Rubén Aguilar Valenzuela
En 2013, Nicolás Maduro ocupó la presidencia de Venezuela tras la muerte de Hugo Chávez quien gobernó de 1999 a 2013. A partir de entonces se ha mantenido en el poder a través del remedo de elecciones controladas por el gobierno.

El modelo de gestión política y de comunicación es una mala copia de su antecesor. Utiliza de manera intensiva la radio y la televisión. En su primer periodo de gobierno (2013-2017) tuvo 1,700 horas de televisión en intervenciones promedio de 77 minutos.

En total equivalen a 70 días. En su segundo mandato ha seguido con la misma práctica. En tiempo ante las cámaras supera a Chávez.

Maduro, como Chávez y otros populistas, entiende el ejercicio de gobernar como un espectáculo mediático. Utiliza la comunicación directa, para evitar la mediación de su mensaje por los medios de comunicación. Construye relatos destinados solo a sus simpatizantes e incondicionales.

Su gestión como gobernante ha sido un desastre, pero su incapacidad y malos resultados los "resuelve" a través de un discurso lleno de lugares comunes y francas mentiras. La realidad contradice sistemáticamente lo que dice cada vez que se presenta en la radio y la televisión.

El discurso hace constante referencia al socialismo bolivariano y al legado de Chávez. También a Simón Bolívar. Son la "fuente" que inspira el proyecto de gobierno y las políticas públicas.

Hay un uso constante de una retórica emocional, no hay datos y argumentos sólidos, que se propone motivar y mantener bajo control a su base social, al pueblo. Éste es el sujeto histórico que legitima la permanencia del líder en el poder y la idea de que el fin justifica los medios.

El líder encarna al pueblo y recoge sus demandas. Se convierte en su único gestor. Busca la adhesión emocional del pueblo al discurso y a la persona del líder.

En el discurso de Chávez, que imita Maduro, pueblo y nación son conceptos sagrados. En torno a ellos se busca polarizar con los que no son el pueblo y por lo mismo no tienen cabida en la nación. Estos son el enemigo al que se debe arrinconar e incluso aniquilar.

La sociedad se divide en buenos y malos. Se construyen historias con héroes y villanos, para alimentar el sentimiento del pueblo. Se derivan de la historia patria oficial de los textos escolares. Se retienen con facilidad y alimentan la emoción.

Maduro utiliza cifras subjetivas (otros datos), para enfrentar a la oposición y decir que su gobierno es el mejor. Busca la conexión emocional de su base con la información que ofrece, la mayor de las veces falsa, pero que cuadra con la construcción de la historia.

Como lo hacía Chávez intenta, a partir de despertar ciertos sentimientos, demostrar que los principios y bases doctrinales de su gobierno son superiores a las de los otros, que no son el pueblo. Que él como persona es superior a cualquiera de los opositores.

Como Chávez, Maduro acusa a la oposición de generar caos y de intentar derribar al gobierno, habla incluso de un golpe de Estado cuando tiene el control pleno del Ejército.

Eso legitima la acusación de que la oposición es traidora y carente de ética. En la nueva República no debe temer jugar. Por eso la patria lo necesita y debe permanecer en el poder. Es insustituible.

En ese marco insiste que es un ciudadano común, que es pueblo, pero con una responsabilidad histórica. Sobre sus hombros recae defender a toda costa el legado de Chávez. Ahora él es Chávez.

Temas del discurso, para encontrar culpables del desastre de sugestión y del fracaso de la Revolución bolivariana son: La guerra económica; el bloqueo económico y las actividades de los enemigos internos y externos de Venezuela.

Maduro se propone como un héroe, que recibió del propio Chávez la tarea histórica de llevar adelante la Revolución bolivariana. En ese papel quiere ser visto como un líder fuerte y capaz de enfrentar a todos los enemigos.

Y también como un político capaz y eficiente que, a pesar de las coyunturas negativas y los ataques, ofrece resultados a través de múltiples iniciativas. Al mismo tiempo se presenta como una víctima de los enemigos internos y externos de la Revolución.

Diversas encuestas señalan que si hoy hubiera elecciones realmente libres en Venezuela, Maduro y el régimen político que representa sería derrotado de manera abrumadora.

La comunicación de Maduro, el populista dictatorial que gobierna Venezuela, ya no funciona. El modelo se agotó. Se sostenía en una política de apoyos y dádivas sociales que desde hace años el régimen de la Revolución bolivariana ya no puede dar.

Ahora su sostén es el Ejército.