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La comunicación de los populistas

Ilustración: Belén García Monroy

Rubén Aguilar Valenzuela 
Hay maneras diversas de entender el populismo, pero se encuentran consensos que giran en torno a cinco ideas: Forma de gobierno cuya cabeza es un líder carismático con propuestas de igualdad social; todas las virtudes residen en el pueblo, que adquiere un carácter mítico; el líder asume que ha sido elegido para hacer valer la voz del pueblo; el líder actúa siempre para ganar la simpatía del pueblo, aun a costa de tomar medidas antidemocráticas y la comunicación se realiza a través de argumentos emocionales básicos y se deja de lado a la razón.
 
A los gobiernos populistas les es inherente, forma parte de su estructura básica, un modelo de comunicación. No importa si el gobernante se dice de izquierda o de derecha. El esquema, con variantes menores, es el mismo y se articula a partir de 10 puntos. Los gobernantes:
 
1. Utilizan medios directos para comunicarse. Pueden ser las redes sociales, las conferencias de prensa o las cadenas de radio y televisión. Esto con el propósito de establecer un contacto cercano y de primera mano con sus seguidores y también de minimizar el papel de los medios independientes.
 
2. Establecen la agenda sobre lo que se discute en los medios. Todos los días saben dar la nota. Es parte de sus habilidades. Así logran que, de manera permanente, incluso intensa, los medios hablen de ellos y multiplican su presencia pública. Los medios se convierten en caja de resonancia de sus mensajes.
 
3. Exageran, dicen medias verdades o francas mentiras que se multiplican todos los días. Construyen la realidad como ellos y los suyos la quieren ver. Los hechos y los datos se acomodan a su narrativa. Viven en una realidad alterna lejos de lo que ocurre en la vida cotidiana. En ella se sienten cómodos y seguros.

4. Hablan sólo a los suyos y dicen lo que éstos quieren oír. Evitan cualquier tema que les pueda molestar. Los que no simpatizan con ellos no son reconocidos como interlocutores y no hacen ningún esfuerzo por acercarse a quienes no sean sus fieles seguidores de su liderazgo carismático.
 
5. Establecen que los suyos son los buenos ciudadanos, los patriotas, el pueblo verdadero y los que quieren el bien. Los otros son traidores de la causa del pueblo y por eso están en el campo del mal. A estos se les califica, entre otras cosas, de comunistas o conservadores y esto depende si el gobernante se dice de derecha o izquierda.
 
6. Polarizan a la sociedad. La dividen en dos en razón de las necesidades de su discurso: de un lado los buenos (pueblo) y del otro los malos (quienes no son pueblo). Los primeros son quienes de manera incondicional y religiosa están conmigo y los otros todos aquellos que no me rinden pleitesía. No se reconoce la existencia de adversarios políticos o de quien piense diferente, éstos en cualquier caso son enemigos.
    
7. Tienen siempre un enemigo al que responsabilizan de todos los males del pasado y también del presente. Estos gobernantes nunca asumen sus errores o malos resultados de su gestión. Siempre hay un culpable de que las cosas vayan mal y son los enemigos. Éstos cambian de acuerdo a las necesidades del discurso. Pueden ser los empresarios, los medios, los intelectuales, los periodistas, los científicos, los artistas...
  
8. Utilizan un lenguaje religioso. Dios, su Dios, forma parte esencial de su discurso. En Occidente esos gobernantes desde sus propios intereses políticos, también personales, seleccionan pasajes bíblicos que se acomodan a lo que necesitan, para la ocasión. Dios está con ellos y los suyos. Dios, por tanto, no puede estar con los otros. El Dios de éstos es falso.
 
9. Insultan y descalifican a quienes consideran sus enemigos. Sin reparo alguno levantan falsos testimonios. A sus enemigos los acusan sin pruebas. Lo importante es que la acusación concuerde con el relato que quieren posicionar. Hay un uso político y discrecional de la ley y las instituciones que la hacen valer.
 
10. Descalifican sistemáticamente a los medios de comunicación. No respetan la libertad de expresión. A los medios que los critican y no los alaban los acusan de panfletarios, de conservadores o comunistas de acuerdo a si el gobernante se define de izquierda o de derecha.
 
Hay gobernantes populistas en todos los continentes con excepción de Oceanía. Estos tienden a parecerse no importa la región geográfica a la que pertenezcan y tampoco influye si se dicen de izquierda o de derecha. El modelo de hacer política y de comunicarse es muy semejante. Siguen un mismo esquema. 
 
El modelo de comunicación del presidente López Obrador es un buen ejemplo, no el único, de cómo se construye la comunicación a partir de los 10 puntos expuestos. Es su condición de populista la que lo lleva a ese lugar. No es una elección sino algo estructural al populismo. Si por alguna razón se deja de ser populista el modelo de comunicación necesariamente cambia.

