente, no entendemos.
Parece que vivimos, lo digo con tristeza, en una República bananera, en un país al que le vale madres que nos exhiban como incapaces, corruptos y rateros. Neta, que vergüenza.

Quisiera transcribir el poema completo de León Felipe, “Ya no hay locos”, pero por cuestión de espacio, comparto un fragmento, que, en estos momentos de coraje, me hace constatar una vez más su vigencia: “Y yo, callado aquí, callado, impasible, cuerdo… ¡cuerdo!, sin que se me quiebre el mecanismo del cerebro.
¿Cuándo se pierde el juicio? (Yo pregunto, loqueros) ¿Cuándo enloquece el hombre?
¿Cuándo, cuándo es cuándo se enuncian los conceptos absurdos y blasfemos y se hacen unos gestos sin sentido, monstruosos y obscenos?
¿Cuándo es cuando se dice, por ejemplo: No es verdad, Dios no ha puesto al hombre aquí, en la Tierra, bajo la luz y la ley del universo; el hombre es un insecto que vive en las partes pestilentes y rojas del mono y del camello? ¿Cuándo si no es ahora (yo pregunto, loqueros), cuándo es cuando se paran los ojos y se quedan abiertos, inmensamente abiertos, sin que puedan cerrarlos ni las llamas ni el viento?
¿Cuándo es cuando se cambian las funciones del alma y los resortes del cuerpo y en vez de llanto no hay más que risa y baba en nuestro gesto? Si no es ahora, ahora que la justicia vale menos, infinitamente menos que el orín de los perros, si no es ahora, ahora que la justicia tiene menos, infinitamente menos categoría que el estiércol; si no es ahora… ¿cuándo se pierde el juicio?
Respondedme, loqueros, ¿cuándo se quiebra y salta roto en mil pedazos el mecanismo del cerebro?
No cabe duda, la poesía sigue siendo un arma cargada de futuro.

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¡¡Basta ya de simulaciones!!

Gerardo Moscoso Caamaño
Las sociedades burocráticas de consumo dirigido, como las que prevalecen globalmente, se han orientado hacia el aumento ilimitado de la producción, tanto de bienes necesarios como de objetos superfluos excesivos y a la creación de necesidades artificiales en la mayoría de la población como estrategias de conservar e incrementar el beneficio del sistema económico y político imperante.

Así vamos llegando a una situación insostenible, a un caos altamente peligroso capaz de suministrar a millones de personas automóviles, pero no de satisfacer, en cambio, para una gran parte de la población, las más elementales necesidades humanas de espacio habitable, de aire no contaminado, de agua potable, de alimentos sanos, de enseñanza suficiente, y mucho menos, de liberar a los individuos de las angustias de la lucha por la vida, del trabajo rutinario y sin sentido, de la miseria de las relaciones sociales, y de acercarlos a la contemplación de la verdad y la belleza y a la reapropiación de la cultura.

Las organizaciones sociales de derecha, del centro y de la izquierda han sido incapaces de romper con este planteamiento productivista y han limitado hasta ahora sus luchas al problema de la distribución, olvidando, o dejando de lado las apremiantes cuestiones de la producción y sus formas, y los problemas no menos graves de la vida cotidiana.

Es por eso indispensable que, tras aceptar un gobierno que se autodenomina “liberal”, con un rígido encorsetamiento de un marxismo depauperado, restaure el pensamiento crítico y democrático que a la vez intente recobrar su autonomía y buscar nuevas respuestas menos esquemáticas y más creativas. Frente a las chuscadas, chistes y ocurrencias mañaneras se avecina el combate de la imaginación, de la utopía.

Pero no hablo de la fantasía entendida como un conjunto de sueños quiméricos, sino de la invención como proyecto, cuya elaboración todavía no es realizable por la ausencia de fuerzas sociales capaces de llevarlo a la práctica. El Estado es pieza clave para el desarrollo humanista de un país como el nuestro, que se encuentra desbordado por la violencia, la falta de medicinas y la ausencia de un mínimo interés en atender a la cultura. Basta ya de simulaciones.

