Susana Cepeda Islas
No tengo la menor duda que la sociedad esta atravesando por una cruda y caótica crisis. Consecuencia del avance de la tecnología, el fanatismo por poseer y el apego (a las personas, a las cosas materiales etc.), el individualismo, la competencia, el descrédito a los valores éticos, la adoración a la ignorancia, la facilidad para mentir, estas acciones llevan a la destrucción. A tomar el camino más fácil para obtener cosas que no tienen importancia. En fin, nos olvidamos del ser y damos importancia al tener. Todo lo queremos rápido y sin el menor esfuerzo, esta situación ha afectado también la comunicación con nuestros semejantes.
Obviamente olvidamos el poder que tienen las palabras, las utilizamos de una manera determinada para comunicarnos, lo hacemos con expresiones habituales y diferentes formas de hablar, con las palabras podemos resolver problemas o crearlos, podemos también emocionarnos, entristecernos, alegrarnos, enojarnos, en fin, provocan un sin número de manifestaciones en las personas, las palabras por lo tanto tienen poder, porque a través de ellas podemos crear o destruir. Buda con gran sabiduría comentaba “La lengua es como un cuchillo afilado… mata sin que brote la sangre”. La biblia en el salmo 119:105 señala: “Tu palabra es una lámpara a mis pies; es una luz en mi sendero”.
Michel de Montaigne escritor, filósofo y humanista francés considerado el héroe de la conversación, comprendió que la palabra es una gran herramienta para formar nuestras ideas, aseguraba que la buena conversación es el laboratorio principal de ideas y un semillero de prosperidad. En sus brillantes premisas descubre que la conversación es un valioso espacio vital para juzgar nuestras propias ideas, para conservar un pensamiento crítico vivo, otorgar un buen orden a nuestras ideas y cuidar nuestros argumentos.
Es lamentable que en la actualidad no cuidemos las palabras que expresamos al comunicarnos, olvidamos que el lenguaje es bello, basto, existen palabras para señalar de manera precisa objetos concretos, conceptos abstractos, de manera que la conversación sirva para intercambiar opiniones, algunos estudiosos afirman que las palabras son tan poderosas que tienen un poder sanador y también el efecto contrario enfermar.
Lo caótico es como ahora las personas utilizan una gran cantidad de adjetivos descalificativos al comunicarse con sus semejantes, desmereciéndolos o reforzando lo negativo al expresarse. Escuchaba hace poco tiempo una conversación que llamó mi atención, entre dos buenos amigos que supuestamente se aprecian, utilizaban un lenguaje con una gran cantidad de adjetivos que expresan todo lo contrario a una buena amistad que debería alentarte, no descalificarte, hablar con palabras amables, no con palabras toscas, rudas, una amistad te demuestra lo valioso que eres como persona, no se empeña en hablarte con palabras que humillan.
Considero que la sociedad no está consciente que se encuentra enfrascada en vivir los antivalores, que se manifiesta cuando nos comunicamos con los otros. Todo ello, producto de la desintegración familiar, la situación económica, las adicciones, y demás situaciones. A esto súmele como todos los medios de comunicación difunden conductas antiéticas que frecuentemente realizan los ciudadanos y que sólo fomentan el egoísmo, mentira, injusticia, los impulsos negativos, la falta de amor al prójimo, el individualismo, todo esto lleva a la destrucción de la familia, a la decadencia de la sociedad, observemos como estas conductas se están haciendo normales, eso es peligroso.
Debemos preocuparnos por construir un buen presente, poner más atención a nuestra familia, a formar personas con valores que aprendan con nuestro ejemplo, hablándoles a nuestros semejantes de manera correcta con respeto, fomentando la armonía, la cordialidad, la empatía, para contrarrestar lo que estamos viviendo ahora, la falta de unión, muerte, odio, la ignorancia, la mentira, la destrucción. No olvidemos que el poder de nuestras palabras puede cambiar nuestra realidad por una mejor.