HaidéeSerrano

Las declaraciones del CEO de Meta Mark Zuckerberg sobre aumentar la “energía masculina” en el mundo corporativo han prendido las alarmas sobre más cambios que se avecinan para aumentar la desigualdad, no sólo para quienes trabajan en esa empresa sino en la moderación en las redes sociales.

La energía masculina según Mark Zuckerberg es pasar tiempo con amigos hombres y golpearse entre ellos, porque para él, la energía masculina es buena y se necesita más de ella en la cultura corporativa, especialmente el aspecto que celebra la agresión.

En los entornos laborales es fácilmente detectable esta energía asociada a los hombres. Se trata de comportamientos agresivos, deselales, machistas, sexistas, humillantes y degradantes.

Por ejemplo, la dominancia en la toma de decisiones. O bien, la simulación de la paridad o la igualdad, cuando las áreas clave, como las económicas siguen en manos de los hombres.

Están las machoexplicaciones o mansplaining, práctica común de los hombres que consiste en interrumpir o hablar por encima de las mujeres explicando lo que ellas exponían, aunque no tengan idea del tema o no sean los expertos.

El sexismo en la asignación de tareas continúa, cuando se asume que son las mujeres las que deben encargarse de tareas “menores” como organizar reuniones, tomar notas, preparar el café, pedir comida a domicilio, entre muchas más.

Los comentarios sexistas o misóginos, que van desde bromas o comentarios sobre sus cuerpos, apariencia física, forma de vestir, lo que comen o dejan de comer.

Presentar las ideas de las mujeres como propias, robar sus proyectos, o invisibilzar sus contribuciones a los mismos.

La “energía masculina” también se expresa en la resistencia a líderes mujeres, pues se sigue cuestionando las capacidades o autoridad de las jefas; además de que inhibe el ascenso de más mujeres y promueve la desconfianza hacia su liderazgo. Desde luego sucede en un ámbito de favoritismo entre hombres que perpetua las desigualdades.

Otra expresión es la normalización de la cultura laboral de horas excesivas. Desacredita a quienes priorizan un balance entre vida y trabajo, y genera una competencia que a la larga es insostenible.

Esta “energía masculina” predomina no sólo en los entornos laborales sino en el mundo entero. Las declaraciones de Zuckerberg deberían ser un llamado para cuestionar cómo estas formas tóxicas de una supuesta “energía masculina” afectan no sólo a las mujeres, sino a los hombres y la sociedad entera.