Oscar Ramírez
Ya estamos en el noveno mes del año, es el mes de septiembre y este periodo tiene una gran trascendencia en nuestro México, por casualidad, por azares del destino o por la razón que sea: se encuentran dos fechas de suma importancia para entender a él México contemporáneo: la primera conocida de todos los mexicanos se refiere al inicio de la gesta heroica del movimiento-guerra de independencia; sublevación socio-política, acaudillada principalmente por el cura Don Miguel Hidalgo Y Costilla, llamado “el padre de la patria” insurrección que comenzó en el entonces pueblo de Dolores en Guanajuato en la madrugada del día 16 de septiembre de 1810, guerra y proceso libertario que duro once años.
La primera vez que se festejó este acontecimiento, fue en la etapa presidencial de Guadalupe Victoria en 1825, y quedo oficializado como fiesta nacional: con el transcurso del tiempo y bajo uno de los mandatos presidenciales de Porfirio Díaz Mori, propiamente en el año de 1896, se traslado a palacio nacional la campana de Dolores, para ahí efectuar el grito tradicional que todos conocemos, a partir de entonces, se le dio más realce y notoriedad a estos festejos; el día quince por la noche se pronunciaba la arenga conocida como “La Ceremonia del Grito de Independencia”; y un dato que llama la atención es que en esa misma fecha, Porfirio Díaz celebraba su natalicio.
La segunda fecha conmemorativa y no menos importante, pero no tan divulgada y no debidamente conocida, tiene alusión a la consumación del movimiento de independencia, y este aconteció también en septiembre; el día 27 del año de 1821, su protagonista Agustín de Iturbide, se encuentra proscrito de la memoria de la mayoría de la población, y es que la historia oficial, aun le perdona haber aprovechado esta coyuntura para convertirse en emperador de México.