El 18 de febrero de 1913, Don Venustiano Carranza Garza, gobernador constitucional de Coahuila, recibió el telegrama que el general de división Victoriano Huerta había girado desde la Ciudad de México a todos los gobernadores y comandantes militares. El texto del usurpador decía: “Autorizado por el Senado, he asumido el Poder Ejecutivo, estando presos el presidente y su gabinete”.
En seguida, Carranza en su despacho, observando nuestra majestuosa Catedral, toma una de las decisiones más trascendentes de su vida: Venustiano Carranza, gobernador de Coahuila, se convertía en la única persona que se atrevió a rebelarse contra Victoriano Huerta en un momento de gran confusión en que los gobernadores, cámaras, ejercito, hacendados, clero, capitalistas e inversionistas extranjeros se apresuraban a expresarle su adhesión y su reconocimiento.
Venustiano Carranza “tenía al lanzarse a la revolución un propósito desinteresado, patriótico, y bien definido. Algo mucho más hondo, más vasto y trascendente de lo que Madero se propuso: el propósito de Carranza fue: destruir una dictadura militar, establecer la igualdad social y consolidar la independencia de su patria”.( Urrea, Blas,1920. Benítez Fernando 1977)