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Feminismos En Corto Sin Tanto Rollo: Mujeres, no se “masculinicen”, ¡dah!

Haidé Serrano

Ahora que tenemos en México más mujeres gobernando he escuchado una exigencia recurrente para las que están en el poder: “bueno, está muy bien, sí que accedan a puestos políticos, pero que no se <<masculinicen>>”. Frases como esta saltan en tono exigente y condescendiente, como dando permiso a las mujeres de ocupar esos espacios, pero con algunas cortapisas.

En el imaginario colectivo, los límites que se imponen a las mujeres que acceden al poder son variados como contradictorios, sobre todo machistas. Uno de ellos es el de la imagen y que las mujeres no se “masculinicen”. Este es uno de los más populares por superficial, cotidiano y que, aparentemente, no requiere conocimiento ni sapiencia profunda para espetarse en cualquier conversación.

La apariencia de las mujeres, su peso corporal, el color de su piel y cabello, su edad, su forma de vestir son en nuestra cultura machista el centro de las conversaciones.

Se da una importancia enorme a su aspecto para concluir disparates que van desde su preferencia sexual, aptitudes para el puesto, experiencia, conocimiento y profesionalismo, entre otros.

Los juicios someros y comunes nacen desde las concepciones estereotipadas de las mujeres. Donde cada persona ha heredado ideas preconcebidas de cómo deben verse las mujeres “decentes”, “serias” y “formales”, sobre todo si son gobernantas.

Las mujeres que participan en el ámbito público no son ajenas a estas opiniones. Están conscientes del escrutinio público y algunas se someten al mandato de la eterna juventud, la imposición de la delgadez, la blanquitud y al precepto del “buen vestir”.

Estas imposiciones además de que son violencias estéticas, también son económicas. Las mujeres gastan miles de pesos mensualmente en mantener estereotipos de belleza. Son “rentas” que consideran en sus presupuestos. Los tintes de pelo para ocultar las canas, los gelish en las uñas de manos y pies, las cremas para blanquear el rostro, la depilación de las piernas, productos para maquillar y desmaquillar, cremas para mantener joven la piel, perfumes, cirugías faciales y corporales, botox, ácido hialurónico, masajes reductivos, y un largo etcétera que mantiene una industria de la belleza valuada en el mundo en 504 mil millones de dólares al 2022. En promedio, según Nielsen, las mujeres mexicanas gastan 12 de cada 100 pesos en higiene y belleza; cantidad que se duplica o triplica si se eleva su clase social.

La salud mental y emocional está en permanente riesgo para las mujeres por las violencias estética y económica. La presión para cumplir con las ideas de la “feminidad aceptable” incluso cobra la vida de miles. Además del tiempo que ellas invierten, que les juega en contra en todos los sentidos. Tiempo, por cierto, que podrían destinar al descanso, tan escaso en las mujeres líderes.

Desde luego, todas estas exigencias son mínimas por no decir nulas para los hombres en el poder. No importan sus arrugas ni canas, según la visión machista, porque se ven más interesantes. Si son clavos son sexys. Si tienen grandes panzas y sobrepeso son aceptables. No usan maquillaje. Porque ellos pueden ser “feos y fuertes, pero formales”. Incluso malolientes. Podrían usar el mismo traje, camisa y pantalón y nadie se escandalizaría. No serán vistos como incapaces para el puesto ni se pondrá en duda su logro o mérito al haber conseguido tal o cual liderazgo, ni su ética para haber llegado a ese sitio.

Y a pesar de toda la inversión, presión, atención y tiempo que las mujeres le dedican a su imagen, NUNCA es suficiente. En este imaginario machista, si su imagen no es lo aceptablemente femenina, se “masculinizó”, perdió su esencia y ahora “parece hombre”. ¡Descalificada! Si su imagen es demasiado femenina, seguro es tonta, ignorante, andan con el jefe (por eso está donde está), es superficial por dedicarle tanto a su apariencia y, sobre todo, es p$t&. ¡Reprobada!

En esta lógica patriarcal, las mujeres SIEMPRE salimos perdiendo. Somos sancionadas y castigadas por osar ocupar espacios que son de los hombres. Son mecanismos muy eficaces para desincentivar la participación política y pública de las mujeres.

