En un mundo donde la información fluye más rápido que nunca, la credibilidad de los medios tradicionales ha comenzado a tambalearse. El caso del reportaje del New York Times sobre una supuesta cocina de producción de fentanilo en México es un ejemplo perfecto de cómo un medio otrora prestigioso puede caer en el descrédito ante la opinión pública. Este incidente no solo pone en evidencia la decadencia de ciertos medios, sino también resalta el rol del gobierno y del pueblo mexicano en desafiar narrativas cuestionables. Este cambio refleja una transformación más amplia en la relación entre los ciudadanos, los medios y las instituciones en México.

El reciente reportaje publicado por el New York Times pretendía exponer el funcionamiento de una cocina clandestina de producción de fentanilo en México. Sin embargo, su ejecución dejó mucho que desear. Las imágenes y descripciones presentadas carecían de la sofisticación necesaria para respaldar sus afirmaciones, lo que generó escepticismo incluso entre los sectores más críticos del gobierno mexicano.

La respuesta del gobierno no se hizo esperar. En la conferencia mañanera de la Presidenta, se exhibió la falta de rigor del reportaje, desmenuzando punto por punto las inconsistencias de las imágenes y narrativas presentadas. Pero el verdadero golpe vino de las redes sociales, donde el ingenio del pueblo mexicano brilló al crear parodias del reportaje. Videos de cocinas típicas mexicanas con el audio del supuesto montaje se viralizaron en plataformas como TikTok, transformando un intento de desprestigio en una ocasión para la risa y la crítica. Este episodio no solo cuestiona la calidad periodística del New York Times, sino que también subraya cómo el humor y la participación ciudadana pueden desmantelar narrativas inverosímiles, fortaleciendo un sentido de comunidad y confianza en las respuestas oficiales.

Hace unas décadas, en un contexto donde los gobiernos mexicanos eran vistos con desconfianza, medios internacionales como el New York Times, CNN o la revista Time representaban una fuente de certeza para muchos. Estos medios eran idealizados, especialmente por generaciones influenciadas por productos culturales estadounidenses que los retrataban como baluartes de la verdad. Sin embargo, la narrativa ha cambiado. Hoy, es el gobierno mexicano quien inspira más confianza en la población que los propios medios tradicionales, tanto nacionales como extranjeros. Este cambio no es fortuito; se ha construido a partir de un esfuerzo por ofrecer información directa y accesible, como las conferencias matutinas diarias. Además, las redes sociales han democratizado la información, permitiendo que los ciudadanos contrasten versiones y exijan hechos verificables.

La pérdida de credibilidad de los medios no es un fenómeno exclusivo de Estados Unidos. En México, la prensa también ha sufrido un declive significativo, exacerbado durante la llamada Cuarta Transformación. Muchos medios adoptaron una postura de oposición radical al gobierno, confiando en que esto minaría su legitimidad. No obstante, el resultado fue el opuesto: la administración actual ganó mayor apoyo en las urnas, mientras que la prensa quedó aún más desacreditada. La llegada de las redes sociales y la posibilidad de acceso directo a la información han revelado las carencias de un periodismo anclado en prácticas del pasado. Hoy, el membrete de un medio prestigioso ya no basta; la ciudadanía exige rigor, transparencia y conexión con la realidad.

Otro caso de legitimidad es el contraste entre las estrategias de México y Canadá frente al gobierno de Donald Trump es notable. Mientras que el ex-primer ministro Justin Trudeau optó por una estrategia de sumisión y lambisconería, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo ha respondido con inteligencia y patriotismo, ganándose el respeto tanto a nivel nacional como internacional. La estrategia del ex-ministro canadiense, basada en la complacencia, no solo fracasó en proteger los intereses de su país, sino que también debilitó la posición política de Trudeau, precipitando su renuncia. En contraste, México ha demostrado que una postura firme y bien fundamentada puede ser más efectiva, fortaleciendo su imagen en el escenario global.

El caso del reportaje del New York Times y las respuestas del pueblo y el gobierno mexicano son síntomas de un cambio más profundo. México, que antes buscaba certeza en instituciones extranjeras, está aprendiendo a confiar en sí mismo. Este cambio plantea un desafío para los medios tradicionales, tanto nacionales como internacionales, quienes aún tienen la oportunidad de adaptarse a estas nuevas realidades.

La lección es clara: la confianza ya no se gana con nombres o membretes, sino con hechos. México está en el camino de reafirmar su identidad y su voz, y sería prudente que los medios se sumen a este esfuerzo por reconectar con el pueblo y ofrecer un periodismo íntegro, relevante y digno de la confianza perdida.