Haidé Serrano

Los medios de comunicación y plataformas digitales son parte esencial de la problemática de violencia de género en contra de las mujeres. La mayoría siguen siendo parte del problema, aunque puedan ser parte de la solución. La narrativa de los medios sigue sustentando roles y estereotipos de género que fomentan la discriminación y lo más grave, la violencia.

Este 14 de septiembre se conmemora el Día Latinoamericano de la Imagen de la Mujer en los Medios de Comunicación. La efeméride obliga a una reflexión sobre la imagen que se presenta todos los días en los medios masivos, así como en las plataformas, redes y mensajería, que ya forman parte de nuestras formas de comunicación básicas. Y también en las imágenes que compartimos en nuestros celulares, y que pueden tener un impacto y consecuencias incontrolables.

Son los medios de comunicación los que nos dicen cómo es la realidad, cómo ver el mundo. En los noticieros, por ejemplo, el 46 por ciento de las notas promueven los estereotipos de género; el 24 por ciento de las personas que las consumen son mujeres; el 37 por ciento de las notas periodísticas son creadas por mujeres; de toda esta información, nada más el 6 por ciento fomenta la igualdad y el 4 por ciento desafía los estereotipos de género (según datos de ONU Mujeres).

Es sabido que los consejos de administración de las empresas más importantes están compuestos en su mayoría por hombres. Y los de las compañías periodísticas no son la excepción, solamente el 9 por ciento de los cargos directivos está en manos de mujeres. A pesar de ser una carrera feminizada, la de comunicación, sólo el 27 por ciento son reporteras, creadoras o editoras. Es decir, la mirada masculina sigue proyectándose, en un altísimo porcentaje, en lo que construye nuestra propia percepción de la realidad.

La narrativa que prevalece en los medios de comunicación es sexista y discriminatoria. Además de que normaliza conductas violentas, las banaliza y justifica.

Las mujeres siguen siendo representadas en roles tradicionales, como cuidadoras y objetos de deseo; mientras que los hombres son proveedores económicos y líderes. Estos roles, tradicionales y limitados, están acompañados de imágenes estereotipadas que normalizan conductas violentas hacia las mujeres, como la económica. Además, de que expresan la heterosexualidad como una norma, lo que limita los derechos sexuales de las personas.

Además, la hipersexualización y cosificación de las mujeres es violencia simbólica. Y en la publicidad sigue siendo una constante. Las mujeres son reducidas a objetos sexuales, de consumo. Sus cuerpos vestidos con poca ropa en posiciones seductoras, cuyo único propósito es satisfacer el placer de los hombres. Así, las mujeres son deshumanizadas, reducidas a un cuerpo, sin personalidad, logros ni habilidades. Mujeres sin individualidad, emociones o inteligencia.

Las consecuencias son graves y muchas. Nosotras perseguimos un estándar de belleza inalcanzable, que afecta nuestra autoestima. Los hombres piensan que el valor más alto es la apariencia física y la capacidad de ser objeto del deseo masculino.

Las feministas han puesto en la agenda mundial, desde hace décadas, la importancia de los medios de comunicación en la preservación de estereotipos que discriminan a las mujeres. Y la imperiosa necesidad de que tomen cartas en el asunto. En 1995, en la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer celebrada en Beijing, se hizo énfasis sobre el incremento de imágenes estereotipadas y con un alto contenido violento en contra de las niñas, adolescentes y mujeres.

No han cambiado mucho las cosas desde ese entonces. Al contrario, han empeorado.

Los medios de comunicación, plataformas digitales, redes sociales y mensajerías pueden desafiar las narrativas sexistas, machistas y discriminatorias. Pueden incorporar la perspectiva de género para contribuir a una sociedad igualitaria y más cercana a la realidad, que es diversa. Integrar valores que cuestionen los roles tradicionales para una cultura más respetuosa e inclusiva. Y, sobre todo, con el goce pleno de los derechos humanos, de todas, todos y todes.