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Mientras el ruido enferma a miles, la SCT no ve, no oye, ni habla

Alfredo Acle Tomasini

Hace cuatro meses la vida cambió para cientos de miles de personas en el poniente de la Ciudad de México. Desde entonces sus días y noches transcurren debajo del sonido de aviones que pasan a baja altura sobre sus cabezas. Su cotidianidad, literalmente su bien estar, sufrió un vuelco radical. Conversar, concentrarse, estudiar, trabajar, leer, descansar, convalecer, dormir o cuidar de niños, ancianos y enfermos son actividades que el ruido de las aeronaves irrumpe, dificulta o de plano inhibe. Más, porque al entrar en cíclicas oleadas desde el cielo es imposible acallarlo.

Colonias que otrora eran remansos de tranquilidad, que justo por eso fueron escogidas como lugar para establecer a costa de mucho esfuerzo, la vivienda familiar en una casa o en un edificio, son ahora la antesala de pistas de aterrizaje pese a que están a más de 15 kilómetros de distancia. De esa quietud no queda nada salvo la añoranza que crea una sensación de pérdida y rabia.

La decisión de cambiar las rutas de aproximación y despegue al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México estaba tomada muchos meses antes de implantarse. Se hizo en secrecía, en la penumbra donde se esconden los cobardes. Bien conocen los funcionarios de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) el ruido que provoca en tierra el vuelo de un avión haciendo maniobras a menos de 1,000 metros con relación al terreno. No hicieron ningún estudio previo porque hubiera dejado evidencia que conocían con antelación el daño que causarían al definir rutas que los aviones sobrevolarían a menor altura porque pasarían por zonas más elevadas de la Ciudad. También sabían que, por tratarse de un área topográficamente más accidentada, el impacto acústico sería todavía mayor. Evitaron cualquier consulta para no alertar a quienes lo padecerían y ahora, cuando ya lo sufren y protestan, no tienen el valor civil para darles la cara. Se guarecen en sus oficinas detrás de segundones que les sirven de trinchera y de abogados de cualquier ralea cuyo encargo es detener, como se pueda, los reclamos judiciales que han presentado los afectados.

El ruido no crea costumbre sino enfermedades

Si los funcionarios de la SCT piensan, junto con sus mudos colegas de la Secretaría del Medio Ambiente y del gobierno de la Ciudad de México, que al ignorar el problema del ruido que ha causado el rediseño del espacio aéreo, este desaparecerá en la medida que los afectados se acostumbren o los medios dejen de prestarles atención a sus reclamos, están equivocados. El ruido reiterado no crea costumbre sino enfermedades. Este es un hecho inaceptable y, por ende, nunca cesarán de reclamar de la forma como puedan su derecho a la salud.

El ruido no mata de repente. Su efecto es como el de la radiación; entre más tiempo una persona esté expuesta a él aumentará la probabilidad de desarrollar algún tipo de padecimiento ya sea físico, mental o emocional, debido a que su persistencia provoca angustia física y fisiológica, lo que altera la homeostasis del organismo[i] y aumenta la carga alostática[ii]. A partir de ese momento, el cuerpo humano es terreno fértil para el desarrollo de un variado tipo de enfermedades.

La OMS[iii] calcula el costo social del ruido como la suma de los años perdidos por muertes prematuras más los años vividos con alguna discapacidad, con enfermedades o con problemas cardiacos provocados por él. Así, estima que en Europa se pierden cada año más de un millón de años de vida saludable por el ruido causado por el tráfico. Por tanto, decir que la gente se acostumbra al ruido es una soberana estupidez.

La OMS realizó un análisis técnico profundo del contenido y de la evidencia empírica presentada en decenas de artículos publicados en revistas científicas por investigadores especializados sobre los efectos que el ruido tiene en la salud, a partir del cual hizo recomendaciones específicas aplicables a las carreteras, los ferrocarriles y la aviación.

En este último caso recomendó como límites máximos: 45 decibeles (dB) durante el día y 40 dB por la noche[iv]. Cabe destacar, que la OMS califica esa recomendación con el grado más alto: “firme”, dado que con base en la evidencia empírica que tomó en cuenta, considera que por encima de esos límites se pone en riesgo la salud de las personas, lo que además de los daños individuales que cause terminará siendo una carga social.

La distancia que existe entre las recomendaciones de la OMS (40/45 dB) y los niveles de ruido que está padeciendo la población del poniente del área metropolitana de la Ciudad de México afectada por el sobrevuelo de aviones (65/85 dB), expone con meridiana claridad que las probabilidades de que ese segmento padezca alguna enfermedad física, mental y emocional aumentaron como consecuencia del rediseño de espacio aéreo.

¿Cómo nos empieza a enfermar el ruido?

Por experiencia propia sabemos que lo primero que nos provoca el ruido es una molestia que dura hasta que se apaga la fuente que lo emite. Al instante sentimos alivio. Así, advertimos la tensión que nos causaba escucharlo. Pero, si el ruido es recurrente durante todo el día en lapsos de unos cuantos minutos y, además, como en el caso de los aviones, se presenta en cíclicas oleadas que irrumpen un estado de relativo silencio para alcanzar en su cúspide niveles altos, la molestia adquiere un grado muy intenso que deriva en otras sensaciones como: irritación, fastidio, enfado, perturbación, mal humor. No en vano el ruido se usa como medio de tortura.

