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Los jesuitas en el Perú (III)

Rubén Aguilar Valenzuela  
Peruviana. La Provincia Jesuítica del Perú (Argentina, 2020) es la parte tres y, la última del trabajo del documentalista argentino Sergio Raczko sobre los jesuitas en Perú a propósito de los 450 años de su llegada a esta región de América.

El documental inicia con la preparación del Aada de Pascua de Resurrección en la catedral de Ayacucho. La familia Salvatierra, que tiene una cerería ya de muchos años, es la encargada de proporcionar las velas que adornan el anda.

El arzobispo de Ayacucho, Salvador Piñeiro, y el jesuita Aníbal Oyola, párroco de la iglesia de la Compañía de Jesús, hablan sobre el significado y la importancia de esa fiesta, para la comunidad.

El anda se introduce a la catedral donde se termina de preparar con la imagen de Jesús resucitado y luego, al terminar la misa de Pascua de media noche, se saca de la catedral y se lleva en procesión alrededor de la plaza. Todas las personas llevan velas encendidas. Al terminar el recorrido, ya de mañana, el anda vuelve a la catedral, para la misa del domingo de Resurrección.

Los pisos de las calles se adornan con imágenes elaboradas con flores. Son cuadros gigantescos. La cámara registra la procesión y también la devoción de los fieles a través de tomas muy cercanas que nos hacen ver los rostros conmovidos de personas del pueblo que rezan.

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El padre y antropólogo jesuita Polinario Tanta Ramírez habla sobre la Cultura Wari, que floreció en la región de Ayacucho antes de que fueran conquistados por los incas. Hay tomas del impresionante Complejo Arqueológico de Wari. La palabra ayacucho se traduce como "la morada del alma".

En 1605, los jesuitas llegan a Ayacucho y fundan casa, iglesia y colegio. En 1609 se establece el obispado. La iglesia que ahora vemos se construye entre 1645 y 1649. La fachada es de piedra y está adornada con hileras de flores. A ambos lados de la iglesia había capillas laterales. La capilla de indios dedicada a la Virgen de Loreto y otra que ahora es una escuela de música.

El interior es de una nave y tiene un altar barroco con pan de oro, obra de José de Alvarado. Al centro la Virgen de Cocharcas y a los lados santos de la Compañía de Jesús. Había unos confesionarios en madera de mitad del siglo XVIII que ahora están en la catedral, que siguen en uso. Se encuentra una Sagrada Familia pintada por el hermano jesuita Bernardo Bitti. Es de su última época.

La casa profesa, donde vivían los jesuitas, hoy es el arzobispado. Del colegio se conserva el claustro central, ahora restaurado, que es de dos niveles. El de la parte baja de piedra y el de la parte alta con columnas, balaustrada y techo de madera cubierto con tejas.

En el segundo patio estaba el refectorio que ahora es el archivo histórico del arzobispado. En él hay libros que pertenecieron a los jesuitas. En el arco de entrada y en las paredes hay murales pintados al temple. En la pared del fondo una Última Cena de autor desconocido.

A la expulsión de los jesuitas de los reinos de España, por orden del rey Carlos III, la residencia, la iglesia y el colegio que ellos tenían pasa a ser propiedad del obispado. En 1767 el colegio se convierte en el seminario de la diócesis.

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El arzobispo Piñeiro y el jesuita Oyola dan cuenta de la costumbre, que todavía subsiste, de al terminar la construcción de una casa poner en la parte más alta del techo una pieza de cerámica con la figura de una iglesia y en algunos casos también una cruz. Esto se conoce como "safa casa".

En Quinua, una comunidad a 35 kilómetros de Ayacucho, se produce el tipo de cerámica que se pone en las casas. El arzobispo habla de la Tabla de Sarhua una imagen que trata el tema de la vida del hogar. Réplicas de ésta se ponen a la entrada de las casas.

En Santa Ana, el barrio de artesanos de Ayacucho, a pocas cuadras de la Plaza de Armas, vive José de la Cruz, que tiene 95 años y sigue trabajando en la elaboración de telas artesanales trabajo al que ha dedicado toda su vida. Inició en una época donde solo los hombres podían realizar esta labor. Su hija, Gina Cruz de Huamán, asiste a su padre en el teñido y preparando las lanas.

