Héctor A. Gil Müller

La sociedad actual no puede entenderse a partir de nuestro instinto, se ha complicado a tal grado que es difícil su descripción, aunque podemos aproximarnos al conocimiento gracias a la historia, es fácil constatar que muchas cosas no se han aprendido a pesar de haberlas sufrido. Estamos más seguros en no ver y creer en lo que fue, que en ver y no creer en lo que será. 

En el imaginario social, sobre todo el latinoamericano, los problemas tienen siempre responsable que es uno y otro, es decir, identificable y lejano, los problemas se conciben como el triunfo de unos sobre otros. Y si el problema es por otro, la solución y salvación vendrá por alguien más. Este pensamiento parece muy apropiado por una generación muy interesante y sumamente estudiada a partir de la “moda” sociológica. 

La generación equis se caracteriza por una predisposición al individualismo, su relación con la sociedad es posterior al yo, mientras los baby boomer (BB) hablaban de nosotros y los millennials (M) de “los otros”. La generación equis se interesa sobre el hoy, los (BB) por el mañana y los (M) por siempre. La generación equis cuenta con varios records, como el mayor consumo de bebidas azucaradas y energéticas, al ser una generación dormida que buscaba despertar, cuan diferente se ven los hábitos de consumo actual, en que se compra una mayor cantidad de bebidas relajantes y naturales como una generación despierta que busca adormilarse. La generación equis, cuyo movimiento político se da en la década de los ochentas y noventas no realizó grandes modificaciones, como sus antecesores lo hicieron o sus sucesores implantaron las nuevas primaveras. 

Las anteriores descripciones no son más que permisiones que se otorgan algunos observadores pero que algo muestran, en una generación cuyas características no son genéticas, aquí se cae mucho en la confusión, sino sociales, es decir resultado de un entorno cultural similar. Equis no proviene de la literal X originada en el antiguo proto-sinaítico y que los griegos habrían de perfeccionar, viene de la palabra griega aequus que forma palabras tales como equilátero o equidad, significa igual. En nuestro discurso está presente la equis, cuando nos referimos a que tal o cual acción o decisión está equis, igual al resto, no me importa. 

También la equis, pero no solo la generación o el discurso, sino el ícono nos ha determinado en la cultura. En cualquier ventana, en nuestra pantalla en la que hemos, apretadamente y apuradamente encerrado al mundo, en los dispositivos que cargamos y que cargan con nosotros, la equis representa el fin, tan fácil como clicar en una equis para terminar con tal o cual conexión. El molesto anuncio nos hace buscar la equis, que tarda en llegar, pero lo hará, la pantalla se apaga tan solo con la equis. 

Qué difícil es identificar el responsable antes que la solución, quizá eso me vuelve más equis, pero lo cierto es que las acciones tienen consecuencias y sobre ellas pesa el tiránico destino. No podemos simplemente cambiar la página ante el mal trazo, cada página es valiosa, como país, como individuo, la vida no son solo consecuencias en el hoy, los errores no se gastan con la equis, estamos sembrando y decidiendo el mañana y seguramente el siempre. Quizá no existan culpas y solo sea un momento equis.