Con base en estudios realizados en varios aeropuertos del mundo[v], la OMS determinó que el porcentaje de la población que percibe un grado de molestia muy intenso por el ruido de las aeronaves se incrementa en la medida que este es más fuerte, como se aprecia en la siguiente gráfica:

Sabemos por los estudios que han hecho expertos en sonometría en las zonas afectadas por el rediseño, que coinciden con evidencia empírica que fuentes serias han publicado en sus páginas web[vi], que los aviones que sobrevuelan el área metropolitana de la Ciudad de México por debajo de los 3,000 pies de altura (914 metros) producen un nivel de ruido que oscila entre 65 y 80 decibeles dependiendo de su tipo y antigüedad. Esto significa, de acuerdo con los datos de la OMS representados en la gráfica, que más de la mitad de las personas que viven en las colonias localizadas por debajo de esas trayectorias, sufren en consecuencia una molestia muy aguda cuya continuidad les genera irritación, enfado, perturbación, fastidio.

La OMS califica la persistencia de una molestia aguda derivada del ruido como un problema de salud porque, además de degradar la calidad de vida de la persona en forma inmediata, actúa como precursor de otros padecimientos que tarde o temprano afectarán su salud mental, emocional y física por las razones que se mencionaron en un párrafo anterior, en cuanto a la capacidad del organismo para mantener su equilibrio y soportar la tensión.

Trastorno de la función cognitiva

En primer término, el ruido afecta la función cognitiva lo que tiene implicaciones importantes en la salud y desarrollo de la persona, dado que abarca un amplio espectro de actividades mentales como: el aprendizaje, el manejo de información, el razonamiento, la comprensión, la toma de decisiones, la concentración, la memoria y las habilidades del lenguaje entre otras.

En suma, el ruido nos hace más torpes y menos productivos. Lograr el mismo objetivo requerirá de más esfuerzo o se alcanzará a medias, lo que en el caso de la niñez puede tener efectos negativos en su desarrollo. Por ejemplo, la OMS afirma con base en la evidencia que examinó, que el ruido de las aeronaves cuando supera los 55 dB se asocia negativamente a la comprensión oral y de lectura, lo que en el corto plazo afecta el desempeño escolar y el desarrollo de la memoria y, en el mediano, puede producir alguna discapacidad cognitiva permanente.

Para las escuelas públicas y privadas localizadas por debajo de las nuevas rutas de aproximación y que, por ende, están sometidas a un nivel de ruido superior a ese nivel, y que además deben mantener los salones con máxima ventilación por la pandemia, esto significará cuando eventualmente inicien clases, desperdiciar miles de días lectivos/alumno. Es decir, la pérdida de tiempo y esfuerzo por parte del alumnado y personal docente, y de los recursos que los contribuyentes aportan al gasto público y de las colegiaturas que pagan los padres de familia. Pero, en el mediano plazo, más graves serán las secuelas que los problemas cognitivos puedan significar en el desarrollo de niños y jóvenes que diariamente acuden a esos planteles y, peor aún, si además viven cerca de ellos porque en sus casas y departamentos seguirán padeciendo el ruido, pero ahora en compañía de sus familias.

Afectación del sueño y enfermedades cardiovasculares

La OMS considera que a partir de 40 dB el ruido altera el sueño y, por ende, representa un problema de salud porque derivará en problemas físicos y mentales que afectarán de inmediato las actividades rutinarias (físicas y mentales) de las personas debido al cansancio, lo que eventualmente alterará su metabolismo e incrementará el riesgo de padecer hipertensión.

Con base en estudios realizados por expertos, el ruido promedio durante la noche en las colonias afectadas por el rediseño es de casi 60 dB. Si consideramos que la escala de decibeles es logarítmica esto dato es cuatro veces más alto que el límite recomendado por la OMS y cómo podemos deducir de la gráfica, esto significa que más de una tercera parte de las personas percibe ese nivel como una molestia aguda. Peor, si consideramos además los picos que se alcanzan durante la noche dependiendo del tipo de aeronave y su antigüedad, y que pueden superar los setenta decibeles. Sobre todo, porque los cargueros además de ser más viejos suelen usar los horarios nocturnos porque los slots resultan más accesibles y baratos.

Enfermedades cardiovasculares

Es evidente que el efecto acumulado de la exposición del ruido durante día y noche mina la salud. Las dificultades continuas para cumplir con las rutinas cotidianas y la acumulación de horas de sueño perdido crean una suerte de presión sobre la persona que tarde o temprano reventará, por algún lado. Es decir, cuando altere la capacidad del organismo para autorregular su equilibrio. La OMS encontró que por encima de los niveles recomendados (45dB día, 40 dB noche) existe una alta probabilidad de que aumente la incidencia de enfermedades cardiovasculares y cuando esto ocurre es igualmente factible que lo que empezó siendo una molestia continua termine provocando, en el mejor de los casos un daño permanente y en el peor, la muerte.

El derecho a la salud es irrenunciable

La forma como el ruido de los aviones daña la salud les da a los responsables de provocarlo y esparcirlo sobre rutas precisas, la oportunidad de desentenderse de las consecuencias negativas que sus decisiones han provocado en la salud de la población.

