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Saber y deber

Hector A. Gil Müller

Hace algunos días, alumnos del Instituto Tecnológico de México, campus Saltillo, iniciaron un plantón que paralizó una de las avenidas principales en Saltillo, ciudad en la que vivo. Los motivos fueron muy diversos, desde el uso de las instalaciones durante un concierto en el cual se distribuyeron bebidas alcohólicas y la poca transparencia entre las cuotas y pagos que los estudiantes realizaban ante una dirección que se refería lejana a los problemas y situaciones de los estudiantes.

El plantón, que históricamente se ha vuelto el mas extenso en tiempo de mantener cerrada una arteria tan importante, fue levantado a 10 días de iniciado. Las generaciones, que definimos apáticas y atípicas, resultaron ser apasionadas y políticas. Sin embargo, el movimiento estuvo justo en el limite entre continuar y levantar. Quienes gritaban por continuar el plantón querían inspirar a otras sedes educativas y alcanzar más peticiones y continuar presionando hasta asegurar el cumplimiento de cada demanda. Triunfó, tras varias reuniones de negociaciones, el levantar bloqueo. El movimiento inició con un fuerte apoyo ciudadano, conmovidos por la elegancia y buen manejo de la situación, de los jóvenes que incluso organizaron espectáculos culturales y deportivos durante los días de protesta. Sin embargo, conforme pasaban los días y se advertían los triunfos alcanzados por la masa en protesta, a los días de iniciado se presentó la renuncia de quien dirigió al instituto por 4 años, la ciudadanía empezaba a sufrir los embates de un trafico caótico que convertía calles en avenidas.

Así ocurre con el poder, debemos entender que el poder debe concluir. Debemos pensar que el poder es un momento, pero lo deseamos pensar que es eterno. El poder es una situación no una condición y nos gusta extender sus esfuerzos. ¿Cómo sería el mundo si la gente estuviese segura de que el poder es un momento? Los muchachos enfrentaron la crisis de no dejar el movimiento, y a poco estuvieron de contar ya no con el apoyo social sino con el rechazo ante un movimiento que lejos de obtener resultados parecía entronizarse.

Me gusta pensar en el liderazgo como en un árbol. El poder es un rasgo y consecuencia del liderazgo. Las raíces del árbol son los valores o principios que determinan la altitud y salud de árbol. Aquellos elementos que nos mantienen conectados con la tierra, con el sustento, que nos nutren y en las tempestades nos amarran. Como la raíces, no se exhiben los principios, seguramente cuando se exhiben y se presumen no son verdaderos principios. El tronco es la capacidad, las habilidades y talentos que tenemos para soportar el follaje del árbol que son los resultados. Si el poder es un resultado, es como el follaje, habrá temporadas o estaciones en los que el follaje cae, se vuelve un tapete para otros. Pero si el árbol es sano, si su tronco es suficiente y sus raíces saludables, en el verano resurgirá otro follaje.

Debemos prepararnos a dejar la batalla cuando esto sea lo conveniente. Maquiavelo no escribió nunca “el fin justifica los medios” él manifestó que siempre se debe valorar buscando la opción con mayor virtud. Lo mismo ocurre; saber frenar el apetitito por conquistar es de sabios, no de astutos.

Volver a circular por la avenida antes tomada me recuerda que los movimientos nos enseñan más de la naturaleza humana que los mismos espejos.

Disminuyó su nivel

Héctor A. Gil Müller

Ignacy Jan Paderewski fue un gran pianista y compositor polaco que desempeñó importantes funciones en el gobierno de su natal país, fue el 3er ministro de Polonia y el segundo de la República de Polonia. Su fama mundial le valió de plataforma en una época difícil, los preludios entre las guerras. Pocos pianistas, sobre todo de la talla de este genio, han accedido a ambos escenarios, el artístico donde las musas susurran encantadoras imágenes del pasado y en la política donde los faunos inspiran encantadoras imágenes del futuro. Porque el artista relata de su pasado y el político convence con su futuro. Paderewski triunfó en ambos. Cosa rara y atípica, pero de vez en cuando evidente.

