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Feminismos en corto y sin tanto rollo: Amig@, date cuenta

Haidé Serrano

Piensa en todas las mujeres que conoces mayores de 15 años. Incluye a tu mamá, hermanas, primas, tías, abuelas, amigas, compañeras de trabajo. Súmalas. Ahora, imagina que el 70 por ciento de ellas han sido violentadas al menos una vez en su vida. Que alguien las lastimó físicamente o psicológicamente, también sexualmente, e incluso patrimonial o económicamente. Terrible, ¿verdad?

De acuerdo con la más reciente encuesta del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), la violencia en contra de las mujeres ha aumentado. Eso ya lo sabíamos, pero ahora que lo confirma el organismo referente de los datos, podemos transitar de la duda a la certeza. Al menos, esa es mi esperanza, porque sigo percibiendo incredulidad en diversos sectores de la población, que ponen en duda esta realidad pavorosa para quienes la conformamos la mitad de la población.

Los resultados de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2021 arrojan que: “Con respecto a 2016, los resultados de 2021 mostraron un incremento de cuatro puntos porcentuales en la violencia total contra las mujeres a lo largo de la vida. La violencia sexual registró el mayor aumento (8.4 puntos porcentuales).

“Estimó que, de un total de 50.5 millones de mujeres de 15 años y más, 70.1 % ha experimentado, al menos, una situación de violencia a lo largo de la vida. La violencia psicológica es la que presentó mayor prevalencia (51.6 %), seguida de la violencia sexual (49.7 %), la violencia física (34.7 %) y la violencia económica, patrimonial y/ o discriminación (27.4 %)”.

El indicador llamado “Prevalencia de violencia contra las mujeres de 15 años y más a lo largo de la vida, 2021” arroja que la media nacional es de 70.1 por ciento. Los estados a la cabeza son Estado de México (78.7 %), en segundo lugar, la Ciudad de México (76.2 %) y el tercer sitio lo ocupa Querétaro (75.2%). Quintana Roo registra el 70.4 por ciento, por encima de la media nacional que ya de por sí es altísima y muy cerca de las entidades más agresivas con las mujeres.

Las estadísticas tienen diversas utilidades, entre ellas está la que permite tener información científica para reorientar las políticas públicas. También sirven para mostrar los cambios sociales a partir de ciertos parámetros.

A mí me interesa destacar que contribuyen a persuadir a la sociedad de que hay una “cultura” terrible de la violencia hacia las mujeres. Usos y costumbres, como algunas personas prefieren llamarles, a las diversas agresiones en contra de las mujeres. La peligrosidad de la normalización de la violencia nos sitúa en un estado de conformidad, de así son las cosas, de “es la época que nos tocó vivir”. Una especie zona de confort que nos aleja de la toma de acción y ser parte del cambio hacia una cultura de respeto hacia las mujeres y sus derechos.

A ver si con los datos más recientes del INEGI nos convencemos de la gravedad de la situación, de la necesaria priorización de acciones para erradicar esta pandemia de terror hacia las mujeres y, sobre todo, de la reorientación de recursos públicos para erradicarla.

Feminismos en corto y sin tanto rollo: La “desobediencia” de Alejandro Fernández

Haidé Serrano

Las celebridades tampoco se libran de la violencia. Ni sus enormes presupuestos y equipos de marketing los salvan del escarnio. Los vigilantes de las “buenas costumbres” mantienen constante vigilancia para mantener a raya a los desobedientes. De lo contrario, levantan juicios en los tribunales de sus visiones binarias, donde sólo un mundo en blanco o negro es posible.

Como el caso del cantante mexicano Alejandro Fernández, quien de nueva cuenta ha sido blanco de las críticas por desobedecer los mandatos de la masculinidad mexicana, es decir, la masculinidad hegemónica.

Hace días publicó en sus redes una foto de su nuevo “look” (él salió a aclarar después que no es su nueva imagen, que así es y está). Lo que motivó frases supuestamente humorísticas, pero que en realidad son homofóbicas y misóginas.

Son los insultos comunes que hemos escuchado siempre, que forman parte de la cultura mexicana, y que hacen comparaciones tomando a las mujeres como parte del insulto.

