Alfredo Acle

Claudia Sheinbaum explica la derrota de su partido en la Ciudad de México como la consecuencia de una campaña negra en su contra. Dice que sigilosa y reiteradamente, en especial durante el encierro de la pandemia, noticias y mensajes negativos sobre la gestión de los gobiernos federal y local empezaron a entrar a las viviendas de miles de capitalinos que lograron calar a tal grado en su ánimo, sobre todo en aquellos que viven en el poniente de la metrópoli, que tan pronto abrieron las urnas salieron en masa a votar por la oposición para descargar así, el coraje que los autores de esas viles mentiras les acumularon malévolamente en el hígado a través de sus celulares, radios y televisores. Tanta fue la bilis vertida que no les importó formarse por horas con tal de expresar su voto de repudio.

Tiene toda la razón Sheinbaum. Ella es víctima de esa campaña negra. Sin esta, sus logros en todos los frentes, su trabajo incesante, su eficacia como gobernante, su impecable gestión como responsable del Metro, su apertura para escuchar hasta la queja más nimia de cualquier capitalino y su incansable esfuerzo hubieran sido valorados por la ciudadanía y, por aclamación, su partido habría barrido en las urnas teniéndola a ella como abanderada en la capital del País. Por eso, hay que desenmascarar a los funestos autores de esos infundios y exhibirlos ante la sociedad como culpables de una injusticia inaceptable.

Muchos fueron los temas que utilizaron los estrategas de la campaña negra para torcer malévolamente el ánimo de los ciudadanos en contra de Sheinbaum. Por razón de espacio seleccionamos solo los más relevantes.

Primera campaña: Niégales la posibilidad de tener algo mejor y después desquícialos con ruido

Empecemos por la decisión de cancelar el Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México cuyos usuarios residen en su mayor parte en el poniente de la Ciudad. Así, la posibilidad de contar con una nueva terminal aérea con estándares internacionales en materia de seguridad y comodidad, incluso con un proyecto arquitectónico de clase mundial, quedó cancelada por uno de los más nefastos personajes que opera contra Sheinbaum, conocido como AMLO, que a cambio ofreció reconvertir una vieja base militar en el segundo aeropuerto de la capital. Para desgracia de la jefa de Gobierno, esos ciudadanos, además de tener sentido común, también saben sumar y restar, por lo que rápidamente se dieron cuenta de la imbecilidad que se estaba cometiendo y del brutal costo que esta tiene y tendrá para el País.

Por si esto no fuera poco, el 25 de marzo, a solo tres meses de las elecciones, cuatro empleados del tal AMLO, que responden a los apellidos de Arganiz, Morán, Rodríguez y Hernández, decidieron rediseñar el espacio aéreo del Área Metropolitana, para que el tráfico de aviones diera una larga vuelta en la periferia del Valle de México sobrevolando a baja altura las partes altas de la zona poniente de la Ciudad. Así, más de un millón de habitantes que residen en una franja que va de Huixquilucan a Tlalpan empezaron a padecer de un día para otro, un nivel de contaminación acústica que rebasa en mucho la recomendación de la Organización Mundial de la Salud, pese a que viven a más de 15 kilómetros del aeropuerto.

Esta campaña negra urdida por ese brillante cuarteto, cuyos miembros hicieron gala de una sensibilidad política de alta escuela, resultó de gran eficacia para poner a una buena parte de la ciudadanía de la zona poniente en contra del gobierno. El sobrevuelo de cada avión a escasos cientos de metros de sus cabezas repetido ad-nauseam durante las veinticuatro horas del día, sembró en el ánimo de miles de electores la urgente necesidad de repudiar en las urnas un acto arbitrario y masivo que atenta contra el derecho a la salud de más de un millón de capitalinos.

