Héctor A. Gil Müller

El tiempo que vivimos es maravilloso, y la frase es literal, nos sorprenden las proezas tecnológicas que nos toca presenciar. La generación de los constructores, nacidos en la década de los 20´s y 30´s, han visto increíbles avances, nacieron en un mundo con menos medios de comunicación que los actuales, con energías diferentes a las de hoy y sin dispositivos que hoy son cotidianos.

Cuando la tecnología llega a la sociedad con mayor rapidez que la educación, nos encontramos en un periodo de inestabilidad social, hay miedo, se ataca y responsabiliza a la tecnología. En cambio, cuando la educación alcanza a distribuir el conocimiento de las nuevas tecnologías, explica su uso y potencial creador, se habla de un periodo de prosperidad. Esto ha sido cíclico y ha permitido desarrollar todo un andamiaje educativo alrededor, donde no solo participan las escuelas formales, sino actores que capacitan y educan sin tener esa formalidad. (como cualquier youtuber lo explicaría).

Los adelantos tecnológicos por si mismos no curan las dolencias humanas, vuelven más cómodo el trayecto y ello es bueno, pero la tecnología no suple la vida, los límites del creador son siempre la misma creación, los procesos humanos siguen su curso y el liderazgo entre ellos sigue brillando como ese proceso para generar resultados a través de las personas. El liderazgo de hoy debe aprovechar esos adelantos, la tecnología se ha amalgamado a nuestro estilo de vida y es imposible pensar que podemos obviar su uso. Así como hemos dejado de cargar cámaras, agendas, grabadoras e incluso plumas para sustituirlo todo con nuestro celular, así el líder debe hacerse de tecnología que le permita y facilite su trabajo.

Como nunca el ser humano ha estado tan comunicado, los dispositivos electrónicos son capaces de acercar a los lejanos, pero también de alejar a los cercanos. Esa comunicación ya no es directa solamente, sino también indirecta, nos comunicamos masivamente al entregar un mensaje al mundo al colgarlo en un muro visible por muchos.

El liderazgo tiene entre sus componentes la influencia, no podemos negar la influencia que tiene cualquier “facebookero” entre sus seguidores. Incluso tomamos decisiones, comportamientos o acciones que provienen de impactos que tomamos de nuestras redes.

El filósofo Mark Kingwell aborda el asunto de la siguiente forma:

“En el mundo moderno no hay experiencia más inquietante y vertiginosa que descubrir que un buen publicista considera mi esforzada individualidad tan transparente y manipulable como si yo llevara clavado en la frente un informe sobre nichos de mercado preferentes. El hecho de que alguien sepa con una seguridad casi absoluta la marca de vodka que voy a comprar constituye una amenaza mucho mayor para mi valiosa identidad personal que cualquier droga alucinógena. Yo puedo creerme dueño de unas decisiones meditadas e individuales, pero resultan ser manipuladas y predecibles. Por tanto, me veo obligado a preguntarme si no seré pelele cultural no libre, sino predeterminado.”

El antiguo esquema del liderazgo autocrático o legitimado solamente por la posición está resquebrajándose, y si bien puede ser mantenido institucionalmente y realizar acciones para soportarlo pareciera que este modelo no es congruente con la competencia de hoy.

Imagine dos posiciones; quienes valoran el materialismo, el orden, la regularidad, la tradición, la sensatez, la autodisciplina y la productividad. Y aquellos que buscan la creatividad, la rebeldía, la novedad, la capacidad de expresión, la generosidad espiritual y la experimentación. ¿Cuál refleja mejor la mentalidad del capitalismo contemporáneo?

La generación actual, aunado a la tecnología mantiene una gran carga emocional, se habla de la emocracia. El trabajo mismo está cambiando y volteando a las prestaciones como principal elemento competitivo ante un mercado que busca atraer talento. Las competencias que se están evidenciando para un trabajador exitoso ya no alcanzan a expresarse en el CV, que ahora dice más, pero con letra cada vez más pequeña. Y son los centros de trabajo quienes están buscando impactar en la inteligencia emocional de sus equipos.

Podemos concluir que el liderazgo es un proceso que debe adaptarse a las circunstancias, no podemos pensar que un estilo de liderazgo será útil en cualquier equipo. El líder debe usar la tecnología, el líder debe gestionar emociones. Las nuevas generaciones requieren esquemas de liderazgo centrados en su crecimiento, en su desarrollo y también en su participación. En un mundo moderno se necesitan y se merecen estilos modernos que traigan lo bueno del pasado, pero sean útiles para enfrentar el futuro.