El ruido de los aviones no mata a decenas en el acto, ni provoca colas repentinas de pacientes en clínicas y hospitales. Sus efectos son retardados porque dependen del tiempo de exposición. A su vez, geográfica y temporalmente ocurren dispersos. Hoy un niño en la colonia X está manifestando problemas de aprendizaje. Mañana, una señora en la colonia W será diagnosticada hipertensa después de semanas de mal dormir. Y pasado, una muchacha en la colonia Z deberá ser tratada por depresión después de un largo período tomando pastillas para calmar la ansiedad que le provoca el continuo paso de aviones.

Un verdadero funcionario público con experiencia, talento y conocimiento se toma el tiempo de entender y valorar el costo/beneficio de implantar una política pública como es el rediseño del espacio aéreo. Pero, por desgracia para los ciudadanos ese no es el caso de quienes ocupan los cargos superiores de la SCT. Si no consideraron las resoluciones, circulares y recomendaciones de las Naciones Unidas y de la OACI sobre el problema del ruido, menos iban a preocuparse por atender las emitidas por la OMS. Peor aún, en un arrebato trasnochado del estatismo que en el siglo pasado inspiró expropiaciones, el subsecretario Morán Moguel justificó la afectación sobre cientos de miles de personas diciendo que el interés nacional estaba por encima del bien privado. Se ve que ignora la reforma de Artículo 1º de la Constitución de 2011 en la que se estableció que los actos de autoridad deben hacerse con pleno respeto a los derechos humanos y el derecho a la salud es uno de ellos.

Si Arganiz y Morán Moguel piensan que quienes por el ruido de los aviones padecen una molestia aguda que afecta su calidad de vida y su salud terminarán resignándose están en un error. El derecho a la salud es irrenunciable. Asumir que son infalibles por lo que sus decisiones no merecen la mínima rectificación y que además son invulnerables porque ostentan un alto cargo público y están cerca del poder presidencial al que sirven sin pudor para mantener un ingreso, es una fantasía que tiene fecha de caducidad, quizá más próxima de lo que imaginan. En cambio, lo que no es efímero son las consecuencias de sus decisiones que dañan y lastiman, y por las que eventualmente tendrán que responder. Los daños a la salud mantienen viva la memoria y a los responsables en la mira.


[i] La capacidad del organismo para mantener una condición interna estable compensando los cambios en su entorno mediante el intercambio regulado de materia y energía con el exterior (metabolismo)

[ii] Dificultad de recuperación después de pasar por una situación o un evento que provocó tensión

[iii] Noise Guidelines, World Health Organization 2018 Pag. 2

[iv] Noise Guidelines, World Health Organization 2018 Pag. 61

[v] Noise Guidelines, World Health Organization 2018 Pag. 69

[vi] https://nats.aero/environment/noise-and-emissions/measuring-noise/lmax/

Los autores de la campaña negra contra Sheinbaum

Alfredo Acle

Claudia Sheinbaum explica la derrota de su partido en la Ciudad de México como la consecuencia de una campaña negra en su contra. Dice que sigilosa y reiteradamente, en especial durante el encierro de la pandemia, noticias y mensajes negativos sobre la gestión de los gobiernos federal y local empezaron a entrar a las viviendas de miles de capitalinos que lograron calar a tal grado en su ánimo, sobre todo en aquellos que viven en el poniente de la metrópoli, que tan pronto abrieron las urnas salieron en masa a votar por la oposición para descargar así, el coraje que los autores de esas viles mentiras les acumularon malévolamente en el hígado a través de sus celulares, radios y televisores. Tanta fue la bilis vertida que no les importó formarse por horas con tal de expresar su voto de repudio.

Tiene toda la razón Sheinbaum. Ella es víctima de esa campaña negra. Sin esta, sus logros en todos los frentes, su trabajo incesante, su eficacia como gobernante, su impecable gestión como responsable del Metro, su apertura para escuchar hasta la queja más nimia de cualquier capitalino y su incansable esfuerzo hubieran sido valorados por la ciudadanía y, por aclamación, su partido habría barrido en las urnas teniéndola a ella como abanderada en la capital del País. Por eso, hay que desenmascarar a los funestos autores de esos infundios y exhibirlos ante la sociedad como culpables de una injusticia inaceptable.

Muchos fueron los temas que utilizaron los estrategas de la campaña negra para torcer malévolamente el ánimo de los ciudadanos en contra de Sheinbaum. Por razón de espacio seleccionamos solo los más relevantes.

Primera campaña: Niégales la posibilidad de tener algo mejor y después desquícialos con ruido

Empecemos por la decisión de cancelar el Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México cuyos usuarios residen en su mayor parte en el poniente de la Ciudad. Así, la posibilidad de contar con una nueva terminal aérea con estándares internacionales en materia de seguridad y comodidad, incluso con un proyecto arquitectónico de clase mundial, quedó cancelada por uno de los más nefastos personajes que opera contra Sheinbaum, conocido como AMLO, que a cambio ofreció reconvertir una vieja base militar en el segundo aeropuerto de la capital. Para desgracia de la jefa de Gobierno, esos ciudadanos, además de tener sentido común, también saben sumar y restar, por lo que rápidamente se dieron cuenta de la imbecilidad que se estaba cometiendo y del brutal costo que esta tiene y tendrá para el País.