Algunas de las frases que se compartieron por miles son: “Cada día se parece

más una lesbiana madura el Alejandro Fernández”, “Mi abuela se divorció, decidió ser libre y ahora viaja por el mundo. Los envidiosos dirán que es Alejandro Fernández”, “Vivimos lo suficiente para ver a Alejandro Fernández convertirse en señora de Las Lomas”, “Alejandro Fernández es la señora copetona que todas deseamos llegar a ser, algún día”, “Alejandro Fernández, empezaste siendo un don Vicente Fernández y terminas siendo toda una doña Cuquita”, “Es la señora copetona que todos deseamos llegar a ser”.

El cantante se mostró con cabello canoso, camisa floreada, aretes, en una postura relajada. Es decir, femenino y alejado de los mandatos de la masculinidad hegemónica, la queLa desobediencia reproduce sobre todo los modelos de los hombres violentos. Este tipo de masculinidad es la que genera desigualdades, violencia familiar, feminicidios y violaciones, entre otras. Es la masculinidad que les exige a los hombres no ser débiles, porque parecen niñas o “viejas”. Que no deben llorar. Que deben mostrarse agresivos, fuertes y valientes. Enfocados en el sexo como depredadores. Ser, sin duda alguna, heterosexuales. Perseguir y agredir a quienes muestren conductas, amaneramientos o indicios de homosexualidad. Hacer burlas y chistes a quienes desobedezcan los mandatos anteriores.

“La masculinidad hegemónica se ha descrito como una serie de estructuras sociales, ideológicas, políticas, económicas, familiares e individuales que regulan, entre otras cosas, las relaciones entre personas. En ese sentido, la masculinidad hegemónica ejerce violencia, discriminación y rechazo con todo aquello que se relacione con la feminidad, en tanto tiene que ver con una supraordinación de lo masculino sobre lo femenino. Esta violencia se ejerce tanto en contra de las mujeres como contra aquello que se percibe como femenino, incluyendo a la comunidad homosexual.” (Ignacio Lozano Verduzco, Tania Esmeralda Rocha Sánchez, Universidad Nacional Autónoma de México)

 

Este “bullying” masivo que padeció Fernández es un ejemplo de lo que le sucede a diario a miles de hombres, en todos los ámbitos y todos los estratos sociales. Les pasa en corto, con sus compañeros de trabajo, parientes, amigos, conocidos y desconocidos. Claro, si es que se atreven a desobedecer.

@HaideSerrano conduce y produce Feminismos en Corto sin Tanto Rollo. Está dedicada a la comunicación sobre feminismo, perspectiva de género, desigualdad y violencia. Ha trabajado en el servicio público, así como en diversos medios de comunicación, entre los que destacan Reforma y Excélsior. Ahora es columnista de Luces del Siglo. Es licenciada en Comunicación por la UNAM, maestrante en Género, Derecho y Proceso Penal.

Feminismos en corto y sin tanto rollo: Ser niña en México

Haidé Serrano

Ser niña en México, ser niña en un país violento contra las niñas, ser niña en un país que libra una batalla contra el narco. Ser niña en la sierra, en una zona rural. Ser niña y no poderlo ser a plenitud. Ser niña y que tu familia tema el secuestro, la desaparición, la trata. Así es la vida de miles de niñas en nuestro país. Una realidad que afecta más a las niñas pobres, indígenas, aisladas, sin oportunidades.

 

La película “Noche de fuego” de Tatiana Huezo retrata la infancia de tres niñas. Vemos cómo su vida, así como la de miles de niñas, se ve interrumpida, trastocada. Un pequeño pueblo sin señal de teléfono, sin internet, ese lugar que puede ser cualquiera de México. Nos asomamos a la vida de un pueblo de menos de mil habitantes para ser testigos de cómo secuestran a las niñas, sin esperanza de regreso y sin justicia.

 

La presencia de los narcotraficantes avasalla a los habitantes, quienes también son obligados a trabajar para ellos a cambio de “protección”

 

En la peluquería del pueblo se ha creado un lugar de seguridad temporal, donde las mujeres y madres se intercambian claves para continuar “tranquilas” y con vida. Un corte de pelo, “de niño”, es el salvoconducto temporal para intentar ocultar y proteger a las niñas.

 

Tatiana Huezo es una extraordinaria cineasta que elige con asertividad las palabras e imágenes para transmitir la desolación y el terror. Como cuando vemos a una madre y a su hija niña cavar una fosa, una tumba temporal, que la puede mantener irónicamente con vida.

