Rubén Aguilar Valenzuela
Para el próximo domingo todas las encuestas plantean escenarios que no se contemplan hace seis meses cuando Morena arrasaba en todos los cargos en disputa. La realidad ha cambiado.

En la pasada elección Trump tuvo el mismo número de votos que cuando ganó. Su derrota se explica por la participación de ocho millones más de electores que votaron en su contra o a favor de Biden.

El propio Trump con su estrategia de un discurso de polarización, odio y en contra de las instituciones de la República conservó su voto duro, eso querían oír, pero produjo el rechazo de amplios sectores de la población.

En la elección de 2018, el ahora presidente López Obrador obtuvo 30 millones de votos, de estos 16 millones fueron suyos y 14 millones en contra del PRI y del PAN.

Al igual que Trump el discurso de López Obrador de polarización, odio y en contra de las instituciones de la República ha provocado el rechazo del sector que votó en contra del PRI y PAN.

Cómo Trump conserva a los suyos, aunque entre sectores de estos haya desilusión (científicos, artistas, activistas sociales), pero ha perdido a buena parte de los votantes que lo eligieron como el mal menor o quisieron darle una oportunidad.

Mi expectativa es que el voto duro del presidente, sus incondicionales por encima de cualquier cosa, voten por todos los candidatos de Morena sin importar quienes son.

Pero que a los opositores se añada un grupo muy importante de quienes en 2018 votaron por López Obrador y Morena, pero ahora están decepcionados del presidente y su gobierno. Se sienten defraudados e incluso traicionados.

Y por eso, como ocurrió en la elección pasada en Estados Unidos, el presidente y su partido van a sufrir una clara derrota entendida como que en la Cámara de Diputados no obtienen la mayoría calificada y pierden diez gubernaturas.

De ser así el espacio de acción del presidente quedará acotado y será el inicio del fracaso de su proyecto conservador de restauración del viejo régimen presidencial autoritario.

Cambiaría la correlación de fuerzas, que hoy favorece al presidente, e iniciaría un proceso lento, pero irreversible, de declive del presidente y su proyecto.

La oposición, pero también la dirección de Morena, que buscaría distanciarse del presidente, empezaría a construir una alternativa de cara a las nuevas circunstancias y la elección del 2024.