Por si esto no fuera poco, el 25 de marzo, a solo tres meses de las elecciones, cuatro empleados del tal AMLO, que responden a los apellidos de Arganiz, Morán, Rodríguez y Hernández, decidieron rediseñar el espacio aéreo del Área Metropolitana, para que el tráfico de aviones diera una larga vuelta en la periferia del Valle de México sobrevolando a baja altura las partes altas de la zona poniente de la Ciudad. Así, más de un millón de habitantes que residen en una franja que va de Huixquilucan a Tlalpan empezaron a padecer de un día para otro, un nivel de contaminación acústica que rebasa en mucho la recomendación de la Organización Mundial de la Salud, pese a que viven a más de 15 kilómetros del aeropuerto.

Esta campaña negra urdida por ese brillante cuarteto, cuyos miembros hicieron gala de una sensibilidad política de alta escuela, resultó de gran eficacia para poner a una buena parte de la ciudadanía de la zona poniente en contra del gobierno. El sobrevuelo de cada avión a escasos cientos de metros de sus cabezas repetido ad-nauseam durante las veinticuatro horas del día, sembró en el ánimo de miles de electores la urgente necesidad de repudiar en las urnas un acto arbitrario y masivo que atenta contra el derecho a la salud de más de un millón de capitalinos.

No ganó el partido de Sheinbaum en ninguna alcaldía y presidencia municipal afectada por el rediseño del espacio aéreo. Arganiz, Morán, Rodríguez y Hernández merecen una promoción sino es que al menos un aumento de sueldo. El ruido atronador que producen los aviones cuando vuelan a baja altura, les recuerda a decenas de miles de ciudadanos del poniente de la Ciudad, lo que cuesta tener un gobierno improvisado, tripulado por siervos que no por funcionarios y que es capaz de emprender proyectos absurdos sin atender a los estándares mínimos de planeación, viabilidad financiera, seguridad, cuidado del medio ambiente y, sobre todo, a la protección del derecho a la salud. Peor aún, los afectados no solo deberán pagar con sus impuestos un capricho irracional, sino que ahora sometidos al ruido constante, tendrán que hacerlo también con su calidad de vida, su salud y con su patrimonio.  Y esto, que todavía falta la segunda fase del mentado rediseño.

Segunda campaña: Rebájales sus ingresos, quítales recursos para dificultarles su trabajo y corre a todos los que puedas

Pero, la obsesión del tal AMLO para contar con recursos con el fin de financiar sus proyectos fantasiosos con la intención velada de hacerle una campaña negra a Sheinbaum, lo llevó a despedir a cientos de servidores públicos eliminando áreas administrativas o fusionándolas, sin más lógica que abatir el número de plazas y sin importarle las consecuencias que eso tuviera en la gestión gubernamental. A los que pudieron conservar sus trabajos les redujo sus salarios y eliminó prestaciones, como la de seguros de gastos médicos que harto extrañaron durante la pandemia y que para muchos significó la diferencia entre la vida y la muerte. La misma receta se las aplicó a los miembros de la comunidad académica y científica, a los que adicionalmente les quitó los recursos de decenas de fideicomisos que les servían para financiar sus actividades y sus proyectos de investigación.

Bien que sabía el taimado de AMLO que la mayoría de los servidores públicos, académicos e investigadores que perjudicó viven en la Ciudad de México y, para colmo, en su mayor parte en las zonas clasemedieras del poniente. Peor aún, también conocía que muchos de ellos habían votado hace tres años por su partido porque con habilidad los había engatusado hablándoles del “cambio”. Pero mañosamente AMLO le hizo creer a Sheinbaum que su capital político era indestructible, que pese al abismo que había entre sus promesas de campaña y sus acciones como gobernantes, esos servidores públicos e investigadores despistados eran una masa resiliente que lo aguantaría todo, aun si esto significara reducir su nivel de vida y retar diariamente a su inteligencia. Sobre todo, porque él piensa que les está haciendo un bien dado que así no caerán en la tentación del consumismo y entenderán, tan pronto no puedan pagar sus hipotecas, las colegiaturas, las tarjetas de crédito y sus consultas médicas, que su única aspiración debe ser vivir en austeridad, como diariamente se los predica desde el palacio virreinal donde reside o desde una modesta finca de varias hectáreas que posee en Chiapas para su descanso.

Sheinbaum no vio venir esta campaña negra. Pensó que, así como ella sigue, venera y obedece a AMLO al extremo de la abyección, esto también pasaría con todos los que votaron por su partido, sin darse cuenta de que cada elección es distinta y que los únicos resultados que importan son los últimos. Los previos son solo son registros del pasado.

Tercera campaña: Miénteles, trátalos como idiotas y no cuentes a los muertos

Tiene razón Sheinbaum cuando dice que buena parte de la campaña negra en su contra ocurrió durante el primer año de la pandemia. Quien cumplió con este encargo de manera brillante fue un discípulo sobresaliente de AMLO conocido como López Gatell. Todo un personaje que ha encontrado en su rebuscada verborrea un método astuto para situarse dentro del corazón de su leal mentor, como cuando lo conmovió al borde de las lágrimas al decirle que dada su naturaleza sobrehumana era imposible que contagiara a nadie de COVID “porque él tiene la fuerza moral no la de contagio”. Tan hondo caló esta frase memorable que su jefe en la Secretaría de Salud, apellidado Alcocer, quien ha vivido de la renta de un viejo favor que hace muchos años le hizo a AMLO, no se quiso quedar atrás y, tan pronto pudo, declamó de manera apasionada desde Palacio Nacional que la inmunidad de López Obrador contra el virus maldito, se la habían regalado los habitantes de los muchos pueblos que ha visitado.