Muchas historias podemos destacar de su largo anecdotario, como siempre de las nobles vidas se pueden obtener. Se narra que durante una temporada de conciertos en Nueva York, Paderewski recorría las calles caminando sosegadamente y disfrutando lo que llamaba; aires de libertad, se detuvo ante una casa de dónde salía una terrible ejecución de Chopin, otro polaco famoso cumbre del periodo romántico, en la puerta de la casa, en su dintel, se leía un pequeño cartel con la inscripción: “Madame Williams, clases de piano $1 dólar”. Como pudo, el pianista europeo, entrometió su cabeza por entre los barrotes de la ventana y alcanzó a gritarle a la desentonada pianista; deje de tocar a Chopin, deje de hacer esta masacre. Años más tarde coincidió que nuevamente el encumbrado artista paseaba por esas mismas calles y su sorpresa fue grande cuando vio en esa misma casa el cartel a la puerta que decía: “Madame Williams, alumna de Paderewski, clases de piano $5 dólares”.

Cuando Paderewski rindió protesta como primer ministro de Polonia, recibió una carta firmada por un amigo músico americano que escuetamente le decía: “a Usted no le felicito, sino que le doy mis condolencias, pues pasando de músico a político ha disminuido su nivel”.

Hoy vemos una política desgastada, una actividad de liderazgo cívico que parece confundirse entre la necesidad de cumplir con el encargo y la necesidad de ser ciudadano. Las candidaturas independientes son muestra de ello. Ya no confiamos en quienes han mostrado interés de acceder al poder mediante una institución política. Hemos hecho fiel eco a aquella frase del filósofo campesino que rezaba: “los políticos son como los bebes, y hay que cambiarlos por la misma razón”. Ya se ha olvidado que el candidato, en la antigua Grecia, era quien portaba orgulloso la cándida, una túnica blanca que reflejaba su vida de honor y mesura. Pareciera que la política verdaderamente hace a la gente disminuir su nivel.

Siendo entonces el poder tan seductor, tocando su música que atrae y también aleja. Parece natural que en la política y cuanto más en campaña o precampañas, empiecen a aparecer viejos amigos, habrá mucha gente que aproveche su cercanía a los candidatos o a los nuevos funcionarios para obtener algún beneficio. Así como aquella maestra aprovechó el regaño del gran pianista.

Se repite

Hector A. Gil Müller

MORENA eligió su coordinador de los comités de cuarta transformación y con ello la candidatura del 2024 para la presidencia nacional. La sensación se repite, la ausencia de blindaje y la falta de confianza en los procesos hace que el perdedor rompa con la institución. Lo mismo ocurrió en Coahuila, y en muchos otros estados. La confianza no es una acción, es un ambiente y si bien López Obrador ha construido una campaña a su derredor, MORENA no ha podido asegurar el desarrollo de esa confianza. La confianza significa congruencia, compromiso, comunicación y conexión, sin ello el ambiente de confianza no se logra. Si la confianza se entiende como acciones, solamente estamos a la espera de lo que se hace o no se hace, pero es muy complicado empezar pensando que las cosas se harán mal. Es decir, no se puede comprobar que no se harán las cosas mal, lo acertado es comprobar que las cosas se hicieron bien.

Sin confianza las instituciones no se mantienen, ese será el reto de MORENA en el 2024, en una evaluación presente, por los resultados de los gobiernos morenistas, en materia de seguridad, empleo y economía y muchos otros rubros que no han sabido desarrollarse en criterios de austeridad que parece dejar de lado la eficiencia.

Marcelo Ebrard ha denunciado irregularidades, desde el momento en el que presentó su renuncia como canciller, alertó la falta de equidad en los mecanismos de difusión y recientemente el uso de la fuerza pública para impedir el acceso de sus representantes al conteo de votos de la encuesta morenista que se integró por diversas encuestadoras, todas dando el triunfo a la Mexiquense Sheinbaum

Una campaña entre Xóchitl y Claudia, que se antojaba así desde hace meses, y sin saber cuál sea el destino de Marcelo Ebrard parece que el presidente habrá de abandonar a su colega, fiel a la usanza hecha en otras ocasiones ante la misma desconfianza.