Cada una de nosotras, nosotros y nosotres tenemos que revisar permanentemente y con atención todas las ideas que tenemos acerca de cómo debe ser la imagen de las mujeres en el poder. Es preciso desmontar el machismo desde esas opiniones cotidianas que parecen inocuas, pero no lo son. Son piedras que se usan para arrojar a las mujeres que se atreven a desafiar la violencia patriarcal. Así podemos ser parte de la construcción de una sociedad menos machista y más igualitaria.

@HaideSerrano es maestra en Género, Derecho y Proceso Penal y licenciada en Ciencias de la Comunicación. Dirige y conduce Feminismos en Corto sin Tanto Rollo. Es autora del libro “Mujeres líderes en la pandemia”. Columnista en Luces del Siglo y Milenio. Conductora de Luces del Siglo El Podcast. Consejera del Consejo Coordinador de Mujeres Empresarias de Quintana Roo.

Feminismos En Corto Sin Tanto Rollo: Nuestra primera mujer Presidenta

Haidé Serrano

<<Porque no basta un cuerpo de mujer al mando si entiende el mundo desde la perspectiva de los hombres>> Arussi Unda

Las niñas de hoy no lo saben, pero quienes lo fuimos ayer difícilmente soñamos con ser presidentas. Y no es para menos. Memorizamos en la escuela numerosos nombres en la clase de historia: el 99.9 por ciento de hombres. Los próceres de la patria, revolucionarios, insurgentes, escritores, científicos y políticos, todos ellos, hombres. Es decir, las personas más importantes, que merecían tener un sitio en los anales de la historia, eran exclusivamente hombres.

Una historia donde las mujeres no existimos. Al menos en la narrativa oficial que nos contaron en los libros de texto gratuitos creados por el gobierno.

Este 2 de junio esto cambió y cambiará para las expectativas de millones de niñas y niños. En el proceso electoral más grande en la historia de nuestro país, elegimos a la primera mujer que portará la Banda Presidencial: Claudia Sheinbaum. Es un hito, un paso enorme, y un símbolo de la gran transformación social que están y estamos logrando las feministas.

La historia ya la contamos de una manera diferente. Las mujeres en el poder son símbolos que abonan para transformar nuestra psique. Inspiran y allanan el camino para que otras lleguen. La silla presidencial en la que solamente se sentaban los hombres por el solo hecho de serlo ahora tendrá a una mujer. Hoy ya tenemos en gran parte de los sitios del poder público paridad. Sí, es un avance, pero no es suficiente.

Porque tener cuerpo de mujer no significa ser feminista.

Claudia Sheinbaum llega con una deuda enorme con las mujeres, cientos de años de violencia machista que no se terminará en su sexenio. También llega apadrinada por la figura patriarcal, la del presidente López Obrador, que se ha caracterizado por gaslaitear las exigencias principales del feminismo.

Llega con una deuda enorme con las mujeres. Una deuda de violencia machista que cobra la vida de al menos 11 mujeres cada día en México. Una deuda de desigualdades interminable. Llega también con las omisiones y complicidades de los hombres que han dirigido el país.

Es cierto que Claudia Sheinbaum no llega sola, como ella misma lo dijo en su primer mensaje como Presidenta Electa, llega con todas. Aunque dentro de ese “todas” que nos supone agrupar, hay desigualdades, unas más graves que otras. Hay que mirar más de cerca para saber que entre nosotras aún hay mujeres que no gozan de los mínimos derechos humanos.

Claudia Sheinbaum es nuestra primera mujer presidenta. Es nuestra porque para que ella haya llegado allí se ha necesitado de la unidad de millones de mujeres a lo largo de la historia. Es nuestra porque fuimos las mujeres las que logramos la paridad. Los hombres se han opuesto —y lo siguen haciendo— a que las mujeres ejerzamos nuestros derechos políticos. Es nuestra porque con nuestra disidencia, nuestra crítica, nuestra participación, nuestra oposición al patriarcado, nuestro liderazgo, nuestra resistencia a los estereotipos de género, hemos conseguido a nuestra primera mujer presidenta.

