Rubén Aguilar Valenzuela
El escritor Daniel Sada nació en Mexicali, Baja California, el 25 de febrero de 1953 y murió en la Ciudad de México, el 18 de noviembre de 2011, a consecuencia de diabetes y disfunción renal. Tenía entonces solo 58 años. Sus padres eran de Coahuila.
 
Cuando se hizo público que iba a recibir el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2011, ya no se enteró. En ese momento estaba sedado. Su muerte en la plenitud de su actividad creadora fue una tragedia, para la literatura de México y el mundo. Ya son diez años de su partida.
 
El chileno Roberto Bolaño (1953-2003), que también murió muy joven alguna vez dijo: "Sada, sin duda, está escribiendo una de las obras más ambiciosas de nuestro español, parangonable únicamente con la obra de Lezama (...)".
 
Después de 15 años de no escribir cuentos, Sada publica Ese modo que colma (Anagrama, 2010) que reúne once relatos que se ubican en la zona fronteriza y desértica del país. Es ahí donde se mueven sus personajes.
 
En una entrevista a la salida del libro dijo: "Sigo creyendo en la literatura imaginativa, es decir, sí hay que investigar algunas cosas, pero todo surge de la imaginación. Quizá por eso voy a contracorriente, pero no importa, solo puedo decir que de mi no esperen una novela histórica".
 
En esta obra que fue su regreso al cuento afirma que "es importante para mí no repetir fórmulas, por eso cada uno (cuento) tiene una estructura distinta. Vigilé mucho que no hubiera recetas conocidas".
 
Los once relatos son: El gusto por el baile; Un cúmulo de preocupaciones que se transforma; Crónica de una necesidad;
Atrás quedó lo disperso; Eso va a estallar; El diablo en una botella; Un camino siempre recto; La incidencia; Cualquier cosa va; Limosna millonaria y Ese modo que colma, que da título al libro.
 
En cada una de estas historias, construidas con el barroquismo propio de Sada, los personajes deambulan entre la tristeza, el infortunio, pero también el gozo. Todas están llenas de lo que algún crítico ha calificado como el "humor sadiano".
 
El protagonista central de estos relatos es el lenguaje creado por Sada. El dominio de la lengua española que recrea como sólo él lo puede y sabe hacer. En cada relato utiliza giros nuevos y palabras que se utilizan muy poco, casi nada.
 
De la manera que escribe Sada dice David Miklos que "reafirma su lugar entre los prosistas mayores de la lengua española" y Elmer Mendoza que "lo tiene todo: territorio, lenguaje y estilo".
 
Jorge Carrión del ABC, de España, plantea que "el lector está obligado a seguir linealmente el hilo del relato, a recorrer las oraciones con la misma atención que reclaman los libros de Rufo, el primer Fuentes o Lezama Lima".
 
Escritores y críticos literarios coinciden en la calidad de la narrativa de Sada. En todas sus obras a más de los personajes que se mueven en ellas, la lengua es un actor fundamental, diría que el central.
 
El de Sada no es un barroquismo del desierto, como decía Bolaño, vacío y puramente centrado en la forma. No, es al contrario, una manera de hacer interesantes y únicas las historias que cuenta.
 
De niños Daniel y yo en Mexicali jugamos juntos. Nuestros padres en esa ciudad se conocieron e hicieron muy amigos, lo siguieron siendo a lo largo de sus vidas. Pocas semanas antes de su muerte visité a Daniel en su departamento. La literatura que se escribe en español perdió a una de sus plumas más originales y notables.
 
Ese modo que colma
Daniel Sada
Anagrama
México, 2010
pp. 183