La campaña de Claudia será del pasado, una continuación de las políticas de la 4T sin poder lucir los resultados en la Ciudad de México. Auspiciada por la fama y favor de Andrés Manuel López Obrador. Pero ¿será capaz de traducir esa fama en su persona?, ¿contará con el carisma, es decir el buen aroma capaz de atraer a otros? Xóchitl enfrenta una gran barrera, ella es una mujer empresario exitosa, y nosotros vemos el éxito como un suceso, no como un proceso. Por lo que deberá explicar cómo tener éxito en un negocio como el publicitario y siendo proveedor de diversos gobiernos. Ese es un problema recurrente, para nosotros en México el éxito es un suceso que aparece, por eso decimos que la oportunidad la pintan calva o que madrugar es suficiente, pero el éxito es un proceso, reiterado y disciplinado. Como la receta de cocina, que a mayor claridad en la receta mejor su exitoso resultado. Apasionados nosotros, sacrificamos claridad, componente del éxito, por la pasión. Así nuestras recetas se componen de pizcas, cucharitas, punto de, sazón como, etc., rasgos emocionales imposible de igualar. El discurso político será igual al querer tapar el proceso con el suceso. Una campaña en la cual seguramente se mencionen los ingresos que High Tech (empresa publicitaria de Xóchitl Gálvez) ha tenido de gobierno.

Falta aún mucho por ver y más aun por comprender, pero por lo pronto parece cíclico el asunto y de tanto que se quejó MORENA, sus mismos miembros hoy critican.

El miedo no anda en burro

Hector A. Gil Müller

Hace algunos días el diputado Sergio Gutiérrez Luna abrió una audiencia pública en la cámara de diputados en la que se expuso la necesidad de legislar sobre Fenómenos Anómalos No Identificados. Inició la audiencia con el juramento a la verdad el comunicólogo mexicano Jaime Maussan. Al final de su intervención señaló: “Si son extraterrestres o no, no lo sabemos, pero eran inteligentes y vivieron con nosotros. Deberían reescribir la historia”. Cerrando su intervención y solicitando que México se convierta en el primer país del mundo en reconocer oficialmente la vida extraterrestre. Aún dudamos en la vida inteligente en el más acá ¿qué vamos a suponer en el más allá? Ya México anda en el universo. Las sondas espaciales Voyager, un proyecto popularizado por Carl Sagan y enviadas en 1977 incluyen un disco de oro que contiene imágenes y sonidos de la tierra, entre los materiales que contiene está “El Cascabel” un huapango mexicano escrito por el veracruzano Lorenzo de Barcelata cantada por Antonio Maciel y las Aguilillas con el Mariachi de Pepe Villa. Entre Johnny B. Good, Mozart, Beethoven, Bach, hasta Zampoñas, percusiones y gaitas. Seguimos en la búsqueda de un mariachi interestelar.

Ya estábamos preparados, pensando que la invasión extraterrestre seria distraída por el Cha Cha Chá de Tito Rodriguez el cantautor puertorriqueño que advertía: “los marcianos llegaron ya, y llegaron bailando ricachá”, forma en que se llamaba en marte al cha cha chá. Por cierto, el 2 de julio, que recuerda muy bien Fox, se celebra el día mundial del OVNI. Lo incierto, oculto o desconocido nos causa temor. Un temor que si se deja crecer se convierte en miedo. 

Simultáneamente, mientras se exhibían en el recinto legislativo unos restos traídos desde Perú de unos seres milenarios que si no son aliens serian botargas bastante mal hechas. En un mundo virtual en el que el tiempo pasa o se detiene a diferente velocidad que en el mundo real, Se viralizó la escena de la presentación de los libros de textos del 26 de agosto, en la que Ana María Prieto Hernandez quien presentó el libro de “Nuestros Saberes” y es profesora investigadora de la Universidad Pedagógica Nacional bailaba en medio de su discurso y criticaba la separación entre los de calificación de 10 y los de 5. ¡Peor será cuando se entere que se les dice burros a los reprobados!