 

En México, diariamente desaparecen 14 niñas, niños y adolescentes, de acuerdo con la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM). “Desde que se tiene registro (a partir del año 1964), 82,328 niñas, niños y adolescentes han sido registrados como desaparecidos en México, hasta el 25 de octubre de 2021. De este total, 19.9% (16,378) continúan desaparecidas a la fecha, siendo 8,518 de ellas mujeres y 6,952 hombres. Las mujeres representan 55.2% de estos casos. Las restantes 65,950 personas de 0 a 17 años fueron localizadas, aunque 1% de estas desapariciones (710 casos) fueron halladas sin vida. https://derechosinfancia.org.mx/v1/redim-hace-publico-datos-de-ninezdesaparecida-reconocidos-por-comite-contra-la-desaparicion-forzada-de-la-onu%EF%BF%BC/#:~:text=Desde%20que%20se%20tiene%20registro,ellas%20mujeres%20y%206%2C952%20hombres.

 

La participación de los hombres en esta cinta —y en la realidad— es la de los agresores, los tratantes, los secuestradores, los padres ausentes, los niños que luego jóvenes no tienen otra opción que sumarse a las filas de los narcos, que son quienes les dan trabajo. Los hombres son los militares que se cubren de las balas de los narcos sin repelerlas o defenderse. Los hombres que pilotan aviones que riegan mata cultivos no en los cultivos de droga sino en las poblaciones y que obligan a la gente a desplazarse.

 

Hoy, además, sigue desaparecida Fernanda, de 12 años. Fue vista por última vez el 21 de julio en la zona continental de Isla Mujeres. La Fiscalía de Quintana Roo ofrece una recompensa a quien dé información sobre Marcos Antonio Cauich Adrián, el principal sospechoso.

 

Las niñas son el blanco de la infamia, del patriarcado, del Estado fallido, que no puede garantizar la seguridad para las niñas. Un país que le hace eso a sus niñas es un país asesino, machista, feminicida.

 

Feminismos en corto y sin tanto rollo: Los violadores “inocentes”

Haidé Serrano

Formamos parte de una generación que aún afirma que los violadores son “inocentes” y que las mujeres víctimas de la agresión sexual se lo buscan. Llevan ropa “provocadora”. Beben o se drogan demasiado. Tienen malas compañías. Van a lugares que no deben. Se comportan de manera “indecente”. No son “señoritas” ni “damas”.

Los únicos culpables son los agresores y no las víctimas. A quienes se debe señalar es a los violadores, y no a las mujeres víctimas de un delito que, además deja secuelas graves y enfermedades como la depresión, que en muchos casos ha conducido al suicidio.

En México este delito ha aumentado. En los primeros meses de este año, se denunciaron 11 mil 904 casos, lo que significa casi 14 por ciento más que el mismo periodo del año pasado, de acuerdo con los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.

Hace unos días, el comediante mexicano ‘Mau’ Nieto fue denunciado de abuso sexual por una joven productora. La Fiscalía investiga la acusación que primero fue realizada en redes sociales. Así, nos asomamos a una conversación que no sólo ocurre en los espacios virtuales, sino también en nuestra cercanía. Y la conclusión es la misma: “ellas tienen la culpa”.

Padres, madres, cuidadoras y cuidadores de niñas y jóvenes continúan fortaleciendo una cultura de protección y autocuidado, que responsabiliza a ellas mismas de su seguridad. El comportamiento, la vestimenta, los horarios de volver a casa, frecuentar ciertos lugares, caminar por calles oscuras o poco iluminadas siguen siendo criterios a tomar en cuenta para minimizar los riesgos de sufrir violencia. Desde luego que esos cuidados son necesarios. Evidentemente, los violadores siguen fuera y dentro de nuestras casas. Y no hemos cambiado lo necesario para vivir como si las agresiones hubieran desaparecido. El problema es que el foco sigue alejándose del problema: los agresores.

Quienes se dedican al estudio de la psicología de masas han bautizado con el término “victim blaming” la cultura de culpabilizar a las víctimas. Señalan que es el resultado de una idealización del mundo, un mundo que es bueno, pacífico y justo; un mundo ideal en el que las cosas “malas” sólo le pasan a quienes se portan “mal”, a quienes no siguen las reglas, a quienes se salen de los cánones y no respetan los mandatos, es decir, lo que se espera de ellas, especialmente de las mujeres.

