Rubén Aguilar Valenzuela
Peruviana. La Provincia Jesuítica del Perú (Argentina, 2020) es la parte tres y, la última del trabajo del documentalista argentino Sergio Raczko sobre los jesuitas en Perú a propósito de los 450 años de su llegada a esta región de América.
El documental inicia con la preparación del Aada de Pascua de Resurrección en la catedral de Ayacucho. La familia Salvatierra, que tiene una cerería ya de muchos años, es la encargada de proporcionar las velas que adornan el anda.
El arzobispo de Ayacucho, Salvador Piñeiro, y el jesuita Aníbal Oyola, párroco de la iglesia de la Compañía de Jesús, hablan sobre el significado y la importancia de esa fiesta, para la comunidad.
El anda se introduce a la catedral donde se termina de preparar con la imagen de Jesús resucitado y luego, al terminar la misa de Pascua de media noche, se saca de la catedral y se lleva en procesión alrededor de la plaza. Todas las personas llevan velas encendidas. Al terminar el recorrido, ya de mañana, el anda vuelve a la catedral, para la misa del domingo de Resurrección.
Los pisos de las calles se adornan con imágenes elaboradas con flores. Son cuadros gigantescos. La cámara registra la procesión y también la devoción de los fieles a través de tomas muy cercanas que nos hacen ver los rostros conmovidos de personas del pueblo que rezan.
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El padre y antropólogo jesuita Polinario Tanta Ramírez habla sobre la Cultura Wari, que floreció en la región de Ayacucho antes de que fueran conquistados por los incas. Hay tomas del impresionante Complejo Arqueológico de Wari. La palabra ayacucho se traduce como "la morada del alma".
En 1605, los jesuitas llegan a Ayacucho y fundan casa, iglesia y colegio. En 1609 se establece el obispado. La iglesia que ahora vemos se construye entre 1645 y 1649. La fachada es de piedra y está adornada con hileras de flores. A ambos lados de la iglesia había capillas laterales. La capilla de indios dedicada a la Virgen de Loreto y otra que ahora es una escuela de música.
El interior es de una nave y tiene un altar barroco con pan de oro, obra de José de Alvarado. Al centro la Virgen de Cocharcas y a los lados santos de la Compañía de Jesús. Había unos confesionarios en madera de mitad del siglo XVIII que ahora están en la catedral, que siguen en uso. Se encuentra una Sagrada Familia pintada por el hermano jesuita Bernardo Bitti. Es de su última época.
La casa profesa, donde vivían los jesuitas, hoy es el arzobispado. Del colegio se conserva el claustro central, ahora restaurado, que es de dos niveles. El de la parte baja de piedra y el de la parte alta con columnas, balaustrada y techo de madera cubierto con tejas.
En el segundo patio estaba el refectorio que ahora es el archivo histórico del arzobispado. En él hay libros que pertenecieron a los jesuitas. En el arco de entrada y en las paredes hay murales pintados al temple. En la pared del fondo una Última Cena de autor desconocido.
A la expulsión de los jesuitas de los reinos de España, por orden del rey Carlos III, la residencia, la iglesia y el colegio que ellos tenían pasa a ser propiedad del obispado. En 1767 el colegio se convierte en el seminario de la diócesis.
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El arzobispo Piñeiro y el jesuita Oyola dan cuenta de la costumbre, que todavía subsiste, de al terminar la construcción de una casa poner en la parte más alta del techo una pieza de cerámica con la figura de una iglesia y en algunos casos también una cruz. Esto se conoce como "safa casa".
En Quinua, una comunidad a 35 kilómetros de Ayacucho, se produce el tipo de cerámica que se pone en las casas. El arzobispo habla de la Tabla de Sarhua una imagen que trata el tema de la vida del hogar. Réplicas de ésta se ponen a la entrada de las casas.
