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La paciencia de quien respira.

Héctor A. Gil Müller

Son muchas las anécdotas de pensadores y filósofos que se apasionan por nuevos y mejores aires, porque la verdadera reflexión no es estática ni apacible, sino convulsa y dinámica. Pensamos cuando interactuamos, cuando leemos y cuando viajamos. Nos motivamos cambiar de aires para mejorar, nos alentamos, que es dar aliento, porque en el aire está la vida. Federico Nietzsche llegó a concluir que su genio se encontraba en sus fosas nasales y en su perpetua búsqueda por aires cada vez más claros y frescos emprendía largas caminatas.

Sin vientos no hay buenas ideas y son los aires los que nos recuerdan, mueven y empujan lo que buscamos. Respiramos hondo cuando tomamos valor y nos derrotamos cuando lo expelemos. Suspiramos largamente ante el amor y fuertemente por la apatía. Dios no puso amor en la sangre al crear al hombre, puso aliento de vida en su cuerpo.

Me parece justo afirmar que la verdadera desconexión en las ciudades empezó por la imposibilidad de respirar juntos. La rutina, el alejamiento, el temor, la inseguridad, la desigualdad hacen cambiar la respiración. Hemos dejado de pensar en la respiración del otro, en su aliento.

Vivimos en medio de un virus con la capacidad de afectar nuestra respiración, y si no somos sensibles a los cambios de ella, con fatales consecuencias. Pero también esa desconexión por la respiración del otro trae mortandad a cualquier desarrollo social.

COVID19 demostró, entre otras cosas, que el populismo no pudo hacer frente a un problema real, su gran voto popular no fue suficiente. El populismo puede identificarse por sus estilos de comunicación, la estrategia que pesa y funciona con base en la inclusión contra la exclusión. Es decir, el populismo agrupa, incluye a un sector y lo magnifica al mismo tiempo que marca las diferencias con otros grupos. Respira junto y por ellos, dando características propias, atributos bondadosos y al mismo tiempo se critica y enuncian los malvados elementos de otros grupos que al ser excluidos se convierten en enemigos. Otros aires, otra respiración.  

Siempre habrá algo que justifique cualquier efecto en un discurso. Para todo hay un culpable.

No solo el virus cambia el aliento, también lo hace el miedo, a todo nos acostumbramos y en México, el paciente México, poco a poco hace su vida con el virus, con sus chistes y con los nuevos enemigos que combinados con el virus lo hacen más letal.

En México siempre hemos tenido la imagen del aguerrido combatiente, el valiente, la revolución mexicana fue una de las más violentas del mundo, su gastronomía y chiles exigen una dosis extraordinaria de valor. Pero sobre esa valentía hemos sido muy pacientes. Pacientes para acostumbrarnos durante años los altos índices de violencia, pacientes para reconocer durante años los estragos evidentes de la corrupción, pacientes durante años para tantas tropelías. Incluso hoy somos pacientes al tratar de defender tantas cosas que estaban mal en el pasado. Hoy sabemos que no somos un buen paciente, los altos números de fatalidades buscan nuevos responsables.

En México esperamos nuevos aires, desde que llegó el viento, buscadores incansables, me parece que ya hemos olvidado incluso lo que buscamos, porque la búsqueda encanta y retiene a quienes la profesan.

Sigamos cultivando el aliento, porque al final la humanidad es un cúmulo de respiros.

Yo soy Héctor Gil Müller y estoy a tus órdenes.

La justicia como medio

Héctor A. Gil Müller

Emilio Lozoya Austin fue durante 4 años director general de PEMEX durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, hoy se le enfrenta a proceso por enriquecimiento ilícito y asociación delictuosa, sin embargo, su arribo a México, proveniente de España donde se le detuvo, ha estado marcado por una serie de actos procesales que hoy lo hacen estar desde algún domicilio, resguardado, siguiendo su proceso.

Se antoja pensar que estos privilegios, que otros procesados no cuentan, se deben a una protección intencionada por un apetecible banquete político, que puede conectarse con un sinfín de personalidades.

