Dice Simone de Beauvoir que la teoría del materialismo histórico ha sacado a la luz verdades importantísimas. La humanidad no es una especie animal: es una realidad histórica. La sociedad humana es una anti-physis: no sufre pasivamente la presencia de la naturaleza, la toma por su cuenta.
Esta recuperación no es una operación interior y subjetiva, sino que se efectúa objetivamente en la praxis. De este modo, no podría ser considerada la mujer, simplemente, como un organismo sexuado. Entre los datos biológicos, tienen importancia sólo los que adquieren en la acción un valor concreto; la conciencia que la mujer adquiere de sí misma no está definida por su sola sexualidad: refleja una situación dependiente de la estructura económica de la sociedad, estructura que traduce el grado de evolución técnica alcanzado por la humanidad.
En su análisis en, “Hacia una antropología del género”, Sonia Montecino Aguirre, agrega: “Desde hace algún tiempo el concepto ‘la mujer’ como una categoría sociológica unívoca ha dejado de utilizarse en las Ciencias Sociales y se ha preferido hablar de género, como un modo de diferenciar los datos de la biología y los culturales a la hora de definir lo que se entiende como masculino y femenino, o como hombre y mujer.