Ya sean OVNIS o bailables la política, que es de todos, se vuelve tragicómica. Nuestra exigencia y nuestra diversión se funden cuando las razones dejan de estar en las acciones y se mueven solo las emociones. El miedo no anda en burro, como se supuso en el bailecito, no va despacio.

En la vida enfrentamos miedos que nos traen la ansiedad, como un huésped indeseable que llega para quedarse. La precaución nos hace tomar acciones y el miedo nos impide vivir. La precaución insiste en usar el cinturón de seguridad, el miedo nos impide subir al vehículo. La precaución nos hace tomar acciones para recibir el futuro, el miedo nos quita la opción de llegar a él. El miedo rompe cualquier razón y levanta unos barrotes de una cárcel tan profunda como obscura. No tiene límites el miedo.

A los OVNIS, a la crítica viralizada, al cambio, pero también tenemos miedo al pensamiento diferente, al rompimiento del estado de las cosas y entonces nos saciamos de un baile que demuestra lo innecesario de la pantomima y la ausencia de lo mismo que se predica. Manipular las emociones también es como el miedo, anula la razón.

El valor de un instante.

Héctor A. Gil Müller

Esperar, Recordar, Reflexionar y Disfrutar son comportamientos que se han disminuido como consecuencia de la rapidez con que se pasa la vida. Uno ve lo rápido de la vida, cuando en los viajes deje de ver el destino para ver el camino. La meta se antoja lento el recorrido, el camino nos muestra la verdadera rapidez.  

Vivimos en un mundo extraño, ya no sabemos si estamos en un cambio de era, o en una era de cambios, es posible que consumas alguna bebida con saborizante artificial de limón y que uses jabones que tienen auténtico jugo de limón, es una sociedad difícil a veces de entender, y quiero invitar a la reflexión sobre algo tan simple como la pequeña vela de cumpleaños. En mi infancia las velas de cumpleaños se apagaban mientras pedías un deseo. Debía ser algo bueno y rápido, la vela se reusaba en muchos cumpleaños, no había que gastarla mucho, los de antes las guardaban en cajas que antes eran de galletas.

Hoy en día las velas que se utilizan para los cumpleaños ya no son de cera, son imposibles de apagar, y también desechables. Tienen alguna especie de pólvora que crea fuegos artificiales justo en el momento, y eso es lo interesante: quizá el valor de lo simple, el valor de lo sencillo, el valor de la espera se está perdiendo en una sociedad que quiere vivir rápido. Una sociedad que quiere tener algarabía, intensidad en lugar de profundidad. Una sociedad de consumo, donde ya pocas cosas se pueden guardar, en una sociedad donde cada vez reparamos menos y cambiamos más.

Esta necesidad de consumo, de acelerarse y ya no detenerse no siempre está mal, vivimos en un  tiempo privilegiado, nunca antes la humanidad pudo hacer lo que con tanta comodidad hacemos día a día, pero si esta sociedad está quitando el derecho a esperar, el derecho a reflexionar, el derecho a tomar el tiempo para disfrutar, entonces algo estamos haciendo mal. Debemos disfrutar cada momento, encontrar  el valor de cada instante, por más rápido que este sea, observar, disfrutar, quedar con imágenes en la mente más que en el celular para que cada uno de los momentos especiales que se tenga en la vida, se atesoren y guarden en la propia vida. Algo como aquellas velas, que hablaban de los cumpleaños de la infancia. Aprender de esas velas es saber que no todo es solamente intensidad de un fuego, que ni calienta ni alumbra pero si brilla, Esas velas son el testimonio de una sociedad que esperando algo simple, encontraba algo de valor.

Tengo el alto honor, mayor de cualquiera al que pueda alguien aspirar, privilegio parecido pero superior al de vivir en el corazón de la mujer amada, de tener hijos. Si a mis dos hijos pudiese en algo aconsejar para que sigan en su camino y no se distraigan seria esto, que no dejen de usar velas cuyo pabilo nos recuerda aun el valor de un instante. Cuando dejamos de desear solo queda el miedo, ni siquiera la soledad se queda, ella se va junto con el deseo. Ni lo grande, lo rápido y lo popular merece el instante que ofrece lo pequeño, lo lento y lo discreto, el valor de un instante.

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