Rubén Aguilar Valenzuela
En 2004 leí por primer vez Mariposa: Eternidad de lo efímero (Miguel Ángel Porrúa, 2003) de Mariana Frenk-Westheim (1898, Hamburgo – 2004, Ciudad de México), días después, a los 106 años, dejaba de existir.
 
En el aeropuerto, cuando terminé el libro, escribí: "Es un descubrimiento. Es muy hermoso y profundo. Es optimismo, que reconforta. Invita a vivir y a amar". Es un texto que encierra muchísima sabiduría. Me conmovió y me gustó mucho.
 
Mi compañera Sybille Flaschka Hass, periodista de origen alemán, entrevistó a Mariana en cinco ocasiones al final de los años ochenta y principios de los años noventa del siglo pasado. Ella realizaba una investigación sobre el exilio alemán en México. Conserva las grabaciones de esas conversaciones. Las pláticas fueron en español. Sybille quedó muy impresionada por su lucidez, su gran cultura y su amor a México.
 
Los comentarios que siguen lo tomo de un texto de Esther Cohen. Son un homenaje a la escritora, a la dignidad de su persona y una guía para entender su obra y su aporte: "Mariana Frenk es esa mariposa cuya sabiduría no surge sólo de su inteligencia, la inteligencia no da para tanto, sino de su relación íntima con el tiempo, ese tiempo a la que nuestras sociedades nos han obligado a mirar con temor, a defendernos a toda costa de su transcurso y de su violento atravesar nuestros cuerpos".[1]
 
"Mariana se ha dejado atravesar por los años, ha ocupado el espacio del horizonte alojando al tiempo como en su casa, impidiéndole de esta manera, paradójicamente, someterla a su decurso. Su trato familiar con los meses, los años y los días le permiten seguir contemplando las estrellas, desde sus aphorismos que no son sino lo que su etimología dice: límites, al igual que el horizo, el horizonte, desde donde contempla el mundo, limita y encuadra lo que vemos. Horizontal es su espacio vital en la medida en que se deja recorrer y penetrar por sus propios límites, por esos aforismos que le dan vuelta al tiempo, a la soledad, a los espejos que le devuelven imágenes a veces fracturadas y asimétricas con respecto a la mujer que se mira".
 
"Y es esa sonrisa, a la que la autora nos invita en su prólogo, la que nos acompaña a lo largo de todo el libro. Pero no se trata de ese sonreír de quien encuentra la vida fácil y ligera, sino de otro tipo de sonrisa, que surge de una actitud amable y generosa, pero por sobre todo, de una posición crítica frente al mundo. En cada uno de sus aforismos encontramos esta agudeza crítica, esta fina burla del mundo de las apariencias en que hemos aprendido a luchar ferozmente contra el tiempo y sus efectos".
 
"Mariana ha adquirido un saber que no se encuentra sólo en los libros, se trata de un saber excepcional de la experiencia, que quizás su paso por tres siglos le ha dado. Sabe que de nada sirve adoptar la posición vertical frente al tiempo, como Kafka, se sabe mucho más vulnerable en esta lucha frontal y prefiere, de nuevo, la perspectiva del horizonte. Sólo desde ésta es posible hacerle frente al tiempo, sin desgastarse, sin sucumbir a él en el intento".
 
En Mariana "hay esa capacidad de distanciarse de sí misma para volcar su humor sobre su propia vida, sobre su propia muerte (...) La narradora sabe que la única forma de salir airosa de esta conflictiva relación con el tiempo, que es por otra parte la vida, es aprender a burlarse de sí misma, ir en este sentido, sí a contracorriente de la mayor parte de esa especie de género llamado "escritor", restándole toda solemnidad al acto de escribir, jugueteando así con la experiencia y con el mundo maravilloso de las palabras".
 
"Es esta actitud antisolemne la que hace de su lectura el espacio y el tiempo de una experiencia única, que recuerda en buena medida la función del narrador de la que hablaba Walter Benjamin. Según Benjamin, el arte de la narración estaba llegando a su fin (...) Las mil aventuras de Mariana bien podrían contarse entre las escasas excepciones: sus aforismos nos transmiten su experiencia vivida y, en este sentido, todos ellos tienen algo que enseñar a quien lee".
 
La escritura de Mariana contradice a Benjamin: "Esto no nos sucede cuando leemos a Mariana Frenk, ¿será acaso que su agudeza y sensibilidad narrativas le vienen de muy lejos, de un inicio de siglo donde comunicar tenía que ver aún con la transmisión de experiencias y no con la tarea de informar? ¿Será su obra un ejemplar de una especie en extinción? Y si lo fuera, he aquí este libro para enseñarnos de nuevo lo que significa internarse en el mundo de la narración".
 
"El narrador, termina diciendo Benjamin, es admitido junto al maestro y al sabio. Y ello porque le está dado recurrir a toda una vida". La totalidad de su vida, que es la dignidad del sabio, "la dignidad de la escritura de Mariana Frenk. Por esto, decía yo al inicio que la inteligencia de la mariposa no era suficiente, había algo más del orden de la sabiduría, de este saber al que se refiere el filósofo alemán, en la escritura de esta narradora".
 
En el caso de Mariana "es cierto que la presencia de un México en el que ha pasado la mayor parte de su vida se refleja en su obra, pero es indiscutible el trasfondo profundo de sus virtudes narrativas, de sus fuentes quizá de infancia. En sus cuentos se respira el aire familiar de las instituciones descritas por Robert Walzer, el sarcasmo agudo de Kafka y la nostalgia narrativa de un Benjamin. Aunque en ella, la sonrisa siempre presente desdibuje su pasado y muestre algo que quizá ella misma ha aprendido del México que la acogió".
 
"Con todo, lo que queda de sus mil aventuras, es ese placer y ese oír consejo de quien a través de una escritura límpida pero rigurosa logra transmitirnos su experiencia de vida y hacernos entrar en el universo, en nuestra sociedad tabú, de la vejez, con la frescura y vivacidad de quien entra en una fiesta. "Acepta a la vejez como otra aventura que te brinda la vida y gózala con el espíritu aventurero de tu juventud y con la sonriente sabiduría que te han regalado tus muchos años".
 
Los dibujos que ilustran el libro son de Carmen Parra y la introducción de Roberto García Bonilla.
 
Mariposa: Eternidad de lo efímero
Mariana Frenk-Westheim
Miguel Ángel Porrúa, librero-editor
México, 2003