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El empleo y el futuro.

Héctor A. Gil Müller

“Si el trabajo fuese bueno, no le pagarían a alguien por hacerlo” exclamaba el parroquiano mientras sorbía en su taza de café. El trabajo es uno de los pilares angulares de la conformación de nuestra sociedad, economizada hasta en los sueños. Los países miden su desarrollo a partir de su potencial laboral. Mientras su importancia sube, y se humaniza más, pues la automatización está revelando nuevos espacios de trabajo humano. Los paquetes de atracción de talento, hace unos años solo era un recurso humano, compiten por detonar nuevos esquemas de colaboración, conexión y compromiso. Las presiones competitivas de una nueva economía de compromiso laboral presionan constantemente y aunque la oferta crece la demanda se mantiene ante generaciones expectantes de escuchar el nuevo discurso que explique cómo funciona el futuro prometedor. Antes era trabajar y disfrutar del júbilo de la vejez, pero ahora el discurso aún está susurrante.

El Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Información, INEGI ha circulado los indicadores de ocupación y empleo, en estos datos se aprecia un ligero aumento en la Población Económicamente Activa, medido contra el mismo periodo del año pasado, el aumento es de 491 mil personas. Mientras que la población no económicamente activa creció 177 mil. Un indicador importante que ofrece el estudio es la cantidad de personas subocupadas, es decir, aquellas que declararon tener necesidad y disponibilidad para trabajar más horas, son 4.7 millones, es decir un 8.3% de la población ocupada. Los indicadores muestran cierto éxito, aunque en muy poca medida, según el crecimiento poblacional, la tasa de desempleo disminuyó un 0.1 puntos porcentuales y la tasa de subocupación lo hizo 0.7%. La brecha entre hombres y mujeres sigue siendo todo un tema y se perciben mayores dificultades en el trabajo y el ascenso en el mismo si se es mujer a si se es hombre.

Por las mismas fechas el Banco de México presentó su informe trimestral destacando un panorama atípico como resultado de las repercusiones de la pandemia y el conflicto bélico actual. La inflación global se ha mostrado al alza en algunas economías mostrando números históricos, por lo mismo las expectativas de crecimiento se han ido sugiriendo a la baja. En un nuevo ajuste a sus expectativas de crecimiento, la economía nacional, según este órgano central, prevé un crecimiento de PIB para 2022 de entre 1.7% y 2.7% con una estimación central de 2.2%. Para 2023 se anticipa una expansión del PIB de entre 0.8 y 2.4% con una estimación central de 1.6%. Este último contrasta con el informe del trimestre anterior que indicaba un 2.4% de expansión.

Ambos paquetes de información parecen coincidir en la necesidad de generar esquemas de empleo con un mayor dinamismo. El futuro del empleo sin duda alguna está cambiando, es evidente que el empleo vitalicio ha quedado como una época histórica, y que el futuro se antoja no con más empleados sino con mayor número de empleadores. Afirmaba una estudiosa de la economía: “mi padre tuvo un empleo durante toda su vida, yo he tenido seis empleos durante mi vida, mis hijos tendrán seis empleos simultáneamente” y esa es una realidad, el dinamismo y nuevas formas de contratación están impulsando nuevos esquemas de combinación a los que conviene estar preparados.

La militarización

Héctor A. Gil Müller

En los últimos años, en México hemos visto una importante participación militar en varios aspectos de la vida pública. La actuación del ejército en actividades de administración, gestión, coordinación, resguardo, construcción e incluso sanitaria genera diversos problemas que es conveniente advertir.  En psicología del color el verde exige respeto, incluso un temor reverencial, esta es la razón que la mayoría de los monstruos sean de color verde. El traje militar implica esa reverencia ante una disciplina total, construida para generar resultados, un resultado que no concilia, que no consensa, que se impone.