Claudia Sheinbaum es nuestra primera mujer presidenta. Ojalá para ella, ese “nuestra” signifique compromiso para avanzar en saldar esa deuda terrible con las mujeres. Ojalá ella decida romper con el patriarcado y reescribir para todas las primeras páginas de una nueva historia.

@HaideSerrano es maestra en Género, Derecho y Proceso Penal y licenciada en Ciencias de la Comunicación. Dirige y conduce Feminismos en Corto sin Tanto Rollo. Es autora del libro “Mujeres líderes en la pandemia”. Columnista en Luces del Siglo y Milenio. Conductora de Luces del Siglo El Podcast. Consejera del Consejo Coordinador de Mujeres Empresarias de Quintana Roo.

Feminismos En Corto Sin Tanto Rollo: Las mujeres podemos decidir las elecciones

Las-mujeres-podemos-decidir-las-elecciones.jpgHaidé Serrano

Insistir en la importancia de ejercer el derecho al voto parece un lugar común, pero no lo es. Particularmente para las mujeres, que tenemos este derecho apenas hace 71 años. Y que hoy representamos el 51.95 por ciento del listado nominal al corte de marzo de este año.

Somos las mujeres las que podemos decidir las elecciones. Superamos en número a los hombres y a las personas no binarias. En el listado del Instituto Nacional Electoral (INE), este 2 de junio podrán decidir el rumbo del país, si salen a votar: 48,173,800 hombres; 105 personas no binarias y 51,859,145 mujeres.

También somos más participativas. De la población en la lista nominal masculina, 39% participó en las elecciones pasadas, mientras que de la lista nominal femenina se observó una participación del 42.6%.

Por todo esto, vimos en este proceso electoral muchas más propuestas de campaña dirigidas a las mujeres. Como nunca, se presentaron soluciones para las mujeres, muchas de ellas provenientes de la agenda feminista. Otras fueron recicladas de otros partidos, latitudes y épocas. Algunas más trataron de recuperar lo borrado por las administraciones actuales.

Este proceso electoral es más grande en la historia democrática de México. Habrá elecciones en las 32 entidades federativas.

¿Qué está en juego? Nada más y nada menos que: 20 mil cargos políticos. Desde luego, la Presidencia de la República, que, de acuerdo con las encuestas, se decidirá entre dos mujeres. Lo que significa un hito en las democracias, pues nunca antes dos mujeres se perfilaron como finalistas en una contienda presidencial. Además, México tendrá por primera vez a una mujer presidenta.

Se renovarán nueve gubernaturas: CDMX, Chiapas, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Puebla, Tabasco, Veracruz y Yucatán.

Quienes viven en el extranjero, podrán ejercer su derecho político en modalidad postal, electrónica y en consulados de Estados Unidos, Canadá y Europa.

Las personas que se encuentran en estado de postración también podrán votar. Y por primera vez, votarán quienes estén en prisión preventiva en todo el país.

Además, se renovará todo el Congreso de la Unión. 628 curules, es decir, 128 Senadurías y 500 Diputaciones. También se votarán 31 congresos locales y presidencias municipales.

Este 2024, se añaden entre 8 y 9 millones de votantes más que en las elecciones del 2018. El INE también destacó que este año serán 26 millones de personas jóvenes las que podrán cambiar el rumbo con su sufragio.

Los, les y las candidatas de diversas latitudes cruzan acusaciones sobre la compra de los votos. Otros más se preparan para contrarrestar a los grupos con poderío económico que tratarán de conducir las elecciones con dinero. Algunos advierten de los peligros de vender esa decisión en las urnas. Varios intentarán que la gente no salga a votar. Las formas para controlar el resultado de las elecciones el “día D” son variadas.

Las mujeres hoy como nunca antes podemos ejercer nuestros derechos políticos y perfilar el rumbo de nuestras comunidades, ciudades, estados y país. Tomar conciencia de esta responsabilidad es necesarísimo para participar activamente en las decisiones que nos afectan todos los días, en lo cotidiano, en lo privado y en lo público.

Salgamos a votar libre y secretamente, se lo debemos a todas nuestras ancestras.