No ganó el partido de Sheinbaum en ninguna alcaldía y presidencia municipal afectada por el rediseño del espacio aéreo. Arganiz, Morán, Rodríguez y Hernández merecen una promoción sino es que al menos un aumento de sueldo. El ruido atronador que producen los aviones cuando vuelan a baja altura, les recuerda a decenas de miles de ciudadanos del poniente de la Ciudad, lo que cuesta tener un gobierno improvisado, tripulado por siervos que no por funcionarios y que es capaz de emprender proyectos absurdos sin atender a los estándares mínimos de planeación, viabilidad financiera, seguridad, cuidado del medio ambiente y, sobre todo, a la protección del derecho a la salud. Peor aún, los afectados no solo deberán pagar con sus impuestos un capricho irracional, sino que ahora sometidos al ruido constante, tendrán que hacerlo también con su calidad de vida, su salud y con su patrimonio.  Y esto, que todavía falta la segunda fase del mentado rediseño.

Segunda campaña: Rebájales sus ingresos, quítales recursos para dificultarles su trabajo y corre a todos los que puedas

Pero, la obsesión del tal AMLO para contar con recursos con el fin de financiar sus proyectos fantasiosos con la intención velada de hacerle una campaña negra a Sheinbaum, lo llevó a despedir a cientos de servidores públicos eliminando áreas administrativas o fusionándolas, sin más lógica que abatir el número de plazas y sin importarle las consecuencias que eso tuviera en la gestión gubernamental. A los que pudieron conservar sus trabajos les redujo sus salarios y eliminó prestaciones, como la de seguros de gastos médicos que harto extrañaron durante la pandemia y que para muchos significó la diferencia entre la vida y la muerte. La misma receta se las aplicó a los miembros de la comunidad académica y científica, a los que adicionalmente les quitó los recursos de decenas de fideicomisos que les servían para financiar sus actividades y sus proyectos de investigación.

Bien que sabía el taimado de AMLO que la mayoría de los servidores públicos, académicos e investigadores que perjudicó viven en la Ciudad de México y, para colmo, en su mayor parte en las zonas clasemedieras del poniente. Peor aún, también conocía que muchos de ellos habían votado hace tres años por su partido porque con habilidad los había engatusado hablándoles del “cambio”. Pero mañosamente AMLO le hizo creer a Sheinbaum que su capital político era indestructible, que pese al abismo que había entre sus promesas de campaña y sus acciones como gobernantes, esos servidores públicos e investigadores despistados eran una masa resiliente que lo aguantaría todo, aun si esto significara reducir su nivel de vida y retar diariamente a su inteligencia. Sobre todo, porque él piensa que les está haciendo un bien dado que así no caerán en la tentación del consumismo y entenderán, tan pronto no puedan pagar sus hipotecas, las colegiaturas, las tarjetas de crédito y sus consultas médicas, que su única aspiración debe ser vivir en austeridad, como diariamente se los predica desde el palacio virreinal donde reside o desde una modesta finca de varias hectáreas que posee en Chiapas para su descanso.

Sheinbaum no vio venir esta campaña negra. Pensó que, así como ella sigue, venera y obedece a AMLO al extremo de la abyección, esto también pasaría con todos los que votaron por su partido, sin darse cuenta de que cada elección es distinta y que los únicos resultados que importan son los últimos. Los previos son solo son registros del pasado.

Tercera campaña: Miénteles, trátalos como idiotas y no cuentes a los muertos

Tiene razón Sheinbaum cuando dice que buena parte de la campaña negra en su contra ocurrió durante el primer año de la pandemia. Quien cumplió con este encargo de manera brillante fue un discípulo sobresaliente de AMLO conocido como López Gatell. Todo un personaje que ha encontrado en su rebuscada verborrea un método astuto para situarse dentro del corazón de su leal mentor, como cuando lo conmovió al borde de las lágrimas al decirle que dada su naturaleza sobrehumana era imposible que contagiara a nadie de COVID “porque él tiene la fuerza moral no la de contagio”. Tan hondo caló esta frase memorable que su jefe en la Secretaría de Salud, apellidado Alcocer, quien ha vivido de la renta de un viejo favor que hace muchos años le hizo a AMLO, no se quiso quedar atrás y, tan pronto pudo, declamó de manera apasionada desde Palacio Nacional que la inmunidad de López Obrador contra el virus maldito, se la habían regalado los habitantes de los muchos pueblos que ha visitado.