En Santa Ana, el barrio de artesanos de Ayacucho, a pocas cuadras de la Plaza de Armas, vive José de la Cruz, que tiene 95 años y sigue trabajando en la elaboración de telas artesanales trabajo al que ha dedicado toda su vida. Inició en una época donde solo los hombres podían realizar esta labor. Su hija, Gina Cruz de Huamán, asiste a su padre en el teñido y preparando las lanas.
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El documentalista, en un ir y venir, registra la celebración de la misa de media noche en la catedral y en la iglesia de los jesuitas. Y lo mismo hace con la celebración de la misa de Resurrección del domingo. Llama la atención la devoción de los fieles. Es una grabación de 2018.
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El documental se traslada a Nasca. Hay imágenes de los acueductos subterráneos, entre ellos el de Achaco y el de Cantoyoc, que son obras notables de la ingeniería de la Cultura Nasca.
Una hacienda del siglo XVI, que en 1549 estuvo dedicada al cultivo de la caña de azúcar, y tuvo diversos propietarios es adquirida por los jesuitas en 1619. Es la hacienda de san José de Nasca. Aquí construyen una casa y entre 1740 y 1744 una capilla. El producto de la propiedad estaba destinado al sostenimiento del Colegio de la Transfiguración del Cusco.
La arquitecta e historiadora del arte, Sandra Negro Tua, explica las características de la capilla de san José que ahora está en mal estado. Es de una sola nave y ahora no conserva el techo. Las paredes son arcos de piedra rellenos de ladillos de adobe como se hizo en la Doctrina de Juli.
En el interior restos de murales al temple. A la entrada, del lado derecho, la capilla de la Misericordia dedicada a velar a los difuntos. Una cripta grande, para el entierro de los jesuitas. En 1950, el dueño de la hacienda donó el altar mayor a los padres pasionistas para su iglesia de Lima donde ahora se puede ver.
La fachada de 1744 es barroca con columnas salomónicas. Es de mampostería. Las torres son de madera cubiertas de mampostería.
En esta región está también la hacienda de san Francisco de Nasca que se dona en 1619 a los jesuitas, para que sus ingresos se utilicen, para sortear los gastos del Colegio Máximo de san Pablo en Lima.
La hacienda, y otras propiedades adyacentes que después compraron los jesuitas, estaba dedicada al cultivo de la vid y ellos continuaron esa labor. En 1745 se construye una casa y la capilla. Sobrevive la portada de acceso a la hacienda.
Los jesuitas aquí producían importantes cantidades de vino y aguardiente, que a lomo de mulas se transportaba a Puerto Caballos donde los jesuitas tenían bodegas y luego al Puerto del Callao, en Lima, donde también contaban con almacenes de su propiedad.
El camino de la hacienda a Puerto Caballos estaba en medio de bosques de algarrobo. Todavía se conservan tinajas y botijas que se usaron en aquel tiempo. Por las distancias y el tiempo del traslado el vino solía amargarse, pero no así el aguardiente de uva.
La arquitecta e historiadora del arte, Sandra Negro Tua, explica las características arquitectónicas de la capilla de san Francisco Xavier. La fachada es barroca elaborada con mampostería. Hay 24 mascarones distintos con elementos particulares. Hay también decoración de vegetales. Un terremoto en el siglo XX tiró el segundo nivel de las torres.
El interior es de una sola nave y el techo, que se ha caído, era una bóveda de medio cañón corrido. Las paredes y el techo se construyeron con ladrillos cocidos. En las paredes todavía sobreviven elementos de yesería de una gran calidad. Las pinturas de las pechinas son del siglo XIX. Hay una cripta.
La sacristía tiene una cúpula de ladrillo y hay vestigios de pintura mural. El edificio, dice Negro Tua, fue construido por alguien que conocía el oficio de arquitecto.
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Ahora estamos en la ciudad de Trujillo. Hay tomas de la Zona Arqueológica de Chan Chan que es el sitio arqueológico de construcciones de barro más grande del mundo. Teófilo Eduardo Álvarez, investigador de la música sitúa la importancia de la Cultura Mochica que aquí se desarrolló.