López Obrador y Trump en el discurso de la derrota

Rubén Aguilar Valenzuela

En la contienda presidencial de 2006 el candidato López Obrador ante su derrota, por una ventaja mínima frente al candidato Calderón, califica la elección como un fraude.

Nunca aportó pruebas, para sostener tal afirmación. Era solo su palabra a la que sin más había que creer. Los suyos aceptaron a pie juntillas ese juicio.

La estructura de la narrativa es simple y muy poderosa. Si pierdo es fraude. Solo si gano no habrá tal. Sus simpatizantes asumen ese discurso como verdad absoluta.

No hay ninguna razón y tampoco ningún dato que se pueda utlizar, para desmentir la afirmación del fraude. Su líder, su mesías, ya lo dijo, y no hay más.

El discurso, con palabras iguales, se repite en 2020 con la derrota del candidato-presidente Trump. Ha dicho, entre otras cosas, que, "esta elección ha sido un fraude mayor de lo que nadie podría haber pensado".

No da ninguna prueba. Es solo su palabra. Los que votaron por él le creen. No hay explicación que valga, para demostrar la mentira de su candidato.

La manera de hacer política y de comunicar de López Obrador y Trump se parecen mucho. Hay también cierta identidad psicológica. No son capaces de reconocer su derrota.

Ante su imaginario eso los quiebra y destruye. Los hace aparecer como débiles o simples mortales que unas veces ganan y otras pierden.

Ante la derrota construye una narrativa fantasiosa sobre lo que ocurre. En esa se refugian. Son las víctimas de un sistema que está contra ellos.

El lopezobradorismo y el trumpismo se mueven en el espacio del culto a la personalidad. Ellos son invencibles y nunca pierden. Su derrota es, en todo caso, trampa de los otros.

Ahora en Estados Unidos el 86 % de quienes votaron por Trump no cree que Joe Biden haya ganado legítimamente las elecciones. En 2006 en México pasó algo muy semejante.

Las encuestas revelan que solo el 3 % de quienes votaron por Trump consideran que Biden ganó legítimamente. Eso quiere decir que 72 millones de estadounidenses sostienen que las elecciones fueron fraudulentas.

Los electores de Trump, como los de López Obrador, responden a lo que su líder les dice en independencia de si estos tienen o no razón.

Trump a lo largo de la campaña, como en 2006 lo hizo López Obrador, previendo los posibles resultados, alimentó a su base con la idea del fraude. Sólo si ganaba no había tal.

Ahora en Estados Unidos, como en México en 2006, las instituciones electorales, ante la falta de pruebas de la acusación de fraude, dieron como triunfador al que obtuvo más votos.

A pesar de eso Trump, como López Obrador en 2006, no reconoció la decisión de las instituciones electorales en cada uno de los estados. En su discurso ellas también son parte del fraude.

Analistas de medios en Estados Unidos plantean que los seguidores de Trump quieren que los medios "afirmen sus puntos de vista". Por eso solo dan crédito a los medios que dicen lo que quieren oír.

Es algo semejante a los simpatizantes de López Obrador solo dispuestos a dar por buena la realidad fantasiosa y alternativa, que se alimenta con otros datos, que les propone su líder y mesías.

Dos genocidios

Rubén Aguilar Valenzuela 

En El botón de nácar (Chile, 2015) Patricio Guzmán, su director, vuelve, como lo hizo en Nostalgia de la Luz (2010), a contar su historia-meditación desde el observatorio del desierto de Atacama con sus enormes antenas circulares.

Se cuenta el genocidio de los indios selknam por los colonos blancos y el del dictador Augusto Pinochet. Lo hace en medio de una reflexión sobre el origen del mundo donde el agua del mar guarda todas las voces de la tierra.

Y a través del agua, del Océano Pacífico, recorre la costa chilena con el paisaje de las montañas, de los volcanes, de la nieve y los glaciares. El agua es vida y donde la hay, ésta florece.

El agua está en la tierra, pero también en distintas partes de la profundidad del cosmos. "Se dice que el agua tiene memoria. Yo creo que también tiene voz", dice Guzmán que también es el narrador.

Entre la tierra y el mar vivía el pueblo de los selknam en armonía con la naturaleza hasta que en el siglo XIX llegan los colonos blancos y de la manera más brutal los aniquilan. Guzmán los recuerda a través de imágenes fotográficas y de los últimos sobrevivientes que todavía mencionan el mundo en su lengua.

Al genocidio de los indígenas en la Patagonia se añade el perpetrado en 1973 por la dictadura militar. Dos genocidios en un mismo territorio. Uno para despojar de la tierra a quien la habitaba desde siempre y el otro, para matar la ilusión de construir un mundo mejor. La historia, al igual que el agua, es cíclica.

