Haidé Serrano
Ningún bebé nace creyendo que su cuerpo es imperfecto. Ninguna niña o niño de, digamos tres años, piensa que es defectuoso. Tampoco que su nariz es muy grande, que sus piernas son grotescas por tener celulitis, que tiene demasiado vello, que su panza es demasiado abultada, que el color de su piel debe aclararse, que tiene poco cabello o que el color de sus ojos es feo.
Nadie nace odiando su cuerpo. Entonces, ¿cómo es que millones de adolescentes llegan a odiar sus cuerpos? ¿Por qué desarrollan enfermedades como la bulimia y la anorexia por las que miles han perdido la vida? ¿Por qué comenzamos las dietas aun siendo niñas y en ellas permanecemos toda la vida? ¿Cómo ponemos en riesgo nuestras vidas por cirugías estéticas? ¿Por qué las mujeres llegamos a detestarnos?
El espejo nos devuelve todos los días una imagen insuficiente, que debe ser transformada para agradar (¿a nosotras?), a los demás (¿quiénes?). Particularmente cuando los “signos de la edad” se hacen presentes llega la amenaza de la “caducidad”, que disminuye “el valor” de las mujeres.
Esta insatisfacción permanente es la gasolina de una industria millonaria, la de la belleza, la farmacéutica, que se sustenta en la devaluación eterna de la imagen de las mujeres, y de su vida. Mientras se mantenga la ansiedad, se sigue sosteniendo el consumo a perpetuidad.
Así vivimos algunas mujeres las imposiciones del sistema capitalista y patriarcal.
Este es uno de los temas de la película “La sustancia”. En Playa del Carmen la colocaron sólo en una sala y un horario; sin embargo, la sala se llenó. Cinépolis creyó que no habría taquilla suficiente para la cinta de Coralie Fargeat. La cineasta que aborda temas como el patriarcado, la violencia de los hombres contra las mujeres, las imposiciones estéticas y el papel que juegan la industria cosmética, la del entretenimiento y la farmacéutica.
“La sustancia” transcurre en un mundo distópico donde puedes clonarte en una versión joven. La protagonista cumplió 50 años, es decir, caducó y aceptó “la sustancia” que le devolverá el brillo de la vida que recién perdió.
El terror expresado en la cinta es referencia casi literal de la realidad de la mayoría de las cirugías plásticas. La soledad y el odio de Elizabeth Sparkle, personificada por Demi Moore, cuando se mira al espejo tienen mucho de verdad y cotidianidad. Y los estándares de belleza hegemónica y blanca son cumplidos a cabalidad por Sue, protagonizada por Margaret Qualley.
En “La sustancia” hay un horror que no se maquilla cuando de transformar nuestras “cuerpas” se trata. Porque la realidad es más terrible cuando hablamos de mantener la juventud a toda costa y al precio que sea. Claro, de acuerdo con las posibilidades económicas de cada quien. Por eso ahora es común la frase capitalista: “no hay mujeres feas, hay mujeres pobres”; o la versión machista: “no hay mujeres feas, hay maridos pobres”, síntesis de la tiranía del estereotipo de los cuerpos de las mujeres en el patriarcado.
Algunas vivimos aún sin darnos cuenta de la mentira que nos cuentan permanentemente: que sólo hay un tipo de cuerpo ideal. Pero algunas ya nos estamos desengañando, y sin tomar “la sustancia” (LOL).