Él mismo explica la importancia de la Casa Garci Holguin y doña Beatriz. Él participó con Hernán Cortés en la toma de México- Tenochtitlan, pero después viajó a Perú y aquí hizo su vida.
En 1617, los jesuitas llegan a Trujillo y se da un conflicto entre el obispo y el virrey por lo que éste concede a los jesuitas. Ellos establecen casa, colegio e iglesia. En el terremoto de 1619 la ciudad queda en ruinas.
El obispo, por decisión propia, decide trasladar la sede episcopal a Lambayeque. El virrey le ordena que regrese a Trujillo y en 1622 vuelve a la ciudad.
En 1623, los jesuitas reciben las primeras donaciones de haciendas, para con su producto financiar el colegio y otras obras.
Al Colegio del Salvador, que empieza a funcionar en 1627, asisten los seminaristas de la diócesis y también los criollos de las distintas ciudades y pueblos de esta región del Perú. Del colegio se conserva el claustro principal recientemente restaurado.
La iglesia y la fachada se empiezan a construir en 1631 y son obra del arquitecto portugués Alonso de las Nieves, que construyó mucho en la región. La arquitectura de la iglesia se convierte en un prototipo que influye en toda esta región de Perú.
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El documentalista ofrece una mirada del personaje y la obra del obispo de Trujillo, Baltasar Jaime Martínez Compañón (Cabredo, España, 1737 - Bogotá, Colombia, 1797). Estudió Derecho canónico en las universidades de Huesca y Zaragoza. Y en 1763 obtuvo su doctorado en la Universidad de Oñate.
En 1761 se ordena como sacerdote. En 1768 llega a Perú y es nombrado canónigo de la catedral de Lima y en 1778 obispo de Trujillo. En 1791 es nombrado arzobispo de Bogotá y tiene que dejar la ciudad.
Al llegar a la diócesis, por tres años continuos, hace un recorrido por la jurisdicción a él encomendada que abarcaban los actuales departamentos de Amazonas, Cajamarca, La Libertad, Lambayque, Loreto, Piura y san Martín.
En el recorrido lleva con él a dibujantes, músicos, arquitectos y personas que hablan las lenguas indígenas, para que registren todo lo que ven.
Producto de ese viaje se elabora lo que ahora se conoce como el Códice Martínez Compañón que consta de nueve volúmenes que ahora se encuentran en la biblioteca del Palacio Real de Madrid. Contiene 1,411 acuarelas que registran a los grupos étnicos, su manera de vestir, sus construcciones, sus alimentos y también sus diversas expresiones culturales.
El códice da cuenta de la historia de los pueblos originarios y también contiene los planos de las ciudades y de los edificios más significativos. Es de especial importancia 20 partituras musicales que registran piezas tocadas por los pueblos indígenas. Las piezas que se oyen y se bailan en el documental son: Tonada El Tuppamaro de Caxamarcatu; Tonada del Chimo de la Cultura Chimú, la única canción que ha llegado a nuestros días en el extinto idioma mochica; Cachua a dúo y a quatro, Al Nacimiento de Nuestro Señor; Tonada El Congo, canción de esclavo negro de 1660.
El códice también contiene una lista de 43 términos de las nueve lenguas que se hablaban en la diócesis junto a su traducción en quechua y español. Las lenguas: yunga, sechura, colán, catacaos, culli, hivito y cholón. Este listado es prácticamente todo lo que se tiene de algunas de estas lenguas que han desaparecido.
Raczko me comenta: "Desarrollé bastante la vida del obispo Martínez Compañón, aunque ya no sea del período jesuítico, por pocos años, pero es el testimonio cultural más cercano a la época jesuítica. Por eso la música, las plantas de las iglesias y los inventarios de bibliotecas de sus colegios, son realizados por el equipo de gente dirigido por el obispo" Y añade que "además que siempre disfruté de la música del Codex de Trujillo, y lo he usado en otros documentales, son piezas muy americanas con matices indígenas, europeos y africanos".