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El documentalista, en un ir y venir, registra la celebración de la misa de media noche en la catedral y en la iglesia de los jesuitas. Y lo mismo hace con la celebración de la misa de Resurrección del domingo. Llama la atención la devoción de los fieles. Es una grabación de 2018.

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El documental se traslada a Nasca. Hay imágenes de los acueductos subterráneos, entre ellos el de Achaco y el de Cantoyoc, que son obras notables de la ingeniería de la Cultura Nasca.

Una hacienda del siglo XVI, que en 1549 estuvo dedicada al cultivo de la caña de azúcar, y tuvo diversos propietarios es adquirida por los jesuitas en 1619. Es la hacienda de san José de Nasca. Aquí construyen una casa y entre 1740 y 1744 una capilla. El producto de la propiedad estaba destinado al sostenimiento del Colegio de la Transfiguración del Cusco.

La arquitecta e historiadora del arte, Sandra Negro Tua, explica las características de la capilla de san José que ahora está en mal estado. Es de una sola nave y ahora no conserva el techo. Las paredes son arcos de piedra rellenos de ladillos de adobe como se hizo en la Doctrina de Juli.

En el interior restos de murales al temple. A la entrada, del lado derecho, la capilla de la Misericordia dedicada a velar a los difuntos. Una cripta grande, para el entierro de los jesuitas. En 1950, el dueño de la hacienda donó el altar mayor a los padres pasionistas para su iglesia de Lima donde ahora se puede ver.

La fachada de 1744 es barroca con columnas salomónicas. Es de mampostería. Las torres son de madera cubiertas de mampostería.

En esta región está también la hacienda de san Francisco de Nasca que se dona en 1619 a los jesuitas, para que sus ingresos se utilicen, para sortear los gastos del Colegio Máximo de san Pablo en Lima.

La hacienda, y otras propiedades adyacentes que después compraron los jesuitas, estaba dedicada al cultivo de la vid y ellos continuaron esa labor. En 1745 se construye una casa y la capilla. Sobrevive la portada de acceso a la hacienda.

Los jesuitas aquí producían importantes cantidades de vino y aguardiente, que a lomo de mulas se transportaba a Puerto Caballos donde los jesuitas tenían bodegas y luego al Puerto del Callao, en Lima, donde también contaban con almacenes de su propiedad.

El camino de la hacienda a Puerto Caballos estaba en medio de bosques de algarrobo. Todavía se conservan tinajas y botijas que se usaron en aquel tiempo. Por las distancias y el tiempo del traslado el vino solía amargarse, pero no así el aguardiente de uva.

La arquitecta e historiadora del arte, Sandra Negro Tua, explica las características arquitectónicas de la capilla de san Francisco Xavier. La fachada es barroca elaborada con mampostería. Hay 24 mascarones distintos con elementos particulares. Hay también decoración de vegetales. Un terremoto en el siglo XX tiró el segundo nivel de las torres.

El interior es de una sola nave y el techo, que se ha caído, era una bóveda de medio cañón corrido. Las paredes y el techo se construyeron con ladrillos cocidos. En las paredes todavía sobreviven elementos de yesería de una gran calidad. Las pinturas de las pechinas son del siglo XIX. Hay una cripta.

La sacristía tiene una cúpula de ladrillo y hay vestigios de pintura mural. El edificio, dice Negro Tua, fue construido por alguien que conocía el oficio de arquitecto.

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Ahora estamos en la ciudad de Trujillo. Hay tomas de la Zona Arqueológica de Chan Chan que es el sitio arqueológico de construcciones de barro más grande del mundo. Teófilo Eduardo Álvarez, investigador de la música sitúa la importancia de la Cultura Mochica que aquí se desarrolló.

Él mismo explica la importancia de la Casa Garci Holguin y doña Beatriz. Él participó con Hernán Cortés en la toma de México- Tenochtitlan, pero después viajó a Perú y aquí hizo su vida.

