Rubén Aguilar Valenzuela
Los últimos zares (Estados Unidos, 2019) es una serie que narra la historia del zar Nicolás II y su familia desde el momento que es coronado, en 1896, hasta su asesinato, el de su mujer y sus hijos en 1918 en la Casa Ipatiev, en Ekaterim, Rusia.

Elemento central de la narración es la relación de pareja entre el zar (Robert Jack) y la zarina Alexandra (Susana Herhent) que se casan en 1894. Estaban realmente enamorados. Ellos en la intimidad se decían Sunny y Nicky. Uno dependía del otro.

Su atención estaba centrada en sus hijas, las princesas Olga, Tatiana, María y Anastasia. Hasta la anhelada llegada del pequeño Alexis, cuando todos volcaron su mirada en el zarévich, el heredero. Según las fuentes históricas, los Romanov eran una familia muy unida.

La alegría de la familia entra en crisis cuando descubren que Alexis es hemofílico. Ahora, la enfermedad del heredero acapara toda la atención y el cuidado de sus padres.

Es cuando interviene el monje Rasputín (Ben Cartwright) que consigue hacerse imprescindible para la familia real. Al principio por ser quien iba a curar la hemofilia del heredero y, después, por convertirse en el consejero de la zarina.

El zar en 1914 comete el error de apoyar a Serbia cuando es atacada por Austria, tras el magnicidio en Sarajevo del archiduque Francisco Fernando y de su esposa. El conflicto da lugar a la Primera Guerra Mundial.

En 1915, después de grandes y humillantes derrotas, el ministro de Defensa ruso es encarcelado y el zar asume el mando de sus ejércitos, a pesar de que sus asesores le advierten de que exponía la investidura imperial.

En ausencia del zar, la zarina queda a cargo del gobierno. Tenía la posibilidad de pedir el apoyo de los ministros, pero solo consulta a Rasputin. Su gestión resulta un desastre.

Las derrotas de la guerra, la ausencia del zar y el comportamiento de la zarina hacen que el pueblo ruso pierda la confianza en los soberanos y se vuelvan contra ellos. Hay una frustración y decepción por su desempeño.

El 15 de marzo de 1917, el zar, para salvar a la monarquía, abdica a favor de su hermano menor, el duque Miguel. El nuevo zar conserva la corona solo un día y firma el último decreto de la monarquía cuando traspasa el poder al Gobierno Provisional Revolucionario. A la toma del poder de los bolcheviques lo asesinan diez días después de la matanza de Ekaterim.

Alexander Kerensky, ahora jefe del gobierno estaba preocupado por la seguridad de la familia real que se había instalado en el palacio de Tsárskoye Tseló, cerca de Petrogrado. La posibilidad de una revuelta popular en su contra estaba presente y se decide enviarlos a Tobolsk, un lejano paraje de Siberia apartado de la influencia de la revolución, para protegerlos.

En 1917, los mencheviques son desplazados del poder por los bolcheviques bajo la conducción de Lenin. Para el nuevo hombre en el poder la familia real es un problema. La Revolución tiene que destruir todos los símbolos de la monarquía.

El nuevo gobierno detiene a la familia real en la finca de Tobolsk, desde el verano de 1917 el 17 de julio de 1918 cuando se les asesina en el sótano de la casa donde estaban presos.

En la serie al zar y la zarina se les presenta como dos personajes que no estaban preparados y no eran capaces de dirigir un país de las dimensiones y la complejidad de Rusia y todavía menos en la situación de crisis que les tocó vivir.

Al zar Nicolás II se le hace ver como un hombre débil e insensible, pero al mismo tiempo un autócrata incapaz. Era un hombre indeciso, que aplazaba hasta el último momento las decisiones. Cambiaba con facilidad de opinión.

Y a la zarina también como autócrata, que presiona a su marido y que se deja influenciar, manipular, por Rasputin. Los dos vivían fuera de la realidad. Era posible hacer frente a la crisis, pero no tenían la capacidad, para hacerlo.

Los dos estaban convencidos que Nicolás II era zar por derecho divino. Por eso el pueblo estaba obligado a aceptarlos sin más. No había derecho a la protesta. Ellos no se equivocaban, porque Dios los protegía en su misión.

En un breve espacio de tiempo (seis capítulos de 40 minutos) la serie articula una gran cantidad de información histórica y plasma la relación matrimonial del zar y la zarina y también penetra en su psicología. Eso en un ir y venir entre la historia y la ficción.

La ambientación y la fotografía son muy buenas. También me lo parecen las actuaciones de Robert Jack, como el zar, de Susana Herhent, como la zarina, y de Ben Cartwright como Rasputin. Es una manera de acercarse a ese momento de la historia. Vale la pena verla. (Está en Netflix).

Los últimos zares
Título original: The last czars
Producción: Estados Unidos, 2019

Dirección:  Adrian McDowall y Gareth Tunley
Guion: Christopher Bell y Dana Fainaru
Fotografía: Tom Pridham y Benjamin Pritchard
Actuación: Robert Jack, Susana Herhent, Ben Cartwright, Oliver Dimsdale, Steffan Boje Bernice Stegers, Indre Patkauskaite, Elsie Bennett, Karina Stungyte, Jurga Seduikyte, Duncan Pow, , Milda Noreikaite, Gavin Mitchell, Michelle Bonnard, Sarah Ball, Simonas Dovidauskas, Samuel Collings, Mark Frost, Andrew Bicknell, Jobas Bareikis, Richard Laing, Clotilde Rigaud, Gerard Miller, Paul Hickey, Leonardas Pobedonoscevas.