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La coreógrafa argentina, Teresita Campana, que es investigadora de la danza y especialista en la danza barroca, a partir de esas tonadas ha hecho coreografías que en el documental ejecuta la compañía Danza Barroca de Buenos Aires.
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Esta tercera y última parte de Peruviana. La Provincia Jesuítica del Perú termina con escenas de la celebración de la fiesta de Pascua en Ayacucho. La procesión con velas y el anda de Pascua que sale y entra a la catedral. El Jesús resucitado y triunfante está en la parte alta del anda.
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Los tres documentales tienen cuatro horas y media de duración. En ese tiempo Sergio Raczko ofrece una amplia y detallada panorámica de la historia de los jesuitas en Perú desde su llegada en 1568 hasta la expulsión de la Compañía de Jesús de los reinos de España en 1767 por decisión del rey borbón Carlos III.
La cámara del documentalista registra las iglesias y los colegios de los jesuitas en las distintas ciudades del Perú donde éstos se asentaron que hoy forman parte del patrimonio monumental de ese país. Muestra también algunas de las haciendas de los jesuitas destinadas a sostener los colegios y otras de sus obras. Destacan las capillas.
Con la cámara señala y documenta las obras de arte producidas por jesuitas o mandadas a hacer por estos. Los cuadros del hermano italiano Bernardo Bitti y sus alumnos, los murales al temple en sus iglesias y colegios, las fachadas barrocas de sus iglesias y los altares de un barroco elaborado cubiertos de pan de oro que brillan a la luz de las velas.
Los documentales también dan cuenta de las tradiciones y las costumbres que los jesuitas introdujeron en las comunidades donde misionaron que hoy en día siguen vivas y son parte de la identidad de los pueblos y de su interculturalidad. Los jesuitas de manera consciente promovieron el sincretismo religioso y reconocieron la cultura y los valores de los pueblos originarios.
Ofrece también, pienso es lo más relevante, un retrato de los jesuitas emblemáticos de la Provincia del Perú en el período colonial. Hombres extraordinarios que innovaron y crearon nuevas maneras de evangelización donde el dominio de las lenguas originarias era condición de la nueva propuesta.
Entre los miles de jesuitas que vivieron y trabajaron en Perú, de 1569 a 1767, muchos de ellos hombres de excepción, destaca la figura del padre Alonso de Barzana (1530-1597) que en su celo misional llegó a hablar once lenguas de los pueblos originarios. Hoy en el Vaticano avanza su proceso de beatificación.
Raczko, para dar forma a los documentales da la palabra a los especialistas entre ellos a historiadores, historiadores del arte, arquitectos, antropólogos, lingüistas, pero también a gente del pueblo que habla de sus tradiciones y de su fe. Entrevista también a los jesuitas de la provincia y autoridades religiosas.
El trabajo del documentalista es notable. Con muy pocos recursos, al mismo tiempo es investigador, director, camarógrafo, guionista y también quien musicaliza los videos, logra obras atractivas e interesantes, que aportan al conocimiento del trabajo y de las obras de los jesuitas en América.
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Razcko me comparte que: "siempre diseñó una línea de tiempo, para armar el guion de acuerdo a los años cronológicos de fundación o llegada de los jesuitas" y "uno no toma dimensión cuando está inmerso en esas procesiones, mezclado entre la gente con la cámara en mano y luego entrevistando gente, de como va a acabar ese producto de manera artística".
Peruviana. La Provincia Jesuítica del Perú (III)
Producción: Argentina, 2019
Dirección: Sergio Raczko
Guion: Sergio Raczko
Fotografía: Sergio Raczko
Musicalización: Sergio Raczko
Locución: Julio Rodríguez
Paso a comentar algunas correcciones o datos para ampliar algunos temas.