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Rubén Aguilar Valenzuela
Hoy 19 de agosto mi padre, Rubén Aguilar Monteverde, hubiera cumplido 100 años. Nació en 1924 en Hermosillo, Sonora. Una calle de la ciudad lleva el nombre de su abuelo, el doctor, político y artista Fernando Aguilar Aguilar (1856-1930).
El primer Aguilar de nuestra familia que de España llegó a Sonora fue Victores Aguilar en 1776 y el primer Monteverde de Italia a Sonora, Francisco Monteverde en 1790. Son dos familias sonorenses que tienen en el estado, 248 años una y 234 años la otra.
En 1939, a los 15 años, mi padre empieza a trabajar en el Banco Nacional de México (Banamex) en la sucursal Navojoa, Sonora, donde vivía con sus papás y hermanos. Ahí, su padre Fernando Aguilar Quintana (1890-1975), se hacía cargo de los negocios del general Álvaro Obregón.
En esta sucursal inicia su carrera de banquero como ayudante del Departamento de Cuentas Corrientes. Estudia por correspondencia la carrera de contador en la Escuela Bancaria y Comercial. Fue un autodidacta entusiasta que aprendió de la práctica y el estudio personal.
Después de cinco años de noviazgo contrajo matrimonio con mi madre, Alicia Valenzuela García, en abril de 1946. Tuvieron seis hijos. En Navojoa, mientras trabajaba en el banco rentó la radio XEGL para, entre otras cosas, transmitir los juegos de béisbol de la Liga del Pacifico.
En 1950, tenía 26 años, abrió la sucursal de Banamex en Los Mochis, Sinaloa, y en 1951 la de Mexicali, Baja California. En 1959 se hizo cargo de la Gerencia Regional de Banamex en Monterrey, Nuevo León, y en 1963 de la de Hermosillo, Sonora. En ese mismo año lo nombran subdirector, y se viene a vivir con su familia a la Cuidad de México. Ya no habrá cambios a otras ciudades.
Es nombrado director general adjunto en 1970, cuando Agustín Legorreta Chauvet asume la dirección general del banco. Estudia el curso de Alta Dirección de Empresa del IPADE en 1969-1970. Asume la presidencia de la Asociación de Bancos de México (ABM) (1976-1977).
En 1981 es nombrado director general de Banamex. En septiembre de 1982, el presidente López Portillo expropia la banca. La ceremonia oficial se realiza en la oficina central del banco. Mi padre participa en ella. El gobierno le ofrece quedarse, pero decide jubilarse.
A partir de entonces, y hasta su muerte el 19 de diciembre de 2011, tenía 87 años, se dedica a promover el desarrollo de las organizaciones de la sociedad civil. Al tiempo se desempeña como consejero independiente de grupos empresariales como Carso, Alfa, Cinépolis y Pedro Domecq.
Fue presidente de la Junta de Asistencia Privada (JAP) y participó en la creación de una veintena de organizaciones entre ellas la Fundación Mexicana para la Salud (FUNSALUD) y el Centro Mexicano para la Filantropía (CEMEFI).
Se desempeña también como consejero de instituciones sociales y públicas como el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición "Salvador Zubirán" y el consejo ciudadano que creó Cuauhtémoc Cárdenas cuando fue jefe del gobierno de la Ciudad de México.
El doctor Jorge Alonso Sánchez, del CIESAS-Occidente hizo su biografía que se publicó con el título de "Un hombre confiable: Rubén Aguilar Monteverde" (Fomento Cultural Banamex, 2005). El prólogo es del doctor Guillermo Zermeño Padilla del Colmex.
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Rubén Aguilar Valenzuela
El presidente López Obrador desde que asumió su cargo ha ofrecido un solo argumento para justificar el proceso de militarización de la administración pública.
Lo que ha dicho en múltiples ocasiones es que al llegar al gobierno se encontró con que todas las instituciones públicas estaban inmersas en una enorme corrupción.
En su valoración no había funcionarios civiles honestos en ninguna dependencia y por lo mismo no se podía confiar en ellos.
Se encontró también que las únicas instituciones del gobierno integradas por funcionarios que no eran presa de la corrupción eran los soldados y marinos.
Solo en ellos podía confiar, para iniciar la transformación de la administración pública y del país que se había propuesto al llegar a la presidencia.
A lo largo de dos décadas, como candidato a la presidencia, se había comprometido a que si triunfaba de inmediato iba a regresar al Ejército a los cuarteles.
La nueva posición del presidente implicó un cambio radical de su visión del Ejército y la Marina, ahora ya no eran fuerzas represivas sino las únicas instituciones del gobierno que no eran corruptas.
Desde el inicio de su mandato, López Obrador decretó que en su gobierno ya no había corrupción. De la noche a la mañana los que eran corruptos ahora ya no. Se habían convertido a la honradez.
A partir de entonces en la valoración del presidente todos los integrantes de las dependencias de la administración pública ya no son corruptos, sino ejemplo de virtud pública.
Y si la única razón para involucrar al Ejército y la Marina en las tareas de la administración pública, que no les corresponden, era porque todos los funcionarios civiles eran corruptos, ya no es así.
Ahora, por lo mismo, la intervención excepcional del Ejército y la Marina ya no se requiere. Se les debe de dar las gracias y hacer que regresen a los cuarteles, que era la idea original de López Obrador.
Y los funcionarios civiles honrados, que ahora participan en este gobierno, que lo son todos, dice el presidente, deben hacerse cargo de las tareas propias de los civiles en la administración pública.
La nueva presidenta, Claudia Sheinbaum, que recibe un gobierno con solo funcionarios ejemplarmente honrados, ya no necesita que el Ejército y la Marina estén a cargo de tareas propias de los civiles.
El argumento utilizado por López Obrador ya no es válido porque ya no existen funcionarios civiles corruptos, no es, por lo mismo, el argumento que pueda utilizar la nueva presidenta.
¿En el gobierno de Sheinbaum, el Ejército y la Marina seguirán haciéndose cargo de áreas de la administración pública que deberían estar en manos de los civiles?
¿Cuál, entonces, sería el nuevo argumento? ¿No es cierto que se haya terminado la corrupción en la administración pública? ¿Por qué se necesita de la militarización, para gobernar?
