Rubén Aguilar Valenzuela

Portón de entrada a la casa.

 

Es una casa radicalmente austera de dos cuartos y una sala. En la recámara del obispo una pequeña cama individual muy angosta, a su lado un buró, luego un viejo escritorio, sobre él una máquina de escribir y una radio de transistores de pilas. Una vieja silla con ruedas y una mecedora. Un baño muy pequeño con cortina de plástico. Afuera un espacio con libros.

 

La hermana Lemus nos señala que todo se conserva como estaba en el momento del asesinato de monseñor. En una vitrina se exhiben el alba y la casulla ensangrentadas, que utilizó en la celebración de la misma cuando fue abatido por un sicario.

 

Se oye la voz de monseñor Romero en su homilía del 23 de marzo de 1980 en la Catedral de San Salvador: "Quiero hacer un llamamiento muy especial a los hombres del ejército, y en particular a los oficiales de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles: hermanos, sois de nuestro propio pueblo, estáis matando a vuestros propios hermanos campesinos", dijo. "La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede callar ante semejante abominación. (...) En nombre de Dios, pues, y en nombre de este pueblo que sufre desde hace mucho tiempo, y cuyos lamentos se elevan al cielo cada día más tumultuosos, os imploro, os ruego, os ordeno: ¡en nombre de Dios, detened la represión!". Al día siguiente es asesinado.

Entrada de la casa.

 

 

Al ingresar a la vivienda están la sala y su biblioteca. Cuando monseñor la habitaba, en la sala ubicaba su escritorio desde el cual escribía sus homilías.

La habitación.

 

En las paredes de entrada a la casa.

 

Objetos personales en una de las dos vitrinas, que hay en la casa.

Vestimenta que llevaba cuando fue asesinado.

 

 

En el jardín una gruta de la Virgen de Lourdes y el carro que utilizaba el obispo mártir. Algunos exvotos. La hermana Lemus nos dice que solo una hora antes de nuestra visita estuvo el embajador de Corea y un grupo de diputados de ese país. A lo largo del año centenas de visitantes de todo el mundo viene al lugar, para honrar y rendir tributo a este hombre excepcional y algunos, como yo, también a rezar.

Toyota Corona.

 

Las hermanas cuentan que monseñor pidió a la hermana Luz Isabel Cuevas, superiora de las Carmelitas Misioneras de Santa Teresa de Jesús, "un lugar para vivir". En un principio lo acomodaron atrás del altar principal de la capilla, en un pequeño cuarto donde solo había espacio para una cama y una mesita. (Estuvimos ahí).

 

Luego lo reubicaron en la casa donde vivió de 1977 hasta que lo asesinan. Según las hermanas, la madre Luz Isabel Cuevas, que fue testigo directo del asesinato de Romero, presenció un "milagro" tres años después del asesinato en el jardín de la casa del arzobispo.

 

Según esto: "Después del momento del martirio de monseñor Romero, lo llevan a la Policlínica Salvadoreña, le hacen la autopsia, le sacan las vísceras y esas vísceras, se las entregan a la madre Luz en una bolsa plástica; ella viene a la comunidad y las entierran en un hoyo, ahí en el jardín de la casa habitación de monseñor; a los tres años, ella pensó que las vísceras debían de estar en un lugar más digno.

 

Abren el hoyo, sacan la bolsa y la sorpresa es que encuentran las vísceras intactas, aún conservaban la sangre líquida y eso, incluso, sirvió para iniciar su proceso de canonización, porque sacan una muestra de esa sangre líquida para presentarla a Roma y empezar el proceso. El resto lo colocan en un frasco para enterrarlo en la gruta que se encuentra actualmente en el jardín. Ponen a la Virgen de Lourdes ahí, y hoy es ella la que actualmente custodia las vísceras de monseñor", relata la madre María Julia García.

Mural de Fernando Llort frente al portón de la casa.