Rubén Aguilar Valenzuela
El peronista Alberto Ángel Fernández (Buenos Aires, 1959) es presidente de Argentina desde 2019. Abogado con una gran trayectoria en el servicio público. Ha sido también profesor universitario.

En 2000 fue diputado y en 2003 jefe de la campaña del peronista Néstor Kirchner, que después sería presidente. Se desempeña como jefe de Gabinete de Ministros (2003-2007). En la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner ocupa de nuevo ese cargo (2008), pero después se distancia y critica su gestión.

La expresidenta es quien en 2019 anuncia que Fernández sería el candidato a la presidencia por el Frente de Todos donde ella iría como vicepresidenta. La fórmula peronista derrota al presidente Mauricio Macri que se quería reelegir.

Algunos analistas plantean que Fernández es un populista pragmático y no doctrinario, pero que debe responder a lo que quieren oír los sectores del peronismo que lo llevaron al poder.

Como peronista tiene un discurso nacionalista que considera "enemigos del pueblo" a los organismos financieros internacionales. Ellos son los responsables de lo malo que ocurre en Argentina. Es un recurso utilizado por el populismo peronista desde hace décadas.

También, como otros populistas, culpa al pasado de todos los males. Él y su gobierno no asumen las consecuencias de sus actos. Si se falla y las cosas no suceden como se quiere es solo culpa del pasado.

El populismo del Fernández, a diferencia de otros, es uno que tiene poco dinero, para repartir a la población a través de programas sociales donde se entregan recursos directos a nombre del presidente en turno.

Algunos analistas plantean que en el ADN del peronismo está la "necrología política", que se aprovecha de los muertos para montar grandes espectáculos (Eva Perón; María Estela Martínez de Perón y Nestor Kirchner). Fernández con Diego Maradona, el astro del futbol, siguió la misma tradición.

El populismo sin dinero ha sido una constante de los gobiernos peronistas. Tienen una gran práctica de majarse en esa condición. Los largos y farragosos discursos dicen lo que su base quiere oír, aunque pocas veces se haga realidad. Es el arte de la distracción.

Como otros populistas, el presidente sostiene un discurso en permanente tensión, con el propósito de no ahuyentar a los inversionistas, pero al mismo tiempo se pronuncia en contra de los empresarios por ser lo que son.

La difícil situación económica de Argentina, que lleva más de 40 años, la pagan siempre los más pobres y Fernández, como sus antecesores peronistas, con sus discursos, no con hechos, trata de palear la situación.

Ejemplo del discurso populista de Fernández son frases como "no quiero más dos argentinas. Una Argentina dividida entre los que tienen y los que no tienen, sino una Argentina donde todos puedan desarrollarse y el Estado garantice que ocurra".

Alguna vez planteó que "si darle a los que menos tienen es ser populista, soy populista" y que él está ahí, como presidente, para "darle voz a quienes no tienen voz".

En la pandemia agradeció a "los sectores más humildes que fueron los que mejor entendieron el riesgo, más se cuidaron y más ayudaron en la tarea de evitar la propagación del coronavirus". Es el pueblo bueno.