López Gatell convenció al otro López de que había que hacer una campaña negra contra Sheinbaum actuando en sentido contrario respecto a todo lo que recomendara la Organización Mundial de la Salud, a lo que hicieran con éxito otros países o, simplemente a lo que aconsejara el sentido común.

Salgan, abrácense, recomendó AMLO a los ciudadanos, cuando en otros gobiernos ordenaban a los suyos ponerse en cuarentena. No es necesario hacer pruebas diagnósticas y menos usar cubrebocas, repitió López Gatell hasta la saciedad. Tenemos camas libres, a nadie se le ha negado el acceso a un hospital. Los únicos muertos que existen son los que nosotros contamos y apenas suman unos cuantos, dijo el supuesto galeno cuando ya la fuerza de la pandemia se había hecho presente en los panteones. Llegar a 60,000 fallecidos sería catastrófico, agregó para convencernos de lo lejano de ese escenario trágico.

La campaña negra que hábilmente instrumentó Gatell empezó a prender cuando retó la inteligencia del ciudadano que ve y experimenta otra realidad, ya sea en carne propia o en la de sus parientes y amigos. Mientras que miembros de la comunidad científica se dieron a la tarea de publicar artículos e investigaciones que exponían el pésimo manejo de la pandemia de COVID y el costo brutal en términos de vidas perdidas. La suma de fallecidos, incluida la mortalidad excedente, ya rebasa diez veces el escenario que se calificó como catastrófico.

En la Ciudad de México los fallecidos con diagnóstico con COVID representan 15% del total nacional. Esto equivale a 385 personas por cada 100,000 habitantes, dos veces el promedio nacional y que casi alcanza 1,100 si se considera la mortalidad excedente. De hecho, la capital mexicana está en este renglón dentro los primeros lugares a nivel mundial, lo que indica que los hospitales fueron insuficientes y que las camas vacías obedecían a filtros en las admisiones y a una contabilidad tramposa que consideraba el total de camas libres en los hospitales, en lugar de solo sumar las que en verdad estaban disponibles para atender a los enfermos de COVID.

Las otras campañas negras

Hay una larga lista de otras campañas negras que también ideó AMLO para perjudicar a Sheinbaum y que vale la pena enumerar para observar la amplitud de su repertorio: el nulo apoyo económico otorgado durante la pandemia que derivó en el cierre de miles de pymes y pequeños establecimientos en la Ciudad de México, poniendo en la calle a dueños y empleados, que muchas veces eran miembros de sus familias. Razón que explica porque la capital del País marcha a la retaguardia en la recuperación del empleo. La cancelación del seguro popular, la escasez de medicamentos, en especial los oncológicos y retrovirales, la desaparición de las estancias infantiles y los centros de acogida para víctimas de la violencia familiar. La suma de estas omisiones e iniciativas fueron muy exitosas para alejar a muchos electores del partido de la jefa de Gobierno.

Pero, lejos de darse cuenta de la malévola estrategia de su supuesto mentor, ella se ha dedicado a repetir como alumna aplicada, lo que este ha pregonado desde un día después de las elecciones, señalando como los autores de esa campaña negra a los medios y a una bola de periodistas y comentaristas que le tienen harta tirria a él, a ella y, desde luego a su partido. Sheinbaum dice que quiere recuperar las alcaldías que perdió su partido, pero esto supone tener capacidad de autocrítica para entender qué sucedió y prestar oídos a voces que no quisieron escucharse, lo que requiere una buena dosis de humildad para en su momento admitir errores y corregir el rumbo. Sin embargo, en los recintos donde el poder se aloja, la humildad suele ser materia escasa, sobre todo cuando se está cerca del dios sexenal y más si se alberga la esperanza de algún día reemplazarlo. Entonces no queda otra que “lo que usted diga, señor”.

Despreciar el bien hacer termina en un mal quehacer

Alfredo Acle Tomasini

La responsabilidad del jefe del Ejecutivo respecto al patrimonio público, entendido este en su acepción más amplia posible, no inicia a partir del diseño y gestión de los presupuestos que le corresponda administrar, sino que abarca también los recursos humanos, materiales, financieros y tecnológicos que a través de los años y previamente a su mandato, se formaron, adquirieron o acumularon con los impuestos de los contribuyentes.

Desafortunadamente, la forma como se da seguimiento a las finanzas públicas en México pone el énfasis en los flujos, no en los acervos. Nos conformamos con saber cuánto se recaudó y gastó en el año para determinar, según sea el caso, si hubo déficit o superávit presupuestal. Así, desde una óptica muy estrecha, este saldo sirve para calificar la supuesta responsabilidad fiscal del gobierno en turno.

Sin embargo, aun cuando bajo está lógica el gobierno pudiera, en apariencia, estar actuando dentro de una disciplina financiera, en paralelo podría también tomar decisiones que representen una pérdida importante del patrimonio público. Esto último nos debería importar tanto como lo que ocurre con el presupuesto del año en curso, porque significa tirar a la basura recursos que los contribuyentes aportaron en ejercicios anteriores.