En 1617, los jesuitas llegan a Trujillo y se da un conflicto entre el obispo y el virrey por lo que éste concede a los jesuitas. Ellos establecen casa, colegio e iglesia. En el terremoto de 1619 la ciudad queda en ruinas.

El obispo, por decisión propia, decide trasladar la sede episcopal a Lambayeque. El virrey le ordena que regrese a Trujillo y en 1622 vuelve a la ciudad.

En 1623, los jesuitas reciben las primeras donaciones de haciendas, para con su producto financiar el colegio y otras obras.

Al Colegio del Salvador, que empieza a funcionar en 1627, asisten los seminaristas de la diócesis y también los criollos de las distintas ciudades y pueblos de esta región del Perú. Del colegio se conserva el claustro principal recientemente restaurado.

La iglesia y la fachada se empiezan a construir en 1631 y son obra del arquitecto portugués Alonso de las Nieves, que construyó mucho en la región. La arquitectura de la iglesia se convierte en un prototipo que influye en toda esta región de Perú.

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El documentalista ofrece una mirada del personaje y la obra del obispo de Trujillo, Baltasar Jaime Martínez Compañón (Cabredo, España, 1737 - Bogotá, Colombia, 1797).  Estudió Derecho canónico en las universidades de Huesca y Zaragoza. Y en 1763 obtuvo su doctorado en la Universidad de Oñate.

En 1761 se ordena como sacerdote. En 1768 llega a Perú y es nombrado canónigo de la catedral de Lima y en 1778 obispo de Trujillo. En 1791 es nombrado arzobispo de Bogotá y tiene que dejar la ciudad.

Al llegar a la diócesis, por tres años continuos, hace un recorrido por la jurisdicción a él encomendada que abarcaban los actuales departamentos de Amazonas, Cajamarca, La Libertad, Lambayque, Loreto, Piura y san Martín.

En el recorrido lleva con él a dibujantes, músicos, arquitectos y personas que hablan las lenguas indígenas, para que registren todo lo que ven.

Producto de ese viaje se elabora lo que ahora se conoce como el Códice Martínez Compañón que consta de nueve volúmenes que ahora se encuentran en la biblioteca del Palacio Real de Madrid. Contiene 1,411 acuarelas que registran a los grupos étnicos, su manera de vestir, sus construcciones, sus alimentos y también sus diversas expresiones culturales.

El códice da cuenta de la historia de los pueblos originarios y también contiene los planos de las ciudades y de los edificios más significativos. Es de especial importancia 20 partituras musicales que registran piezas tocadas por los pueblos indígenas. Las piezas que se oyen y se bailan en el documental son: Tonada El Tuppamaro de Caxamarcatu; Tonada del Chimo de la Cultura Chimú, la única canción que ha llegado a nuestros días en el extinto idioma mochica; Cachua a dúo y a quatro,  Al Nacimiento de Nuestro Señor; Tonada El Congo, canción de esclavo negro de 1660.

El códice también contiene una lista de 43 términos de las nueve lenguas que se hablaban en la diócesis junto a su traducción en quechua y español. Las lenguas: yunga, sechura, colán, catacaos, culli, hivito y cholón. Este listado es prácticamente todo lo que se tiene de algunas de estas lenguas que han desaparecido.

Raczko me comenta: "Desarrollé bastante la vida del obispo Martínez Compañón, aunque ya no sea del período jesuítico, por pocos años, pero es el testimonio cultural más cercano a la época jesuítica. Por eso la música, las plantas de las iglesias y los inventarios de bibliotecas de sus colegios, son realizados por el equipo de gente dirigido por el obispo" Y añade que "además que siempre disfruté de la música del Codex de Trujillo, y lo he usado en otros documentales, son piezas muy americanas con matices indígenas, europeos y africanos".

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La coreógrafa argentina, Teresita Campana, que es investigadora de la danza y especialista en la danza barroca, a partir de esas tonadas ha hecho coreografías que en el documental ejecuta la compañía Danza Barroca de Buenos Aires.

