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Los riesgos para la cuarta transformación (II)

Héctor A. Gil Müller

Escribía la semana anterior, que el éxito es un proceso y no un suceso, por consiguiente, si nos empeñamos en lograr un resultado, debemos verlo como la posibilidad alcanzable después de ciertos pasos. Nada suple ese proceso, y cada proceso requiere dirección. La seducción es un pobre sustituto de la dirección, porque genera ruido, pero no avance, genera seguidores, pero no fieles.

Varios aciertos han mantenido un apoyo popular al régimen Obradorista, el discurso contra la evidente corrupción ha dado esperanza a un país que se acostumbró al saqueo que se convirtió en algo cotidiano. La mañanera es un ejercicio único en el mundo, exitoso para mantener un bono popular que se enfrenta a desgastes que terminan por ser aceptados, involucra una idea muy mexicana que el éxito proviene de levantarse temprano y no solamente por tomar decisiones correctas, al mismo tiempo mantiene un estilo moderno, dar un mensaje directamente al usuario.

Tras los riesgos que expuse la semana pasada: la falta de un plan, los intereses económicos y la propia estructura gubernamental hoy sumaré los siguientes:

MORENA, el propio movimiento cuenta con diversas facciones, si bien empezó como un movimiento que giraba en torno a un sol, como lo era el fenómeno de AMLO, ahora cuenta con personajes que se convierten en protagonistas, porque si bien el movimiento surgió soportado por la imagen, campaña y carrera de uno solo, ahora también empieza a mostrar tiros de independencia.

El modelo neoliberal, este modelo está siendo atacado, pero los modelos económicos no se gestan como antítesis, sino con tesis, se debe aportar elementos que puedan construir un nuevo modelo, y enterar a los participantes del cambio de reglas. El capitalismo se encuentra en crisis, quizá desde finales de los ochentas cuando se concluyó que no genera una distribución equitativa, al contrario, la madurez capitalista implica monopolios y acumulación de riqueza. No queda claro cuál es el nuevo modelo, se trata de un riesgo la indefinición.

Desgaste ocasionado por la ausencia de éxitos tangibles que puedan alimentar el discurso. Un éxito construye conversaciones y ellas construyen las organizaciones, se requieren éxitos continuos para mantener un bono que históricamente es impactante. Un riesgo catastrófico, porque se ha prometido en exceso, se ha depositado la esperanza en una sola idea y eso resulta muy peligroso, porque ante el incumplimiento. Los éxitos se esperan evidentes, no justicia sino venganza, no transparencia sino abundancia, no legalidad sino comodidad.

La ausencia de un equipo alineado; las renuncias que se han presentado, en diversos niveles y sobre todo en la alta esfera muestran crisis al interior del equipo, el liderazgo se define como un proceso mediante el cual se obtienen resultados a través de las personas y no a pesar de ellas. El liderazgo comienza con un propósito, pero ese propósito lleva a una convicción que debe ser transmitida y contagiada a otros para alcanzar la figura de movimiento. La imagen de un equipo fragmentado disminuye expectativas y dificulta el andar. Porque solo se llega más rápido pero acompañado se llega más lejos y los parajes que se han descrito están lejos aún.

Yo soy Héctor Gil Müller y estoy a tus órdenes.

Los riesgos para la cuarta transformación (I)           

Héctor A. Gil Müller

El éxito no es un suceso, es un proceso, no es verdad que querer es poder, entre querer y poder hay todo un proceso que involucra; una idea que nos convence y mucho trabajo. Todo proceso debe ser ordenado para poder asegurar los resultados que se esperan. La anhelada transformación no es un suceso, debe ser un proceso y requiere claridad.

Aunque no me queda muy claro que es lo que hay que transformar, ni a qué se va a transformar, entiendo que la transformación esperada es ser un mejor y más equitativo país.

Transformar algo no es sencillo y menos cuando no se sabe que es lo que queremos transformar ni a que lo queremos transformar. Es evidente que las cosas no estaban bien, el botín político que se alimenta de tanta soberbia, la corrupción que ha formado una clase política que ya era una nueva clase económica, una carrera gubernamental que no requiere ni capacidad, ni conocimiento sino habilidades que parecen oscuras e injustas ante quienes siguen las reglas. Una corrupción ilegal, evidente y una impunidad creciente han lastimado al país durante años.