La cámara ve a la naturaleza, para que ella nos diga lo que quiere transmitirnos. Para que nos hable. Y el espectador con sus ojos ve y oye. Está ahí el paisaje de la geografía chilena, pero con la música y la narración adquiere otra dimensión.

El director entrelaza la historia de estos dos genocidios y de éstos con la naturaleza como testigo. La dictadura arrojaba al mar los cuerpos de sus prisioneros. Y un día en lo recóndito del territorio, desde el fondo del mar, aparece uno de esos cadáveres.

A través de dos botones las historias se vinculan. El primero es el que un capitán inglés ofrece a una indígena, para llevarlo con él a Inglaterra. Y el otro, el de nácar, está en el vestido de la víctima de la dictadura que aparece en la mar amarrada al riel con el que fue arrojada desde el avión.

La fotografía muestra en silencio la fuerza indescriptible de la naturaleza que se deja oír, sobre todo, por el ruido del mar. Las reflexiones del director en su propia voz construyen una narrativa que articula la historia.

Hay poesía en la fotografía, en las imágenes, en el sonido y en las reflexiones en la voz de Guzmán. Es una denuncia poética contra la destrucción de la naturaleza, contra el brutal genocidio de los indios selknam y el de la dictadura.

En 2015 ganó el Oso de Plata en el Festival de Berlín como mejor guion y en ese mismo año el Premio Fénix como mejor fotografía documental y en 2016 el Premio Platino como mejor documental.

El botón de nácar
Título original: El botón de nácar
Producción: Chile, 2015


Dirección: Patricio Guzmán
Guion: Patricio Guzmán
Fotografía: Katell Djian
Música: José Miguel Tobar y Miguel Miranda
Locución: Patricio Guzmán
Actuación: Francisco Celhay; Emilio Edwards; Daniela Ramírez; Sergio Hernández; Matías Torres ...

Venezuela: Farsa electoral

Rubén Aguilar Valenzuela
En los últimos diez años han salido de Venezuela cinco millones de sus habitantes ante las condiciones de un país donde el 96 % de los hogares vive en condiciones de pobreza, según Naciones Unidas.

La caída del PIB es del 89 % en los siete años pasados y para el cierre de 2020 la inflación va a ser de 6,500 % y el desempleo se ubica en el 54 % con un salario mínimo de 40 centavos de dólar al mes.

El pasado domingo seis de diciembre se celebró una farsa electoral a cargo del propio presidente Maduro, para elegir a los 277 integrantes de la Asamblea Nacional.

De 70 % es el nivel de abstención que reconocen las autoridades electorales, pero organizaciones académicas e independientes la calculan en 85 %.

Está claro que los electores no quisieron participar en esta farsa, para legitimar a un régimen dictatorial y corrupto. El resultado de la elección se conocía de antemano.

Las urnas vacías durante todo el día generaron preocupación en el gobierno. La farsa requería de algunos votantes. Ese día circularon grabaciones donde se ordena a los gobernadores y dirigentes comunales llevar gente a votar.

De acuerdo al Consejo Nacional Electoral (CNE), controlado de manera directa por Maduro, el Gran Polo Patriótico, compuesto por partidos afines al gobierno, ganó 240 escaños con el 67.7 % de los votos.

Los partidos supuestamente opositores, concertados con Maduro, que se prestaron a la farsa obtuvieron el 18 % de la votación que les otorga 33 escaños, según el CNE.

La verdadera oposición, ahora desunida e incapaz de presentar una propuesta sólida y convincente, en las actuales condiciones políticas del país, no se presentaron a la elección.

Como resultado de esta farsa electoral Maduro se hace de la Asamblea Nacional que desde hace cinco años estaba en poder de la oposición. Ahora tiene bajo su control a todos los poderes del Estado.

En 2019 Juan Guaidó, líder opositor, en razón de su cargo en la Asamblea Nacional se proclamó presidente provisional y obtuvo el reconocimiento de 60 países que incluye a los que integran la Unión Europea (UE).  Ahora no queda claro cuál es su papel una vez que no sea diputado.

Previamente al proceso más de 60 países se pronunciaron en contra de la farsa electora y ahora desconocen el resultado de la maniobra de Maduro. Entre ellos la UE y el Grupo de Lima.

El próximo cinco de enero van a tomar posesión de su cargo los nuevos diputados electos este domingo todos afines al régimen que encabeza Maduro.

De acuerdo a las encuestas el 80 % rechaza al presidente Maduro. El día que en Venezuela haya elecciones libres y no farsas electorales el actual régimen sería desplazado del poder. Ahora eso no es factible.

