Haidé Serrano

"Para muchas personas el emitir opinión sobre el aspecto físico de otros es normal, se dan permiso de hablar sin que se lo pidan, y muchas veces esto puede ser concebido como un problema cultural, esto es lo más difícil de cambiar”.- Esther Alfonzo

Hay creencias que al ser parte de nuestra cultura nos resultan inamovibles. Ciertas formas de ser, hacer y pensar que nos parecen talladas en piedra. Y si, encima, son defendidas por la familia, su valor se exalta para sostener su arraigo. Por eso, cuestionarlas y tratarlas de cambiar resulta tan desafiante.

Es el caso del permiso que culturalmente hemos tenido para juzgar los cuerpos de las personas. Es una práctica regular. Lo hacemos de forma automática. Opinamos en silencio y en público. Juzgamos lo que se nos pega en gana en las redes sociales. A manera de saludo, opinamos de los cuerpos de familiares, amistades, colegas de trabajo y quien se cruce en nuestro camino. Es “normal”, “obligado” y hasta creemos que es una forma de halago, expresar en voz alta frases como las siguientes:

Qué guapa, te ves más delgada. ¿Hace cuántos kilos no te veía? Te ves muy acabada. Usas demasiado maquillaje, eso te hace ver mayor. Deberías arreglarte un poquito. ¡Cómo has bajado de peso! Ay tu pancita, ¿cuántos meses tienes? Te veo muy repuestita, has subido de peso, ¿verdad? ¿Por qué te teñiste el pelo?, me gustabas más natural. ¿Por qué anda con uno tan feo? Seguro es porque tiene dinero. Ya dio el viejazo. Por tu tono oscuro de piel, esos colores no te quedan. Si bajaras algunos kilos, se te vería mejor la ropa. Te están saliendo canas, un tinte no te caería mal. Deberías usar tacones, te estilizaría la figura. Ya te salieron arrugas, nada que el botox no pueda arreglar.

La lista es interminable. Se trata de “body shaming”, expresión anglófona para referirse a la vergüenza y el cuerpo. O bien, a las burlas que hacemos de los cuerpos. Esta licencia social tiene graves consecuencias en la autoestima de las personas. Particularmente en las mujeres, que han sido obligadas a seguir estándares de belleza que solo sirven al capitalismo para perpetuar el consumismo. Modelos que no reconocen la individualidad de las personas. Estereotipos de belleza que han disfrazado la gordofobia, el racismo y el clasismo, además del machismo y numerosas actitudes violentas hacia las mujeres.

El “body shaming” no excluye a nadie. Y en nuestra cultura mexicana, particularmente violenta y machista, las burlas sobre las características de los cuerpos de las personas se disfrazan de humor y sarcasmo para lograr la humillación de la víctima.

Cambiar esta costumbre tan arraigada es prioritario para relacionarnos de formas más respetuosas. Hay que revisar nuestros prejuicios así como las creencias que tenemos sobre los cuerpos de las personas. Hacer un alto y guardar silencio antes expresar cualquier cosa, que además no es solicitada.

Replico aquí un par de recomendaciones, como parte de un proceso de cambio, antes de equivocarse de nuevo al opinar sobre los cuerpos de las personas:

Eso que le quieres decir a esa persona, ¿lo podrá solucionar en menos de 5 segundos? Por ejemplo, ¿se le salió un moco o tiene comida en los dientes? Entonces sí lo puedes expresar. Pero, si es algo que no podrá modificar en 5 segundos, como su peso, aspecto, estatura, entre muchos otros, es mejor guardar silencio y repetir mentalmente: “No debo hablar del cuerpo de las personas”.