Rubén Aguilar Valenzuela 
Desde 1982 Paul Barthélemy Biya'a bi Mvondo (1933) es el dictador de la República Federal de Camerún en África, que se independiza de Francia en 1960.

En 1961 el suroeste de Camerún (bajo mandato británico), se unifica y se da paso a la creación de la República Federal, con un solo presidente, pero con dos jefes de gobierno.

Ahora la zona anglófona se considera discriminada y han surgido grupos armados que luchan por la independencia. El Ejército ha reprimido. Se contabilizan más de 500 muertos y 200,000 desplazados.

Biya hizo sus estudios básicos y de bachillerato en escuelas católicas. En Francia estudió en Universidad de la Sorbona y en Sciences Po (Instituto de Ciencias Políticas). En 1961 se graduó en Derecho Público y en Relaciones Internacionales.

En 1962, a su regreso al país, desempeñó distintos cargos públicos. En 1982 el presidente Ahmadou Ahidjo renunció por problemas de salud y Biya fue elegido como su sucesor.

Enfrenta un golpe de Estado liderado por Ahidjo en 1984. Realiza entonces una purga entre sus colaboradores y destituye a los más cercanos al expresidente.​ Se afianza en el poder.

Como único candidato es elegido presidente en 1984 y 1988. En 1992 por presiones externas acepta realizar elecciones pluripartidistas. La oposición dijo que hubo un fraude gigantesco. Ha sido reelecto en 1997, 2004, 2011 y 2018.

En sus 39 años en el gobierno se le ha acusado de corrupción, fraude y delitos de lesa humanidad. Tiene el apoyo de Francia, la antigua metrópoli, que es el principal inversionista extranjero.

El dictador concentra todo el poder militar y civil. En 1996 se reforma la Constitución, para darle todavía más poderes entre ellos que pueda nombrar y cesar al primer ministro en independencia de la Asamblea Nacional.

Al igual que otros populistas minimizó los efectos de la pandemia del Covid-19. Su decisión fue mantenerse en silencio y dejar que el problema siguiera su curso. Por esto se le acusa de irresponsable y ha sido blanco de las críticas nacionales e internacionales.

En el tiempo que lleva como dictador solo tiene tres o cuatro alocuciones al año. Es un político que no busca reflectores.

Está lejos de los grandes eventos y de los discursos grandilocuentes de sus colegas africanos, pero su mano es visible en todas las decisiones.

Algunos analistas consideran que por ahora este populista discreto es el único capaz de garantizar la estabilidad amenazada por diversos conflictos internos y externos. El ferro control del aparato del Estado le ha permitido ganar las elecciones siempre con el apoyo del Ejército y de las élites cameruneses.

El dictador no ha promocionado un delfín que pueda sustituirlo y está convencido de que su presencia en la jefatura del Estado es la única vía que tiene Camerún. Como otros populistas se asume como un Mesías. De cualquier forma su fin se acerca. Ahora tiene 88 años.

Para seguir donde está argumenta siempre que el país requiere "la fuerza de la experiencia" que solo él ofrece. Ese fue su eslogan en la última campaña. Todavía por ahora el sector mayoritario de la sociedad camerunés coincide con esa afirmación.