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Y los creadores, perseverando…

Gerardo Moscoso Caamaño

Todo el que persevera sabe que la victoria es suya, dice Antonio Machado. 

Pero el que muere perseverando muere vencido, y tal vez ni le sirve siquiera de alivio lo que dice el último verso de ese poema de Antonio Machado: “que el arte es largo, y además no importa”. 

Le importa a nuestra vanidad, a nuestro deseo legítimo de reconocimiento, aunque los dos suelen encontrarse tan mezclados que casi nunca es posible distinguir el uno del otro.

Algunas veces los mejores sueños se cumplen y los anhelos que parecían más imposibles también, sólo que quién deseó y soñó ya no llega a saberlo, porque en la espera se le fue la vida, y porque el futuro es demasiado largo para la brevedad de la existencia humana. 

Kafka, Stendhal, Garro, Van Gogh, Cervantes y muchos otros perseveraron, sin saber que la victoria era suya y que el porvenir los veneraría.

En vida, a Cervantes, por ejemplo, lo despreciaron las figuras más selectas de la intelectualidad de Madrid. 

Seguramente murió pensando que no habría logrado gran cosa, que le había faltado tiempo para escribir lo que soñaba y me acuerdo con algo de lástima y solidaridad de aquel hombre del que sabemos tan poco y a quién se venera tanto, muerto y enterrado en su pasado lejano, en las vísperas del grandioso futuro que ni siquiera llegó a vislumbrar, y que quizá, en el fondo, al final de su vida, no le habría importado tanto.

Una novela editada, aunque tenga pocos lectores, es algo, existe de una forma tangible. 

Pero una obra de teatro que no se representa está tan muerta como una música que nadie ha tocado, tan muerta en una muerte aparente, en una “catalepsia,” que puede durar para siempre.

Así, se han quedado enterrados muchos proyectos literarios, teatrales o musicales importantes para trascender en los “festivalitos” de la mediocridad de las instituciones de cultura de nuestro país.

Así mismo, las mesas de análisis sobre temas que a todos nos atañen, siguen brillando por su ausencia. 

Recursos los ha habido, mal utilizados, para que lo inmediatamente mediocre aparezca en la pachanga y farsa de las instituciones de cultura. 

Y los creadores, perseverando…

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Lo más importante, el conocimiento

Gerardo Moscoso Caamaño

Pensando como teatrista, ¿hasta qué punto la imaginación sería posible sin contar con la realidad? 

La imaginación necesita conocimiento, datos, tiene que apoyarse en hechos que están aquí o que ocurrieron alguna vez y se archivan en la memoria.

Para imaginar tengo que contar con el pasado y ponerlo en relación con el presente. 

Lógicamente pienso mejor a medida que conozco la realidad que me rodea en toda su complejidad. 

Pero esta forma de conocimiento pasado-presente, imprescindible, no se acerca todavía al paso creador, investigador, descubridor. 

Eso sucede cuando con todos los datos, imagino lo nuevo posible. Imaginar una ficción es una manera de abrirse camino en la realidad, de intervenir en ella y modificarla, pero para ello, lo más importante es el conocimiento. 

Si los datos pasados y presentes son irrefutables, serios, entonces la imaginación creará sobre bases sólidas para intervenir la realidad y modificarla. 

Eso sucede con Cervantes, Shakespeare, Moliére, Valle Inclán, Elena Garro….

Entonces habría que intervenir en la realidad de manera concreta, hacer emerger conciencias y transformar a simples consumidores de cultura en ciudadanos capaces de producir cultura, arte democrático, político y social. 

Como consecuencia de esta propuesta de arte comunitario, se tendrían que buscar los medios para auxiliar a grupos de marginales para liberarse de las ataduras estéticas a las que están sometidos y crear su propia estética (no hablo del salón de belleza, queridas “Damas de la cultura”), en donde los artistas se reconozcan y consigan expresarse.

Se trata de que las personas potencialmente creativas no queden reducidas, a la condición de espectadores. 

Que entiendan de una vez los políticos y funcionarios culturales, que el Arte, no es un adorno y que un funcionario de cultura no debe ser por cuota de género, ni de partido.

Cuando tengamos funcionarios en cultura sensibles, con conciencia de la realidad en la que viven y de las maneras posibles de transformarla, surgirá una mejor sociedad indudablemente.

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El desvanecimiento de la imaginación

Gerardo Moscoso Caamaño

Aunque parezca superficial a muchos, el consumismo es una de las cosas más importantes que le han sucedido a la sociedad mexicana en las últimas décadas. 

El consumismo y su cultura son capaces de explicar lo más característico de la última transformación en los usos y costumbres, en los valores y en las canciones, en las maneras de amar o de divertirse.

El patrón cultural que ha instaurado la era del consumo, ha ido sustituyendo la trascendencia por la más grande permanencia; el compromiso por la desvergüenza, y la larga espera, por la máxima inmediatez.

La condición de la adolescencia, que sirve en cada época como fachada de lo novedoso, se va manifestando en una fuga confusa, metafísica. 