El Presidente Mexicano ha construido una importante red de participación con el ejército para todos aquellos espacios en los que ha concluido existió corrupción o tienen un riesgo de ataque. Pero no se restringe a la defensa, sino a la operación. Los países no deben militarse, al menos no los que han madurado sus instituciones.  Y si en un futuro eso termina; ¿Cómo se logrará la recuperación civil de esas funciones?, ¿el ejército está dispuesto para dejar de percibir los beneficios económicos?

Uno de los problemas que enfrenta el ejército es que son tantos los frentes de una batalla que no se resuelve con fusiles, que su desgaste es conclusión evidente. Los fallos son posibles, pues el acuartelamiento no significa el genial talento, como debimos haber aprendido durante el milagro mexicano y ese enfoque en no tener que importar nada para solo obtener el beneficio de la exportación, el resultado; un atraso en tecnología, calidad y madurez de fabricación que nos limitó a maquilar y no a crear.

Si hoy el ejército es constructor, ¿estará preparado el gobierno para retomar su genuina función cuando así lo requiera?, el ejército ha debido aumentar su personal y gasto para hacer frente a estos compromisos, ¿qué pasará cuando se acabe la necesidad de su participación? No hay evidencia de un manejo a largo plazo de una militarización de cualquier Estado que sea provechosa. El repliegue de cualquier ejército nunca ha sido grato, al contrario, ha sido convulso. El aprendizaje requerido ha sido también largo, pues el ejército está disciplinado para concluir situaciones. Su visión no es de repliegue, de resistencia o de continuidad, es de batalla y las batallas por lógica se ganan o se pierden no se mantienen.

Pero, así como en nuestro lenguaje mexicanizado aunque los trenes van por vías y los carros por carriles, los trenes se descarrilan y los carros se desvían. Así el país madura dejando de responsabilizarse de sus propias funciones. Siempre he pensado que un enfoque pleno en derechos humanos implicaría la inexistencia de las armas, ¿no lo cree?, si la vida fuese sagrada o se considerase el primer bien, no hubiese ningún tipo de arma, mucho menos construidas por el propio estado. ¿cabe entonces la militarización en ese futuro? Vivimos en el reino que Goytisolo había descrito: Erase una vez / Un lobito bueno / Al que maltrataban / Todos los corderos / Y había también / Un príncipe malo / Una bruja hermosa / Y un pirata honrado / Todas estas cosas / Había una vez / Cuando yo soñaba / Un mundo al revés.

Heridas que duelen

Héctor Gil Müller

En Sabinas, Coahuila, en el pinabete, habitantes de la comunidad de “las conchas”, reportaron al sistema de emergencias 911 el miércoles 3 de agosto unos minutos después de las trece horas, el colapso de una mina de carbón, una de las llamadas “pocitos”, cercana al rio sabinas se inundó atrapando en su interior a 10 mineros.

En la región de carbonífera de Coahuila, existen un total de 67 pequeños y medianos productores de carbón que se constituyen en 2 asociaciones mineras y productores independientes. Los pocitos, como son llamados, son construcciones artesanales, tiros profundos de un poco más de un metro de diámetro, por el que bajan en canastas o en cuerdas los mineros para acceder a las minas subterráneas, tienen escasas medidas de seguridad y se vuelven trampas mortales por el poco cuidado en su construcción. En Coahuila con 1967 títulos de concesión se entregó la operación del 11% del territorio con yacimientos. El 88% del territorio aún no cuenta con una concesión entregada, su explotación se realiza al margen de cualquier autoridad.

Coahuila es el principal proveedor de Carbón en el país. El negocio del carbón, con una extracción anual de 2,161,197 toneladas representan un ingreso de $1,293,654,592 según los datos del Servicio Geológico Mexicano. Este accidente minero nos duele una vieja herida. El dolor lo focalizamos y arreglamos una zona adolorida que no es la que más aqueja. Existen otros trabajos al margen de cualquier derecho, los mal llamados empleados de confianza que incluso en el Estado se encuentran desprovistos de las prestaciones sociales que les corresponden. Los nuevos modelos económicos presionan a hombres y mujeres a trabajar sin las prestaciones mínimas, incluso quienes deben participar en sorteos para poder jubilarse o disfrutar de su pensión. Nos hemos acostumbrado a partir de un mundo que va tan rápido como para fijarse en los derechos y conquistas.