 

@HaideSerrano es maestra en Género, Derecho y Proceso Penal y licenciada en Ciencias de la Comunicación. Dirige y conduce Feminismos en Corto sin Tanto Rollo, una plataforma sobre feminismo, perspectiva de género, igualdad, derechos humanos y paz. Es autora del libro “Mujeres líderes en la pandemia”. Columnista en Luces del Siglo y Milenio. Conductora de Luces del Siglo El Podcast. Consejera del Consejo Coordinador de Mujeres Empresarias de Quintana Roo.

Feminismos En Corto Sin Tanto Rollo: Mujeres políticas que le temen al feminismo

Haidé Serrano

<<La reacción antifeminista no ha sido desencadenada por la consecución de la plena igualdad por parte de las mujeres, sino por la posibilidad creciente de que pudieran lograrla>>. Susan Faludi

Llamarse feminista sigue generando temor en algunas mujeres que participan en la política. En este proceso electoral, el tema “mujeres” ocupó una buena parte de sus propuestas de campaña, pero no hicieron mención del feminismo ni se identificaron como feministas.

Estas mujeres políticas saben, así como sus equipos, que las exigencias centrales del feminismo adquieren más simpatía en la sociedad. Y cómo no, si las mujeres tienen cada vez más conciencia de la desigualdad en la que viven y la violencia de la que son víctimas todos los días. Además, porque somos el 52 por ciento del listado nominal de este 2024 y podemos decidir el rumbo de las elecciones.

Particularmente, en este proceso electoral, algunas mujeres candidatas enarbolaron demandas feministas y las pintaron del color de sus partidos, pero no hicieron referencia a sus orígenes. Es decir, no le dieron el crédito al feminismo. Es el llamado “purple washing”, que se refiere a la apropiación de las causas feministas para obtener un beneficio, en este caso, el voto este 2 de junio.

“El feminismo es un movimiento político, social, académico, económico y cultural, que busca crear conciencia y condiciones para transformar las relaciones sociales, lograr la igualdad entre las personas, y eliminar cualquier forma de discriminación o violencia contra las mujeres.” (Glosario para la igualdad/Inmujeres)

¿Por qué a algunas mujeres políticas, que hoy tienen espacios –y candidaturas– en la política gracias al feminismo, les asusta llamarse feministas?

Las razones pueden ser varias, sin embargo, el feminismo tiene en el patriarcado un adversario poderoso y vigente que permanentemente busca socavarlo. Y en los medios masivos de comunicación y las redes sociales, tiene grandes aliados para extender estigmas negativos contra las feministas.

El feminismo es la revolución pacífica más importante de las décadas recientes. Ha conseguido para la mitad de la población derechos humanos que le fueron negados durante cientos de años. Gracias a las feministas, hoy tenemos una sociedad menos injusta y más igualitaria.

En México, la cultura machista goza de muy buena salud. Esto queda de manifiesto cotidianamente con los índices alarmantes de violencia feminicida. Cada día mueren al menos 11 mujeres. Y, según el INEGI, al menos 8 de cada 10 mujeres han sido víctimas de violencia de género al menos una vez en sus vidas. Las creencias que sustentan la inferioridad de las mujeres y superioridad de los hombres están arraigadas y son confirmadas a través de los “usos y costumbres” de comunidades a lo largo y ancho del país.

“El término feminismo se ha estigmatizado, precisamente por falta de conocimiento claro del mismo y porque representa un movimiento contestatario, Habermas (1981) que pone en tela de juicio el sistema en su totalidad”. [Benítez y Vélez (2018)]

Hay estigmas que se repiten y abonan al desconocimiento confusión –es su intención– contra el feminismo. Algunos, por demás absurdos, pero que algunas personas repiten sin reflexión crítica, relacionados con las preferencias sexuales, aspecto físico, filiaciones políticas, entre muchos otros. Uno de los más graves y estúpidos es el calificativo “feminazi”, que equipara la lucha por la igualdad con el Holocausto.

Ser feminista es creer en la igualdad. Ser feminista es querer que se termine la violencia en contra de las niñas y las mujeres. Ser feminista es querer igual acceso de oportunidades económicas, políticas y sociales entre hombres y mujeres. Ser feminista es querer que las mujeres gocen plenamente de sus derechos humanos.

