Rubén Aguilar Valenzuela
Ricardo Robles Oyarzun (San Luis Potosí, 1937 - 2010, Sisoguchi, Chihuahua) fue un jesuita que vivió y trabajó con el pueblo rarámuri en la Sierra Tarahumara por más de 35 años. Hablaba su lengua de manera extraordinaria. Su profundo conocimiento de la cultura rarámuri, en particular de su fe y religión, la plasmó en el libro Los Rarámuri Pagótuame (Diócesis de la Tarahumara).
 
El jesuita, todos le decían El Ronco, afirma que el contenido de su texto es un testimonio de vida, como sacerdote, dentro de las comunidades rarámuri en particular la de Ba´wichiki. Dice que "un pueblo, una cultura, compleja cosmovisión que determina las reglas del hombre con la realidad y sus acciones sobre ella, con sus valores, usos, sentidos, es como una persona, se le puede conocer solo conviviendo y queriéndola".

Los conceptos abstractos no tienen lugar en la cultura rarámuri. Todo es concreto y específico, pero también simbólico. El baile y la fiesta son los elementos centrales de todas las ceremonias, que siempre están dedicadas a Dios Padre-Madre. Son también experiencia de reconciliación de los integrantes de la comunidad y de éstos con Dios Padre-Madre. La manera como conciben la fe y la religión es muy lejana a la propuesta de la cultura Occidental. Para ellos todo está relacionado y nada, incluida la vida cotidiana, tiene sentido fuera de Dios Padre-Madre.
 
En la versión de El Ronco, al que tuve el privilegio de conocer y tratar, la hermandad y ser parte de una misma comunidad, aunque se viva en dispersión, es lo que explica y da sentido a la vida de los rarámuri. Todo se hace para que eso tenga lugar. Es el principio ético fundamental.
 
Los jesuitas empezaron a trabajar con los rarámuri en el siglo XVII y abandonaron la sierra luego del decreto que los expulsa de todos los dominios de la corona española en 1767. Después de ese tiempo los diversos esfuerzos de la iglesia para atender a esta comunidad no prosperaron. Los jesuitas regresaron hasta 1900 y de manera más decidida a partir de 1940.
 
El Ronco plantea que los rarámuri que se llaman a sí mismos pogótuama (bautizados) en la ausencia de los jesuitas y de otras autoridades religiosas raramurisaron las enseñanzas de los primeros misioneros y crearon su propia y sincrética manera de concebir la fe y la religión. En su visión la expresan y asumen como algo original y propio que ha estado siempre. Ellos lograron una síntesis religiosa que articula lo ancestral con lo que les heredaron los jesuitas.
 
En el texto se describe con precisión los distintos cargos religiosos del pueblo rarámuri. El sacerdote católico tiene una función, pero no es la única. La comparte con otros cinco miembros de la comunidad que tiene responsabilidades específicas. Los ocho cargos del gobierno civil están también relacionados, de una u otra manera, con la religión. En los lugares específicos se entrelazan estos trece cargos que constituyen la compleja estructura de gobierno donde no hay distinción total entre lo civil y religioso. Se presenta también un detallado desarrollo de las prácticas religiosas, de los ritos y de las danzas y fiestas. Se profundiza en el significado que estas tienen para la comunidad rarámuri.
 
La lectura me impresionó mucho. El testimonio del jesuita que convive y acompaña por más de 35 años a los rarámuri y también conocer, de primera mano, la cosmovisión de este pueblo. De acercarme a su concepción del mundo, de Dios Padre-Madre y de las prácticas religiosas. Su visión me interpela y abre horizontes. En la parte final de su testimonio El Ronco plantea: "Vivimos en este mundo de contrastes, retos, cuestionamientos, entre los rarámuri. Vivimos recibiendo de ellos y encontrado cada día los caminos para comunicarnos y dar lo que tenemos y podemos. Vivimos un respetuoso y feliz proceso de evangelización y humanización mutuos".
 
Los Rarámuri Pagótuame
J. Ricardo Robles O. S.J.
Diócesis de la Tarahumara
pp. 62