López Gatell convenció al otro López de que había que hacer una campaña negra contra Sheinbaum actuando en sentido contrario respecto a todo lo que recomendara la Organización Mundial de la Salud, a lo que hicieran con éxito otros países o, simplemente a lo que aconsejara el sentido común.

Salgan, abrácense, recomendó AMLO a los ciudadanos, cuando en otros gobiernos ordenaban a los suyos ponerse en cuarentena. No es necesario hacer pruebas diagnósticas y menos usar cubrebocas, repitió López Gatell hasta la saciedad. Tenemos camas libres, a nadie se le ha negado el acceso a un hospital. Los únicos muertos que existen son los que nosotros contamos y apenas suman unos cuantos, dijo el supuesto galeno cuando ya la fuerza de la pandemia se había hecho presente en los panteones. Llegar a 60,000 fallecidos sería catastrófico, agregó para convencernos de lo lejano de ese escenario trágico.

La campaña negra que hábilmente instrumentó Gatell empezó a prender cuando retó la inteligencia del ciudadano que ve y experimenta otra realidad, ya sea en carne propia o en la de sus parientes y amigos. Mientras que miembros de la comunidad científica se dieron a la tarea de publicar artículos e investigaciones que exponían el pésimo manejo de la pandemia de COVID y el costo brutal en términos de vidas perdidas. La suma de fallecidos, incluida la mortalidad excedente, ya rebasa diez veces el escenario que se calificó como catastrófico.

En la Ciudad de México los fallecidos con diagnóstico con COVID representan 15% del total nacional. Esto equivale a 385 personas por cada 100,000 habitantes, dos veces el promedio nacional y que casi alcanza 1,100 si se considera la mortalidad excedente. De hecho, la capital mexicana está en este renglón dentro los primeros lugares a nivel mundial, lo que indica que los hospitales fueron insuficientes y que las camas vacías obedecían a filtros en las admisiones y a una contabilidad tramposa que consideraba el total de camas libres en los hospitales, en lugar de solo sumar las que en verdad estaban disponibles para atender a los enfermos de COVID.

Las otras campañas negras

Hay una larga lista de otras campañas negras que también ideó AMLO para perjudicar a Sheinbaum y que vale la pena enumerar para observar la amplitud de su repertorio: el nulo apoyo económico otorgado durante la pandemia que derivó en el cierre de miles de pymes y pequeños establecimientos en la Ciudad de México, poniendo en la calle a dueños y empleados, que muchas veces eran miembros de sus familias. Razón que explica porque la capital del País marcha a la retaguardia en la recuperación del empleo. La cancelación del seguro popular, la escasez de medicamentos, en especial los oncológicos y retrovirales, la desaparición de las estancias infantiles y los centros de acogida para víctimas de la violencia familiar. La suma de estas omisiones e iniciativas fueron muy exitosas para alejar a muchos electores del partido de la jefa de Gobierno.

Pero, lejos de darse cuenta de la malévola estrategia de su supuesto mentor, ella se ha dedicado a repetir como alumna aplicada, lo que este ha pregonado desde un día después de las elecciones, señalando como los autores de esa campaña negra a los medios y a una bola de periodistas y comentaristas que le tienen harta tirria a él, a ella y, desde luego a su partido. Sheinbaum dice que quiere recuperar las alcaldías que perdió su partido, pero esto supone tener capacidad de autocrítica para entender qué sucedió y prestar oídos a voces que no quisieron escucharse, lo que requiere una buena dosis de humildad para en su momento admitir errores y corregir el rumbo. Sin embargo, en los recintos donde el poder se aloja, la humildad suele ser materia escasa, sobre todo cuando se está cerca del dios sexenal y más si se alberga la esperanza de algún día reemplazarlo. Entonces no queda otra que “lo que usted diga, señor”.