Este mundo ideal exime a los violadores de su responsabilidad. Los encubre. Forma parte del sistema de impunidad. Y ayuda a que los violadores reincidan. Destruye las vidas de niñas, niños, adolescentes, mujeres y también hombres, y de familias enteras.

Esta cultura de la violación está tan arraigada en nuestra sociedad que cuesta mucho verla. Pero nunca es tarde. Podríamos dar un paso adelante tratando se saber cuál es nuestra opinión sobre los violadores y sus víctimas. Así podríamos saber cuánto somos parte del problema o de la solución.ha

@HaideSerrano conduce y produce Feminismos en Corto sin Tanto Rollo. Está dedicada a la comunicación sobre feminismo, perspectiva de género, desigualdad y violencia. Ha trabajado en el servicio público, así como en diversos medios de comunicación, entre los que destacan Reforma y Excélsior. Ahora es columnista de Luces del Siglo. Es licenciada en Comunicación por la UNAM, maestrante en Género, Derecho y Proceso Penal.

Feminismos en corto y sin tanto rollo: Adiós, querida Norma

Haidé Serrano

A Norma le corría el periodismo por las venas. Estaba informada de la actualidad política de manera difícil de igualar. Contaba con fuentes innombrables y datos únicos. Tenía amistades en todos los ámbitos. Era respetada y temida. En los círculos de poder, locales y nacionales, se codeaba con las figuras del momento y de antaño. Amaba su trabajo.

Era la única mujer propietaria de un medio de comunicación en Quintana Roo. Empresaria y emprendedora, hacía política y feminismo sin reconocerlo. Era disciplinada y enfocada. Su historia de resistencia al machismo y al patriarcado explicaban su fortaleza. Pero sobre todo su valentía, que ejercía con inteligencia, para exhibir en su medio investigaciones que pocos o ninguno se atrevían. Fue nominada al premio de “Mujer Coraje” en 2010 fundado por Hillary Clinton.

Sus conversaciones estaban pobladas de referencias a Joaquín Paredes, su mentor, su esposo y el padre de su hija e hijo. Con él aprendió el oficio de periodista y a tratar con hombres políticos y también con las mujeres, que empezaron a llegar al poder.

Al quedar viuda, Norma tomó las riendas de Luces del Siglo. Pero los machos y misóginos del poder tenían otros planes. Querían desaparecer su medio. Amenazaron, persiguieron, difamaron a Norma. Usaron otro periódico y recursos públicos para doblegarla.

Obligaron a sus empleados a renunciar. Norma temía por su vida. Tuvo que dejar su casa. Ocultar a sus hijxs. Irse de Quintana Roo porque las amenazas de muerte eran constantes.

Norma cuenta, en la entrevista que me concedió para mi libro “Mujeres líderes en la pandemia. 20 entrevistas claves para entender cómo enfrentó Quintana Roo el contagio mundial por el COVID-19”, que se presentará el próximo 22 de septiembre a las 19 horas en el Planetario de Cancún Ka’yok’, que fue clave el apoyo de Lydia Cacho para denunciar la persecución.

A Norma nunca se le reparó el daño, al que tienen derecho las víctimas. No prosperaron las denuncias en contra de sus agresores. No se le hizo justicia.

Sin embargo, salió adelante. De la mano del periodista Agustín Ambriz, consolidaron el grupo editorial Luces del Siglo, al que convirtió en uno de los más influyentes en el sureste del país. Hizo alianzas con el Grupo Reforma, que confió en Norma para compartir su nombre e información.

Como pocas, era incansable. No tenía miedo a los cambios. Fue visionaria al hacer la transición a la era digital. Aún en sus últimos días, en la batalla más difícil por su salud que le arrebató la vida este 2022, Norma seguía creando nuevos proyectos.

Para Norma lo más importante fue siempre su familia. Invariablemente se refería con orgullo a su hija Diana y a su hijo Pablo. La pérdida de su madre fue un duro golpe, pero siguió adelante.

Compartíamos el gusto por los restaurantes. Invariablemente, alguien se acercaba a la mesa a saludarla. Fue muy apreciada. Disfrutamos numerosas comidas. Pero las mejores fueron en su casa, cuando su mamá o ella cocinaban.

Dejó un legado que forma ya parte de la historia de Quintana Roo y de México.

Adiós amiga, tu amor a la vida será una inspiración cada día.

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