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Esta tercera y última parte de Peruviana. La Provincia Jesuítica del Perú termina con escenas de la celebración de la fiesta de Pascua en Ayacucho. La procesión con velas y el anda de Pascua que sale y entra a la catedral. El Jesús resucitado y triunfante está en la parte alta del anda.

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Los tres documentales tienen cuatro horas y media de duración. En ese tiempo Sergio Raczko ofrece una amplia y detallada panorámica de la historia de los jesuitas en Perú desde su llegada en 1568 hasta la expulsión de la Compañía de Jesús de los reinos de España en 1767 por decisión del rey borbón Carlos III.

La cámara del documentalista registra las iglesias y los colegios de los jesuitas en las distintas ciudades del Perú donde éstos se asentaron que hoy forman parte del patrimonio monumental de ese país. Muestra también algunas de las haciendas de los jesuitas destinadas a sostener los colegios y otras de sus obras. Destacan las capillas.

Con la cámara señala y documenta las obras de arte producidas por jesuitas o mandadas a hacer por estos. Los cuadros del hermano italiano Bernardo Bitti y sus alumnos, los murales al temple en sus iglesias y colegios, las fachadas barrocas de sus iglesias y los altares de un barroco elaborado cubiertos de pan de oro que brillan a la luz de las velas.

Los documentales también dan cuenta de las tradiciones y las costumbres que los jesuitas introdujeron en las comunidades donde misionaron que hoy en día siguen vivas y son parte de la identidad de los pueblos y de su interculturalidad. Los jesuitas de manera consciente promovieron el sincretismo religioso y reconocieron la cultura y los valores de los pueblos originarios.

Ofrece también, pienso es lo más relevante, un retrato de los jesuitas emblemáticos de la Provincia del Perú en el período colonial. Hombres extraordinarios que innovaron y crearon nuevas maneras de evangelización donde el dominio de las lenguas originarias era condición de la nueva propuesta.

Entre los miles de jesuitas que vivieron y trabajaron en Perú, de 1569 a 1767, muchos de ellos hombres de excepción, destaca la figura del padre Alonso de Barzana (1530-1597) que en su celo misional llegó a hablar once lenguas de los pueblos originarios. Hoy en el Vaticano avanza su proceso de beatificación.

Raczko, para dar forma a los documentales da la palabra a los especialistas entre ellos a historiadores, historiadores del arte, arquitectos, antropólogos, lingüistas, pero también a gente del pueblo que habla de sus tradiciones y de su fe. Entrevista también a los jesuitas de la provincia y autoridades religiosas.

El trabajo del documentalista es notable. Con muy pocos recursos, al mismo tiempo es investigador, director, camarógrafo, guionista y también quien musicaliza los videos, logra obras atractivas e interesantes, que aportan al conocimiento del trabajo y de las obras de los jesuitas en América.

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Razcko me comparte que: "siempre diseñó una línea de tiempo, para armar el guion de acuerdo a los años cronológicos de fundación o llegada de los jesuitas" y  "uno no toma dimensión cuando está inmerso en esas procesiones, mezclado entre la gente con la cámara en mano y luego entrevistando gente, de como va a acabar ese producto de manera artística".

Peruviana. La Provincia Jesuítica del Perú (III)
Producción:  Argentina, 2019

Dirección: Sergio Raczko
Guion: Sergio Raczko
Fotografía: Sergio Raczko
Musicalización: Sergio Raczko
Locución: Julio Rodríguez
Paso a comentar algunas correcciones o datos para ampliar algunos temas.

Golpe mortal al patrimonio arqueológico

Rubén Aguilar Valenzuela 

El presidente López Obrador ha dado un golpe demoledor al patrimonio arqueológico del país con su decisión de desaparecer el Fideicomiso para el Fomento y la Conservación del Patrimonio Cultural, Antropológico y Arqueológico de México (Fideinah).
 

Esta medida, por decreto presidencial, es un acto de barbarie y un crimen de lesa humanidad en contra de la cultura y la arqueología.
 

De parte del presidente hay muchas evidencias en el discurso, pero sobre todo en el monto de los recursos destinados a la cultura que ésta no le merece ninguna importancia.
 