La cancelación del proyecto del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México y de las estancias infantiles, el cierre de PROMÉXICO y la terminación del Seguro Popular representan una pérdida brutal para el patrimonio público que bien puede sumar varios miles de millones de dólares. A este quebranto financiero habría que añadir otros conceptos que, aun siendo más difíciles de cuantificar, harían el saldo todavía más negativo. Por ejemplo, los esfuerzos que costó imaginar esas iniciativas y ponerlas en marcha, las lecciones que se aprendieron desde que iniciaron operaciones, la formación de recursos humanos a los que se echó a la calle y, finalmente, los daños y perjuicios que dichas decisiones causaron en terceros como proveedores, contratistas y usuarios.

Cualquiera que haya tenido la oportunidad de administrar una organización o una empresa, y más si la creó de la nada, sabe que hacerlo es una carrera de obstáculos con la pendiente en contra. ¿Cuánto talento, esfuerzo y recursos tomó crear el Seguro Popular desde su conceptualización, diseño y puesta en marcha hasta el momento que se decidió ponerle fin? Todo esto, aunque no se registre contablemente, ha terminado en la basura.

Cuando una empresa destruye un activo que no ha sido amortizado tiene que restarlo de su capital porque implica una pérdida patrimonial. Pero los gobiernos no tienen un balance financiero, ni un estado de pérdidas y ganancias. Todo se resume al flujo de efectivo: cuánto se cobra y pide prestado y cuánto se gasta.

Qué López Obrador haya decidido tirar miles de millones de dólares al caño, qué ese dinero nos haya costado a todos, qué muchos de los perjudicados tuvieron costos y sufrieron daños, incluso en sus personas o en las de sus seres queridos; no importa. Nuestra ceguera o lo ajustado de las viseras que como burros llevamos, nos impiden apreciar la magnitud del perjuicio causado al patrimonio público. De manera equivocada asumimos que las mermas a este son inocuas porque fueron recursos gastados y contabilizados en ejercicios anteriores. Argumento que, desde luego, jamás utilizaríamos en caso de perder nuestros propios bienes, aunque los hayamos adquirido muchos años atrás.

Por otro lado, la actividad del gobierno crea valor e incide en el Producto Interno Bruto. Desaparecer programas y entidades públicas implica destruir valor y dejar de sumarlo a la producción nacional. Es dable pensar que este ha sido, entre otros, uno los factores que ha influido para hacer nulo, sino es que negativo, el crecimiento económico. Más aún, si consideramos los efectos directos e indirectos que en la demanda agregada ha tenido la reducción de la remuneración de los servidores públicos o su despido.

Cierto que los sucesivos gobiernos deben hacer modificaciones a la estructura y al funcionamiento de la administración pública, porque esta es el medio a través del cual las políticas públicas y los planes de gobierno se diseñan, ejecutan y evalúan. Pero justo porque esto implica afectar bienes y recursos públicos, aunque se hayan financiado con fondos de presupuestos pasados, estos ajustes y las innovaciones deben hacerse de manera fundada, planeada y ejecutarse en forma eficiente. Absurdo y sobre todo desconsiderado para los usuarios, que no se haya previsto un período de transición para pasar del Seguro Popular al INSABI.

A punto de entrar en el tercer decenio del Siglo XXI, México dispone de una plantilla de profesionistas en todos los ámbitos del conocimiento con la que jamás había contado. Sin embargo, el actual presidente de la República no toma decisiones basado en “tecnicismos y numeritos”. Por eso, pese a la disponibilidad de ese vasto capital humano que se formó para abrir brecha e impulsar el desarrollo del País, decisiones como la cancelación del NAICM, la construcción del aeropuerto de Santa Lucía, de la refinería de Dos Bocas y del Tren Maya, la terminación del Seguro Popular, la puesta en marcha del INSABI y el establecimiento de miles de sucursales bancarias se han tomado sobre las rodillas, sin ningún estudio serio y público que los avale. La intuición y el voluntarismo presidencial suplen a la ciencia, el conocimiento y la experiencia.

Hundimiento

Presenciar el espectáculo de la improvisación que pone sobre la mesa del azar el presente y futuro del País, resulta frustrante y deprimente porque sabemos que México tiene los recursos y los medios para hacerlo mejor y porque no olvidamos las consecuencias de la irresponsabilidad de quienes creyéndose infalibles, dejaron hundida a la Nación en el pantano de sus mentiras y sueños de grandeza. Esto es lo que ahora inspira el temor y la desconfianza que no se cura con reuniones en Palacio, ni con discursos grandilocuentes.

Cuando López Obrador dice que “gobernar no tiene ciencia”, evidencia su desprecio por el buen hacer y por una disciplina de trabajo que debe estar presente en todo administrador público. Pero, también exhibe la visión patrimonialista que tiene de la presidencia de la República. Él se asume como dueño del patrimonio público y del presupuesto, no como su temporal gestor que como tal está obligado a hacerlo de manera profesional. Presume de honesto y austero, pero lo que el País ha perdido y perderá por las decisiones que ha tomado, equivale a un derroche que supera en mucho el botín de varias generaciones de pillos que hicieron del gobierno la fuente de su riqueza personal. La ineptitud es tanto o más cara que la corrupción.

