Rubén Aguilar Valenzuela 
La primera vez que saludé a Tabaré Vázquez Rosas fue en 2005, pocos días después de su primer triunfo en una elección presidencial como candidato del Frente Amplio.

Era el primer presidente de la polifacética izquierda uruguaya después de los años de la dictadura. Antes había gobernado Montevideo, la ciudad-puerto donde vive la mitad de los tres millones de uruguayos.

El pasado domingo seis de diciembre murió de cáncer de pulmón, Tabaré como le llamaba su gente, quien fue presidente de la República Oriental del Uruguay en los períodos 2005-2010 y 2015-2020.

Lo visité en su oficina de campaña en un hotel de aquella ciudad que permanece con su perfil amable y europeo paralizado en el tiempo.

Perla María Carvalho Soto, nuestra diligente embajadora, fue quien hizo la cita y me acompañó a la entrevista.

Él, médico oncólogo que sufrió la enfermedad en carne propia, me impresionó mucho.

Transmitía serenidad, sencillez y humildad. Estaba impecablemente vestido. No era un político convencional. Tenía entonces 65 años.

Como socialdemócrata, había dado muchas batallas unificando a las múltiples izquierdas, donde los veteranos, rebeldes y cultos Tupamaros peleaban por la dirección del frente.

En aquella ocasión me dijo que como presidente iba a dedicar "dos horas al día para ver a sus pacientes más pobres". Me habló de sus proyectos y de sus expectativas de la relación con México. A partir de entonces seguí su trayectoria con mucho interés.

Lo volví a ver, aunque muy rápido, en noviembre de 2006 durante la XVI Cumbre Iberoamericana que se celebró en Montevideo. Sólo nos pudimos saludar. Estaba muy ocupado en su papel de anfitrión.

En esa ocasión la embajadora Carvalho Soto me presentó a José Mújica, el Pepe, líder de la guerrilla tupamara, entonces ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca.

El período 2010-2015, aquel hombre bonachón y franco sucedió a Vázquez Rosas en la presidencia de la República y le regresó el cargo cinco años después.

En el lobby del hotel sede de la cumbre platicamos de la guerrilla y el Tratado de Libre Comercio de Uruguay con México, firmado en 2004. Quería incrementar las exportaciones de carne a nuestro país.

Coincidí con el presidente Tabaré en mayo de 2012 en un seminario en Sao Paulo, Brasil, organizado por la Fundación Fernando Henrique Cardoso y la Fundación Konrad Adenauer.

En su despacho, el presidente Henrique Cardoso (1995-2003) nos platicó de su país y se pronunció sobre la situación del presidente Ignacio Lula da Silva (2003-2011) y el inicio del mandato de la presidenta Dilma Rousseff (2011-2016).

Ese día fuimos a cenar con un pequeño grupo, también estuvo quien fuera presidente de Bolivia, el historiador Carlos Mesa, y platicamos de la situación de América Latina. Salió el tema acerca de una nueva candidatura presidencial. Era una "opción", nos dijo, pero todavía no estaba decidido.

La última ocasión que pude intercambiar algunas palabras con él fue en su visita oficial a México, en noviembre de 2017, durante la cena que le dio el presidente Peña Nieto en Palacio Nacional.

Se va un político ejemplar. Es ya un referente de la política en su país y en América Latina. Un demócrata de una pieza y un hombre consecuente y ejemplar de una izquierda democrática y moderada, antítesis de los perfiles autoritarios.

A su actividad política, diez años como presidente de su país en dos distintos períodos, añado sus años como director del Departamento de Radioterapia del Instituto Nacional de Oncología del Uruguay, su querido INDO.

Y como profesor y director del Departamento de Oncología en la Facultad de Medicina de la Universidad de la República.

Cuando se hablaba con él uno se daba cuenta que lo hacía con un hombre culto, inteligente y bueno.

Su legado está acorde con una condición que para los uruguayos es virtud: la modestia de los antiguos gauchos: "Naide es más que naide".