Rubén Aguilar Valenzuela
A la manera de los emperadores romanos, el presidente Andrés Manuel López Obrador organiza grandes espectáculos, ahora no en el Coliseo Romano sino en la gigantesca palestra de los medios de comunicación donde los espectadores no son los 50 000 que cabían en ese sitio sino millones a través de la radio, la televisión y las redes sociales.

El presidente tiene una extraordinaria capacidad como director de escena, que también poseían algunos de los emperadores. A lo largo de los siglos el espectáculo ha sido siempre parte de la política. El propósito es el mismo, aunque cambia el tipo de evento, el número que lo ven y la forma como se difunde. 


Ilustración: Víctor Solís


A la sociedad la golpea la crisis económica producto de la pandemia del covid-19 que implica, entre otras cosas, una caída del PIB de 12.0 %, la pérdida de más de un millón de empleos formales y millones de informales todavía por precisar, y el aumento de 12 millones de mexicanos que ingresan al nivel de la pobreza y la pobreza extrema.

En la crisis económica y social se dificulta dar pan y por eso el presidente impulsa de forma agresiva el circo. Ahora ha diseñado un gran espectáculo que es una serie mediática con muchas temporadas y capítulos. Es el caso de Emilio Lozoya Austin acusado de actos de corrupción cuando fue director de Pemex y responsable del área internacional de la campaña presidencial de Enrique Peña Nieto. 

El presidente, en esta serie que intentará prolongar hasta la elección del 2021, es el director, el guionista y también tiene un papel estelar que comparte con Lozoya. En la primera temporada, contra lo que se había anunciado, el acusado no va a la cárcel, sino que enfrenta cómodamente en su casa la investigación de los cargos en su contra.

Al iniciar la primera temporada la serie todavía no tiene nombre. Entre otros podría llamarse: El presidente contra el mal; Lozoya entrega a sus amigos a cambio de la impunidad; Los buenos atacan a los malos y también Viva la corrupción del presente, pero muera la del pasado. Uno de estos días el presidente dará a conocer el nombre oficial de la serie, una de las muchas que ha dirigido a lo largo de los último 20 años con gran éxito mediático.

El presidente-director es quien decide cuándo da inicio y termina cada uno de los 12 capítulos que tiene cada temporada. Lo hace en el escenario de su comparecencia de todas las mañanas en Palacio Nacional. Que sea en ese espacio, lugar donde por 300 años vivieron los virreyes de la Nueva España, le da cierto atractivo e incluso morbosidad.

El guion del presidente incluye que los presidentes Felipe Calderón Hinojosa (2006-2012) y Enrique Peña Nieto (2012-2018) se presenten a declarar, para que las imágenes pasen en la televisión. Y de no ser posible que lo hagan, aunque sea por escrito, pero es anticlimático. Todavía no se sabe en qué temporada habrán de aparecer, pero el presidente ya anunció esos capítulos.

El fiscal de la República tiene un papel menor en la serie. Sólo aparece cuando el presidente-director se lo indica. Había expectativas de que este personaje tendría uno de los papeles protagónicos, pero el presidente-guionista no le dio el rol central que se esperaba. En ciertos grupos de la audiencia hay malestar porque piensan que el personaje quedó relegado. 

En el guion del presidente elemento central de la serie es la presentación en radio y televisión, marginalmente en los medios escritos, de los videos que la Lozoya Austin entregó a la Fiscalía General de la República (FGR). Éstos, se supone, son evidencia contundente de actos de corrupción de políticos de los anteriores sexenios. 

El presidente-director-guionista, una semana todos los días, desde su púlpito mañanero, instó al fiscal a entregar los videos. Dijo que no importaba no tuvieran validez jurídica, pero sí tendrían un gran impacto educativo en el pueblo, para que éste viera cómo se hacían las cosas en el pasado.

Su insistencia, en el marco de una campaña de marketing, tenía el propósito de calentar el ambiente, crear interés y expectativas en las audiencias sobre eso videos que de acuerdo al anuncio del presidente daría cuenta de la corrupción de los gobiernos anteriores.   

En ese ambiente, de la nada, aparece en las redes sociales un video donde un funcionario del Senado en el gobierno anterior recibe dinero. No se sabe quién lo entrega y tampoco para qué es. Al día siguiente, el presidente-director viola la secrecía de la FGR y en su púlpito pasa el video sin decir a quien se atribuye la filtración. 

En esa ocasión ofrece su interpretación de lo que se ve en el video, para que el pueblo bueno lo entienda: El dinero de la escena se utilizó para sobornar a senadores de la oposición, para que apoyaran la reforma energética. Todo sin más pruebas que los segundos de unas imágenes donde no se mencionan nombres.

El presidente-director abrió la caja de Pandora. El capítulo que siguió no estaba en su guion. Se le impuso. Al día siguiente Carlos Loret de Mola da a conocer imágenes donde Pío López Obrador, hermano del presidente, recibe en dos ocasiones dinero de parte de David León, asesor del gobernador de Chiapas, Manuel Velasco. Queda claro que son recursos para ser utilizados por el ahora presidente.

De inmediato el presidente-guionista, para contrarrestar ese video, introduce un nuevo capítulo en su guion, creado al calor de las imágenes. La narrativa que construye, para que el pueblo bueno tenga un marco de interpretación de lo que vio, es que el dinero proviene de la "recolección" de "donativos" del pueblo.

Es el pueblo bueno que con sus sacrificios, quitándose el pan de la boca, realiza aportaciones, para apoyarlo a él y a su partido. La gente coopera, ayuda y aporta recursos "incluso los más humildes", para financiar las actividades partidarias. Y añade que "nosotros hemos venido luchando durante muchos años y nos ha financiado el pueblo".  

Después de ese capítulo el presidente-director–guionista suspendió la transmisión de la serie en la que tanto capital político y recursos mediáticos había invertido. No se sabe si la va a continuar. Y si se decide a hacerlo cuándo lo hará. Ahora es de su conocimiento que a cada capítulo donde utilice el recurso de los videos en poder de FGR recibirá como respuesta otro video que lo implica a él, a su familia y su partido. Eso no estaba en su guion original. Está desconcertado. 

Por lo pronto, mientras permanece suspendida la serie Lozoya, con su enorme creatividad e imaginación ya inició una nueva que trata sobre los expresidentes. El presidente-director-guionista la ha diseñado como interactiva. El pueblo bueno —radioescuchas y televidentes— tienen un papel y es quien va a decidir, si se les juzga o no por lo que hayan hecho durante su gestión. A sus audiencias entusiasma esa posibilidad.