Rubén Aguilar Valenzuela
En estos tiempos de pandemia y encierro les comparto el texto que la actriz Marina de Tavira pronunció el día que, a Luis de Tavira, su tío y maestro, le otorgaron el Premio Bellas Artes de Teatro 2019. La intervención de Marina sintetiza el aporte de Luis al teatro y a las artes de México en su condición de dramaturgo y de formador de actores y actrices. Y al hablar de Luis habla también de ella. En el proyecto de Casa del Teatro, del Centro de Formación Teatral San Cayetano, en el Estado de México, la tuve de alumna en un curso sobre la economía del arte. Con Luis tengo una amistad entrañable de muchos años. Reproduzco el texto que nunca antes se ha publicado.
Cuando tenía seis años me llevaron al teatro. La obra se llamaba La Honesta persona de Sheshuan de Bertolt Brecht y la dirigía Luis de Tavira. Ese día no sólo sucumbí al asombro del teatro, también supe que, a ese extraño mundo, poderoso, indescriptible quería dedicar mis días. Pero no sólo al teatro a ese teatro. Más tarde, como suele decir Luis, entendí lo que quería decir: si todo es teatro nada es teatro. En ese momento solo supe, aunque no pudiera todavía verbalizarlo, que aquello que sucedía ante mis ojos no sólo era bello, sino que también apelaba a aquello único que puede trasformar la realidad: la producción de la conciencia.
Ese era el teatro que hacía Luis de Tavira, ese es el teatro que hace Luis de Tavira. Después cuando pude hacerme cargo de mi deseo tuve el privilegio de sentarme en el aula, de pararme en el escenario y de generar proyectos colectivos de la mano de Luis de Tavira. Puedo decir hoy a nombre de muchos de mi generación y de otras generaciones que si hay algo que nunca muere en Luis es la profunda convicción y la esperanza de que el teatro puede hacernos mejores personas y por lo tanto generar la posibilidad de un mejor mundo para todas y para todos. Incansable hasta el extremo Luis nunca dejará de insistir en que la función más importante es la de hoy por la única e irrefutable razón de que es la de hoy. El arte del presente de la presencia, de la comparecencia viva del actor y del espectador entre quienes sucede eso que sólo puede suceder esa única vez y que siempre será distinto: esa verdad sólo reservada al teatro, esa revelación, ese reconocimiento, esa vivencia: esa experiencia estética capaz de generar una interlocución con lo otro, con el enigma de la existencia.
He escuchado a muchos actores decir y, lo comparto, que si hay algo que logra inyectar Luis de Tavira en el proceso creativo es la pasión y ¿qué es la pasión sino ese querer darlo todo, serlo todo? Afirmarte en la convicción de que es ahí donde hay que estar, de que eso es lo que hay que decir. Que dotar de sentido la palabra viva que es el actor "esa palabra hecha carne" dota de sentido la vida misma. El teatro como el arte de la defensa de la vida. Y aquí no son mis palabras las que suenan sino las palabras que he hecho mías a través de los años de colaboración teatral y de ser testigo de que esas palabras son el testimonio de una vida, de muchísimas "horas nalga" como él dice, de días y días y días y noches y noches y noches, de trabajo, trabajo, trabajo, de ensayos, clases, noches en vela de escribir, de pensar "porque el pensar es todas las veces del pensar", de juntas, de citas institucionales, de giras, de funciones, todo siempre cargado de la convicción de que mientras exista el teatro aún tenemos esperanza.
Me tocó vivir con él el proyecto de Casa del Teatro, del Centro de Formación Teatral San Cayetano y del Centro Dramático de Michoacán. Pero antes existió el Centro Universitario de Teatro, el Centro de Experimentación Teatral, el taller de teatro épico, el Núcleo de Estudios Teatrales, y más recientemente la reformulación de la Compañía Nacional de Teatro. Se me escapa mucho. Pero esta sola lista confirma el largo aliento de una vida entregada al arte, a la formación artística, al discurso teatral de un país.