Aplaudimos el ingreso de nuevas plataformas de transporte como Uber, didi, rappi obviando que sus empleados no cuentan con los servicios mínimos de seguridad social, no acceden incluso a los beneficios de seguros que cubran los percances en que pudieran verse afectados. Son como pocitos, pero en el asfalto de la ciudad.

Los pocitos parecen ser la expresión de un apetito económico que no se satisface invirtiendo en el trabajador, pero eso pasa en muchos lados. El propio estado separa en dos apartados los niveles de funcionarios, sin saber que el trabajador es trabajador. Hay sectores, al aire libre, cuyos empleados están bajando en un pozo de difícil retorno. La oferta laboral presiona y estimula que estas prácticas pasen de largo. El crecimiento empresarial exige reducir al por mayor los gastos para hacer frente a cualquier desafío, pero, así como en una empresa que hace paros por una excesiva producción afecta el salario de un trabajador, se vuelve una normalidad en un mundo en la que el trabajador es lo menos importante.

Quienes ingresan a un pocito se despiden, quizá con la misma intensidad que quien decide viajar por carretera en el país. La gestión que concluya con prácticas desleales en los que la persona ocupa un espacio secundario en la fórmula económica debe ser una realidad en los pocitos de la minería y en otros trabajos que duelen por igual, pero nos hemos acostumbrado.

Hay heridas que duelen, pero que no son las únicas.

Obligaciones humanas

Héctor A. Gil Müller

La civilización alcanzó un importante avance cuando el 10 de diciembre de 1948 los Estados signaron la Declaración Universal de los Derechos Humanos. En este pliego internacional reconocían las condiciones necesarias para el libre y potencial desarrollo de la persona. El paquete de reconocimiento básico de los derechos significó un adelanto en materia jurídica pues al reconocerse ese contenido fundamental se avanzaba en la concreción de las necesidades humanas. Respondió a la evidente y voraz destrucción mostrada por los seres humanos durante una guerra tan terrible como la segunda guerra mundial. Eliminar esas conductas, y por ende tales atrocidades, mediante la reafirmación de la identidad de todas las personas a partir del reconocimiento de derechos postulados como innatos, ha logrado aliviar algunos de los problemas individuales y sociales, dando una guía ante el desconocimiento de los mismos, independientemente del régimen o declaración estatal.

Pensar en Derechos Humanos hoy día es pensar en la humanidad, en la libertad mínima necesaria y exigida para construir y vivir. A lo largo de las últimas décadas ha aumentado nuestra conciencia sobre dolencias de la humanidad, que han sabido proyectarse, identificarse y seguramente resguardarse, pero aún no ha sido suficiente, aunque el camino parece trazado se desdibuja ante múltiples desconocimientos y elementos que, desde la ignorancia, se anidan y juzgan la realidad. 

Los derechos siempre van emparejados a un concepto de obligación. Y no podemos ser parciales al buscar la recepción de derechos sin advertir la necesaria complementación de obligaciones. Las obligaciones humanas parece ser un tema que pasa inadvertido en una lectura rápida y acelerada de los derechos humanos. Aún falta mucho por recorrer para asegurar ese respeto a la “humaneidad” del ser, pero no podemos olvidar las obligaciones que se generan siempre para construir una sociedad que no solo exige, sino que también otorga. Podemos hacer cárceles de absoluta libertad, que sin barrotes también nos privan.

En el año 2016, en una convención internacional realizada desde la Universidad Nacional Autónoma de México se señaló como principal conclusión lo siguiente: “La proliferación en el reconocimiento de los derechos ha provocado una comprensión equivocada. Numerosas personas han supuesto que los derechos no tienen correspondencia con las obligaciones. Es como si se pensara que un individuo ha asumido todos sus derechos para su crecimiento y la obtención de sus satisfactores, sin que con ello le implique asumir carga alguna para consigo mismo, sus semejantes, el entorno que lo rodea o para con el Estado. Es necesario pensar el mundo de los derechos en clave de corresponsabilidad.