Me gustaría pensar que las mujeres que participan en política se identifican al menos en lo central con el feminismo. Entonces, ¿por qué les asusta? Una respuesta simple es porque lo desconocen. Otra contestación es que no le temen porque son defensoras del orden patriarcal y antifeministas. Ocupan espacios logrados por el feminismo para proteger el status quo. Puede que promuevan los derechos para las mujeres, pero desde la comodidad, sin desagradar, sin generar conflicto. Que la batalla la den otras, que otras sean las que se arriesguen.

Las mujeres que ganen las elecciones este 2 de junio, así como los hombres y las demás personas, están obligadas a documentarse para incorporar la perspectiva de género a su quehacer como personas servidoras públicas. La ignorancia respecto del feminismo no es un pretexto ni una alternativa. Su falta de conocimiento tiene consecuencias en la vida de millones de niñas y mujeres en el país. Y tienen que tomar responsabilidad ¡ya!

@HaideSerrano es maestra en Género, Derecho y Proceso Penal y licenciada en Ciencias de la Comunicación. Dirige y conduce Feminismos en Corto sin Tanto Rollo, una plataforma sobre feminismo, perspectiva de género, igualdad, derechos humanos y paz. Es autora del libro “Mujeres líderes en la pandemia”. Columnista en Luces del Siglo y Milenio. Conductora de Luces del Siglo El Podcast. Consejera del Consejo Coordinador de Mujeres Empresarias de Quintana Roo.

Feminismos En Corto Sin Tanto Rollo: ¿Les importan las niñas y niños a tus candidatas o candidatos?

Haidé Serrano

Imagínate un día entre semana, son las 7 de la mañana. Dejas a tus hijas e hijos en la escuela. Te vas a tu trabajo. Son las 5 de la tarde, es hora de salir de la chamba. Tienes el tiempo para recogerlos de la escuela. Estás tranquila(o) porque ya comieron, ya hicieron la tarea y tuvieron clases complementarias a las materias obligatorias.

Ha terminado una jornada donde las niñas, niños y adolescentes gozaron de algunos de los 20 derechos que indica la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes: a la educación, alimentación, descanso y sano esparcimiento, a la igualdad sustantiva, al desarrollo y a la prioridad.

Ahora ya en casa, pueden gozar de otro derecho: vivir en familia.

 

Las tareas de crianza y cuidados de niñas, niños y adolescentes en un día como este las compartiste con el Estado; con el gobierno en turno, que destinó tus impuestos a ampliar el horario de la escuela, a dar alimentación de calidad, a contratar a más maestras y maestros, a generar un plan de estudios que complemente el desarrollo de las infancias.

¿Por qué un día como este no es posible en México? ¿Por qué en Quintana Roo salen de la primaria a las 12 del día? ¿Quién les busca a la salida en zonas turísticas donde sus madres y padres están cumpliendo jornadas de 12 horas? ¿Quién les da de comer? ¿Con quién hacen la tarea? ¿Quién les cuida de los peligros del internet? ¿Quién los protege de agresiones en la calle si regresan solos? ¿Quién renunció a su trabajo para cuidarles? ¿Cuál abuelita los cuida ahora, sin importar lo cansada o enferma que esté?

¿Por qué las niñas y niños no les importan a los gobiernos? Alguien me dio una respuesta demoledora: porque NO VOTAN.

Observar de cerca un día como cualquier otro en la vida del “futuro” de México, como suelen referirse las y los políticos a las niñas y niños, es darse cuenta de cómo sus derechos humanos están sólo en el papel y numerosas leyes “ejemplares” que no se cumplen.

Estos días de campañas políticas y que el 2 de junio podremos elegir quienes nos gobernarán los próximos años, incorporemos una perspectiva desde las infancias. Inspeccionemos si alguna de las propuestas de las candidatas y candidatos piensan en protegerles. Si alguna de esas promesas realmente cambiará algo de la terrible situación en la que se encuentran. Si alguna de sus ofertas considera lo que es su obligación: garantizar sus derechos humanos.

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