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El estilo Trump permanece en México

Rubén Aguilar Valenzuela

En los dos años que coincidieron en el gobierno el presidente López Obrador y el presidente Trump, tuvieron muchas semejanzas, la más evidentes la manera de gobernar y de comunicarse.

La forma de gestionar el poder y de construir el discurso de los gobernantes populistas, que se dicen de izquierda o de derecha, tiene muchos rasgos en común.

Entre ellos está que promueven la polarización, descalifican a los que no están de acuerdo con ellos, insultan a los periodistas y medios que no los alaban y descalifican a las instituciones del Estado y la sociedad civil.

En estos dos años esos cuatro puntos, hay más, han dado forma al gobierno y estructurado la narrativa del discurso de ambos presidentes.

Se pude afirmar, está ahí la evidencia, que han sido idénticas con una gran diferencia, en un caso tienen repercusiones a nivel internacional y en el otro solo a nivel local.

Trump, al no reconocer su derrota llevó al extremo su populismo al desconocer a las instituciones democráticas y radicalizar la polarización de la sociedad.

Los populistas, que se dicen de izquierda y de derecha, ante el fracaso reaccionan de la misma manera y nunca lo reconocen. Trump no es la excepción.

Al perder la elección, en su intento de reelegirse, en Estados Unidos se pone fin a un gobierno y a un discurso populista con claros rasgos fascistas.

Hay un alto nivel de posibilidad que el proceso que ahora el Congreso sigue a Trump termine por imposibilitar que en el futuro pueda competir por un cargo de elección popular.
 
Estados Unidos se libra de un gobierno y un discurso populista, pero ese estilo, el propio de Trump, el común a los populistas, permanece en México.

López Obrador va a continuar con su manera de hacer política y de construir la narrativa propia de los populistas. No tiene nada de original. El esquema lo sigue al pie de la letra.

En estos pasados dos años no hubo un contraste entre la manera de gobernar y comunicarse de López Obrador y Trump. Fue muy semejante. Uno al otro se elogiaba.

La llegada de Joe Biden al gobierno de Estados Unidos deja en claro, desde el primer día, que su manera de gobernar y comunicarse es radicalmente distinta a la de su antecesor.

Ahora todos los días será muy evidente que la manera de gobernar y de comunicarse de Biden será muy diferente a la del populista López Obrador. El contraste será enorme.

El papa Francisco y la migración

Rubén Aguilar Valenzuela 

La marcha de la caravana de migrantes hondureños que detuvo el Ejército guatemalteco, la iniciativa de Biden, para legalizar a 11 millones de migrantes, la mitad de ellos mexicanos subraya la realidad siempre presente de la importancia que tiene la migración en nuestros días.

En Fratelli Tutti, la tercer encíclica del papa Francisco, que se dio a conocer en octubre de 2020, se aborda de manera amplia el tema de la migración y en ella se fija la actual posición de la Iglesia católica sobre el tema.

El papa plantea que "tanto desde algunos regímenes políticos populistas como desde planteamientos económicos liberales, se sostiene que hay que evitar a toda costa la llegada de personas migrantes".

Señala que muchos de los migrantes "escapan de la guerra, de persecuciones, de catástrofes naturales. Otros, con todo derecho, buscan oportunidades para ellos y para sus familias. Sueñan con un futuro mejor y desean crear las condiciones para que se haga realidad".

Asegura que "traficantes sin escrúpulos, a menudo vinculados a los cárteles de la droga y de las armas, explotan la situación de debilidad de los inmigrantes, que a lo largo de su viaje con demasiada frecuencia experimentan la violencia, la trata de personas, el abuso psicológico y físico, y sufrimientos indescriptibles".

"Los que emigran, añade, tienen que separarse de su propio contexto de origen y con frecuencia viven un desarraigo cultural y religioso. La fractura también concierne a las comunidades de origen, que pierden a los elementos más vigorosos y emprendedores, y a las familias, en particular cuando emigra uno de los padres o ambos, dejando a los hijos en el país de origen".

El papa denuncia que, "para colmo en algunos países de llegada, los fenómenos migratorios suscitan alarma y miedo, a menudo fomentados y explotados con fines políticos. Se difunde así una mentalidad xenófoba, de gente cerrada y replegada sobre sí misma".

"Los migrantes, dice, no son considerados suficientemente dignos para participar en la vida social como cualquier otro, y se olvida que tienen la misma dignidad intrínseca de cualquier persona. Por lo tanto, deben ser protagonistas de su propio rescate".

Y sostiene que ahora "nunca se dirá que no son humanos pero, en la práctica, con las decisiones y el modo de tratarlos, se expresa que se los considera menos valiosos, menos importantes, menos humanos".

"Es inaceptable que los cristianos compartan esta mentalidad y estas actitudes, haciendo prevalecer a veces ciertas preferencias políticas por encima de hondas convicciones de la propia fe: la inalienable dignidad de cada persona humana más allá de su origen, color o religión, y la ley suprema del amor fraterno", afirma el papa.

