Exposición
La exposición "La Estela Raimondi: Dios de tres poderes" se propone, según sus curadores, que se conozca mejor la historia de uno de los seres míticos de mayor presencia en el Perú Antiguo, el Dios de los Báculos.
Su poder e influencia llegó más allá de su centro de origen, el templo de Chavín de Huántar, su presencia, con matices, también se observa, entre otras, en culturas como Pucará, Paracas, Tiahuanaco, Nasca y Wari.
- Pieza
Es un monolito de granito de 1.98 metros de alto por 74 centímetros de ancho y 12 centímetros de grueso. Está tallada en una de sus caras.
- Época y sitio
La estela pertenece a la etapa tardía de la Cultura Chavín hacia el 200 a.C. La pieza estaba en la parte superior del Templo Nuevo de Chavín, expuesta públicamente para ser reverenciada por los peregrinos que venían de todas partes del mundo andino.
En cambio, el Lanzón monolítico, otro importante monolito chavín, se hallaba oculto en una galería subterránea del Templo Viejo, adonde solo podrían entrar los nobles y los sacerdotes.
- Descripción
El dios aparece representado con sus brazos abiertos, sosteniendo dos grandes bastones o báculos, decorados con intrincados dibujos de felinos y serpientes. El dios está parado y mira de frente, con expresión severa.
Tiene una boca con colmillos de felino, y sus manos y piernas terminan en garras del mismo espécimen, de largas uñas. Lleva en su cintura lo que parece un cinturón del que emergen dos pares de culebras. En su cabeza tiene una gigantesca mitra o tocado del que brotan serpientes a manera de cabellera, la cual cubre casi dos tercios de la escultura.
- Interpretaciones
Para el arqueólogo Julio C. Tello, la imagen representa un dios jaguar coronado con un tocado ritual. Tiene dos báculos en las manos, y es un antecedente del dios Viracocha que se representa en la iconografía Tiahuanaco. Para Tello, la representación de un dios jaguar, animal propio de la selva, era prueba del origen amazónico de Chavín, misma que ahora se cuestiona. John Rowe destacó también la similitud con la deidad Tiahuanaco y lo denominó como el Dios de los báculos.
El arqueólogo alemán Max Uhle, consideró que las expresiones iconográficas del monolito derivan del estilo nazca e interpretó la imagen como un felino-hombre, de cuya cabeza se desprende una escolopendra o tal vez un milpiés con sus patas estilizadas en forma de bastones o culebras.
Federico Kauffmann Doig sostiene que se trata de un dios humanizado con atributos combinados de felino y de ave de rapiña. El cuerpo superior que se ve encima de la cabeza del dios sería en realidad su espalda desplegada, provista de alas estilizadas. Kauffmann ha denominado a esta divinidad como Piscoruna-Pumapasimi (en quechua: hombre ave con boca atigrada).