El primer contrapeso de un presidente debe estar en su propio equipo. Ahí debería encontrarse la primera línea de leales opositores. Pero esto requeriría un estatura profesional y moral que no existe en el actual gabinete. El bajo perfil de sus miembros es deliberado porque están ahí para obedecer, seguir instrucciones y bajar la cabeza. El hecho de haber pasado de puestos diminutos a cargos de enorme importancia los lleva a demostrar una disciplina absoluta hacia quien les hizo el favor de impulsarlos para dar un salto abismal en sus sendas carreras, poniéndolos al frente de responsabilidades mayúsculas pese a no tener la experiencia, el talento y los conocimientos para desempeñarlas. Carencias que más temprano que tarde se traducen en lentas curvas de aprendizaje, improvisación y decisiones equivocadas. Basta recordar el costo del desabasto de gasolina y medicinas. Por eso aceptan sin chistar el regateo de sus funciones con otros secretarios, que un día aparezcan en primera línea y otro los pongan tras bambalinas pese a que se traten asuntos de su responsabilidad, que sus subordinados acuerden con el presidente. Al líder obediencia ciega y más cuando se le teme.

Durante el último año, en el tablero nacional muchos focos amarillos están ahora en rojo y algunos verdes hoy lucen el color ámbar. Si un médico nos advirtiera que no toma decisiones con base en tecnicismos y numeritos, o que practicar la medicina no tiene ciencia, jamás nos dejaríamos operar por él. Despreciar el buen hacer termina irremediablemente en un mal quehacer.

PEMEX y CFE: nada es estratégico por siempre

Alfredo Acle

¿Podríamos decir que un espejo de tocador es un objeto estratégico?

Imaginémoslo con un largo mango y montado en una armadura de plata con caprichosas figuras repujadas en su reverso. Viaja meciéndose en el cuarto de baño de un lujoso yate que navega a cientos de kilómetros de la costa más cercana. En ese espacio privado, es en realidad una suerte de adorno más que nadie extrañaría si llegara a faltar.

De repente la nave se incendia. Todos deben abordar de inmediato el bote salvavidas con lo mínimo indispensable para sobrevivir la odisea que les deparó el destino. Una mujer corre al baño. Minutos después aborda jadeando la pequeña embarcación, mientras los demás, que trajeron a bordo agua, alimentos y el botiquín del yate, miran perplejos como abraza el espejo contra su regazo. A punto de increparla por su aparente banalidad, ella les dice ―con esto haremos señales para que nos vean.

En la vida personal como en la de las empresas y naciones, el carácter estratégico que le damos a una acción, una política, un bien, un recurso, etc. depende del momento y sus circunstancias. Cuando los pasajeros de ese yate navegaban tranquilos el espejo era un objeto prescindible, pero al momento de colocarse en una situación límite se volvió estratégico para su supervivencia.

CFE y PEMEX fueron medios para lograr un objetivo estratégico

A fines de los treinta, México era un país más rural que urbano, el 65% de la población activa se concentraba en el sector primario y solo el 10% en la industria. La Segunda Guerra Mundial estaba empezando lo que destruiría durante el primer lustro de los años cuarenta la planta productiva de Europa, mientras que en ese período EEUU tendría que reconvertir la suya para manufacturar armamento. Circunstancias que incentivaron la producción nacional de bienes importados cuyo suministro se vio afectado durante el conflicto bélico.

En ese escenario, la industrialización era un objetivo estratégico para el desarrollo del País, que hacía indispensable que el gobierno se involucrara de manera directa en ramas prioritarias para impulsar este esfuerzo como: la eléctrica, la petrolera y la siderúrgica. Así, se crea en 1937 la Comisión Federal de Electricidad (CFE), Petróleos Mexicanos (PEMEX) en 1938 y, con un carácter mixto, Altos Hornos de México (AHMSA) en 1942.

Estas empresas públicas fueron vitales para la expansión de la planta industrial que se dio durante los siguientes cincuenta años. Cada una de ellas incrementó y diversificó su producción.  CFE que empezó generando energía hidroeléctrica después lo hizo con plantas termoeléctricas, geotérmicas y una nuclear. Además, se encargó de hacerla llegar a todo el territorio nacional. Por su parte, PEMEX se integró verticalmente, desarrolló la petroquímica y fue pilar para la producción de fertilizantes nitrogenados que por varias décadas produjo la extinta paraestatal Fertilizantes Mexicanos (Fertimex). AHMSA creó un grupo de subsidiarias que se convirtieron en eslabones de la cadena de suministro de otras ramas industriales como la metalmecánica y automotriz.

La descripción de estos casos permite distinguir con claridad la diferencia entre los objetivos estratégicos y los medios para lograrlos. El objetivo estratégico de los gobiernos de Cárdenas y Ávila Camacho fue impulsar la expansión de la planta productiva. Uno de los medios que utilizaron fue la creación de empresas públicas, dos de ellas con carácter monopólico, para proveer la energía y el acero que ese esfuerzo requería. Es decir, PEMEX y CFE nunca se plantearon como fines en sí mismas sino como medios para impulsar el desarrollo del País dado el escenario nacional, internacional y tecnológico que prevalecía cuando fueron creadas.