El papa advierte que, "las migraciones constituirán un elemento determinante del futuro del mundo. Pero hoy están afectadas por una pérdida de ese "sentido de la responsabilidad fraterna", sobre el que se basa toda sociedad civil".

"Comprendo que ante las personas migrantes algunos tengan dudas y sientan temores. Lo entiendo como parte del instinto natural de autodefensa. Pero también es verdad que una persona y un pueblo sólo son fecundos si saben integrar creativamente en su interior la apertura a los otros", reconoce el papa.

Y termina su reflexión sobre la migración haciendo una invitación para "ir más allá de esas reacciones primarias, porque el problema es cuando esas dudas y esos miedos condicionan nuestra forma de pensar y de actuar hasta el punto de convertirnos en seres intolerantes, cerrados y quizás, sin darnos cuenta, incluso racistas. El miedo nos priva así del deseo y de la capacidad de encuentro con el otro".

Suspensión de cuentas en las redes

Rubén Aguilar Valenzuela

 
Días atrás la suspensión de las cuentas del presidente Donald Trump en Facebook y Twitter abrió un gran debate a nivel mundial sobre cuál debe ser el papel de las redes sociales en determinar el contenido de los mensajes de los usuarios.

El presidente López Obrador se metió de lleno a la discusión y en solidaridad con Trump, acusó a Facebook y Twitter de haberlo censurado. En México su juicio provocó una intensa reacción a favor y en contra en las redes sociales.

Borja Adsuara Varela (El País, 13.01.21), especialista es experto en Derecho y Estrategia Digital, plantea que el debate se ve "inevitablemente contaminado por el sesgo ideológico de cada cual o, incluso, por la simpatía o antipatía que suscita el personaje".

Y añade que, como consecuencia de lo anterior, unos y otros ofrecen argumentos "que no tienen una base legal y sólo sirven para intentar vestir el santo de un juicio pre-existente (es decir, de un pre-juicio)".

El especialista analiza algunos de los argumentos más socorridos, de uno y otro lado, y ofrece aportes con relación a lo que debe ser el marco regulatorio.

1. Las empresas privadas no pueden hacer lo que quieran, ni poner las normas internas que quieran. En Estados Unidos y en la Unión Europea las empresas privadas deben cumplir las Constituciones, las leyes y los derechos fundamentales. No pueden aprobar normas ni realizar actos que sean ilegales.

2. La Ley de Decencia de las Comunicaciones de 1996, en Estados Unidos, como la Directiva de Comercio Electrónico del año 2000, en la Unión Europea, sólo les permite y obliga a borrar contenidos claramente ilegales, que están establecidos en las mismas leyes.

3. Las redes sociales no son medios de comunicación, ni tienen una línea editorial, sino que son plataformas digitales de comunicaciones entre sus usuarios. Se parte del principio de que no son responsables de los contenidos publicados por sus usuarios, salvo si tienen conocimiento efectivo de que son ilegales, en cuyo caso deben retirarlos de inmediato.
 
4. Los términos de uso y las normas de las comunidades de las redes sociales no pueden estar por encima de las Constituciones, las leyes y los derechos fundamentales. En última instancia quien decide si es legal o ilegal no son las redes sociales y sus normas internas, sino las leyes y los jueces.
 
5. En un Estado de derecho, el único criterio admisible para que las redes sociales supriman contenidos es que sean claramente ilegales. Porque, en caso de duda, hay que aplicar siempre la interpretación que sea menos restrictiva para los derechos fundamentales y estar a favor de la libertad de expresión. Lo demás es censura.
 
El tema es complejo y se presta a todo tipo de discusiones, las más estrictamente ideológicas. El planteamiento de Adsuara Varela trasciende esa discusión. Su propuesta es que las leyes que emanan de un Estado de derecho son quienes norman qué es legal o ilegal y las redes sociales deben sujetarse a esa normatividad y están obligados a cumplirla.

El blindaje de AMLO  

Rubén Aguilar Valenzuela

 
El presidente López Obrador, después de ganar la votación con 30 millones de votos, el 54 % de quienes participaron, a más de dos años de gobierno sigue blindado a todo tipo de crítica.

En este tiempo de su gobierno ha habido pocos o nulos resultados e incluso grandes fracasos, como el manejo de la pandemia en términos económicos y de salud, pero esto no afecta la imagen del presidente.

Los suyos le justifican y aplauden todo, incluso los fracasos que son indefendibles. Necesariamente surge la pregunta ¿hasta cuándo seguirá ese blindaje?

El nivel de aprobación del presidente no baja y se mantiene en torno al 60 por ciento. A pesar de sus múltiples errores en la conducción del gobierno y sus sistemáticas mentiras su imagen no se "desgasta".

En estos pocos más de dos años el presidente sigue manteniendo el control de la narrativa y de la agenda mediática. La impone todos los días.