Fray Jacobo de Dacia

 

Rubén Aguilar Valenzuela

 
En la introducción a Cantata de Fray Jacobo (Mérida, 2016) José Ramón Enríquez nos dice que se prendió del personaje de este fraile franciscano, hijo de la casa real de Dinamarca, que misionó en Michoacán y que:
 
" Dialogué con él durante mucho tiempo y así fue escribiéndose esta Cantata de Fray Jacobo. Pensada para llevar música, aun cuando pueda ser simplemente dicha por actores y coros, me decidí a integrar la didascálica en la voz de un narrador para evitar acotación alguna. Valga subrayar que, partiendo de hechos reales, mi Cantata no es más que un sueño compartido con un personaje que amablemente vino a visitarme, Fray Jacobo, y nada más pretende desde ningún aspecto de rigor científico.
 
Enríquez, para construir su texto se vale de la voz de fray Jacobo Daciano, un coro y un narrador, para cantar-narrar la historia del franciscano tanto en Dinamarca como en los años de trabajo misional en Michoacán. Da cuenta de las diferencias que tiene con el obispo Vasco de Quiroga y con otros franciscanos que se niegan a dar el sacramento de la Eucaristía a los indígenas, cosa que él sí hace, y también promueve la ordenación sacerdotal de los nobles indígenas un proyecto de los franciscanos que aborta la Iglesia y la Corona.


 
De fray Jacobo dice que:
 
"Hijo y hermano de reyes, fue el último provincial de los frailes franciscanos antes de que las Guerras de Reforma los borraran de los países escandinavos. Peregrinó por el Viejo Continente hasta llegar a España y conseguir que su primo Carlos V lo enviara a la Nueva España. Vino a encontrarse con el Hombre Nuevo que profetizara Joaquín de Fiore desde el año Mil, el de la Utopía de Santo Tomás Moro, de 1516, la cual buscaba también Vasco de Quiroga (...) que no pudo superar su racismo al considerarlos inferiores (a los indígenas) para recibir la Eucaristía y las Órdenes sagradas; incluso para profesar como frailes franciscanos.
 
Y añade que:
 
"Por su decidida postura en el debate a favor de los pueblos primitivos el nombre de Fray Jacobo se ha venido borrando de la historia oficial. No así de la memoria de los purépechas que, hasta el día de hoy, guardan sus restos, los veneran como uno de los suyos y protegen el secreto de dónde está enterrado este su santo vikingo que arribara a Tzintzuntzan ".
 
Fray Jacobo Daciano es un personaje extraordinario. Educado en la casa real de Dinamarca, hombre de gran cultura y también políglota. De pensamiento muy avanzado para su tiempo. De enorme sencillez y humildad. Al fin de su vida entre los franciscanos y los indígenas tenía fama de un hombre santo.
 
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Fray Jacobo Daciano (Copenhague 1484 - Tarecuato 1566), de la casa real de Dinamarca, fue el tercer hijo del rey Hans y la reina Christine y hermano menor del rey Christian II. Al ingresar a la Orden de san Francisco renunció a los derechos de sucesión por la corona.
 
En 1536, al ser destronado Christian II, con el triunfo de la Reforma Protestante, luego de la supresión de los conventos franciscanos, fray Jacobo, junto todos los frailes, es obligado a dejar el país. La nueva casa reinante, ya luterana, con Christian III como rey, borra de todos los libros su existencia.
 
Los franciscanos abandonan el país y se mudan, sobre todo, a las zonas católicas del Sacro Imperio Romano Germánico. Fray Jacobo en España se entrevista con el emperador Carlos V, cuñado de su hermano Christian II, a quien solicita licencia para venir como evangelizador a la Nueva España.
 
Todavía en Europa escribe la  Crónica de la expulsión de los frailes franciscanos , que tenía el objetivo de servir de evidencia para posteriormente reivindicar en Dinamarca la posesión de los conventos, que nunca se concretó.
 
En 1542, fray Jacobo llega a Veracruz, para permanecer en la Nueva España por el resto de su vida. Tres años estuvo en el Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco donde estudió náhuatl antes de ser enviado a Michoacán, donde realizó la mayor parte de sus actividades misionales, para ello aprendió el purépecha. Ahí fundó pueblos y conventos. 
 
Escribió la Declaración del pueblo bárbaro de los indios, que, habiendo recibido el bautismo, desean recibir los demás sacramentos . Fray Jacobo argumentaba que negar a los nativos ese derecho era equivalente a cometer herejía. Esta posición hizo que fuera castigado por el obispo de Michoacán, Vasco de Quiroga. Murió en el convento de Tarecuato en 1566. Sus reliquias, actualmente están perdidas, fueron conservadas por los habitantes del lugar durante mucho tiempo.
 
Cantata de fray Jacobo
José Ramón Enríquez
Edición privada
Mérida, 2016
pp.25

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