Ya en otras partes del mundo vemos avanzar la presión por una justicia que lleve y siente en el banquillo a los otrora poderosos. En Colombia el expresidente Álvaro Uribe hoy enfrenta un nuevo proceso judicial dándole herramientas al mundo que está buscando reconstruir la confianza que un virus ha trastocado, porque si las fronteras que vieron guerras por defenderlas, y tuvieron muros gigantescos para protegerlas, cayeron rendidas ante minúsculas gotitas de saliva. Cuanto más los gobiernos enfrentarán protestas, véase Alemania y sus manifestaciones ante las medidas de confinamiento.

El presidente López Obrador es un experto en construcción de escenarios políticos, ha posicionado su agenda con un solo espacio diario, la mañanera, conferencia de prensa “libre” que responde directamente a las preguntas formuladas en sus terrenos y sobre sus temas, pero ese esquema no ha sido replicado por ningún otro actor político en el país, lo cual demuestra una inmensa incapacidad de enfrentamiento en los mismos valles. Luchar a distancia causa heridas que no se miden.

En esos escenarios está el país, que ha sabido aplaudir, porque aumentó inmediatamente su aprobación presidencial, no solo la detención de Lozoya sino su manejo político. Seguramente Lozoya forma parte de una estrategia que aporta varios respiros a un régimen que enfrenta tiempos difíciles. Al mismo tiempo Rosario Robles, exsecretaria de Estado purga su condena sin mayor mérito ni concesión, como si se tratase solamente de la venganza, contra quien le entregó la jefatura de la ciudad de México al hoy presidente López Obrador. Pero en ese caso la justicia no es arma ni discurso, sino oportunidad y descanso de un profundo rencor que con el tiempo no se enfrió.

En el año 2004, cuando AMLO estaba en su último año como jefe de gobierno del Distrito Federal, se le responsabilizó de violar una orden judicial que exigía la suspensión de la construcción de una calle en un terreno expropiado años atrás por gobiernos anteriores. Aunque los trabajos fueron suspendidos, se alegó que el cumplimiento de la orden había sido dilatorio iniciando un proceso de desafuero político para poder juzgarle. Esta acción impediría su registro como candidato a la presidencia del país en 2006, siendo presidente de México Vicente Fox, muchos se preguntaban si el proceso perseguía justicia o era una artimaña política, quien mejor lo expresó fue el priista Roberto Campa Cifrián que dijo: "El origen de todo esto no es que López Obrador sea un delincuente, sino que es un candidato peligroso, que nos va a ganar".

La justicia entonces no se entiende como un fin, sino como un medio, al igual que pensamos en la pobreza como un número, la empresa un sector, la salud una política y el desarrollo una aspiración, cuando despertemos va a ser duro.

Yo soy Héctor Gil Müller y estoy a tus órdenes.

Un segundo renacimiento

Héctor A. Gil Müller

COVID19 ha detonado muchas otras epidemias, que ya padecíamos, nos ha mostrado terribles malestares, virus ideológicos que se esparcen y toman consciencia como el racismo, la desinformación, la manipulación y en si una predilección por lo individual que por lo colectivo.

El renacimiento, durante el siglo XV, estuvo marcado por una pandemia que mostró el pobre lugar que tenía el individuo en su propia escala. Sobrevivían sin tener acceso a algo más que lo que habían heredado.  Las universidades, por albergar el pensamiento científico, se erigieron con gran poder, como asesores ante el nuevo mundo.

Hoy nos asombra la similitud, una pandemia ante la cual la Universidad de Oxford toma la delantera en la carrera por la vacuna, en un mundo económicamente agotado donde difícilmente tenemos acceso a algo más que lo heredado, pero no en lo físico, sino en muchos otros verdaderos bienes. El malestar nos ha mostrado como el individuo ya no es suficiente y ahora conviene pensar en lo colectivo.

Para Jung el proceso de la cultura consistía en la progresiva doma de lo animal que hay en el hombre, aunque el progreso científico nos ha maravillado y parece que alcanzaremos una vacuna para el COVID19 en tiempo record, hemos visto que la latente naturaleza gobierna.