Es lamentable, denigrante ver como se sirven del encargo, un poder que lejos de servir ensoberbece. La meritocracia se ha dejado de lado y no se premia al mejor, sino al que está en turno. Eso está mal, la corrupción está mal, la opacidad está mal y la impunidad está mal.

Pero esta crisis evidente y lacerante fue el caldo en el cual prosperó este mensaje renacentista de transformación, ¿cómo, de qué y a qué? Eso parece no importante ante la urgencia de cambiar. Anuncio a mi parecer los riesgos latentes o indirectos a los que debe enfrentarse el régimen y su estilo.

La falta de un plan. Ganar claridad es importante, para utilizar los elementos emotivos como estímulo al plan, pero la verdadera motivación es dar dirección a los comportamientos, ¿cuáles son esos comportamientos?, hay quienes esperan que la transformación sea pagar menos, otros esperan ganar más, otros más esperan simplemente ganar, aunque se ha verbalizado algo en el plan nacional de desarrollo no se alcanza a entender a donde vamos, ¿cuáles serán las reglas que determinen que obligaciones tendremos ante la formación de ciudadanos?

Los intereses económicos. Atacar intereses económicos, y no solo los de la delincuencia es una guerra monumental. Los capitales no tienen patria, mucho menos amores, solo tienen intereses y ante la ambición de pocos la caridad de muchos no es significativa. Porque del modelo neoliberal no solo tomamos sus injusticias, sino también sus comodidades, sus reglas de juego y sus estructuras, así como se está implando en lo ecológico la nueva ética, así también del capital y libertad tomamos su moral. Ahora justicia es: “dar a cada quien lo que le corresponde, pero según su esfuerzo”.

La propia estructura gubernamental, tenemos el gobierno, sus estructuras y sus programas resultado de la evolución natural, inducida y también apurada durante decenas de años, la estructura actual de gobierno responde directamente a las necesidades del sexenio anterior y ese del anterior y así. Se han profesionalizado ciertas funciones y afianzado estructuras para responder a necesidades del desarrollo nacional. Se debe cambiar esa estructura que hoy se está adelgazando, pero ¿a qué?

Yo soy Héctor Gil Müller y estoy a tus órdenes.

El liderazgo hoy

Héctor A. Gil Müller

El tiempo que vivimos es maravilloso, y la frase es literal, nos sorprenden las proezas tecnológicas que nos toca presenciar. La generación de los constructores, nacidos en la década de los 20´s y 30´s, han visto increíbles avances, nacieron en un mundo con menos medios de comunicación que los actuales, con energías diferentes a las de hoy y sin dispositivos que hoy son cotidianos.

Cuando la tecnología llega a la sociedad con mayor rapidez que la educación, nos encontramos en un periodo de inestabilidad social, hay miedo, se ataca y responsabiliza a la tecnología. En cambio, cuando la educación alcanza a distribuir el conocimiento de las nuevas tecnologías, explica su uso y potencial creador, se habla de un periodo de prosperidad. Esto ha sido cíclico y ha permitido desarrollar todo un andamiaje educativo alrededor, donde no solo participan las escuelas formales, sino actores que capacitan y educan sin tener esa formalidad. (como cualquier youtuber lo explicaría).

Los adelantos tecnológicos por si mismos no curan las dolencias humanas, vuelven más cómodo el trayecto y ello es bueno, pero la tecnología no suple la vida, los límites del creador son siempre la misma creación, los procesos humanos siguen su curso y el liderazgo entre ellos sigue brillando como ese proceso para generar resultados a través de las personas. El liderazgo de hoy debe aprovechar esos adelantos, la tecnología se ha amalgamado a nuestro estilo de vida y es imposible pensar que podemos obviar su uso. Así como hemos dejado de cargar cámaras, agendas, grabadoras e incluso plumas para sustituirlo todo con nuestro celular, así el líder debe hacerse de tecnología que le permita y facilite su trabajo.

Como nunca el ser humano ha estado tan comunicado, los dispositivos electrónicos son capaces de acercar a los lejanos, pero también de alejar a los cercanos. Esa comunicación ya no es directa solamente, sino también indirecta, nos comunicamos masivamente al entregar un mensaje al mundo al colgarlo en un muro visible por muchos.