Cuando López Obrador justifica la Ley del Servicio Eléctrico como un recurso para proteger a PEMEX y CFE comete el error de considerarlas como fines en sí mismas. Algo que nunca fueron. Peor aún, en este terco afán no se pregunta si, en su situación actual, esas empresas contribuyen a que el País logre un ritmo sostenido de crecimiento económico que le permita ser competitivo, incrementar el empleo y alcanzar un desarrollo sustentable en términos financieros y ambientales, lo que debería ser un objetivo estratégico de su gobierno.

López Obrador está atrapado en un escenario pretérito. Tiene dificultades para entender el presente y es incapaz de comprender los retos que plantea el futuro, como en su momento sí lo hizo Lázaro Cárdenas, que supo vislumbrar el porvenir al grado de que buena parte de la planta productiva que se instaló en México en el siglo pasado sería inexplicable sin PEMEX y CFE. Es decir, desde la óptica de un estadista puso en consonancia el objetivo con los medios para lograrlo.

¿En este escenario qué haría un estadista?

Quizá especulando, valdría preguntarse: ¿qué haría Cárdenas ahora ante una realidad nacional e internacional muy distinta a la que enfrentó hace más de 80 años?, ¿cómo le describiríamos el escenario actual?

General: La industrialización del País y por ende su electrificación son hechos consolidados. Su economía es una de las quince más grandes de un mundo globalizado al que México se ha insertado a través de decenas de tratados y acuerdos internacionales, y donde los procesos productivos y distributivos y los flujos de capitales se dispersan por todo el orbe.

Ahora la competitividad de las naciones no depende de su dotación de materias primas ni de lo barato de su mano de obra, sino de su capacidad para crear valor y generar conocimiento.

Ahora, el desarrollo tecnológico de la industria energética permite aprovechar al sol y al viento para prender desde un foco hasta para iluminar una urbe entera y además hacerlo desde escalas domésticas hasta industriales. Esto hace posible pulverizar la generación de energía eléctrica en infinidad de fuentes cuya instalación y operación atrae a decenas de nuevos inversionistas, en lugar de concentrarla en grandes centrales hidráulicas, termoeléctricas o nucleares cuya construcción implica grandes inversiones que solo el Estado, a menudo con deuda externa, puede financiar.

Ahora el calentamiento global, producto en gran medida del uso de combustibles fósiles, amenaza nuestras ciudades costeras donde están los principales puertos y donde se obtiene el volumen más alto de ingresos por turismo. También perjudica al campo cuya balanza agropecuaria representa un importante ingreso de divisas, acentúa el crónico descenso de nuestras reservas acuíferas y provoca el abandono de tierras y la emigración de quienes antes vivían de ellas.

Ahora la sustitución de vehículos de gasolina por eléctricos es una tendencia irreversible y así pasará con el consumo de combustibles fósiles, en tanto nuestras reservas y producción de petróleo decrecen y además no son de la mejor calidad. Refinar petróleo para producir gasolina nacional afecta la salud de millones de mexicanos porque el combustóleo que genera este proceso tiene un alto contenido de azufre y solo puede utilizarse localmente en plantas termoeléctricas cercanas a centros urbanos.

Por su parte el deterioro operativo y financiero de PEMEX ha hecho de su propiedad estatal una cuestión nominal. Un hito histórico que una pésima gestión transexenal ha revertido en los hechos, porque el monto de su deuda acumulada supera el valor de sus activos. Es decir, sus verdaderos dueños son sus acreedores, la mayoría extranjeros, que no el Estado mexicano. Su sobrevivencia, como la de CFE, ya no depende de ellas mismas sino de los consumidores que pagan impuestos añadidos y precios altos por sus productos y de los recursos que reciben del erario federal a costa de sacrificar renglones prioritarios como la salud, la educación y la investigación.

Cárdenas, como cualquier jefe de Estado, comprendería que los retos y riesgos que el escenario actual le depara al País implica que CFE y Pemex no tengan ahora el carácter prioritario que antaño tuvieron y que, en cambio, sí resulta urgente ajustar su dimensión y ámbito de actividades para abatir su peso en las finanzas públicas, en el medio ambiente y en la salud de los mexicanos, de tal suerte que sumen al avance nacional en lugar de lastrarlo.

CFE y Pemex fueron naves que nos ayudaron a cruzar un mar complejo y tormentoso como se veía hace ochenta años. Ahora estamos en terreno firme, los retos que tenemos enfrente es escalar montañas y conquistar nuevos territorios. Son otros los medios que deberemos imaginar para alcanzar estos objetivos, sobre todo porque ya no hay necesidad de que el Estado lo haga todo solo.

Sin embargo, su visión para fijar objetivos a mediano y largo plazo, su capacidad para diseñar políticas e instrumentos que los permitan lograrlos, su función regulatoria para asegurar equidad competitiva, proteger a consumidores y al medio ambiente y su rol como orquestador de los esfuerzos de múltiples participantes son ahora sus instrumentos, que pueden ser tan fuertes, prioritarios y decisorios para el desarrollo del País como en los treinta fue la creación de CFE y PEMEX. Para el gobierno lo más importante no es quien hace las cosas sino garantizar que se hagan bien, a tiempo y que sumen para lograr objetivos que en verdad sean estratégicos para el País.