Andrés Manuel López Obrador formó un partido político y un movimiento con el objetivo de ganar la Presidencia de la República; a él se unieron una mezcla de personas con distintos y, a menudo, opuestos puntos de vista, criterios filosóficos, premisas teóricas y valoraciones éticas y políticas, con la única coincidencia que era la toma del poder.
Ya en el ejercicio del poder, López Obrador ha mostrado lo que realmente quiere como proyecto de nación y, por lógica, no es necesariamente lo mismo que desean los que se le unieron cuando el único proyecto estaba basado en su aspiración al poder. Al poder como nexo para la consecución de otros fines (idealistas o egoístas) o al poder por el poder, para gozar del sentimiento de prestigio que él confiere, según el espíritu de cada uno de sus integrantes.
El actual gobierno vive todas las contradicciones derivadas del carácter ecléctico de sus componentes, lo que implica siempre navegar en un mar de contradicciones internas, pues todos ellos tienen su lado positivo y su lado negativo, su pasado y su futuro, su lado de caducidad y su lado de desarrollo; la lucha entre lados contrapuestos, la lucha entre lo viejo y lo nuevo, entre lo que agoniza y lo que nace, entre lo que caduca y lo que desarrolla.
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