El hombre está suspendido entre la consciencia colectiva y la consciencia del yo, pero quizá sea tiempo de disminuirlo. La crisis capitalista ha mostrado que no hay cabida para todos, que lo individual puede conducir al esfuerzo, pero siempre existirá un sector al margen que como comunidad nos haga enfrentar retos imposibles en soledad.

El hombre masa es siempre víctima de algún ismo; fascismo, nazismo, comunismo, capitalismo, liberalismo. La solución no está en pensar en el otro, eso también es individualismo, sino pensar en nosotros, una figura plural que nos incluye por igual.

Los países continúan implementando políticas públicas que pretenden corregir las deficiencias de un modelo económico que por naturaleza genera inequidad, los gobiernos se convierten en eternos jornaleros que van cubriendo los desgastes que adelante se siguen haciendo, y están llegando a límites en la prontitud de su función.

El populismo aumenta, porque tras la derrota de “los otros” siempre surgen las víctimas u oprimidos y los culpables u opresores, pero esa oclocracia, o gobierno de los oprimidos, la historia ha mostrado como degenera y da paso a otros excesos. El cambio debe ser mayor, un segundo renacimiento, como aquel que habiendo nacido lo vuelve a hacer.  

El populismo está llenando un vacío que otros regímenes han dejado. No hay respuesta ante la injusticia, la desigualdad y por ende la crueldad. La protesta incluso está llenando los vacíos que se han dejado. Y seguramente no será suficiente, pero en un mundo en que los mercados y las economías ven que pueden soportar que la vida acabe, pero no que se pause y nos debe ocupar guardar silencio para no atemorizar a los mercados con nuestros problemas de humanidad, muchas cosas pueden renacer.

Yo soy Héctor Gil Müller y estoy a tus órdenes.

Un barco sin bandera

Héctor A. Gil Müller

Quizá mucho de los actos que juzgamos perversos en la historia sean resultado de la estupidez, aunque difícil y escapista de definir, muchos autores hoy están poniendo el concepto de nuevo en la balanza, pensar que el mundo se encuentra entre el bien y el mal y que ambos actores solo pueden ejercer aquello que la historia juzga como actos bondadosos o actos malvados es ridículo. Nuestra propia vida no es así, entre la cuna y la tumba cometemos muchas estupideces, algunas con mayores o con menores consecuencias.  

Estados Unidos ha armado muchas sociedades que digna o indignamente premian actos que solo pueden entenderse en el plano de la estupidez. Desde 1985 en Estados Unidos se entregan los “Premios Darwin” producto de la ironía y grandes fracasos, que concluyen en la muerte o esterilización de quienes los cometen, en cada candidato debe existir una asombrosa falta de sensatez, un acontecimiento veraz y razones suficientes para demostrar la madurez y que el comportamiento no fue obligado sino voluntario. Así ha conquistado esta distinción quienes han muerto por los mecanismos dispuestos para su propia protección, quienes han preferido fotografiar el momento antes de huir o aquellos que por lo general comienzan la travesía con un “mira, esto va a estar bueno”.

Pero también se premia parodiando a los Nobel, los procesos de investigación considerados inútiles, los premios “Ig Nobel” han reconocido el esfuerzo de equipos científicos preocupados por el hallazgo, mediante la ciencia, de conocimiento fresco y verdadero. Por ejemplo los efectos en la salud por comer espadas en los circos, o demostrar que las ratas son incapaces de distinguir a quien habla japonés al revés y una persona que habla holandés al revés.

También en lo legal, se reconoce mediante el premio “Stella”, las demandas o sentencias ridículas o escandalosas, este premio es inspirado en Stella Liebeck, quien en 1992 derramó su café caliente sobre su pierna causándole quemaduras, denunció a McDonald´s, por su falta de cuidado y capacitación a los clientes para el uso de café caliente por 2.9 millones de dólares, estos daños fueron reducidos por un juez a 480,000 dólares y la obligación en McDonalds de advertir a sus clientes que el café caliente, está caliente.

