Susana Cepeda Islas

Si hay algo que siempre me ha molestado en el comportamiento de las personas es la mentira, porque considero que es una violación grave el desvirtuar los hechos para favorecerse, sin importar en lo más mínimo perjudicar a quien se las expresa, perenemente tiene consecuencias negativas. Por supuesto que varían considerablemente el tipo de mentira, pueden ser inocentes, de gran magnitud hasta peligrosas. Estoy segura de que cuando recurrimos a ellas siempre existe un propósito, que se justifica asegurando que es una mentira piadosa (entre comillas) cuando es para evitar algún daño, o, al contrario, es perjudicial cuando se desea hacer un daño a las personas a quien se les dice.

La palabra mentira proviene del latín mentiri que deriva de la raíz del indoeuropeo men que hace referencia a la mente, mentiri significa la creación de una falsa realidad a partir de una convicción propia. Por otra parte, el diccionario de la Real Academia Española la define como: “Expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, piensa o se siente.  En cambio, en la Biblia en Juan 8:44 dice: “Vosotros sois de vuestro padre, del diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer; él era homicida desde un principio y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de lo suyo habla, pues es mentiroso y padre de ella”. Desde cualquier fuente que busquemos su significado en todas las posturas coinciden en que es un antivalor, conductas que resultan irremediablemente dañinas a otros.

Para investigar sobre el tema de la mentira en la Universidad de Massachusetts, Estados Unidos, considera que aproximadamente el 60% de las personas que acostumbran a mentir, al menos lo hacen una vez durante una conversación de diez minutos. Otros estudiosos del tema aseguran que existen diferentes razones por las cuales se recurre a la mentira: desde obtener un beneficio, para evadir una responsabilidad, hasta manipular, o mejor aún evitar sanciones, no aceptar la realidad, intolerancia emocional y también para agradar al grupo que se quiere pertenecer. Existen personas que son aficionadas a la mentira, viven historias fantásticas, a esta conducta se le llama mitomanía, es decir, cuando alguien miente con frecuencia para conseguir atención, es una condición psicológica que provoca que el mentir sea una necesidad, con el único propósito de que se les admire.

Lo cierto es que una mentira piadosa o no provoca daño a quien se le dice, lo lamentable de este asunto es que aprendemos a mentir desde pequeños, se dice que es a partir de los dos años, también influye que aprendemos a mentir en la familia, en la escuela, con los amigos, en las noticias, con los políticos, lo cierto, es que todos hemos recurrido a la mentira alguna vez o más bien dicho varias veces en lo que llevamos de vida. Ponga atención en la gran lista de mentiras que fabricamos en nuestra mente diariamente, o que escuchamos en el entorno: con las amigas “adelgacé 10 kilos”; en el club “nadé 2 000 kilómetros”; con la pareja “tuve una larga y tediosa junta”; con los hijos “le caigo mal al profesor”; en el trabajo “el reporte urge”; en la escuela “una hora es suficiente para hacer el trabajo”; y no se diga en la política: “hay suficientes medicinas para todos los derechohabientes”, “no habrá aumento de gasolina”, “vamos bien en educación”. La mentira está presente siempre, nos acompaña, le damos un gran lugar cuando nos relacionamos con los demás. Cuando recurrimos a ella, el problema es que no entendemos que no sólo se lo hacemos a los demás, sino, que nos engañamos a nosotros mismos.

Ojalá y la evitemos, cuando tengamos en mente crear una mentira, sería recomendable para evitarlo y hacer un alto, reflexionar, para cambiar esta práctica de no decir la verdad, de ocultarla, de cambiarla. Si lo hacemos, le aseguro que nos vamos a evitar cargar con la culpa, envolvernos en la fabricación de más y más, hasta perdernos en ellas, no olvidemos lo que dijo el reformador Martín Lutero “Una mentira es como una bola de nieve; cuánto más rueda, más grande se vuelve”, estoy segura de que, si reducimos la infernal mentira, viviremos en una gran sociedad.