El liderazgo tiene entre sus componentes la influencia, no podemos negar la influencia que tiene cualquier “facebookero” entre sus seguidores. Incluso tomamos decisiones, comportamientos o acciones que provienen de impactos que tomamos de nuestras redes.

El filósofo Mark Kingwell aborda el asunto de la siguiente forma:

“En el mundo moderno no hay experiencia más inquietante y vertiginosa que descubrir que un buen publicista considera mi esforzada individualidad tan transparente y manipulable como si yo llevara clavado en la frente un informe sobre nichos de mercado preferentes. El hecho de que alguien sepa con una seguridad casi absoluta la marca de vodka que voy a comprar constituye una amenaza mucho mayor para mi valiosa identidad personal que cualquier droga alucinógena. Yo puedo creerme dueño de unas decisiones meditadas e individuales, pero resultan ser manipuladas y predecibles. Por tanto, me veo obligado a preguntarme si no seré pelele cultural no libre, sino predeterminado.”

El antiguo esquema del liderazgo autocrático o legitimado solamente por la posición está resquebrajándose, y si bien puede ser mantenido institucionalmente y realizar acciones para soportarlo pareciera que este modelo no es congruente con la competencia de hoy.

Imagine dos posiciones; quienes valoran el materialismo, el orden, la regularidad, la tradición, la sensatez, la autodisciplina y la productividad. Y aquellos que buscan la creatividad, la rebeldía, la novedad, la capacidad de expresión, la generosidad espiritual y la experimentación. ¿Cuál refleja mejor la mentalidad del capitalismo contemporáneo?

La generación actual, aunado a la tecnología mantiene una gran carga emocional, se habla de la emocracia. El trabajo mismo está cambiando y volteando a las prestaciones como principal elemento competitivo ante un mercado que busca atraer talento. Las competencias que se están evidenciando para un trabajador exitoso ya no alcanzan a expresarse en el CV, que ahora dice más, pero con letra cada vez más pequeña. Y son los centros de trabajo quienes están buscando impactar en la inteligencia emocional de sus equipos.

Podemos concluir que el liderazgo es un proceso que debe adaptarse a las circunstancias, no podemos pensar que un estilo de liderazgo será útil en cualquier equipo. El líder debe usar la tecnología, el líder debe gestionar emociones. Las nuevas generaciones requieren esquemas de liderazgo centrados en su crecimiento, en su desarrollo y también en su participación. En un mundo moderno se necesitan y se merecen estilos modernos que traigan lo bueno del pasado, pero sean útiles para enfrentar el futuro.

La libertad de buscar la paz

Héctor Gil

Johann Sebastián Bach, el gran genio musical compuso muy pocas obras que no tuvieran un sentido religioso o de acompañamiento litúrgico. Una de esas obras es una cantata compuesta para el aniversario 31 del duque Christian de SaxeWeissenfels en 1713, esa cantata, llamada de caza, tiene un aria exquisita, cuya melodía y juego de soprano se eleva acompañándose de pícolos que refrendan un mensaje. La letra es un himno que bien narra la esperanza de un pueblo: “Las ovejas pastan tranquilas / donde un buen pastor vigila. / Donde los que reinan bien gobiernan, / se sienten la paz y la calma, / y cuanto al país hace dichoso.”

Donde se gobierna bien hay prosperidad, porque ¿qué es el gobierno si no la buena conducción de todos para alcanzar el bien común?, parece que hemos perdido la noción del bien común, frase romántica que para unos describe privilegio y para otros, agonía.

Un buen gobierno no decide, sino que otorga la capacidad para decidir, un buen gobierno no regala, prospera para construir. Los pueblos exigen lo que han visto y alcanzado, difícilmente se construyen puentes cuando solo se han visto muros. Pero ante todo está el bien común, el bien patrio que no es solo nacionalismo sino realismo.

Un buen gobierno se reta a prosperar. No podemos pensar en la equidad sin alcanzar la paz. Hay lugares ingobernables y ese mal se extiende. Imponer la disciplina del estado es cumplir y hacer cumplir la ley, menester que se ha prometido hacer.

¿Algún día nos acostumbraremos, como lo hicimos hace años, a viajar de noche, a detenernos a ayudar o pensar que un estallido es solamente un cohete? ¿Algún día sentiremos que el bien común de la paz no es una meta sino una sensación? La paz en México no debe ser la ausencia de pelea sino la sensación que nos alienta. Si la seguridad es un tema de percepción, la paz también lo es.