Sin duda algo va mal, por maldad, estupidez, omisión o decadencia, pero las cosas no andan bien.

De las 50 ciudades más violentas 42 estén en américa latina y de ellas 19 ciudades están en mi país, es estúpido que incluso protestemos por todo, menos por ello. De las 10 ciudades más violentas de todo el mundo, México tiene 6 de ellas, incluyendo los primeros 5 sitios.

Que difícil pensar que las muertes, número histórico por COVID19, compiten contra números record por asesinato. O incluso que cada dos horas desaparezca un mexicano

Es estúpido que nos preocupemos por libertades del primer mundo, cuando no hemos podido corregir la decadencia del tercero.

Un barco sin bandera es una nave que aún no ha sido conquistada, no podemos andar por la vida sin sabernos parte de algo, cada comportamiento debe sumar, intencionalmente a lo que queremos, a aquello que nos ha conquistado. Ojalá nos conquisten verdaderos motivos para hacer que esto cambie.

Yo soy Héctor Gil Müller y estoy a tus órdenes.  

El amparo y el COVID

Héctor A. Gil Müller

En el acta de reformas constitucionales de 1847, votada por el congreso y en cuya comisión redactora lideraba don Mariano Otero, se establecería una de las figuras icónicas del derecho mexicano. Además de la supresión de la vicepresidencia en el país, que había sido tan vapuleada en el periodo de su Alteza Serenisima Antonio López de Santa Anna surgiría el amparo como medida protectora del garantismo mexicano.

El amparo ya existía en 1841 en la Constitución de Yucatán, don Manuel Crescencio Rejón había establecido una figura que permitía amparar en el goce de sus derechos a los que pidan su protección contra las providencias del gobernador.

El juicio de amparo es un mecanismo de control para salvaguardar las garantías constitucionales contra actos de autoridad, fue pensado para evitar la injusticia ante el poderoso, que, embriagado o cegado por su poder, realice actos que lesionen los derechos adquiridos por la misma constitución política.

Ninguno de los juristas que pugnaron para establecer el amparo, ni Otero ni Rejón, se hubieran imaginado que el amparo circularía para proteger a médicos y enfermeras ante el covid-19, en nuestro país, decenas de médicos están recurriendo al amparo para evitar atender a pacientes graves de esta enfermedad. Se vuelven diarias las noticias de como personal médico de Monterrey, Puebla, Guadalajara, Metepec y en muchas otras ciudades, han solicitado a la autoridad suspender el acto que les obliga a trabajar en una institución pública.

Hipócrates que vivió en el siglo V a. C., redactó en su juramento: “No llevar otro propósito que el bien y la salud de los enfermos”, condena el mismo instrumento: “Si cumpliereis íntegramente con este Juramento, que podáis gozar de vuestra vida y de vuestro arte y disfrutar de perenne estima entre los hombres. Si lo quebrantáis, que vuestra conciencia y el honor de la profesión médica en la que acabáis de ingresar os lo demanden.”

El IMSS está recibiendo la mayor cantidad de enfermos de COVID19, y está reportando también la mayor cantidad de fallecimientos a consecuencia del temible virus, al mismo tiempo que el personal médico renuncia o se ampara para no atender pacientes con COVID19, los que quedan sufren violencia y la discriminación por el ejercicio de su profesión.

Y en el mundo del revés, donde hay lobos buenos que molestan los malos corderos, hay piratas honestos y brujas hermosas también habrá camas disponibles, pero sin personal que las sepa usar. No todo era comprar ventiladores, sino tener las personas necesarias para usarlos. Ante el COVID en México: Si salgo, que no me infecte, si me infecto que no me agrave, si me agravo que no me intuben, si me intuban que haya camas, si hay camas que haya gente y si hay gente que no la ataquen.

Complicado escenario, se dificulta así el esfuerzo. Hemos abandonado el ser y ahora vemos que somos actos humanos y no seres humanos. En palabras de la poetisa polaca Wislawa Szymborska: Se nos ha negado la idiotez de lo perfecto.

Yo soy Héctor Gil Müller y estoy a tus órdenes.

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