Si una palabra me nace hoy decir es GRACIAS. Gracias porque si algo he entendido en todos estos años es que no se puede renunciar, no se puede renunciar a dar todos los días la mejor función de tu vida aun cuando solo esté sentado un espectador en la sala porque si se da el milagro de que ocurra ese misterio único del teatro entonces esa función habrá valido la pena. Gracias por enseñarme que la competencia es siempre conmigo misma, que se trata de alcanzar a ser eso único que cada uno podemos llegar a ser. Gracias por enseñarme que mi mayor maestra siempre será mi personaje y que es en ella donde podré entender un poco de mí misma. Gracias porque no das tregua. Porque cuando se trata del teatro, entendiendo que es un medio para un fin aún mayor, eres exigente hasta el extremo empezando por ti mismo. Gracias por enseñarme lo grande de lo pequeño, lo pequeño de lo grande. A asombrarme de la antigua Novedad de la Patria, a estremecerme ante El Martirio de Morelos, a querer descubrir los secretos de Clotilde en su casa, a perderme en el laberinto de las Siete moradas, a sucumbir ante el amor de El Caballero de Olmedo, al intercambio luminoso de Leoncio Lena, a dejarme llevar por una Guía de turistas, a asombrarme de esta tierra cuál Cortez, a temblar ante la profecía de Zaratustra, a temer el arco de las amazonas, a enternecerme ante el posible aniversario número 75, a querer llegar a la raíz de la epiqueya, y la desoladora vacuidad de Los ejecutivos. A Zozobrar con La expulsión, a querer ser parte de La Conspiración de la Cucaña, de la procesión de María Santísima, de la bondad enigmática de Un Círculo de cal, de la sabiduría escondida detrás de una Dama boba, gracias por el universo contenido en una piedra, por el horror del matadero, por el implacable juicio a aquel Felipe Ángeles, por las artimañas de Los pequeños zorros, por la nostalgia de Dios de algún Rehén, por la sorpresa que aguarda tras las puertas, por el dolor de un Tragaluz. Por todo lo que se me escapa por no saber cómo nombrarlo. Porque también me enseñaste que las cosas son cuando alcanzan a ser dichas y por eso hoy yo digo gracias. Gracias por el teatro.
Pienso en ti como ese niño entre nueve hermanos que jugaban al teatro y a las películas por no tener televisión. Que escribían obras, se peleaban los personajes o quien sería el director. Una infancia en donde constantemente se retaba a la inteligencia y a la supervivencia. Pienso en ti en la Compañía de Jesús el lugar del principio y fundamento y donde estudiando griego apareció Sófocles cambiando el curso de las cosas para siempre. Pienso en ti encontrando el axis en el teatro para quedarte ahí y reunir toda la convulsión, la sabiduría, y la alegría de la experiencia de la vida para hacer visible lo invisible.
Director, dramaturgo, maestro, productor, pensador, actor: Hacedor de teatro. ¿Desde cuántos lugares se puede amar el teatro? ¿Desde cuántos lugares se puede amar la vida?
Me entusiasma el camino que se viene por delante, todas las cosas que abrirás todavía para que se siga asomando el mundo. Estaré siempre anhelante confiando que nacerá en ti una nueva poiesis que nos confirme que hay suficiente luz en las tinieblas.
Y no puedo dejar aquí de recordar esas palabras que pusiste en boca de tu Director de teatro en la escena 7 (ese número siete que siempre se repite)
Quien pierde al teatro
Pierde su espejo;
Alguien dirá que hay muchos otros
Y es verdad,
Pero no habría que olvidar
que ninguno es como el teatro
Dónde sino mira el mundo
el abuso de la estupidez.
Quién puede revelar mejor
la trama con que se urden los engaños.
Quien puede decir mejor
que el tirano es un tirano
el traidor un homicida
el banquero un usureo
el millonario un avaro
Y el zalamero un ladrón.
Da su enseñanza mayor sin decirla,
Cuando al mover a risa y llanto,
hace aparecer aquí
en el instante que dura
las grandes almas que la muerte ausenta.
Muchas gracias.