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Los mensajes que recibimos

Gerardo Moscoso Caamaño

Ante la crisis que amenaza nuestra defectuosa democracia, en donde la falta de ética ha salido a flote mostrando la incapacidad de gran parte de la sociedad mexicana para buscar la manera de ir acabando con la corrupción, con la violencia y el caos administrativo, deberíamos de profundizar en las causas que han generado los actuales efectos, no solo en México, sino también a nivel global.
Las armas y la riqueza son hoy resultados del conocimiento.
Pero para que el conocimiento escape al control de unos cuantos y de verdad se democratice, responsabilice y multiplique, es pertinente que los conductos informativos sean amplios, libres y descentralizados.
Sin embargo, la TV, y los medios de comunicación, en general, incitan día a día, columna a columna, editorial a editorial, a la necesidad de un enriquecimiento rápido y masivo para poder consumir valores que en nuestra sociedad han quedado reducidos a productos.
Ahora, bien, toda la cadena consumista condena a los críticos de la misma y protege y subvenciona a sus defensores, por los que cada vez son más los que se rinden. Si no se contrarresta ese origen de poder, es imposible reclamar que la sociedad sea honesta, justa y se restablezca la tan necesaria ética.
El problema es que los medios de comunicación, líderes de opinión y “artistas” manipulan sin conciencia porque no tienen acceso al verdadero conocimiento.
Se ha confundido el show y el entretenimiento con la cultura que es la que debiera permitir el discernimiento, la madurez y, la cordura. Los ciudadanos ahogados en un plagio postmoderno de eventos sin rumbo, han optado por abstenerse de lo social.
La ciudadanía empieza a volcarse hacia los aparatos sociales básicos: Grupos étnicos, nacionalismo, ecología, etcétera, practicando un abstencionismo electoral que comienza a ser activo porque más que nunca, hoy, desconfían de políticos, periodistas e intelectuales.
Al ciudadano, en general, le preocupa cobrar lo máximo posible y producir lo menos posible también. Fiel reflejo de los mensajes que recibe.
Comisiones, especulaciones financieras o lo que sea, el asunto es obtener el mayor número de placeres efímeros en el menor tiempo posible. Así las cosas, ¿Cómo generar en la sociedad confianza y certeza, esperanza y participación?
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Las distancias más difíciles de recorrer

Gerardo Moscoso Caamaño

Entender nuestra propia vida, aceptarla, asumirla, saber lo que somos, dilucidar lo que queremos, aceptar con serenidad lo que ha de venir inevitablemente.

Éstas sí que son metas prácticamente increíbles, pero no imposibles de alcanzar. Dudo que haya habido en la historia una sola persona capaz de comprenderse a sí misma completamente; mientras que, en lo exterior, los seres humanos hemos sido capaces de colocar un satélite en Saturno o un hombre en la luna. Las distancias más difíciles de recorrer son siempre las interiores.

El asunto es que cada quién va creciendo y haciendo lo que puede con sus días. Hay que vivir las etapas de la infancia lo mejor posible, y luego la adolescencia, y luego la juventud, después la madurez, y luego la vejez, y después, al fin, la muerte. Todos vivimos nuestras vidas enfrente de los otros; todos crecemos con testigos. Se trata de una hazaña solitaria que se realiza en público.

Aunque solo fuera por eso, deberíamos esforzarnos, de verdad, en vivir nuestras vidas con un mínimo de respetabilidad, dignidad y honradez. Hay personas que, como Nichiren Daishonin o Santa Teresa o, por ejemplo, Pablo Neruda, consagraron parte de su vida a dar testimonio de lo que es vivir: Esto es, reflexionaron sobre lo que son y luego lo cuentan. Con frecuencia medito en esto cuando descubro esa enorme presión de nuestra sociedad, de nuestra familia, de nuestro trabajo y, en pocas palabras, de nuestro entorno, para que seamos más ricos, más “exitosos”, más “triunfadores”.

¡Qué estupidez basar el éxito únicamente en lo público, en lo profesional, en lo palpable... en el dinero! ¿Qué mayor triunfo y éxito puede haber que el de vivir la vida con modestia, con sencillez y congruencia, con vocación de servicio, conscientes de nuestra naturaleza de ser sabiendo crecer y envejecer y en un futuro morir tranquilo y con dignidad? La felicidad duradera tampoco es la ausencia de problemas.

Hay que ser conscientes de que la ley de causa y efecto es ineludible, tenerla siempre presente, porque…. de este burdel, nadie se va sin pagar la cuenta.

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