Haidé Serrano

Estos han sido días de disfraces. Con el pretexto de la festividad Halloween, millones de personas celebran y se divierten “convirtiéndose en otr@”. Es motivo para hacer fiestas, reunirse y una fecha marcada en el calendario escolar; también motivo para subir la foto a las redes sociales. Generalmente, los disfraces de Halloween se relacionan con lo pagano, aunque también lo tenebroso, mágico, oculto, sobrenatural y oscuro.

Pero el patriarcado también toma la escena. ¡Oh sí! Porque esta celebración —magnificada ahora también en los medios y redes— nos tiene que recordar a todas, todos y todes que las mujeres somos objetos de consumo sexual. Que las mujeres somos mujeres en tanto estamos sexualizadas. Y nos convertimos en mejores mujeres si logramos seducir a los hombres.

“Los medios de comunicación, la publicidad, enseñan a la mujer que tiene el deber de seducir y de preocuparse por su imagen, porque su valor depende directamente de dicha imagen” (África Vidal, 2002).

Entonces los disfraces para las niñas, adolescentes y mujeres son varias cosas, pero esencialmente son “sexys”. Y vemos a niñas, adolescentes y mujeres en disfraces de sexi vampira, Gatúbela, conejita de playboy, trabajadora sexual “dark”, dominatriz, pirata sexi y, desde luego, la clásica diabla sexi.

Las principales características de los disfraces es que se componen de poca ropa. Dicho de otra manera, son ropa interior. También incluyen escotes pronunciados, maquillaje en exceso, pantalones ajustados, minifaldas, calzones o de plano tangas y corsets.

Hay disfraces de colegialas que fueron asesinadas; se ven sus faldas y ropas mínimas con manchas de sangre y evidencia clara de cuchillos o cualquier otra arma que deje en claro su papel de víctima; es decir, la pederastia y el feminicidio normalizados en una festividad que se celebra sin el mínimo cuestionamiento.

También aparecen los fetiches masculinos de mujeres disfrazadas de varios oficios y profesiones, pero “sexys”. Como monjas, enfermeras, policías y Caperucita roja, claro, semivestidas. Muchos de estos atuendos son en realidad mercancía de “sex-shops”.

“La realidad de la mujer queda definida como un soporte, como un objeto con el que inducir al hombre al deseo, de esta forma el cuerpo del hombre adquiere un papel de poder mientras que el cuerpo de la mujer se basa en el poder que tiene el hombre sobre él. Rosa Cobo (2015)”.

Es la ocasión también para que los personajes de los cuentos infantiles y películas animadas se convirtieran de pronto en seres sexualizados, cosificados, y estuvieran dispuestos a satisfacer deseos y apetencias masculinas, que, con el pretexto del Halloween, pueden tener rienda suelta.

“La mercantilización de los cuerpos y los sexos afecta sobre todo a los más vulnerables de la sociedad. Tiene un carácter marcadamente clasista y/o étnico” (Poulin, 2009).

“La creación de esta cultura de sexualización de las mujeres, como realidad material y simbólica, es el punto de partida de la formación de una cultura de la prostitución. Rosa Cobo (2015)”.

Así de grave es lo que nos parece tan divertido, tan normal y que forma parte de un sistema de violencia y explotación de las mujeres que comienza desde la infancia. Ya es hora de cambiar las cosas. Y podemos empezar por revisar los disfraces que elegimos, ¿no crees?

@HaideSerrano dirige y conduce Feminismos en Corto sin Tanto Rollo, una plataforma sobre feminismo, perspectiva de género, igualdad, derechos humanos y paz. Es autora del libro “Mujeres líderes en la pandemia”. Columnista en Luces del Siglo y Milenio. Conductora de Luces del Siglo El Podcast. Licenciada en Comunicación y maestra en Género, Derecho y Proceso Penal.