Mientras que el noventa y tantos por ciento se declaran católicos, en la práctica, menos de la mitad se siguen adhiriendo a la iglesia católica en sus ceremonias. 

Y no porque se adscriban al protestantismo, al budismo o al Islam, sino porque cada vez se sienten más defraudados en lo que fue su fe.

Sentirse ateo o antirreligioso no conlleva necesariamente a no creer en nada, pero, cada vez, se cree con menor convicción y se tiende por lo general al compromiso episódico, ocasional. 

Frente al consumismo que conduce a la instantaneidad, la antigua virtud burguesa del ahorro, si hubiese garantía de empleos, podría significar una apuesta por el porvenir. 

Ahora los muchachos no tienen confianza en ninguna de las instituciones políticas o religiosas, tampoco en el futuro o la suerte. Por otro lado, persiste la duda ante la posibilidad de poder alcanzar sus metas. 

¿Hay ya profesiones para toda la vida?, ¿matrimonios, patrimonio, y casa para siempre? El destino es incierto.

El amor ha pasado a formar parte del mismo sistema de consumo. ¿Sufrir trágicamente por amor? Ahora ya no se sufre por amor a los extremos de un bolero. 

Todas esas músicas románticas son casi añoranzas gloriosas sobre un espacio más concurrido, escandaloso y resplandeciente.

El desvanecimiento de la imaginación es el síntoma político paralelo al desorden en la idea del progreso.

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El desvanecimiento de la imaginación

Gerardo Moscoso Caamaño

Aunque parezca superficial a muchos, el consumismo es una de las cosas más importantes que le han sucedido a la sociedad mexicana en las últimas décadas. 

El consumismo y su cultura son capaces de explicar lo más característico de la última transformación en los usos y costumbres, en los valores y en las canciones, en las maneras de amar o de divertirse.

El patrón cultural que ha instaurado la era del consumo, ha ido sustituyendo la trascendencia por la más grande permanencia; el compromiso por la desvergüenza, y la larga espera, por la máxima inmediatez.

La condición de la adolescencia, que sirve en cada época como fachada de lo novedoso, se va manifestando en una fuga confusa, metafísica. 

Mientras que el noventa y tantos por ciento se declaran católicos, en la práctica, menos de la mitad se siguen adhiriendo a la iglesia católica en sus ceremonias. 

Y no porque se adscriban al protestantismo, al budismo o al Islam, sino porque cada vez se sienten más defraudados en lo que fue su fe.

Sentirse ateo o antirreligioso no conlleva necesariamente a no creer en nada, pero, cada vez, se cree con menor convicción y se tiende por lo general al compromiso episódico, ocasional. 

Frente al consumismo que conduce a la instantaneidad, la antigua virtud burguesa del ahorro, si hubiese garantía de empleos, podría significar una apuesta por el porvenir. 

Ahora los muchachos no tienen confianza en ninguna de las instituciones políticas o religiosas, tampoco en el futuro o la suerte. Por otro lado, persiste la duda ante la posibilidad de poder alcanzar sus metas. 

¿Hay ya profesiones para toda la vida?, ¿matrimonios, patrimonio, y casa para siempre? El destino es incierto.

El amor ha pasado a formar parte del mismo sistema de consumo. ¿Sufrir trágicamente por amor? Ahora ya no se sufre por amor a los extremos de un bolero. 

Todas esas músicas románticas son casi añoranzas gloriosas sobre un espacio más concurrido, escandaloso y resplandeciente.

El desvanecimiento de la imaginación es el síntoma político paralelo al desorden en la idea del progreso.

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2021: la clave es el optimismo

Gerardo Moscoso Caamaño

A pesar de que una gran parte de los mexicanos hemos jugado hasta ahora con suerte, habilidad o que se yo con el destino, seguimos todavía vivos. 

Y esto es, sobre todo, lo más importante para continuar a cuestas con el año nuevo 2021, un año que va a exigir a cada uno de nosotros, de manera personal e intransferible, un chingo de toneladas de optimismo.

Me refiero a esa actitud que hay que construir todos los días en nuestra mente para generar esperanza, ilusión y unas cuantas chispas de salud y seguridad que produzcan en este túnel obscuro por el que vamos, la luz necesaria para no resbalar y partirnos la madre.

Una de las principales características del optimismo, es la de ser capaz de volver la incolora y perversa realidad en una película de dibujos animados que aminore el sufrimiento y el pesimismo y que ayuda con facilidad a un olvido selectivo. 

El optimismo siempre genera una solución posible y a cada decisión que toma va acompañada de trabajo, perseverancia, al precio que sea, el optimista se vence a sí mismo, hasta lograr su meta, su objetivo, 

Las religiones, la publicidad, los medios de comunicación, la cultura y los poseedores del conocimiento, aunque pueden manipular hasta las mentes más paranoides, tampoco son dueños del espíritu del optimista. 

El optimismo es, por su propia esencia, una actitud libre, 

Por ello, hoy que termina el viejo y complejo año 2020, el optimista que suscribe esto, les desea a todos, un buen año 2021 con salud y buena fortuna.

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