Héctor A. Gil Müller

Tim Elmore, uno de los más famosos estudiosos de la llamada generación Y o millennials, apunta dos evidentes características de las actuales generaciones; están sobre expuestos a información aun antes de poder comprenderla y están menos expuestos a situaciones de vida aun y cuando ya puedan manejarlas. Es decir, conocen más, pero han vivido menos.

Sin lugar a dudas vivimos una época dotada de gran información, es increíble la cantidad informática que podemos albergar en nuestro más pequeño teléfono, no es posible consumir en su totalidad, ni aun en la más pequeña parte, lo que nos provee la internet sobre cualquier tema. Resulta adictivo buscar entre la red datos, conocimiento y opiniones.

Pero en ese contexto, que pareciera provechoso, se presentan malestares. La infobesidad es un término novedoso para referirse a la ingesta excesiva de información. Se vuelve adictivo su consumo y ocurre lo que los semiólogos han llamado la “parálisis del análisis”. La información debe permitirnos nutrir el criterio para detonar la acción, pero cuando la información no impulsa el movimiento sino nuevamente consumo de información caemos en ese acaparamiento lastimoso que nos impide actuar.

También existe el término “infoxicación” que es un malestar ocasionado por la información, pero no priva la acción, sino que la contamina, existe tanta información y no toda es verdadera, pero la interpretamos como información, que también paraliza la acción y el malestar que ocasiona se disemina.

Debemos tener cuidado con la información, no solo porque ella es sensible, sino porque puede convertirse en un barril sin fondo. En medio de esa vorágine de información surgen noticias falsas, información caduca, evidencias que no lo son e indicios que jamás lo fueron, porque la información puede mezclarse con el imaginario y en los tiempos de las redes cualquier palabra es fuente. Debemos ser cautos, como empecé esté párrafo, ante estos dichos.

La función de un gobernante es tomar decisiones, se ha confiado en su criterio, que es el principal argumento que se expone en una campaña. Se ha decidido que él puede “representar” a la nación y si bien la participación ciudadana debe mantenerse siempre, la ley establece un marco sobre el cual debe tomar decisiones.

La generación actual está acostumbrada a tanta información, y alguna de ella ni siquiera la registra, pero debemos cultivar la noble habilidad de discernir, así mismo en la función pública se debe discernir sobre aquellas decisiones que conviene y es posible entregar a la mayoría, algunas otras decisiones, como las económicas, deben ser resultado del análisis y experiencia de quienes han de ser considerados como expertos.

Seamos conscientes que construir comisiones que simplemente procesen información interminable puede ser dañino y posterga reacciones que deben tomarse. Es buena la sapiencia de la segunda opinión, pero cuando ésta se convierte en la octava o novena, no estamos buscando información sino estamos buscando encontrar la respuesta que queremos.