Ahora da una muestra más de ese desprecio al extinguir el Fideinah, que desde su fundación ha aportado recursos complementarios al muy pobre presupuesto del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
 

Con la extinción de este fideicomiso, que en 2019 tenía 601 millones 125 mil, se da un golpe mortal al patrimonio monumental y arqueológico de México.
 

En los últimos cinco años el INAH con recursos del Fideinah ha adquirido lotes, para salvar zonas arqueológicas, restaurado sitios y monumentos del patrimonio nacional y apoyado el funcionamiento de museos del ámbito federal, estatal y en los sitios arqueológicos.
 

Los argumentos del INAH no lograron convencer al presidente que diera marcha atrás al decreto de extinción del Fideinah, que se creó en 2008 con el objeto del "desarrollo de proyectos de investigación, protección, conservación, restauración, preservación y difusión en las materias de antropología, arqueología e historia".
 

La aplicación de los recursos del fideicomiso ha estado en manos de un comité técnico que encabeza el director del INAH, tres altos funcionarios de la institución y representantes de las dependencias involucradas.
 

Su manejo se ha hecho siempre con honradez. El presidente ha dicho de éste y otros fideicomisos de la cultura que se manejaban de manera corrupta. Es una mentira más del presidente.
 

Desde su creación el Fideinah ha servido como un fondo para atender asuntos emergentes producto de terremotos e inundaciones y también para hacer frente a gastos no previstos.
 

Un funcionario del INAH, a motu proprio, plantea que con esta decisión presidencial "caemos otra vez en un golpe al sector, caemos en actitudes autoritarias, caemos en actitudes centralitas, porque (el presidente) está centralizando recursos, porque está eliminando órganos y cuerpos colegiados (...)".
 

Al presidente, con la firma del decreto de extinción del Fideinah, el patrimonio arqueológico parece no importarle y tampoco las tares sustantivas que el fideicomiso ha realizado por conservarlo y protegerlo. Las consecuencias van a ser muy graves. Y las veremos.

La teología del papa Francisco

Rubén Aguilar Valenzuela 
En La Teología del Pueblo. Raíces teológicas del papa Francisco (Sal Terrae, 2017) el jesuita Juan Carlos Scannone (1930-2020), recientemente fallecido, expone el surgimiento histórico de la Teología del Pueblo en Argentina, la propuesta conceptual de esta rama de la Teología de la Liberación y la manera como el papa la asume como parte de su visión teológica, que anima su accionar.

Los creadores de la Teología del Pueblo son los sacerdotes argentinos Lucio Gera (1924-2012) y Rafael Tello (1917-2002) ambos profesores de teología en Buenos Aires. Esta teología se desarrolló como una rama autónoma de la Teología de la Liberación. Con ella comparte el principio fundamental de la opción preferencial por los pobres.

Ellos empiezan a elaborar su propuesta a partir de su trabajo en la Comisión Episcopal de Pastoral (COEPAL) que crean los obispos argentinos, para aplicar los planteamientos del Concilio Vaticano II. El aporte de Gera, que fue experto en el Concilio Vaticano II y la Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Medellín (1968) y Puebla (1979), es más conceptual y el de Tello más pastoral.

El documento fundacional de la Teología del Pueblo es la Declaración de San Miguel realizada por el Episcopado Argentino en 1969, en cuya redacción colaboraron Gera y Tello. El texto se centra en la Pastoral Popular. En palabras de Tello una propuesta de evangelización "orientada no solo hacia el pueblo, sino desde el pueblo mismo".

Los conceptos claves de la Teología del Pueblo son: Pueblo, pobres, cultura popular y cristianismo popular que se expresa en la religiosidad popular. Hay una revalorización teológica y pastoral de la religión del pueblo y de la piedad popular y la relación de estas realidades con los pobres.

Se asume, como dice Tello, que "el cristianismo popular es un modo peculiar de vivir la vida cristiana, que se da en nuestro pueblo". El cristianismo popular se expresa por las virtudes teologales fe, esperanza y caridad que también son actos profundamente humanos.