El coro está dispuesto, hay una armonía política causada por la mayoría de unos y las limitaciones de otros, pero parece que esa armonía se desintegra por nuestra propia forma de hacer política, aun en MORENA, con todo su músculo y poder,  hay pleitos y conflictos, se nos escurre como agua entre las manos la unicidad política. Como en tiempos de la revolución, seguimos pensando en el monstruo de la reelección, aun cuando ningún problema parece resolverse. Una clase política suple a otra, y seguimos buscando, entre sombras de antaño, aquello que nos hace pensar y sentir en la dicha y la prosperidad.

El porfiriato prometió paz y maíz para los gallos, a cambio cedimos muchos derechos, la disciplina que se impuso se parecía a aquella que pedimos a los invasores extranjeros cuando entraron al país y los cobijábamos pensando que sometidos nos iría mejor. Pero cualquier opresión por más dadivosa que sea cala hondo en las fibras liberales, porque nuestra naturaleza es rebelde y poco dócil a la limitación, la libertad se exigió, esa misma esperanza de libertad y de progreso se expresó por un pueblo en unas urnas y busca, lo sigue haciendo, alcanzar el bien común.

Yo soy Héctor Gil Müller y estoy a tus órdenes.

Un cambio de reglas

Héctor A. Gil Müller

En su brillante libro “Cómo mueren las democracias” los profesores Steven Levistsky y Daniel Ziblatt describen como el principal riesgo para el modelo democrático está en las mismas urnas, en las elecciones. Nuestras decisiones democráticas la están haciendo fracasar. En 1988, citan los autores, una lugareña del estado natal de Chávez en Venezuela afirmaba a los principales medios de comunicación: “La democracia está infectada y Chávez es el único antibiótico que tenemos”.

Pensar que la democracia se mantiene solo por la obtención de una mayoría de votos es afirmar que la ciencia médica se alcanza solo porque el paciente se cure, es decir la consecuencia es más que sólo el resultado. Nos acercamos peligrosamente a un cambio de tablero en la interpretación que tenemos de lo político, donde si bien se había llegado a “excesos criticables” también se había madurado al fijar los linderos de la conducción de un modelo. Empezar a tomar decisiones basadas en el buen criterio y no en la ley, resulta rápido, pero tendríamos entonces un rey, seríamos incapaces de transmitir en el tiempo la potestad y nuestra confianza estaría en las personas y no en las instituciones. Migrar de las instituciones a las opiniones da al traste con el avance y madurez, confiar en exceso en el hombre no es bueno. Pero nos confundimos pensando que teníamos el gobierno que merecíamos en lugar de construir el gobierno que necesitamos.

Es muy peligroso asumir que tenemos una corrupción lamentable por culpa de las leyes y de las instituciones, eso es un error, la corrupción, el ilícito, el enriquecimiento ilegal con el fruto del trabajo de otro es resultado de las personas que pervierten el modelo. El delito no existe porque exista la policía. La solución a la corrupción está en el apego a las normas, así como la buena educación se manifiesta por el apego a las buenas costumbres y modales, así también en la función.

Las generaciones que vienen desprecian los poderes absolutos, la existencia de los micro poderes suple la voluntad única, pero al mismo tiempo pareciera que busca desesperadamente la disciplina, los regímenes totalitarios, de decisiones absolutas y sobre todo de cambios se presentan cada vez con mayor intensidad.

Este fenómeno se está replicando peligrosamente en el mundo, donde la toma de decisiones dista mucho de ser política; el cierre del gobierno americano como amenaza, la disminución de los derechos humanos en Brasil, las decisiones europeas en Inglaterra, entre muchos otros reflejan que nuestra manera de entender la política está cambiando. ¿Son nuestras decisiones?, ¿Es nuestra indecisión?, no hay suficientes respuestas aun, incluso algunos no tienen formuladas las preguntas.

México asumió ciertas decisiones de estado, como el aeropuerto capitalino o las políticas públicas de los programas sociales, en un ejercicio de mayorías, pero no legitimado, la decisión era previsible. La democracia es el gobierno de las mayorías con respeto a las minorías. Pero la decisión de muchos no justifica el sentido de la misma, seguramente si se hubiese preguntado a cada judío reunido en el enjuiciamiento de Cristo, el resultado sería diferente del que la turba enojada gritaba.

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