Los medios y también la oposición la replican. No se salen de los términos de la discusión que todos los días, con gran habilidad, establece el presidente. No lo quieren, pero en los hechos le siguen el juego.

En los seguidores del presidente, es parte de su característica, está el cerrar filas cada vez que alguien lo critique, no importa si tiene o no razón. Los argumentos no valen solo cuenta el sentimiento.

Su blindaje seguirá operando, en independencia de los resultados de su gestión, en la medida que sea capaz de mantener el vínculo afectivo que ahora tiene con sus seguidores.

La estrategia de comunicación, con base en las comparecencias mañaneras, es la que le permite renovar día con día esa relación afectiva.

Mañana con mañana, con gran destreza, construye la narrativa épica que los suyos quieren oír. Eso mantiene el vínculo afectivo, que el presidente sabe muy bien alimentar.

El espacio de la comparecencia diaria, que no cumple con los estándares de una conferencia de prensa, es para el presidente como el agua para el pez. Sin ella no podría vivir.

Sabe muy bien que sin este instrumento no sería capaz de mantener y alimentar su relación afectiva con sus seguidores. Es un medio fundamental para él y los suyos. Es el lazo de unión que opera todos los días.

El impacto que las mañaneras tienen en el blindaje del presidente solo se puede reducir si los medios dejan de seguir actuando como una correa de transmisión acrítica entre el presidente y los suyos.

Y también si la oposición, partidos, organizaciones y personas que tienen espacio para hacer oír su voz, construyen una narrativa propia y no solo reaccionan a la agenda y al discurso que les impone el presidente.

La oposición y los que quieren un cambio de gobierno deben asumir que el presidente está blindado y que muy seguramente, a pesar de sus fracasos, lo seguirá estando en el futuro próximo.

Morena y sus integrantes no gozan de tal blindaje. La crítica de la oposición, en el sentido más amplio, no debe centrarse en el presidente, no le hace ningún daño e incluso lo favorece, sino en el partido que creó.

Miles de elecciones

Rubén Aguilar Valenzuela 
Son miles las elecciones que se celebran el seis de junio. De manera precisa 3,501. Están en disputa 15 gubernaturas, 500 diputaciones federales, 1923 alcaldías y 1063 diputaciones locales en 30 de los estados.

Cada una de estas elecciones responde a una realidad y a una problemática muy específica. No se vota por una autoridad única, para todo el país como es la presidencia de la República.

Cada estado, cada distrito para una diputación federal, cada distrito para una diputación al congreso local y cada municipio tienen sus propias características.

El presidente López Obrador que fue clave, para impulsar a los candidatos de Morena en la elección de 2018 no va a estar en la boleta y eso se va a sentir.

Los partidos que participan en la contienda ahora agrupados en dos grandes frentes, de un lado Morena-PT-PVEM y de otro lado PAN-PRI-PRD, deben ser conscientes de esta realidad.

No hay una campaña nacional y sí 3,501 campañas locales. ¿Esto qué implica? De entrada, el diseño de ese número de procesos locales. No es lo mismo el Estado de Sonora, que Nuevo León o San Luis Potosí.

Y tampoco es lo mismo los distritos electorales federales de Chiapas o Sonora a los de Querétaro o Guanajuato. Y tampoco los distritos locales de esos y otros estados.

Son muy diversas las peculiaridades de las alcaldías en disputa en Campeche o en Sinaloa a las de Baja California o Aguascalientes.

En cada uno de estos puntos de la geografía nacional hay características que les son muy propias, tradiciones políticas distintas, maneras diversas de cómo los ha golpeado la pandemia en el ámbito de la salud y de la economía.

Desde ese horizonte hay que considerar tres aspectos fundamentales: el perfil idóneo de él o la candidata, los temas que se deben plantear en la campaña y la manera de hacerlo.

El éxito electoral en cada uno de estos espacios donde habrá elecciones deriva de la manera en cómo se resuelvan y articulen los tres elementos mencionados.

La campaña electoral que acaba de pasar en Estados Unidos, aunque fue por la presidencia, puede servir de ejemplo, para comprender mejor cómo se deben tratar los temas a los que se ha hecho referencia.

Biden entendió muy bien que en las actuales condiciones de su país tenía que proponer en la vicepresidencia a una mujer y que está, además, debería ser de una minoría étnica. De ahí haber elegido a Kamala Harris.

Le quedó también claro que debería articular un discurso de propuesta ante los problemas de su país; los efectos de la pandemia y la crisis económica.

La polarización y la confrontación a la que llamaba el candidato Trump no encontró eco en la manera como Biden construyó y presentó su discurso.

En cada una de las 3,501 elecciones que tendrán lugar el próximo junio, los partidos y las coaliciones a las que pertenecen deben saber elegir al candidato no que ellos quieren, sino el que demandan los electores.

Y están obligados a articular un discurso que responda a las expectativas de la población, que realmente les diga algo, despierte expectativa y esperanza y también deben tener un cuidado especial en las formas que va a utilizar para envolver su discurso y comunicarse.

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