Mauricio Vega Luna
En apenas su segunda semana al frente del gobierno, el presidente Donald Trump generó otro conflicto internacional, esta vez con Colombia. La crisis estalló debido a las políticas xenófobas que su nuevo gobierno está llevando a cabo contra los migrantes. Estas políticas no son nuevas; todos los anteriores presidentes han llevado a cabo esas prácticas deleznables. Sin embargo, el carácter espectacular y mediático del showman-en-jefe lo llevó a escenificar estas deportaciones a través de imágenes de las personas deportadas siendo transportadas de manera particularmente indigna, esposadas de pies y manos en aviones militares.
Al enterarse de esto, el presidente Petro ordenó inmediatamente no autorizar que esos aviones aterrizaran y los obligó a dar la vuelta. "No puedo hacer que los migrantes queden en un país que no los quiere; pero si ese país los devuelve, debe ser con dignidad y respeto con ellos y con nuestro país.", explicó Petro.
Trump respondió con su estrategia favorita: amenazó con un 25% de aranceles en todos los productos colombianos, además de otras medidas como la revocación del visado a los funcionarios colombianos, la prohibición de la entrada en el país de miembros del gobierno, y el establecimiento de controles exhaustivos a todos los ciudadanos colombianos.
Ante esta amenaza, la respuesta de Petro fue contundente y fiel a su estilo. En una serie de mensajes en Twitter le dejó claro a Trump y al mundo que no se iba a someter a los abusos del bully y que, si lo que buscaba Trump era acabar con él, pues que lo hiciera, ya que su lucha era más grande que la de una sola persona: “Túmbeme, presidente, y le responderán las Américas y la humanidad". (x.com) Además, anunció que, de concretarse una subida arancelaria, él haría lo mismo e incentivaría a los colombianos a consumir local.
Eventualmente, Trump cedió y las personas no fueron deportadas en esas condiciones, lo cual fue celebrado y documentado a su llegada a Colombia. (x.com) Obviamente la casa blanca negó haber cedido y lo celebró como una victoria ante la supuesta “cesión” de Petro.
Esto fue más que una batalla entre dos mandatarios. Lo que atestiguamos el domingo fue una confrontación ideológica y política entre Trump y la humanidad. La visión individualista, machista, clasista y racista que encabeza hoy Trump tuvo como interlocutor al presidente de Colombia. Pero Petro no estaba solo defendiendo la soberanía de su país, estaba defendiendo la dignidad como valor supremo, la dignidad de la humanidad. Un valor que trasciende fronteras y coyunturas políticas nacionales e internacionales.
Esto es de gran relevancia pues la estrategia de Trump es más mediática que operativa. Si bien las medidas que ha tomado son dañinas, lo cierto es que materialmente no han cambiado en lo sustancial las políticas de EE.UU. En lo discursivo, en cambio, sí vemos una gran diferencia al pasar de la hipocresía de los neoliberales al cinismo del neofascismo que representa hoy la Casa Blanca. Este cambio discursivo no es menor, pues tiene un peso en el ámbito narrativo e ideológico de lo que conocemos como el sentido común. Normalizar que el presidente de un país tan importante degrade a los migrantes, insulte a mandatarios de otros países o amenace con abusar de su poder indiscriminadamente tiene consecuencias en el sentido común del resto del mundo, sobre todo del mundo “occidental”, donde ese mensaje se replica constantemente.
Este poderoso mensaje antiderechos debe tener una respuesta contundente. Si se deja sin respuesta, se hará cada vez más aceptable y se normalizará en países en los que hoy no es visto como algo normal. Esta es la importancia del mensaje que Petro decidió encabezar el domingo pasado. Es un mensaje que nuestra Presidenta, Claudia Sheinbaum Pardo, también ha encabezado en su momento cuando ha sido necesario. Es el mensaje de la dignidad. La dignidad frente al abuso, frente al racismo, frente al fascismo.
Y ante este debate de dignidad vs indignidad, ¿qué rol han decidido jugar los medios tradicionales de América Latina, Europa y EE.UU.? Apenas había terminado el conflicto y ya llovían titulares que coincidían totalmente con la narrativa de la Casa Blanca y que en cambio no hacían eco de las palabras de Petro ni de lo importante de su respuesta ante la política abusiva de Trump. Tampoco decidieron hacer énfasis en que Petro al final consiguió lo que pedía: que las personas deportadas no fueran trasladadas de manera indigna. Todos los grandes medios coincidieron en retratar los hechos como una victoria de Trump y una derrota de Petro. Esto no es casual, ningún titular es inocente ni carente de ideología. Todo titular es una elección de la línea editorial de cada medio.
Esto afortunadamente no se replicó en las redes sociales, al contrario. Aún en la derechista red de Elon Musk la respuesta de la gente fue avasalladoramente favorable a la posición de Petro. Toda Latinoamérica tomó como personales los ataques de Trump y vieron, vimos, en Petro un vocero de la dignidad de nuestra América, sí, pero también de nuestra humanidad. Y, por supuesto, las críticas a los medios que se sumaron a la narrativa de Trump no se hicieron esperar.
Esta postura política de los medios corporativos en relación a Petro contrasta bastante con la que han tenido frente a otra reciente adversaria de Trump. Hace pocos días una obispa estadounidense se volvió noticia al pedirle a Trump, en su cara, tener misericordia por los migrantes que sufrirían sus políticas. Ante este hecho los medios tradicionales encumbraron a la obispa como una paladina de la libertad. Esto dijo El País: "La somnolienta resistencia en Washington ―y en el mundo― a la nueva presidencia de Trump, un colectivo desalentado y ansioso por dar con nuevos referentes, recibió como un rayo de esperanza la irrupción en escena de Mariann Budde" (elpais.com). Para El País las voces de la resistencia a Trump desde América Latina no cuentan. No hace mención alguna de las respuestas que la Presidenta Sheinbaum ha dado a los embates de Trump. Ni hizo mención alguna de las palabras de Petro a favor de la dignidad de los migrantes. Debe ser triste tener una miopía tan severa que no te permite encontrar referentes contra el trumpismo si éstos están en América Latina.
Por su parte el Times fue hasta poético al describir la respuesta de la obispa: "Para todos los espectadores, la inmensidad de la Catedral de Washington se comprimió, en un momento asombroso. Y con ella, todas las luchas existenciales no sólo de la política, sino de la propia moral" (nytimes.com). Mientras que las palabras de Petro, que esencialmente reclamaban los mismos valores, las tildó de "airadas respuestas" y calificó el final del conflicto como una "rápida rendición" del mandatario colombiano.
Es claro el contraste entre la cobertura que se le da a una líder religiosa blanca de EE.UU. y a un mandatario latinoamericano popular con una postura política más desafiante para los poderes fácticos.
Vivimos tiempos de definiciones, a nivel nacional, regional y global. Es importante estar conscientes de qué lado están escogiendo estar los medios tradicionales: el de Trump. Mientras las y los políticos populares y sus pueblos están del lado de la dignidad de la humanidad. Ante la avalancha de amenazas y ofensas que podrán venir del país vecino, tenemos que tener claros nuestros aliados y si los medios insisten en ponerse del bando del supremacismo blanco, su castigo será que nunca lo olvidemos.