Héctor Gil

Johann Sebastián Bach, el gran genio musical compuso muy pocas obras que no tuvieran un sentido religioso o de acompañamiento litúrgico. Una de esas obras es una cantata compuesta para el aniversario 31 del duque Christian de SaxeWeissenfels en 1713, esa cantata, llamada de caza, tiene un aria exquisita, cuya melodía y juego de soprano se eleva acompañándose de pícolos que refrendan un mensaje. La letra es un himno que bien narra la esperanza de un pueblo: “Las ovejas pastan tranquilas / donde un buen pastor vigila. / Donde los que reinan bien gobiernan, / se sienten la paz y la calma, / y cuanto al país hace dichoso.”

Donde se gobierna bien hay prosperidad, porque ¿qué es el gobierno si no la buena conducción de todos para alcanzar el bien común?, parece que hemos perdido la noción del bien común, frase romántica que para unos describe privilegio y para otros, agonía.

Un buen gobierno no decide, sino que otorga la capacidad para decidir, un buen gobierno no regala, prospera para construir. Los pueblos exigen lo que han visto y alcanzado, difícilmente se construyen puentes cuando solo se han visto muros. Pero ante todo está el bien común, el bien patrio que no es solo nacionalismo sino realismo.

Un buen gobierno se reta a prosperar. No podemos pensar en la equidad sin alcanzar la paz. Hay lugares ingobernables y ese mal se extiende. Imponer la disciplina del estado es cumplir y hacer cumplir la ley, menester que se ha prometido hacer.

¿Algún día nos acostumbraremos, como lo hicimos hace años, a viajar de noche, a detenernos a ayudar o pensar que un estallido es solamente un cohete? ¿Algún día sentiremos que el bien común de la paz no es una meta sino una sensación? La paz en México no debe ser la ausencia de pelea sino la sensación que nos alienta. Si la seguridad es un tema de percepción, la paz también lo es.

El coro está dispuesto, hay una armonía política causada por la mayoría de unos y las limitaciones de otros, pero parece que esa armonía se desintegra por nuestra propia forma de hacer política, aun en MORENA, con todo su músculo y poder,  hay pleitos y conflictos, se nos escurre como agua entre las manos la unicidad política. Como en tiempos de la revolución, seguimos pensando en el monstruo de la reelección, aun cuando ningún problema parece resolverse. Una clase política suple a otra, y seguimos buscando, entre sombras de antaño, aquello que nos hace pensar y sentir en la dicha y la prosperidad.

El porfiriato prometió paz y maíz para los gallos, a cambio cedimos muchos derechos, la disciplina que se impuso se parecía a aquella que pedimos a los invasores extranjeros cuando entraron al país y los cobijábamos pensando que sometidos nos iría mejor. Pero cualquier opresión por más dadivosa que sea cala hondo en las fibras liberales, porque nuestra naturaleza es rebelde y poco dócil a la limitación, la libertad se exigió, esa misma esperanza de libertad y de progreso se expresó por un pueblo en unas urnas y busca, lo sigue haciendo, alcanzar el bien común.

Yo soy Héctor Gil Müller y estoy a tus órdenes.