Estos actos están sometidos a la influencia de una cultura, para el caso de la cultura popular que emana del pueblo. En la Teología del Pueblo, el concepto de pueblo se define como la realidad histórica de personas reunida en la convivencia común de unos valores que conforman su cultura y su estilo de vida.

Pueblo es una comunidad, con conciencia de algo común, no necesariamente de carácter étnico, sino principalmente ético: valores o sistemas de valores morales comunes. Estos valores conforman la cultura y estilo de vida del cristianismo popular en América Latina.

Los pobres, por estar diariamente enfrentados a las necesidades básicas y a las situaciones límite -la vida y la muerte y la opresión- experimentan más vivamente los valores fundamentales de una cultura. En ellos, la aspiración a vivir, a superar la opresión, a buscar la libertad, constituye una necesidad ineludible.

En la metodología de la Teología del Pueblo se destaca el uso del análisis histórico-cultural sobre el socio-estructural y por tanto se distancia del aborde marxista que en su origen asumió la Teología de la Liberación.

La Teología del Pueblo, afirma Scanonne, está a la base de la concepción y la actuación del papa. Esto, dice, es muy evidente en su exhortación Evangelii Gaudium. El jesuita fue profesor de latín del papa cuando éste estaba en el seminario de la diócesis de Bueno Aires a cargo, en ese entonces, de la Compañía de Jesús.

El papa, afirma Scannone, no es un teólogo, pero sí un pastor que teologiza influido por la Teología del Pueblo. Cuando el papa habla de "una Iglesia pobre para los pobres" hace referencia a la injusticia estructural que es la causa de la pobreza y también, es el "hecho mayor", de que los pobres se convierten en protagonistas en la sociedad y en la Iglesia.

A partir de la teología del papa, que es la Teología del Pueblo, cobra sentido su insistencia en el lugar que tiene la piedad popular y la importancia del proceso de inculturación. Y de ella se derivan los cuatro principios expuestos en Evangelii Gaudium, para construir al Pueblo de Dios y los pueblos de la tierra: el tiempo es superior al espacio; la unidad prevalece sobre el conflicto; la realidad es más importante que la idea y el todo es superior a la parte que es la suma de las partes.

Los que conocen al papa aseguran que en su pensamiento los dos teólogos que más le han influido son Gera y Scannone. El autor ofrece las claves, para entender la teología del papa, que es la que anima su vida personal y su proyecto de transformación de la Iglesia.

La Teología del Pueblo es poco conocida fuera de Argentina donde se origina. En el libro su autor aborda los elementos centrales de su propuesta. El texto invita a la reflexión y a la toma de posición. Es una manera original de entender al cristianismo con las implicaciones que eso tiene para los creyentes.

La teología del pueblo
Raíces teológicas del papa Francisco
Juan Carlos Scannone, SJ.
Editorial Sal Terrae
Santander, 2017
pp. 279

El discurso del cinco de abril

Rubén Aguilar Valenzuela 
El informe del presidente del domingo cinco de abril va a pasar a la historia de los discursos presidenciales. Ante la crisis de salud y económica que vive el mundo y el país se generaron grandes expectativas sobre lo que diría. La sociedad esperaba el anuncio de un plan nacional de emergencia, para enfrentar la crisis económica derivada del Covid-19. Eso no sucedió.
 
En lugar de eso el presidente, solo y en medio de un gran escenario en uno de los patios de Palacio Nacional, que lo hacían ver muy pequeño y aislado, pronunció el quinto informe en los 16 meses que lleva de gestión. En un discurso anticlimático dijo lo mismo de siempre que ahora sonó más hueco e irrelevante.
 
El discurso establece un antes y un después de su gestión a la que todavía le faltan cuatro años y medio. Ese día, de cara a amplios sectores de la población, se vio como un presidente incapaz de reconocer la gravedad del momento y actuar en consecuencia. Se le vio poca cosa ante la dimensión de la tarea.
 
La actitud del presidente contrastó con la de otros mandatarios de América Latina y del mundo que asumieron programas extraordinarios con objeto de hacer frente a la pandemia, conservar el trabajo y ayudar a quienes lo perdieron. En el comparativo el presidente se vio todavía más desubicado de la realidad y también insensible ante las necesidades de la población.
 