Con los derechos humanos; ¿Estamos pensando en obligaciones humanas? Sabemos que la existencia de límites incluso al derecho aumenta su certeza y efectividad. ¿Cuándo entenderemos los límites? Los límites no privan de libertad, al contrario, traen velocidad y seguridad, como un conductor lo sabe mientras ve los límites pintados a la orilla de una carretera. Un bebe sin límites en su andar corre el riesgo de lesionarse si no cuenta con la guía correcta, la obligación es importante, quizá en su momento entenderemos que la obligación es el elemento de crecimiento humano.

El México Futuro

Héctor A. Gil Müller

Siempre las tensiones bélicas han tenido un importante detonante económico, lo sabemos por el ánimo expansionista del siglo XX y el impulso colonizador del siglo XVIII y XIX. No podemos asumir que la historia es cíclica pues entonces el futuro no sería un elemento oculto a nuestra percepción, pero seguimos usando a la historia como nuestra única guía del futuro aun y cuando vemos que cada acontecimiento histórico sobresaliente lo ha sido por no haberse presentado previamente. El problema no está en una falta de análisis, en muchos casos, sino en una falta de imaginación para poder percibir que el futuro incluye elementos que antes no se habían presentado y por ello es futuro, traducido del latín “lo que ha de ser”.
La tensión entre China y Estados Unidos tiene un componente económico, una presión inflacionaria que es desconocida para el gigante económico y además una necesidad de fortalecer un liderazgo geopolítico en un tiempo en el que parece que Estados Unidos ve amenazada su influencia ante un mundo que ha optado por cambiar los esquemas. Los movimientos siguen dictando la política, Trump fue un movimiento y como consecuencia Biden, un político construido a la escuela más pura de la política pero que hoy cuenta con una de las más bajas aprobaciones presidenciales.
¿México puede beneficiarse de esa tensión? El nacimiento precede al crecimiento, México puede aprovechar muchos de los sectores que ya se encuentran en operación como ocurrió durante el milagro mexicano como resultado de la segunda guerra mundial, pero en aquel entonces el ofrecimiento era manual, hoy debe ser productivo.
Un entorno adecuado para el desarrollo implica primeramente nacer a la producción. La maquilación sigue imperando y la esperanza parece ser nuestro único mensaje ante un desafío. El mundo no se conquista desde la pasión, es falso “querer es poder” si fuese cierto todos tendríamos lo que queremos, entre el querer y el poder hay disciplina, una sucesión ordenada de pasos que conlleva al éxito. Ser disciplinados implica que los resultados no son consecuencia de un ardid o apasionamiento momentáneo, sino el aplomo de intentarlo. Por ello afirmo que el nacimiento precede al desarrollo, las sociedades deben nacer a los elementos que les permitan competir antes de crecer en ese rubro.
México tiene una posición estratégica que puede beneficiarse significativamente con cualquier conflicto productivo, pero hemos desaprovechado el ambiente, así como hemos dado la espalda al mar hemos declarado un descuido por la producción inteligente, seguimos anclados en el trabajo manual, por lo que aun medimos como síntoma de desarrollo la creación de nuevos empleos independientemente de los retos o exigencias que ellos tengan. No existe un compromiso por el trabajo del futuro, hemos desaprovechado incluso el aprendizaje del teletrabajo que la pandemia ha dejado a muchos otros países. Medimos el pasado, pensando que el futuro será igual. Somos parciales en el enfoque y lo peor, mediocres en la tabla. Nos importa si hay o no trabajo, no la calidad o futuro del mismo, similar a medir el alfabetismo y no la calidad educativa como un elemento para el futuro. Lejos de pensar en el México histórico, debemos pensar en el México futuro.

 

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