Héctor A. Gil Müller
El primero de octubre se convierte en un día histórico para el país, un nuevo capítulo de la historia política de México que comienza con la presidencia de la Dra. Claudia Sheinbaum. Además su periodo marcado con la alta distinción que hace la historia al ser la primera mujer en ocupar la máxima silla del ejecutivo, ella misma ha solicitado en su discurso; agregar la “a” en presidenta ya que lo que no se nombra no se ve. Aunque implique una falla gramatical porque el sufijo ente significa el que, de ahí vocablos como cantante, ardiente, cliente, es acertado el comentario pues el lenguaje responde a nuestra dinámica. Responde a las necesidades del contexto específico. Es inútil cristalizar el lenguaje como un producto inamovible, al contrario se modifica con los cambios que consideramos valiosos. El lenguaje se nos adapta y la frialdad del dicho se acalora con el sentido. Cuando se hicieron las muñecas de celuloide el desconocimiento y inexactitud nos hizo cambiarlo a sololoy creando la cariñosa frase; muñeco de sololoy que hoy es aceptada en el lenguaje común y tan real.
Construir una presidencia insertada en la historia para la hoy presidenta de México exige estructura y sobre todo límites, estoy convencido que ahí está la clave; en marcar correctamente los límites. La ausencia de ellos no es libertad sino caos. Los tiempos del hoy parecen estar en contra de lo instituido. De ahí el acoso a los abogados, a las instituciones, a las normas. Seguramente porque el tiempo actual prefiere movimientos a partidos, pláticas a discursos, venganza a justicia, emociones a razones, remplazos a reparaciones y ahora elecciones a selecciones. ¿Cuál es el continuo? Ir contra lo instituido. Como si lo instituido sea maligno, antiguo y con ello perverso. La estrategia debe tomar lo bueno del ayer para proyectarlo como herramienta al mañana. Llega con un bono político que la seducción hoy parece heredar, pero eso no se hereda, se conquista. Ella tendrá que encamblar con su estilo los andares del camino.
Siento optimismo al saber que frente al país hay una mujer y que es científica. Confío que sobre ideologías se imponga el estilo y la presidenta de México pueda implementar y dar método a la idea. Que la estrategia tenga la certeza del plan y el sueño de la visión. La inspiración del futuro y la experiencia del pasado. Sé que la máxima tribuna siempre responde a las necesidades de negociación, cabildeo y seguramente concesión pero sobre ello la rigidez de una visión sólida, un diagnóstico para el pronóstico con la terapia que nos lleve de uno a otro.
En las luchas actuales, y en las futuras deseo que para la política se tenga identidad, virtud hoy muy atacada, porque la identidad se ha sometido a la tolerancia y con ello a la transformación o incluso destrucción. La identidad asegura la estrategia y permite responder al por qué de la motivación y anular la resistencia al cambio. La historia juzgará, aunque el tiempo sea injusto nadie prometió que no lo sería, el tiempo traerá la balanza para medir las obras sobre las ideas. Ahí se medirá la identidad sobre la ideología, la construcción de un país sobre la ocurrencia. Mi deseo tan solemne como ambicioso; que vengan buenos tiempos para México porque todos lo necesitamos.