En su discurso - intrascendente, aburrido y lleno de datos menores -, el presidente planteó que para hacer frente a la crisis estaban los programas sociales contemplados en el Plan Nacional de Desarrollo. En la medida que avanzaba en la lectura de su informe confirmaba la idea de vivir en otro mundo. Hablaba a otro país y en otro momento.
 
Mencionó en varias ocasiones que se trataba de una "crisis transitoria", pero nunca mencionó cuáles eran las medidas extraordinarias, para hacerle frente. Con su texto, leído de manera plana y sin ningún énfasis, trató, sin lograrlo, de minimizar la dimensión la crisis de salud y la económica.
 
Con datos falsos afirmó que en México había menos infectados con Covid-19 y también menos muertos que en otros países. La estadística oficial sobre la pandemia ha sido por lo menos confusa. En su intento de restar importancia a la gravedad del problema y politizarlo, que es el espacio donde se mueve, sostuvo que "la corrupción era la peor de las pandemias".
 
El presidente tuvo una oportunidad, que muy pocas veces se presentan, de pasar a la historia y plantarse como un hombre de Estado a la altura de las circunstancias. No lo hizo. Proyecto a un personaje menor insensible, ajeno a la realidad e incapaz de asumir su responsabilidad. La historia de México va a registrar este momento. Es, al final, lo que va a definir su mandato presidencial.

Vivir sin amapola

Rubén Aguilar Valenzuela 
Desde hace 50 años en una veintena de municipios de la Sierra y la Montaña de Guerrero, que abarca 1,200 pueblos, se han dedicado al cultivo de la amapola, para producir goma de opio. Es una actividad que ha dado trabajo a unas 50,000 personas.

Esa zona de Guerrero, con la vista gorda de las autoridades federales y estatales, ha vivido de una actividad que la ley considera ilícita, pero se ha dejado que se desarrolle porque ha sido la única forma de inyectar recursos a esa región.

A partir de 2014, con el aumento desbordado del uso del fentanilo por parte de los consumidores estadounidenses, como sustituto del opio, los precios de éste empezaron a caer. En 2020, la reducción fue del 80 %.

En los últimos tres años, desde 2017, ante la situación empezó el éxodo masivo de los campesinos productores de amapola en busca de mejores condiciones de vida. La mayoría hacia Estados Unidos.

Durante el auge de la producción de la amapola hubo campesinos que sembraban hasta tres veces en un año. Y en ese mismo tiempo una familia podía ganar hasta 600 pesos al día en la época de la cosecha.

La venta se hacía en conjunto y el trato de los compradores era con un representante elegido por el pueblo. El kilo de goma de opio se pagaba entre los 15,000 y 17,000 pesos. En algunos momentos hasta en 20,000 pesos.

A partir de 2017, los compradores empezaron a ofrecer a los productores 7,000 pesos por kilo y ya nadie le quiso entrar al negocio, porque a ese precio no es rentable el cultivo de la amapola.

Al año siguiente pasó lo mismo y tuvieron que aceptar la oferta, no tenían otra opción, pero para 2019 ya casi nadie sembró y el éxodo se aceleró.

La explicación de fondo de la caída de la demanda y con ello de la producción de la amapola es la aparición en el mercado de Estados Unidos de la droga China White fabricada a base de fentanilo.

Y en otro nivel está que, en 2019, con el nuevo gobierno, no llegó el fertilizante, para la siembra del maíz. No se sembró o se hizo en una cantidad muy menor.

Los polleros cobran a estos campesinos 10,000 dólares, para meterlos al interior de Estados Unidos. Ahí se contratan como cortadores y recolectores de frutas en distintos estados del vecino del Norte.

Con la caída de los precios del kilo de goma de opio los ancestrales problemas sociales de la Sierra y la Montaña de Guerrero se han agravado.

Hasta ahora la única respuesta real a esa problemática ha sido abandonar la zona e intentar migrar a Estados Unidos. (Con información de una investigación de Arturo de Dios y Salvador Cisneros publicada en El Universal, 04.02.20)

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